Publicada

Dani Rovira no sólo es uno de los mejores cómicos de nuestro país (idiosincrasia nuestra, bodegón sentimental de todos): también es un ser pensante y escribiente. Es un autor con mirada y sensibilidad propia, es un genio filosófico de los resortes de nuestro dolor y nuestra risa.

Alguien que maneja con tanta maestría lo que nos desternilla debe conocer muy profundamente lo que nos incomoda, lo que nos escuece, lo que nos duele. Todo es lo mismo: una vida indisoluble para sentirla y para vivirla hasta las últimas consecuencias. Y menos mal que tenemos a Rovira para hacerla masticable y grata, liviana y ridícula en el mejor de los sentidos.

Su humor es un cable a tierra. Su humor nos democratiza y nos recuerda falibles y fantásticos al mismo tiempo. Ahora presenta el monólogo Vale la pena. Un show para llorar de risa, que puede verse en el Teatro La Latina desde el 27 de enero después de petarlo por toda la geografía española y acostumbrarse a colgar el cartel más codiciado: el de "no hay entradas". Disfrútenle. 

Pensando en tu obra me acordaba de aquella frase de Woody Allen: “La vida está llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza… y sin embargo, acaba demasiado deprisa”.

Qué buena. Es muy cierto, ¿no? La vida está llena de todo ese tipo de cosas, pero son las que nos dan las pistas de que seguimos vivos. Imagínate una vida en la que nada te causara tristeza, ni miedo, ni ansiedad. Tampoco querría una vida así. Por esa regla de tres, tampoco sentirías las cosas bonitas. Sería como pasar por la vida como si estuvieras lleno de corcho. Me parece una gran verdad lo que dice Woody Allen, aunque su neurosis esté a unos niveles brutales.

Y su hipocondría.

Muy, muy hipocondríaco (ríe).

Yo creo que los hipocondríacos lo son (lo somos) porque nos gusta mucho la vida. Nos aferramos a ella con mucha angustia porque nos flipa.

Sí, y yo lo entiendo, pero hay que ver que ese tipo de emociones son útiles. El miedo sirve para avisarnos de que hay peligro y la tristeza para avisarnos de que hemos perdido algo.

Dani Rovira.

Dani Rovira. David Morales.

Estás en contra de pasar por la vida de puntillas y a favor de ser autoconsciente.

Por supuesto. De hecho, conforme uno va teniendo más nivel de consciencia, más te pueden doler las cosas. Como decía el Che Guevara en una frase que leí hace muchos años, tenemos que endurecer la armadura pero sin perder la ternura. El aprendizaje no está en que las cosas no nos afecten, sino en que cuando nos afecten nos repongamos lo antes posible. No somos robots.

¿Quiénes son tus maestros? ¿Quién te inspira a la hora de tejer tu propia filosofía?

Bueno, mi primer maestro, desde hace ya diez años o casi once, es mi terapeuta. Te puedes imaginar.

¿Encontraste al tuyo, al bueno?

Encontré al mío, sí. Me ha enseñado a ver la vida de otra manera. Me ha enseñado a conocerme, a perdonarme… y no a justificarme, pero sí a entenderme. Y ahí es cuando das el paso de intentar entender al otro. Hace veinte años, por ejemplo, si viene un amigo mío a mi casa, le abro la puerta y me pega una hostia, yo lo mismo se la respondo. Pero si viene ahora y hace lo mismo, lo primero que yo pienso es “tío, ¿en qué viaje estás? ¿Qué te está pasando para que hagas esto? Porque yo te conozco y no eres así”. Es un ejemplo muy extremo…

"Mi primer gran maestro es mi terapeuta, desde hace diez años. Me ha enseñado a ver la vida de otra manera"

Pero diáfano.

Sí. Yo le diría: “tío, ¿qué te ha pasado en la vida para que me prestes una hostia sin solución de continuidad?”. Cada uno tiene sus traumas o su mecanismo de comportamiento y eso no tiene que ver contigo, no es personal. Es decir, yo puedo odiar tu mecanismo de comportamiento ante ciertas situaciones, pero no te odio a ti. Entender eso a mí me ha ayudado muchísimo.

¿Has recurrido a medicación en algún momento?

