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Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel (1949) es el vigésimo descendiente directo del descubridor de América. Movido por la carga genética de sus ancestros, el hoy duque de Veragua, marqués de Jamaica y Almirante de las Indias se lanzó a la mar desde bien joven. Ya practicaba vela a los 15 años. A los 19 se alistó en la Escuela Naval Militar. Sirvió en la Armada como piloto especializado en la lucha antisubmarina, participó en una de las operaciones SAR –Search and Rescue– más arriesgadas jamás ejecutadas por la aviación naval española y, gracias a su impecable trayectoria, llegó a ostentar los galones de capitán de fragata y a ser condecorado con la Gran Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco.

"El mar... para mí tiene un gran atractivo", reflexiona el noble heredero del primer Almirante de la Mar Océana, quien lleva el lacio pelo gris echado a un lado, luce una sonrisa educada y viste un sobrio traje con una corbata bermellón con motivos azules. "Casi todos los veranos de mi vida los he pasado embarcado. Viví parte de mi juventud en Mallorca, donde estaba destinado mi padre. Aún recuerdo aquella pequeña playita de sal y piedras que había al lado de nuestro chalé, cómo nos íbamos a nadar por la costa con las aletas puestas". Después se inició como regatista en vela ligera y como tripulante de yates y, en sus años de Guardiamarina, dió la vuelta al mundo a bordo del buque-escuela Juan Sebastián de Elcano.

Adentrarse en la carrera militar, en definitiva, implicaba seguir los mismos pasos de su padre, el vicealmirante Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto. Una figura que, trágicamente, perdió demasiado pronto, ya que el azote del terrorismo segó su vida en febrero de 1986. El 'Comando Madrid' de ETA lo ametralló a él y a su chófer cuando se dirigían al trabajo. Una herida ya cerrada sobre la que, cortésmente, y todo en este séptimo entrevistado de la Enciclopedia de la nobleza despierta la gracia, el virtuosismo, la elegancia y la sabiduría de quien se sabe un maestro de la cortesía, prefiere no remover a estas alturas de la vida. En su lugar prefiere abrazarse a las palabras de Rilke, quien decía que el dolor debía guardarse para transformarlo a uno por dentro.

Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel es duque de Veragua, marqués de Jamaica y XX descendiente del descubridor de América.

Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel es duque de Veragua, marqués de Jamaica y XX descendiente del descubridor de América. Cristina Villarino E. E.

Cristóbal Colón, vigésimo descendiente del Almirante de la Mar Océana, durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Cristóbal Colón, vigésimo descendiente del Almirante de la Mar Océana, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

Su piso de Madrid, no obstante, sí es una colección de memorias al descubierto. No faltan en sus estanterías fotografías de su familia intercaladas con jarrones de reminiscencias colombinas, sillones y sofás elegantemente tapizados con colores dorados y pistachos, un buen puñado de alfombras de importación que, deslizadas sobre el suelo, rezuman esa sobriedad aristocrática que sólo se encuentra en las familias de dulce abolengo; en las paredes cuelgan mapas cartográficos de las Américas, mientras que en una mesita brillan bajo el sol del mediodía decenas de metopas, una con el escudo de Veragua, otra de la 21ª Escuadrilla de Destructores, una tercera de la Real Asociación de Hidalgos de España.

Destaca sobre el armazón de un viejo mueble una figura de Cristóbal Colón que alza su mano derecha, quién sabe si en dirección a las Indias o a la frontera azul que hace de costura entre el cielo y el océano, aquella que corteja con sus misterios a los ávidos exploradores que necesitan de la aventura para sobrevivir. "Es una réplica de un pequeño monumento que levantaron en los 90 en Corpus Christi, Texas. A pesar de la lucha de los indigenistas contra Colón, algunos aún lo defienden".

El aristócrata aprovecha la reminiscencia para relatar una anécdota: en octubre de 1992 fue invitado por el presidente de los Estados Unidos George Bush a asistir junto a él al acto de la firma del decreto que declaraba el Columbus Day, día de Fiesta Nacional. "Recuerdo que aquel 12 de octubre entré con él al Salón Indio de la Casa Blanca. Bush se puso en un atril muy grande. Yo estaba a su izquierda, un paso por detrás. Me presentó, dio un pequeño discurso y firmó el decreto. Acto seguido, me regaló la pluma. Aún la conservo en mi casa. Luego tuvimos una reunión privada muy agradable, porque tanto él como su hijo, al ser de Texas, hablaban español". 

