Debido al bloqueo terrestre israelí en el suministro de ayuda a la franja de Gaza, el 9 de marzo de 2024, la Unión Europea, Estados Unidos y Emiratos Árabes abrieron un corredor marítimo para el envío de ayuda humanitaria internacional desde Chipre, ante la negativa de Israel a abrir más vías terrestres.
Se trataba de paliar las necesidades básicas, la hambruna y la falta de suministros sanitarios debido a una guerra que ha destruido completamente el 60 % de sus infraestructuras y obligado al 85 % de la población de la Franja a desplazarse.
Para evitar este tipo de terribles emergencias humanitarias en periodos bélicos, el artículo 23 del Cuarto Convenio de Ginebra estableció en 1949 el libre paso de medicamentos, de material sanitario y de víveres hacia la población civil, mediante lo que se conoce como “corredor humanitario”, una zona desmilitarizada temporal cuyo fin es permitir el acceso seguro de ayuda a zonas de guerra.

María Rafols.
Pues bien, más de dos siglos antes de firmarse el Convenio de Ginebra, María Rafols, una monja catalana harta de tanta muerte y destrucción, consiguió crear el primer corredor humanitario de la historia durante la Guerra de Independencia, plantándose frente a los franceses que sitiaban la ciudad de Zaragoza.
La hija del molinero
María Josefa Rafols Bruna nació el 5 de noviembre de 1781 en la localidad catalana de Vilafranca del Penedés, en el seno de una familia humilde, alrededor del molino donde trabajaba su padre, Cristóbal. Tras la muerte de su progenitor a los 50 años, su madre tuvo muchas dificultades para mantener a la familia y realizaron continuos cambios de residencia en busca de sustento.
Cuando contaba con 13 años, María ingresó en el monasterio de San Gervasio de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén y en sus ratos libres comenzó a visitar a los enfermos en el hospital de la Santa Cruz, descubriendo su verdadera vocación: la enfermería.
Vocación por ayudar
Abandonó la clausura para dedicarse al cuidado de los enfermos y después formó parte de una hermandad creada para asistir a los enfermos que acudió a Zaragoza. Su misión era atender a los necesitados en el hospital de Nuestra Señora de Gracia, un centro sanitario que atravesaba una situación caótica y a donde llegó el 28 de diciembre de 1804 junto a 12 hermanos y 12 hermanas de la Caridad.
Este hospital había sido fundado en 1425 por Alfonso V para atender las necesidades sanitarias de los más desfavorecidos de Zaragoza y en su momento había sido uno de los más prestigiosos de España. Pero aquel pasado nada tenía que ver con lo que había a la llegada de María, que se tuvo que enfrentar a una tarea que parecía superior a sus fuerzas.
María era una mujer decidida, arriesgada y valiente y, a pesar de todos los problemas que la rodeaban, decidió presentarse junto a otras hermanas, al examen de flebotomía de la Junta del hospital para poder realizar sangrías, tan frecuentes en la medicina de aquella época, buscando el mejor servicio al enfermo. Todas superaron la prueba.
Luchando contra Napoleón
Cuando las tropas de Napoleón atravesaron los Pirineos para invadir España, también pusieron a prueba a María. La madrugada del 3 de agosto de 1808, en pleno asedio de la ciudad de Zaragoza, su atestado hospital fue bombardeado, quedando completamente destruido. Los muertos fueron centenares, entre ellos nueve de sus monjas que atendían a los enfermos.