Sí, he tomado pastillas tanto para la ansiedad como para la depresión. A veces hace falta ese empujoncito. Lo he entendido también a partir de leer a gente que habla sobre neurociencia: tienes un fallo químico, no estás segregando cosas, y está bien tomarlas, pero lo ideal no es tomarlas y ya está…

Sino el proceso conjunto. La psicoterapia. La palabra también sana.

Exacto. Tomar pastillas a lo loco no es guay, lo suyo es compaginarlas con la terapia. Si no, te enganchas y acabas diciendo “sin ellas no puedo tirar”… y tal. Además del terapeuta tengo otros buenos maestros. Cada escritor o cada escritora de cada libro que leo, que al final son personas que te han acompañado durante un pequeño proceso de tu vida, ya sea en novela o en ensayo. Mis padres también son mis maestros. Cuando vas a terapia empiezas a descubrir, entre comillas, que gran parte de lo que somos viene de un material regresivo donde tus padres son la clave.

“Para mí ser malo no es sexy, para mí lo sexy es la ternura"

Eso pienso. Por eso me gusta mucho preguntarles a mis entrevistados qué tienen de su madre y qué tienen de su padre.

Mira, de mi madre tengo el sentido de la responsabilidad y la disciplina… y el humor. Te digo las cosas buenas sólo, ¿vale? (Ríe). Porque luego también tengo ese poquito de mala leche. Y de mi padre tengo la bondad. Ojalá convertirme en un hombre la mitad de bueno que él.

¿Ser bueno sale caro?

No. No sale caro, pero hay que pagar cosas, ¿sabes? Creo que ser malo sale más caro, aunque igual de cara a la sociedad o de cara a unos resultados no lo parezca. Ahora parece que ser malo es recompensado.

Dani Rovira en el Teatro La Latina.

Dani Rovira en el Teatro La Latina. David Morales.

Es como que ser malo es sexy.

Para mí ser malo no es sexy, para mí lo sexy y lo punki es la ternura. Lo demás no me atrae, no me interesa, me echa para atrás y además, en mí mismo no me compensa. Yo tengo una sensación recurrente… a mí la culpa es algo que me ha jodido mucho la vida. Tengo mucho sentimiento de culpa. Sé que no hay que hablar de culpa, sino de responsabilidad, pero tú me entiendes.

Te entiendo. ¿Por qué te sentías tú culpable, Dani?

Yo me puedo sentir culpable por no haberme responsabilizado en según qué momento de según qué cosas. Pero la terapia te ayuda a digerir. Leí una frase hace tiempo en un libro que me gustó mucho, el de Mujeres que corren con lobos, que decía que si has tomado conciencia de algo que antes no tenías, celébralo. Hoy por fin tienes esa conciencia. No dejes al ego que te ataque con su arma más letal, que es la culpa. O sea, la culpa es muy humana, pero lo constructivo está en decir “bueno, ahora estoy en un nivel de conciencia que si esto me volviera a pasar, no actuaría así”, así que no te castigues porque ya no puedes remediar lo que pasó.

¿Qué relación tienes con el duelo? Lloré mucho con tu despedida a tu abuela, La Forastera, esa señora tan punk que fue tan medular en tu vida. ¿Piensas que habría que reformular el luto? Leí que Janis Joplin dejó 2.500 pavos de la época para que sus amigos se emborracharan en su funeral.

(Ríe) ¡Qué bueno!

Y yo a veces sueño con que se deje un micro abierto para que la gente vaya contando sus mejores anécdotas conmigo…

(Ríe) Pues cada uno como quiera, ¿no? Creo que culturalmente está como instaurado de una manera muy concreta, pero entiendo que todos tenemos derecho a crear nuestras propias tradiciones. A mí me parece bonito e interesante pasar por todos los procesos cuando alguien se va. Yo viví profundamente el de mi abuela. Estuvimos con ella. La vi irse. Fue la primera vez que veía algo así. Lo compartí con mi madre, con mi tía, con mi hermana. Creamos una enorme intimidad. Fue muy duro pero a la vez me pareció bello.

"A mí la culpa me ha jodido mucho la vida. He tomado pastillas para la ansiedad y para la depresión"

Se divorció la tía con 70 años.