Cientos de monumentos de Colón decoran y homenajean al conquistador genovés en diferentes partes de esos Estados Unidos que tan bien lo acogieron. El propio Donald Trump ofreció su discurso de investidura el pasado 20 de enero en la Rotonda del Capitolio frente al Desembarco de Colón del pintor John Vanderlyn (1846). "Para mí estas obras son un orgullo, porque Cristóbal Colón protagonizó, como decía el historiador López de Gómara, el hecho más importante de la historia de la Humanidad después del nacimiento de Cristo. Conectó dos mundos que desconocían su existencia y dio lugar a un intercambio masivo de animales, de metales, de productos agrícolas y de culturas. Hoy podemos considerar todo aquello como la primera globalización".

Ejemplar del libro 'Cristóbal Colón' de Salvador de Madariaga.

Ejemplar del libro 'Cristóbal Colón' de Salvador de Madariaga. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

PREGUNTA.– ¿Siente el peso del linaje a sus espaldas?

RESPUESTA.– La gente piensa que por llamarte así las cosas son fáciles. Al contrario. No todo el mundo te ve con buenos ojos.

P.– ¿Habla de la leyenda negra? Supongo que ha contribuido a demonizar su apellido.

R.– La historia se ha distorsionado de manera increíble. Antes eran los historiadores quienes transmitían el conocimiento; hoy son los medios de comunicación y los llamados influencers, muchas veces sin conocimiento, quienes emiten opiniones que condicionan a otros, especialmente a los que no han leído un libro de historia en su vida. Esto ha alterado el razonamiento y contribuido a una visión distorsionada de mi antepasado.

P.– ¿Qué prejuicios son los que más le duelen?

R.– Uno de los más injustos es la idea simplista de que Cristóbal Colón promovió la esclavitud de los indígenas. La realidad es mucho más compleja. Durante su segundo viaje, en 1493, antes de llegar a La Española, los navegantes desembarcaron en la isla de Guadalupe, poblada por los indios caribes. Allí descubrieron considerables pruebas de antropofagia y hallaron a un poblado de indios taínos que habían sido secuestrados para ser comidos. Eso indignó tanto a Colón que, para proteger a los taínos, propuso a la reina Isabel tomar a los caribes como prisioneros, enviarlos a España, cristianizarlos y erradicar sus prácticas caníbales, algo que quedó registrado en el Memorial de Torres.

P.– Pero el canibalismo siempre se utiliza como excusa para justificar la decisión de blanquear la esclavitud y, a la postre, la colonización.

R.– Porque era una realidad. El contexto de la época demuestra que la visión idealizada del Nuevo Mundo como un paraíso terrenal antes de la llegada de los españoles era completamente falsa. Se trataba de una sociedad marcada por la lucha por la supervivencia y por una serie de prácticas brutales. Hernán Cortés describió el canibalismo en los imperios azteca y maya; los viajeros de Brasil narraban cómo los indígenas vivían bajo el terror de ser capturados y devorados. España logró erradicar esas prácticas y estableció una suerte de pax hispanica similar a la romana; llevó la luz. Trajo estabilidad y dejó un rico legado cultural que hoy podemos ver en México, en República Dominicana, en Panamá y en tantos otros lugares coloniales. 

Cristóbal Colón de Carvajal, duque de Veragua y marqués de Jamaica, durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Cristóbal Colón de Carvajal, duque de Veragua y marqués de Jamaica, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

P.– No se puede negar que hubo abusos, una 'suplantación' de la cultura.

