Hay pocas cosas que permanezcan. Que aguanten el paso del tiempo. Un tiempo que cada vez es más frenético, que parece que exige ritmos vertiginosos y cambios constantes. Ocurre en todo, pero también en la televisión. Cada curso nacen decenas de series nuevas que desaparecen, programas que no resisten ni dos semanas por el temido share y estrellas fugaces con millones de seguidores en Instagram pero poco que aportar.

En ese mundo tan frágil y cambiante, hay rostros que permanecen. Que son la señal de que las cosas bien hechas y el talento a veces funcionan. Uno de ellos es el de Andreu Buenafuente, que todas las noches saca humor de debajo de las piedras en Late Motiv. Es sólo uno de los programas que se han creado en su mente inagotable e infatigable. Una mente que empezó a funcionar hace ahora 30 años, la edad que cumple su productora El Terrat, con la que ha creado programas de radio, de televisión, series y nuevos fenómenos como La resistencia.

Con motivo de este aniversario, la productora se ha regalado una serie documental en la que Buenafuente cuenta la historia de El Terrat y recorre su camino hasta estar donde está hoy. Desde el pasado martes 27 ya se pueden ver los dos primeros episodios en Filmin, que emitirá uno cada martes hasta completar los cinco que conforman El Terrat: los primeros 30. Para celebrarlo, también ha concedido esta entrevista a SERIES & MÁS donde recorre estas tres décadas desde que era un chaval de Reus haciendo reír a sus compañeros de colegio.

Andreu Buenafuente en el anuncio de su primer programa. Carles Fargas

30 años ya… ¿Da vértigo pensar en cómo pasa el tiempo?

No sé... no demasiado, porque se celebran encima de la bicicleta y eso quieras que no, te quita gravedad, porque para mí lo bonito es estar en marcha, hacer el programa esta noche, tener proyectos, tener futuro… es más bonito que triste de nostalgia. Es decir, “mira lo recorrido y seguimos para adelante”.

¿Por qué un documental? Es casi un regalo para vosotros y vuestros seguidores.

Es un proyecto que, como le decía a un amigo, lo bonito es que nace sin ambición. Nace en plan, me junto con un amigo que conoce mi historia para charlar en un almacén y ya veremos. Y ni la idea era ir a Filmin, ni nada, simplemente era tenerlo grabado, porque que menos que una productora tenga un documento así. Luego nos animamos y a Filmin le interesó, cosa que me hace feliz porque les valoro y les respeto mucho. Y pensé, ahí quedará almacenado para quien quiera verla. Pensábamos cómo celebrar los 30 años, y al final un poco por todo, por la pandemia, por estar en activo y por no quedarnos en lo nostálgico, nos hemos quedado con una función de teatro que está en escena y con esta conversación. Pero es que además tampoco tenemos mucho tiempo. No es vanidoso, es verdad, no tenemos mucho tiempo porque nos absorbe el día a día.

Has mencionado la palabra ambición. En el documental dices también que dejar Reus y saltar a Barcelona tampoco fue por ambición.

Yo siempre he sido un tipo muy tranquilo que se mete en líos… y ahí sigo, así que tan tranquilo no seré. A mí cuando la realidad que me rodea ya es buena, pues digo “ya esta bien”. Y yo me lo pasaba muy bien, estaba en una radio profesional, con mis amigos, en Reus... y nunca pensé en hacer algo como plan para llegar a otro sitio. Eso nunca lo he hecho. Lo que sí es verdad, es que no tengo miedo a tirarme a la piscina. Cada paso abre un camino que uno no contaba, pero tú te metes en ellos.

Yo siempre he sido un tipo muy tranquilo que se mete en líos… y ahí sigo, así que tan tranquilo no seré

Cuentas algo muy bonito en el documental, que en tu casa no había ningún artista del que heredar la vocación, que lo que sí crees que influyó fue el buen humor de tu padre, un niño de la posguerra.

Sí y muy exacto. No puedes idealizar algo que no existe. No tengo un pasado de artistas. Me dicen que mi abuelo, que murió en la Guerra Civil, Andrés, era un tipo muy especial, que cantaba, se fue con un circo de aprendiz... pero todo muy ancestral, muy antiguo y sin huella familiar. Así que el buen humor es lo que creo que he heredado, esa actitud ante la vida de un niño de posguerra que no tiene nada y que se divierte igual, y es algo que lo mamé mucho, pero como todos los adolescentes no lo valoré mucho, pero de mayor ahora si lo valoras y dices, pues a lo mejor ahí sí que se fraguó una disposición a probar si con el humor se puede hacer algo.

Todo cambia en el momento en el que te subes a un escenario para entretener a tus compañeros, ¿es ese el momento fundacional que lo cambia todo?

Ahí empezó a cambiar. Hasta que uno no sube a un escenario, y eso debe ser común para los que nos dedicamos a esto, no sabe por qué lo hace ni qué pasara. Es una mezcla de ganas, de terror… es muy fuerte esa primera vez. En mi caso fue en una fiesta para los alumnos del cole que tenía que durar media hora y duro tres. Yo lo recuerdo casi como una especie de sueño, pesadilla a veces, que está muy borroso en mi memoria. Hace casi 40 años, pero ahí sí que a lo mejor surgió la larva de esto de estar con un micrófono, pero todo muy embrionario.