Combate durante uno de los Sitios de Zaragoza.
María y sus compañeras permanecieron al lado de los supervivientes y se encargaron de distribuirlos entre el resto de hospitales y clínicas privadas mientras atendían a los miles de heridos de guerra que llegaban a sus manos como consecuencia del asedio francés.
La monja solicitó ayuda a las autoridades españolas, pero al ver que no era suficiente, decidió tomar una arriesgada y audaz decisión: pedir ayuda a su enemigo. Así que solicitó permiso al general José de Palafox para dialogar con el mariscal francés Jean Lannes, a quien Napoleón había encargado la conquista de Zaragoza durante el sitio de 1809.
El primer corredor humanitario
Acompañada de dos hermanas se dirigió al campamento francés mientras sufría las burlas de los soldados enemigos y obviando el peligro que acarreaba semejante situación. Consiguió ser recibida por Lannes, logrando doblegar su inflexible carácter, al que convenció para que permitiera la creación, dos siglos antes de firmarse el Convenio de Ginebra, del primer corredor humanitario de la historia.

Mariscal Jean Lannes.
De esta manera podría abastecer a la ciudad de material sanitario, medicación y víveres para los enfermos. El mariscal no solo accedió a su propuesta, sino que también le proporcionó un salvoconducto que le permitía entrar y salir del campamento francés a su antojo bajo la protección de Napoleón Bonaparte y que aprovechó para atravesar en innumerables ocasiones las líneas enemigas para recoger ayuda humanitaria para sus enfermos.
Los niños
Tras el fin de la guerra, María pasó a dirigir la inclusa del hospital, el lugar donde se atendía a los niños huérfanos o sin hogar, donde pasará prácticamente el resto de su vida siendo la madre atenta que aquellos niños por los que se desvivirá hasta su muerte, ya no tienen.
A pesar de su fama y su bondad, a María también le alcanzaron las conspiraciones de la primera guerra carlista y fue detenida por un supuesto complot contra la reina regente María Cristina de Borbón. Estuvo en la cárcel, donde se encargó de atender y prestar cuidados a las presas enfermas que la acompañaban y, tras dos meses, fue puesta en libertad, volviendo al cuidado de sus niños.
Un año después, la sentencia la declaró inocente, pero fue condenada al destierro durante seis años, que cumplió en Huesca, hasta 1841, año en que regresó de nuevo a Zaragoza para hacerse cargo de la delicada situación de los niños de la inclusa, ya que, desde su marcha, fallecía un niño diariamente.
En 1845, su frágil salud la obligó a retirarse y falleció el 30 de agosto de 1853. Rodeado de una multitud, su cuerpo fue trasladado con honores de Capitán General a la capilla del Noviciado de la Congregación de las hermanas de la caridad de Santa Ana de Zaragoza, en cuyo sepulcro reposan hoy sus restos.
'Fake news'
Su beatificación se abrió en 1926, pero no fue confirmada hasta el 16 de octubre d 1994 por Juan Pablo II. Esta demora fue debida a una falsificación de la que fue víctima María 70 años después de su muerte. Desde 1922, una maestra de novicias de su congregación falsificó una serie de documentos en los que aparecían profecías puestas en su boca. Y aunque el engaño fue descubierto rápidamente, los escritos gozaron de gran popularidad durante mucho tiempo, afectando a su imagen y reputación. Su figura se encuentra en la actualidad en proceso de canonización.

Escultura de Rafols en el actual hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza.
La ciudad de Zaragoza puso su nombre a la calle donde se encuentra el hospital provincial de Nuestra Señora de Gracia y además, durante el centenario de los sitios, su memoria fue ensalzada y le fue otorgado el título de “Heroína de la Caridad”.
Pionera de la enfermería
Muchos historiadores consideran a María como la mayor pionera de todos los tiempos en el campo de la enfermería, medio siglo antes de que Florence Nightingale sentara las bases de esta profesión. Lo que está fuera de toda duda es su extraordinaria contribución al desarrollo de la enfermería y de la sanidad en España.
Porque María consiguió que la labor de enfermería no solo se limitara a la atención de enfermos y se abriera, por primera vez en la historia, a la gestión del personal, del material, y a la dirección de los centros sanitarios, unas tareas destinadas hasta entonces exclusivamente a los hombres. Hasta que llegó ella.