R.– Los hubo, y no fueron la norma. Se han exagerado atrocidades como si fueran lo habitual, pero esto es como si dentro de 300 años alguien describiera nuestra sociedad actual únicamente a partir de los crímenes más horrendos cometidos por asesinos en serie y los presentara como algo recurrente. Los españoles crearon leyes que protegieron a los indígenas. Quienes las infringían eran juzgados y castigados, incluso con prisión o ejecución. En el testamento de Isabel la Católica, de 1504, se ordenaba que se los tratara bien. En 1508 se establecieron las primeras Leyes de Indias, que prohibieron las ofensas hacia ellos y la usurpación de sus tierras. Durante la emancipación de los países hispanoamericanos, la mayoría de los indígenas se posicionaron del lado de los españoles. La razón era que las leyes españolas defendían su derecho a la tierra, algo que los caciques criollos no hacían.

P.– ¿Fue España más benevolente en comparación con otros países colonizadores, como Inglaterra o Portugal?

R.– Infinitamente. Las Leyes de Indias se fueron mejorando con el tiempo, pero desde su origen ya fueron mucho más avanzadas que las legislaciones de otros países. España prohibió la esclavitud de los indígenas apenas ocho años después del descubrimiento de América, mientras que, en Europa, la esclavitud seguía siendo una práctica común. Aún había esclavos musulmanes en territorio europeo y esclavos cristianos en el norte de África. En la época de Cervantes eran ellos quienes impulsaban las galeras y servían a los nobles y a los reyes.

P.– ¿Cómo cambia el derecho internacional la decisión de conceder más derechos a los indígenas?

R.– España rompió con esta tradición gracias a los debates de la Universidad de Salamanca, donde teólogos y juristas concluyeron que los indígenas no debían ser esclavizados porque tenían alma y eran hijos de Dios, igual que los demás. El debate surgió en la Corte y fue impulsado por religiosos como el cardenal Cisneros y fray Diego de Deza. Su postura se basaba, precisamente, en la experiencia vivida con los indios taínos que Colón había llevado a España tras su primer viaje, que vinieron de forma voluntaria. Esto transformó radicalmente el derecho europeo porque nos adelantamos a las legislaciones de universidades y escuelas de derecho de Francia, de Bélgica, de Italia y de Inglaterra.

P.– Me confesaba antes de comenzar la entrevista que no le gusta el término 'Latinoamérica', que prefiere referirse siempre a 'Hispanoamérica'. ¿Por qué?

R.– Porque lo de Latinoamérica es una idea promovida por quienes quieren arrebatarnos nuestro espacio histórico. Si hablamos de áreas de influencia, como la Commonwealth anglosajona –con Canadá, Australia o Sudáfrica–, ellos utilizan el término sin problemas. Hispanoamérica siempre se ha llamado así, pero hoy buscan desbaratarlo. Historiadores como Marcelo Gullo denuncian esta situación en sus libros y señalan una obviedad, que en Latinoamérica no se habla latín, sino español. Es absurdo que muchos españoles acepten un juego que busca arrebatarnos nuestro área de influencia.

Diploma entregado a D. Cristóbal Colón de Carvajal como presidente de honor por la Asociación Cultural Cristóbal Colón.

Diploma entregado a D. Cristóbal Colón de Carvajal como presidente de honor por la Asociación Cultural Cristóbal Colón. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

P.– ¿Quién quiere arrebatarnos esa influencia y por qué?

R.– El mundo anglófono, que lidera la comunicación global y anhela reducir la influencia de España a través de la difusión de leyendas negras. El ataque a nuestro legado y la eliminación de símbolos colombinos va en esa línea. Cuando veo destruir estatuas de mis antepasados pienso en los talibanes y en los budas de Afganistán. Se trata de una oscura guerra iconoclasta que esconde intereses económicos. Pero es que ya no sólo atacan las estatuas de Colón, sino también las de figuras como la de fray Junípero Serra, defensor de los indígenas. Este tipo de agitadores son claramente manipulados. Si logran desplazar a España de este espacio eliminan a un competidor económico. Es una cuestión de mercados. 

P.– Debo preguntarle por su paso por La Revuleta con Broncano. A muchos les sorprendió verlo en un show de estas características.