Buenafuente con la familia de El Terrat. TV3

¿Se mantiene tantos años después esa sensación?, ¿es la magdalena proutsiana que ocurre cuando sales todos los días al escenario?

Sí, esto es así y siempre será así. Y me han dicho los más veteranos que no se pierde nunca. Con el tiempo lo sobrellevas mejor, tienes mecánicas, más músculo... pero siempre hay algo. Yo siempre que suena la cabecera del programa, se produce un clic y si estás cansado se te pasa. El ejercicio de la actuación es precioso, y eso se mantendrá toda la vida. Y cuando lo deje, quedará ahí para que otro lo experimente, esa es la magia de la interpretación.

Reivindicas la palabra payaso, que siempre usamos como insulto.

Sí, es muy común que la gente diga, “este es un payaso”. No sé qué podríamos hacer, qué movimiento podríamos articular para desterrar el uso peyorativo de la palabra payaso, porque si la gente tuviera un poco de conocimiento de la cultura de los payasos. Yo siempre me acuerdo de Leo Bassi, que tenía un espectáculo dedicado a sus abuelos, que eran payasos, y explicaba la historia de los payasos humanistas, anarquistas, luchadores, libertarios y poetas, y salías diciendo: por favor, nunca más llamaré payaso a un gilipollas. Pero bueno, son vicios del lenguaje.

Empezaste en la radio y 30 años después sigues ahí.

Hubo un tiempo que decidía que ya estaba bien, porque la tele te absorbe mucho y era incompatible. Un tramo de mi carrera en que no quise hacerlo, también por respeto a la radio, porque al final lo haces y no lo disfrutas, pero siempre estuvo ahí, y es una historia preciosa cómo me he reconectado con Berto en la radio, que era algo que no entraba en mis planes, que empezó como un ejercicio de verano, como un divertimento. El otro día me emocioné, porque me hago mayor y me pasan estas cosas, pero entraba en la Ser y estaba Francino, la misma persona que me abrió la puerta en 1992. Y me dije, joder, con las vuelvas que da todo, y ahí estaba con Francino, y con el micro de la Ser.

Mientras haya energía, ganas y haya algo que contar, seguiré. Pero uno no es eterno y se planea en el futuro qué caminos tomar

¿Ha cambiado mucho la radio desde aquel EGM de hace 30 años que contáis que tuvisteis un 0 de audiencia?

Ha cambiado en sus embellecedores, pero no tanto en el fondo. La radio sigue siendo lo que es, la comunicación en vivo, eso que tiene de evento, de irrepetible. Lo que me interesa mucho son los podcast. Son curiosas variantes de la radio que me conectan con mis orígenes. Yo empecé haciendo podcast con una cinta de cassette, y creo que dan una libertad algo muy potente, muy de verdad, y que se complementa con la radio y que recuerda la potencia imparable del poder de la voz. Tú, con un micrófono y algo que contar, y se mantiene como siempre fue.

Has dicho que llegas a estos 30 años todavía pedaleando, ¿no dan ganas de bajar el ritmo de pedaleo?

A veces dan ganas de bajar el ritmo, pero se te pasa. Hacer un programa diario es como una religión, y dejarlo sería como apostatar. Ahí esta la frontera, mientras haya energía, ganas y haya algo que contar, seguiré. Pero uno no es eterno y se planea en el futuro qué caminos tomar. Sabes lo que me pasa, que cuando estoy descansado tomo decisiones que me cansarán en el futuro, y ahora estoy en ese futuro que se llama presente y que es que hay que hacer un late night. A eso se llama pasión por lo que haces y de momento no flaquea. El momento en que flaquee y sea más importante para mí irme a cruzar una montaña andando, será el momento de dejarlo, pero ese momento no ha llegado.

Buenafuente en la serie documental.

¿Cuál es el futuro cercano de El Terrat?

Pues es muy bonito y aprovecho para contarlo. La compañía está en uno de sus mejores momentos 30 años después. Un momento de actividad frenética, de talento, de consagración de talentos ya conocidos como Berto… El lanzamiento de La Resistencia ha sido otra prueba de vitalidad. Tenemos muchos planes y hay una cosa que me hace mucha ilusión que se llama ‘Casa Terrat’, y que es la transformación de la productora física en un espacio al servicio de quien quiera y multiusos.

Ya en septiembre vamos a establecer un punto en Barcelona, desaparece el despacho clásico, y lo que queremos es no conformarnos con eso, sino ver qué aportamos, qué podemos devolver a nuestra ciudad, a Barcelona, pero ojala se pueda exportar a otros sitios. Son 400 metros cuadrados, con un plato modulable donde puedas hacer podcast, radio, incluso teatro, monólogos... me hace mucha ilusión sin ser un producto de consumo, como un programa, porque es algo mas profundo. Es como decir, vamos a ir al despacho, que ya no es un despacho, a reír, a compartir, y a ponerlo al servicio de la ciudad.

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