El otro día me quede sorprendido con los Premios Iris que entrega la Academia de la Televisión. Y no por el galardón de la crítica a Sálvame que tanto se ha comentado, sino por ese pleno absoluto que se cascó La casa de papel en todas las categorías de series. El fenómeno por la ficción de Netflix es tan grande que también los académicos se han rendido a sus pies, y yo cada vez me siento más bicho raro al decir que creo que no es para tanto.

Oigan, entiendo que se le de un premio a la Mejor producción, o si me apuran hasta el de Mejor dirección a ese cuarteto que ha demostrado cómo manejar un presupuesto masivo y que luzca como nunca a lo ‘Hollywood’, pero me cuesta entender los premios interpretativos -¿de verdad Álvaro Morte está mejor que Brays Efe o Isak Férriz?- y el de mejor serie por encima de Arde Madrid o incluso Hierro.

Es lo que tienen los premios, y soy de los que digo que no vale de nada quejarse en los galardones, porque los únicos que nos representarían al 100% son los que entregáramos nosotros mismos. Si existieran los Premios Zurro 2019, el premio a la Mejor serie dramática (dividiría como en los Globos de Oro para poder dar dos) iría, de momento y hasta que me pronuncie sobre la serie de la Coixet, para la segunda temporada de La peste.

Fotograma de La peste.

Desde aquí hasta me invento una frase promocional para ella y para que los fans de La casa de papel se apunten a la pedazo de segunda tanda de episodios que se ha marcado Rafa Cobos como showrunner y Alberto Rodríguez al frente de dos de los episodios: “Olvidaos de La casa de papel, esta es la mejor serie del año”. Provocador, sí, pero en estos tiempos que corren la hipérbole funciona.

Ojo, que la que han preparado desde Movistar+ tampoco está nada mal. 'Si no visteis ni oísteis nada, preparaos'. Hace referencia a una de las polémicas de la primera temporada y lanza un órdago. Su llegada a la televisión se recibió con vítores, pero muchos dijeron que la fotografía era demasiado oscura, una apuesta estética maravillosa del director que choca con esas ficciones iluminadas a golpe de neón y fluorescente blanco. Muchos se sintieron desplazados de La peste porque esperaban un thriller trepidante y se encontraron con un suspense contemplativo y reflexivo. A mí ya me pareció una maravilla.

En esta segunda temporada no han ido al clásico ‘más grande y más espectacular’, sino que han mantenido el espectacular nivel de producción que tenían y, hechas las presentaciones de los personajes, han ido al grano con un thriller más clásico, con más giros y más ‘convencional’ sin que esto sea un insulto. Más accesible para todos sin perder al espectador que se sintió embriagado por la primera. Para él sigue habiendo las reflexiones sobre el poder, la corrupción, sus vínculos con la iglesia y esa Sevilla del siglo XVI que huele desde aquí y que contrasta con la opulencia de sus palacios.

A eso sumen un reparto que en vez de por estrellas apuesta por actores. Patricia López Arnaiz se merece papeles a cascoporro, igual que Pablo Molinero, pero además Cobos recurre a dos intérpretes que conoce, como Jesús Carroza y Estefanía de los Santos para darles dos papeles fundamentales y maravillosos. En esta temporada Alberto Rodríguez se queda como director de dos capítulos. Terminó cansado de la primera, “y hacer la segunda me parecía el tourmalet”, como confesaba a este periódico. No pensaba participar en esta, pero el siguiente guion que prepara es con Rafa Cobos, y si tenía que esperar, que mejor que dirigiendo junto a su amigo.

Patricia López Arnáiz en La peste.

El showrunner reconoce que esta es más convencional, y que “hay muchas diferencias con la primera, y todas son intencionadas”. “La primera era nada convencional, se presumía un determinado perfil de espectador que no fue el que resultó, y eso no es ni bueno ni malo, pero no era el que pensábamos. Era más lenta, más contemplativa, pero es que era una serie sobre un melancólico que no creía en dios, así que no podía ser luminosa y trepidante, pero en esta segunda cambia el concepto”, explica.

Si en la primera fue la inquisición y la iglesia -que aquí también se mantiene-, ahora la trama se centra en ‘la garduña’, una mafia sevillana que dicen que anticipó a la italiana, y de la que Cobos reconoce que había leído algo, pero “nada relevante porque dice la leyenda que toda la documentación sobre juicios a la garduña desapareció en un incendio”. Ahí vieron “un filón”, y se pusieron a investigar “con libertad de cátedra y mucha literatura” para hacer lo que más les gusta: ese diálogo entre la actualidad y el pasado que ha nutrido sus últimas películas y también las dos maravillosas temporadas de La peste.

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