R.– (Ríe) Ocurrió por una cuestión puntual. Aquella noche se emitía un documental sobre el origen del ADN de Cristóbal Colón. La productora me pidió que asistiera a La Revuelta para promocionarlo. Si me lo hubieran propuesto en frío, fuera de ese contexto, habría dicho que no. Hasta entonces, todas mis entrevistas habían sido serias, con preguntas relacionadas con temas tradicionales. Sobre Broncano... sólo sabía que era un humorista. Mi única referencia fue ver el programa de la jornada anterior. Sólo tuve un día para prepararme mentalmente. Pese a todo, lo pasé muy bien con él. Fue una entrevista muy divertida.

P.– El objetivo se consiguió, porque todo el mundo habló al día siguiente del documental. No obstante, la pieza arrojó alguna teoría arriesgada, como que el origen de Cristóbal Colón era judío-español. Despertó escepticismo.

R.– El programa del ADN generó muchas críticas de historiadores y antropólogos sobre las afirmaciones realizadas, especialmente en lo que respecta al origen judío de Cristóbal Colón. Según los expertos, no hay ADN que respalde esa hipótesis. Los restos óseos atribuidos al Almirante en la tumba de Sevilla, que son apenas 100 o 150 gramos que se encuentran, además, en muy mal estado, hacen imposible extraer una cadena completa de ADN. Así que lo que allí se dijo fue calificado de poco creíble. No hay pruebas científicas sólidas y, por tanto, la teoría carece de base.

P.– ¿Qué otras teorías existen en torno al origen de su antepasado?

R.– Además de la del supuesto origen judío, están las que sitúan a Colón en Quío (Grecia), en Córcega (Italia) o incluso la que asegura que nació en Polonia y tenía vínculos con la realeza, además de las teorías gallega, mallorquina y la del Colón de La Mancha. Todas estas hipótesis han generado debate, pero ninguna ha logrado aportar pruebas concluyentes. El consenso teórico actual apunta a un origen genovés, algo que el programa descartó sin fundamentos claros, casi por arte de birlibirloque.

Cristóbal Colón durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Cristóbal Colón durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

P.– ¿Por qué existe tanto secretismo sobre el origen de su antepasado?

R.– Colón quiso ocultarlo. Su hijo Hernando, su principal biógrafo, tampoco quiso revelarlo, aunque claramente lo sabía. En el prólogo de su libro explicó que el Almirante deseaba mantener incierto su origen. Algunos lo situaban en Cogoleto o Savona, lugares cercanos a Génova, pero fue deliberadamente ambiguo.

P.– ¿Cómo era Cristóbal Colón en persona?

R.– No tenemos ningún retrato del personaje, y los que hay se han hecho a través de la imaginación de los pintores. Sí que hay una descripción de fray Bartolomé de las Casas que decía que Colón era una persona de altura más que mediana, que tenía el pelo cano y que en su juventud había sido tirando a rubio; también que se trataba de una persona culta, bien hablada y de gran ingenio que podría haberse ganado la vida como amanuense debido a su excelente caligrafía. Además, escribía bien, algo que se ve en sus textos, que denotan mucha más cultura de la que podía tener un vulgar marino de la época. Bartolomé de las Casas también dice que percibe en su forma de hablar que no domina completamente el idioma y que repite expresiones de extranjero.

P.– ¿Cuál es el origen del ducado de Veragua que le legó su antepasado?

R.– Los títulos de mi familia nacen no de una concesión graciosa de los reyes, sino a consecuencia de una sentencia judicial por la cual se cambia los derechos que correspondían a Cristóbal Colón y a sus sucesores por los descubrimientos por las tierras del Nuevo Mundo. Es una transacción obligada para dejar atrás la de 'Almirante de la Mar Océana', que le daba derecho a gobernar los territorios descubiertos y a percibir el 10% del beneficio. El ducado de Veragua –el nombre proviene del río Veraguas, en Panamá–, el marquesado de Jamaica y el de La Vega, que hoy tiene mi hijo, son títulos que han pertenecido siempre al cabeza de la línea familiar, en este caso yo. Soy el vigésimo Cristóbal Colón, aunque no todos mis antepasados han mantenido el mismo nombre.

P.– ¿Aún conserva su familia alguna influencia en la isla de Jamaica?

R.– La isla perteneció a la familia como un señorío dentro de los territorios de la Corona de España, pero duró sólo hasta 1670, cuando hubo una invasión inglesa que se apoderó de ella. El marqués de Jamaica de la época pidió auxilio a la Corona para que defendieran la isla, pero no fue suficiente.

