Érase una vez un comediante tan gracioso que consiguió derrocar un sistema racista. A fuerza de algo tan inofensivo (entonces, ahora ya no tanto) como el humor, Eddie Murphy provocó una revolución cultural en los años 80. Antes que él, Sidney Poitier, Hattie McDaniels, Bill Cosby o Richard Pryor habían hecho historia a su manera, pero el protagonista de Superdetective en Hollywood fue la primera estrella de cine afroamericana en saltar el charco y llegar a todos los rincones del mundo. La culpa la tuvo El príncipe de Zamunda, una propuesta a medio camino de la comedia romántica y el humor basado en la clásica fórmula del pez fuera del agua, el primer fenómeno global en la taquilla en estar protagonizado por un actor negro. 32 años después, Amazon Prime Video estrena su secuela, en la que Murphy se convierte en, lo han adivinado, El rey de Zamunda

Murphy ya no es lo que era. Prácticamente retirado durante una década, el legendario cómico decidió volver a la primera plana hace dos años con Yo soy Dolemite, una divertidísima comedia de Netflix en la que se homenajeaba el blaxploitation de los años 70. Allí coincidió con el director Craig Brewer (Hustle & Flow), con el que ahora repite en una secuela que nadie esperaba, pero que muchos recibirán con los brazos abiertos. Es lo que tienen los clásicos. El mundo tampoco es el mismo que en 1988, cuando mostrar África desde un punto de vista ignorado por el cine popular hasta entonces (la opulencia y la casa real de la ficticia Zamunda) era una declaración de intenciones. Pero ahora existe Wakanda y no es tan raro encontrar con estrellas de color al frente de superproducciones. Will Smith, claro heredero de Murphy, es el actor que más taquillazos ha estrenado en el siglo XXI. 

El rey de Zamunda se estrena en un constante revival nostálgico que obligaba a sus responsables a tomar una decisión: ¿seguir hacia adelante con la historia del príncipe Akeem o volver a ofrecer lo mismo a un público que ha demostrado una y otra vez que lo que más le gusta ver en una pantalla es algo que ya ha visto anteriormente? David Sheffield y Barry W. Blaustein, guionistas de la cinta original y su continuación, se niegan a elegir: esta secuela es, a la vez, una continuación y una revisitación de los ingredientes que convirtieron a El príncipe de Zamunda en un clásico ochentero. El resultado es tan poco sorprendente como satisfactorio y simpático. 

La comedia de Craig Brewer sí toma una decisión inesperada. Aunque reencontrarse con Eddie Murphy es un disfrute y el ahora rey Akeem siempre está presente, los protagonistas en la sombra de El rey de Zamunda son sus hijos: las tres jóvenes mujeres que no pueden subirse al trono porque el reino africano sigue anclado en la tradición y el bastardo que Akeem dejó en Estados Unidos sin saberlo. Es este personaje el que hereda algo más que el derecho a suceder en el trono a recientemente descubierto padre. Lavelle (un carismático Jermaine Fowler) es un joven con síndrome de Peter Pan que debe viajar hasta el país africano, donde protagoniza un remake a la inversa de la trama de Akeem en la primera película. 

Los seguidores de El príncipe de Zamunda pueden estar tranquilos. Casi todos los elementos más recordados del clásico de John Landis vuelven a aparecer aquí: la icónica escena de la barbería en la que Eddie Murphy y Arsenio Hall interpretan a todos los personajes, la cadena de hamburguesas McDowell's que parodiaba la imagen de McDonald’s, Sexy Chocolate… Sin embargo, el guion de El rey de Zamunda parece más preocupado por recordar a la gente por qué se enamoró de su predecesora que de construir su propia personalidad, aunque las incorporaciones de secundarios de lujo como Tracy Jordan, Leslie Jones y Wesley Snipes son un divertido añadido a una fórmula de éxito comprobado. 

La comedia es consciente de zeitgeist cultural en el que se estrena y, gracias a la incorporación al proyecto del guionista Kenya Barris (Black-ish), retrata a sus personajes femeninos desde una perspectiva del mundo después del nacimiento del movimiento #MeToo. Volvemos a ver baños al príncipe y bailes exóticos, pero los desnudos se han quedado por el camino y la película aprovecha la premisa de la sucesión para hablar de la posición de la mujer en una sociedad conversadora. Akeem debe mirarse en el espejo y aceptar que se ha convertido en el heredero de su padre, el fallecido rey Jaffe (James Earl Jones, que regresa en una breve aparición), en más sentidos de los que le gustaría. 

El rey de Zamunda no reeditará la etiqueta de clásico de la película original, como sí hicieron tardías secuelas como Mad Max: furia en la carretera y Blade Runner: 2049. Tampoco parece pretenderlo. Eddie Murphy y compañía se lo pasan en grande y, en el camino, consiguen que la audiencia se una a una fiesta ruidosa y divertida. ¿Cómo no iba a ser así con Sexy Chocolate en la lista de invitados?

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