Publicada

Las figuras más poderosas de todas las épocas han visto influenciado su poder y sus decisiones políticas y militares por su estado físico o mental. Debido a ello, sus médicos son piezas fundamentales no sólo para ellos, sino también para nuestra propia historia.

Y por eso es sorprendente descubrir que no sabemos nada, o casi nada, de los médicos de figuras tan relevantes y fundamentales de nuestra sociedad actual como Winston Churchill, Benito Mussolini, Iósif Stalin, Mao Zedong o Adolf Hitler.

En el caso del alemán, su médico personal, esa figura en la sombra, era Theodor Morell, un hombre al que prácticamente ni se le menciona en ninguna de sus biografías, algo sorprendente teniendo en cuenta el papel tan crucial que la salud, y por tanto su médico, jugaron en las decisiones tomadas por Adolf Hitler a lo largo de su vida.

Ahora, el escritor Eric Frattini publica El paciente A. La historia médica de Adolf Hitler, en la que cuenta los detalles de la vida de Morell y la salud de Hitler. Muchos años antes, quien comenzó a tratar al que fuera el Führer del III, fue nada menos que un judío.

Se trata de Eduard Bloch, un austriaco que atendió a un jovencito Adolf y que ayudó a su madre a morir. Por ello, el dictador le prometió gratitud eterna, hasta tal punto que fue, posiblemente, el único judío al que perdonó la vida y ayudó escapar del infierno que él mismo había creado.

El médico

Eduard Bloch nació el 30 de enero de 1872 en la ciudad de Frauenberg, perteneciente actualmente a República Checa, pero en aquel momento, parte del Imperio austrohúngaro. Eduard estudió medicina en Praga y, tras acabar la carrera, hizo el servicio militar y participó en la guerra greco-turca de 1897, un conflicto bélico por la soberanía de Creta que perdió Grecia.

Tras licenciarse del ejército, en 1901, abrió un consultorio en Linz, una ciudad ubicada en el noreste de Austria atravesada por el Danubio, donde tuvo mucho éxito y se ganó el cariño de todos, ya que se podía acudir a él en cualquier momento del día fueras un paciente acomodado o de la clase social más baja.

Eduard Bloch en su consulta.

Eduard Bloch en su consulta.

Este comportamiento le hizo ganarse el apodo de "Doctor de los pobres", a los que visitaba a domicilio en su coche de caballos con un llamativo sombrero de ala ancha sin pedir nada a cambio.

El joven Hitler

En 1904, Eduard tuvo que tratar a un joven de quince años que su madre comenzó a llevar a su consulta y que estaba gravemente enfermo de una afección pulmonar. Su nombre era Adolf Hitler. Realmente, su enfermedad resultó ser un potente resfriado que había acabado derivando en una profunda amigdalitis que le trató sin reparar en el precio, ya que la familia Hitler no disponía de grandes recursos económicos.

La familia continuó acudiendo a Bloch quien, en marzo de 1907, tuvo que atender a la madre de Adolf, Klara, cuando enfermó gravemente. Ante su estado de salud, un cáncer de mama incurable, intentó salvarla con yodoformo, un antiséptico que causaba gran dolor y que el médico mitigó con inyecciones de morfina. El tratamiento no curó a Klara, pero la diligencia del médico con un tratamiento que no podían pagarse, le permitió morir sin sufrir el 21 de diciembre de 1907.

Adolf siguió en contacto con el doctor toda su vida y le enviaba postales pintadas por él en las que le agradecía eternamente lo que había hecho por él y su familia.

En 1914, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Eduard volvió a alistarse como médico militar y fue destinado en el hospital de Linz como médico jefe, junto a su esposa. La vida siguió adelante sin mayor novedad, pero a partir de 1933, con la subida al poder de los nazis, todo cambió.

El Führer y el judío

Las cosas cambiaron porque Eduard Bloch era un judío en la Alemania nazi. Aunque inicialmente ellos vivían en Austria, en 1938 este país fue anexionado por Alemania y la comunidad hebrea austríaca comenzó a sufrir persecuciones. Excepto él. Hitler no se había olvidado de los favores que le había prestado, por lo que recibió un trato especial e inesperado: tanto él como su entorno estaban exentos de lucir la estrella amarilla en su solapa, su cartilla de racionamiento no estaba sellada con la temida “J” y se les consintió seguir viviendo en su domicilio.

Su amistad seguía vigente, de hecho, en 1937 el alemán le había enviado una postal y un año después, durante uno de los congresos de Nuremberg, tras preguntar por Linz y Eduard, Hitler le definió como un "judío noble" añadiendo que "si todos los judíos fueran como él, no habría cuestión judía".

Protegido por la Gestapo

Eduard recibió protección especial de la Gestapo, quienes visitaron cordialmente su casa para requisar algunas postales y el libro de casos clínicos con la información médica del Führer, siempre sin importunarlo ni a él ni a su familia.

Propaganda antisemita durante el régimen nazi.

Propaganda antisemita durante el régimen nazi.

Pero cuando las leyes prohibieron a los judíos ejercer la medicina, Eduard decidió que era el momento de irse, por lo que pidió ayuda de nuevo a Hitler, quien no dudó en dársela.

Los Bloch pudieron vender su casa a precio de mercado (contrariamente el valor abusivo que se daba al resto de los judíos), pudieron viajar con todos sus ahorros y se les facilitó la salida del país, llegando a Estados Unidos a finales de 1940, asentándose en el barrio del Bronx de Nueva York.

El Hitler amable

En EEUU fue interrogado en varias ocasiones por los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses que buscaban detalles de la infancia de Hitler. Publicó un libro, considerado una valiosa fuente de información sobre su antiguo paciente, que rompía con la imagen que hasta el momento se le atribuía de persona colérica, mal educada y con tendencia al desaliño, ofreciendo, en cambio, un retrato amable y positivo del joven Adolf.

Su ensayo levantó gran expectación y dio pie a la teoría de que el odio visceral de Hitler hacia los judíos había nacido a causa del frustrado tratamiento que Eduard aplicó a su madre, aunque la mayoría de los historiadores consideran que realmente surgió en el humillante estado en que permaneció Alemania tras la firma del Tratado de Versalles finalizada la Primera Guerra Mundial.

El 1 de junio de 1945, el único judío al que Hitler había salvado, falleció de un cáncer de estómago, casi exactamente un mes después de que Hitler se suicidara en su búnker de Berlín.

El médico del Führer

El libro que publica Eric Frattini sobre el historial médico de Hitler.

El libro que publica Eric Frattini sobre el historial médico de Hitler. Espasa-Calpe

Otro de los médicos que influyó profundamente en Hitler, Theodor Morell, escapó de Berlín una semana antes de su suicidio, pero pronto fue capturado por los estadounidenses. A pesar de su proximidad con Hitler nunca fue acusado de crimen alguno ni fue tenido en cuenta como relevante para el Tercer Reich.

Curiosamente, los únicos que dieron el suficiente valor a aquella persona con gafas de concha que aparecía siempre fotografiado detrás de Hitler fue el NKVD, la inteligencia soviética, en el llamado 'Dosier Hitler', un informe secreto redactado para Stalin basándose en los interrogatorios de dos ayudantes del Führer.

Pero esta es otra historia que cuenta de manera extraordinaria Frattini en su nuevo libro que se publica el 29 de enero y en el que el lector podrá descubrir la adicción a las drogas del Führer, sus cambios de humor, cómo le afectaba el Parkinson que sufría y su progresivo declive, gracias a los minuciosos y documentados diarios de su médico Morell.