Detalle del domicilio de Cristóbal Colón en Madrid.

Detalle del domicilio de Cristóbal Colón en Madrid. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

El épico rescate del Kudowa Zdrój

Tras su incursión en la Escuela Naval (1969), navegar durante casi nueve meses en el buque-escuela Juan Sebastián Elcano y graduarse como alumno distinguido en 1974, el vigésimo descendiente de Cristóbal Colón arrancó su carrera militar profesional en la Armada. "Fue una etapa muy satisfactoria porque siempre estuve en unidades de élite. Me embarqué en un destructor de ayuda americana, en un dragaminas y, finalmente, encontré mi camino como piloto naval".

A bordo de un helicóptero Sikorsky, "igual que el del presidente de Estados Unidos", acabó en la 5ª Escuadrilla, en Rota, embarcado en un portaaviones y en una unidad antisubmarina. "Podíamos detectarlos y, en caso real, hubiéramos podido lanzarles torpedos para destruirlos", recuerda este exjinete del aire que, con el tiempo, llegaría a capitán de fragata, cargo que hoy ostenta en situación de retiro.

Tras pasar un tiempo como segundo comandante de la corbeta 'Vencedora', se incorporó como asesor en el Estado Mayor de la Armada, en Madrid. Pasó dos años en la Sección Especial del Arma Aérea y otros dos en la Sección de Armas Submarinas. Al mismo tiempo, colaboró en varios grupos de trabajo de la OTAN en dichas materias y en el desarrollo de programas navales sobre nuevas construcciones de buques cazaminas de la Armada, en lo que fueron sus últimos cuatro años de servicio. "Tras vivir media vida en el Ejército, me salí por motivos familiares y trabajé en la vida civil como directivo de una empresa del mundo financiero", explica el duque de Veragua.

No obstante, de las muchas condecoraciones que ostenta el contemporáneo Colón hay una que le hace especial ilusión, la medalla For Self Sacrifice and Bravery que le entregó el general polaco Wojciech Jaruzelski, presidente de la República Popular Polaca. La recibió por uno de los grandes hitos de su carrera militar: salvar a siete náufragos polacos de una muerte segura en una peligrosísima misión que, de no ser por él, jamás habría salido adelante.

Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto (d), padre del entrevistado, fue también comandante del Buque Escuela Juan Sebastián Elcano.

Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto (d), padre del entrevistado, fue también comandante del Buque Escuela Juan Sebastián Elcano.

Corría la noche del 20 de enero de 1983 cuando el carguero polaco Kudowa Zdrój se hundió cerca de las costas de Tagomago, una pequeña isla del Mediterráneo a poco más de 900 metros de Santa Eulalia del Río, en el extremo noroeste de Ibiza. Las 27 personas que iban a bordo se lanzaron a la mar, desesperadas, sabedoras de que el violento temporal, uno de los peores que se recuerdan en la zona, iba a acabar con sus vidas.

El portaaviones en el que estaba Cristóbal Colón se encontraba anclado cerca de la bocana del puerto de Mahón, en Menorca, a unos 200 kilómetros de distancia del siniestro. Los militares estaban en alerta por el temporal. Todas las operaciones de vuelo habían sido abortadas, pero la señal de SOS del Kudowa Zdrój los despertó a las 6:30 de la madrugada. Aún era de noche y todo se agitaba. 

"Esta gente no va a aguantar viva si no despegamos ahora", advirtió a su superior el comandante piloto Cristóbal Colón tras revisar la temperatura a la que se encontraba el agua. Aunque el portaaviones estaba fuera de los límites operativos de su embarcación, Colón insistió en hablar con el comandante para convencerle de que era necesario actual de madrugada y no esperar a la salida del sol. "Él había pertenecido a mi antigua escuadrilla y tenía una gran fe en los pilotos. Me preguntó: '¿Seríais capaces de hacerlo a pesar de estar en límite de plataforma'?. Le respondí: 'Sí, existen riesgos, pero podemos hacerlo'". Finalmente, autorizó la misión.

El equipo de cinco personas que iba a bordo del Sikorsky –dos pilotos, entre ellos Colón, además de un sonarista, un radarista y el nadador de rescate– preparó el helicóptero en medio del violento temporal. Tuvieron que desplegar las palas manualmente. "Retiramos las tapas de turbina, pasamos la inspección, quitamos las cadenas, que estaban amarradas a las setas para que el helicóptero no volcara, y tratamos de salir. Aproveché una ola que hizo subir al barco y despegamos en medio de la noche".

Árbol genealógico de los Colón a lo largo de los siglos.

Árbol genealógico de los Colón a lo largo de los siglos. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

Al llegar a la zona del naufragio, la luz del amanecer apenas revelaba la magnitud de la tragedia. Dados sus conocimientos como marino, vio el aceite del barco que flotaba sobre la superficie. Otro piloto menos avezado no habría asociado que ese era el lugar del naufragio y que el barco se encontraba ya en el fondo del mar. Pero el heredero de Cristóbal Colón, sí. Siguió el viento y avistó un bote semihundido. "Apenas se veía nada. El mar estaba blanco por la espuma de las olas. Pero allí estaba el primero de los náufragos". La operación era desesperante: desde el avistamiento hasta subir a una persona al helicóptero pasaban veinte minutos.

Fueron náufrago tras náufrago buscando supervivientes. En un momento desgarrador, uno de los marineros polacos, exhausto, se soltó del bote de salvamento y se hundió ante sus ojos. "Vi morir así a varias personas", confiesa Cristóbal Colón con una mueca de tristeza. Eso no lo desmotivó: él y su escuadrón siguieron con la gesta, utilizando una cesta de rescate diseñada para atrapar a los náufragos de forma rápida y segura. Con la llegada de un avión del Ejército del Aire, ya bien entrada la mañana, coordinaron esfuerzos.

"Tú localizas a los náufragos y nosotros los rescatamos", sugirió el piloto Colón. El avión del Aire marcaba con humo naranja las posiciones y el helicóptero de la Armada trabajaba sin descanso. Sacaron del agua a siete supervivientes de los veintisiete que iban a bordo del Kudowa Zdrój. "Los últimos estaban tan débiles que no sé cómo resistieron. Gracias a Dios, ninguno murió a bordo". El resto, unas 20 personas, perecieron en el temporal. Aquella misión de salvamento quedó grabada en la historia como la más heroica de la aviación naval. "Creo que fue el salvamento más duro y dificil que llevó a cabo la Aviación Naval en 100 años".

P.– Si no llega a ser por su insistencia, aquellas siete personas también habrían muerto. 

R.– Hubieran muerto todos, sí. De hecho, antes de llegar nosotros, un petrolero de Campsa trató de rescatar a un náufrago pero una ola lo estrelló contra el costado y murió allí mismo. Sus compañeros habían dado todo por perdido, pero cuando nos vieron recobraron la esperanza. Eso los salvó.

Cristóbal Colón durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Cristóbal Colón durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

P.– ¿Qué pasó después?

R.– Los dejamos en Ibiza y ellos, al llegar a su país, lo contaron a la prensa. El general Jaruzelski nos quiso conceder la más alta condecoración que daban en tiempos de paz para este tipo de actos, la Medalla por Sacrificio y Valor. En España, años después, nos concedieron la Gran Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco.

P.– ¿Cómo han contribuido este tipo de misiones, además del mundo militar, a forjar su carácter personal y profesional?

R.– Durante mi tiempo en la Escuela Naval fui alumno distinguido, que es el equivalente a estar en el cuadro de honor. En las fotos recientes de la Princesa de Asturias, cuando embarcó en el Juan Sebastián Elcano, llevaba una insignia dorada en forma de nudo llano. Ese nudo es el distintivo de un alumno distinguido, un reconocimiento para quienes destacan entre sus compañeros. Toda mi vida he tratado de destacar en la excelencia. De hecho, tuve la suerte de que en mi promoción, el viaje del buque-escuela, que suele ser de seis meses, iba a ser de nueve. Aquel año querían dar la vuelta al mundo. Cruzamos el Atlántico, el Pacífico, todo. ¿Cómo me influyó en el carácter? Supongo que desarrollé un alto nivel de exigencia conmigo mismo.

P.– ¿Sigue navegando a día de hoy?

R.– Mi familia ya no posee un barco en el que vivir, pero sí tenemos uno para navegar de vez en cuando por las rías de Galicia. Allí, por cierto, participé como regatista cuando estaba en la escuela naval, pero al final la vida militar hizo incompatible seguir esa trayectoria.

P.– Habla de las regatas y es imposible no pensar en el rey Juan Carlos. Veo que bajo la estatua de Colón tiene usted una foto de su boda junto a su esposa, Isabel de Mandalúniz, marquesa de Taurisano, en la que posan con la reina Sofía y el Emérito. ¿Qué relación los une?

R.– Yo ya no tengo relación con él desde que se fue de España, y es un tema sobre el que preferiría no hablar. Sin embargo, en su momento sí hubo cierto vínculo un poco más cercano. Esto se dio porque soy patrono del Museo Naval, cuyo patronato siempre ha tenido como presidente a una figura vinculada a la Casa Real. Inicialmente fue don Juan de Borbón, después el duque de Calabria, primo del Rey, y, posteriormente, el propio don Juan Carlos, hasta que ocurrieron los hechos que todos conocemos. Cuando él reinaba, también fui Embajador en Misión Especial en Honduras, Jamaica y Costa Rica. Al centenario de la independencia de Panamá fui dotado de una carta de presentación de Su Majestad el Rey.

Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel, durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Cristina Villarino / Fotografía realizada con Leica SL3 E. E.

P.– ¿Qué responsabilidades o deberes siente que conlleva portar títulos nobiliarios con tanta carga histórica? ¿Cómo cree que percibe la sociedad a la nobleza a día de hoy?

R.– Lo que uno personalmente le quiera dar, porque la sociedad no exige nada a nadie. Los títulos no perciben ninguna gratificación; más bien al revés, ya que hay que pagar el derecho de transmisiones patrimoniales. En cualquier caso, creo que la sociedad no entiende la nobleza porque la considera extraña o anacrónica, como si los nobles viviéramos en una época distinta. Recuerdo que en una ocasión fui a una clase de infantil en Estados Unidos. Cuando la profesora me presentó como el descendiente de Cristóbal Colón, las caras de los niños fueron increíbles, y las preguntas a cada cual más interesante. 'Oiga, señor, ¿usted vive en un castillo? ¿De qué color son sus caballos? ¿Lleva armadura?'. A veces siento que esa es la idea que tiene la gente de los nobles.

P.– Usted lleva la épica en los genes. Tengo entendido que, además de su pasado noble, desciende de Carlomagno.

R.– (Ríe) Bueno, sí, la mujer de Colón, doña Filipa Moniz Perestrelo, tiene un árbol genealógico interesantísimo. Un investigador portugués descubrió que descendía de Carlomagno y Pipino el Breve, rey de los francos. Por lo demás, mi primer apellido, Carvajal, proviene, en efecto, de una familia noble de Cáceres; Gorosábel, el de mi madre, es vasco, y ella perteneció a una de las ramas secundarias de los descendientes de Colón. 

P.– Quiero preguntarle por el mañana. ¿Qué papel cree que jugará el continente americano en el futuro de la civilización?

R.– El gran reto que enfrenta la civilización occidental es el de las materias primas. En esa línea van las declaraciones recientes de Trump sobre Groenlandia. También porque el Ártico, cada vez más navegable, es un gran punto geoestratégico. Por su parte, América del Sur también tiene unas materias primas muy interesantes para el desarrollo, pero tendrán un futuro prometedor sólo si sus gobernantes son sensatos. El ejemplo es Argentina: tiene unos yacimientos petrolíferos en Vaca Muerta que hasta ahora han sido subexplotados. Milei está rompiendo con la trayectoria anterior, y creo que eso puede servir de modelo para todos los países de la región. Ese puede ser un camino.

P.– Miremos hacia España. ¿Qué le espera a nuestro país?

R.– La verdad es que... (Hace una pausa). Sólo puedo decir que ojalá rectifiquemos el rumbo cuanto antes.