¡Digo! Es que tuvo una vida increíble. Y duró hasta los noventa y tantos. Todo forma parte del juego. Yo no sé qué es la muerte aparte de algo muy misterioso. Tú has podido ser un mindundi toda tu vida, que seguro que tu muerte tiene algo de misterioso. Yo creo que la gente antes de morirse se queda un ratillo más para desenmarañar un poco lo que queda… no sé cómo decirte. Ya que nos vamos a morir, qué menos que aprovechar nuestra muerte para dejar un poso de amor en los demás y la oportunidad de arreglar cosas pendientes, quizá. Eso lo ves en los tanatorios: familia que no se habla y de repente ha sucedido una muerte, que es una putada, pero mira… se unen.

A no ser que entremos en herencias.

Sí, eso es muy lamentable, pero en mi caso sucedió todo lo contrario, fue una marcha muy bonita.

Dani, ¿tú crees en dios?

Es que no lo sé. Soy una persona espiritual, no sé si religiosa, pero muy espiritual sí. Yo tengo mis propias teorías, soy muy ecléctico. Lo que me resuena me lo quedo para mí de camino a la muerte.

¿Tuviste miedo a morir? Con tu enfermedad…

Sí, un poco, pero no más de un poco. Es que se me juntaron las dos cosas: la pandemia con lo otro. Eso dio un poco de miedo. Pero he tenido reflexiones reveladoras al respecto también. Estando en Formentera con un amigo mío con una cervecita en la playa… con una paella de noche… tener 42 años y decir… “dios, si viene ahora un tsunami y sólo se va a salvar el 2% de la isla, que me lleve a mí que me da igual”. Y me pido otra cervecita. Creo que he tenido una vida muy guay, muy sana. Y no me quiero morir, eh, pero el día que llegue me doy con un canto en los dientes. He vivido siete vidas. Como decía Mafalda: un día nos moriremos… pero el resto no (ríe). Hasta que lleguemos a eso voy a pasármelo bien.

Dani Rovira.

Dani Rovira. David Morales.

¿Cómo afectó tu enfermedad a tu pensamiento? Cuando uno está enfermo… no sé, a veces genera mucha ira y se pone muy cenizo, y es totalmente normal. Hablamos desde el reverso tenebroso de la vida.

Yo estaba muy ocupado en sobrevivir y en dejarme asesorar por los médicos, intenté no meterme demasiado en mis movidas mentales. A mí me llama todo el mundo el “ficha lenta”.

¿Eso qué es?

Pues que a mí las fichas me caen, pero me doy cuenta con el tiempo. Imagínate, tengo una ruptura y estoy aparentemente bien, pero a los ocho meses cae la ficha y digo “coño”. Con todo soy un poco igual. En el momento estás en vivir. Si a ti te dicen mañana “coge un fusil y vete a la guerra”, en el primer momento actuarás y no tendrás miedo, pero todo te vendrá después. Es lo postraumático. Entonces sí: fue ese año y pico en el que me vino todo cuando empecé a escribir este texto.

¿Te preguntaste eso tan humano de “por qué a mí”?

Sí. Sí. Totalmente. Busqué continuamente el por qué me había pasado. Le preguntaba mucho a mi médico. Hay cánceres que tienen silogismos claros: si fumas desde los 12 años, a los 70 tienes cáncer de pulmón. Vale. Un poquito te lo has buscado. Pero hay otros cánceres que no sabes por qué… y a mí se me planteó en el momento eso de averiguar mi por qué. Existen ciertos profesionales que creen mucho en lo psicosomático.

"Tuve un modo miedo de morir, pero luego pensé “he vivido siete vidas”. Me doy con un canto en los dientes"

Eso es interesante.

A mí me fascina. Es que la pregunta de por qué a mi me tocó la enfermedad me enfadaba mucho. Luego he intentado enfocarme en el “para qué”, de eso sí puedo aprender, del “por qué” no. Yo decía: con la cantidad de hijos de puta que hay por ahí y se mueren con 95 años, por qué me toca esto a mí. Me pregunté si me merecía esto. Luego hice ese trabajo.

¿Uno aprende algo del dolor, de la enfermedad?

Sí. Uno debería aprender de todo, de lo bueno y de lo malo, sobre todo de lo malo. Ya que te está pasando algo así, saca algo.

¿Cómo te ha cambiado a ti el cáncer?

Me ha dado más autenticidad, me he quitado muchas máscaras que me había ido poniendo sin saberlo y he abrazado mi sombra y tiro mejor pa’lante. Al que no le guste, que no mire.

La cosa es que miran. Te miran mucho y gustas mucho.

Pues entonces que sigan mirando (ríe).

¿Qué sabes de la felicidad?

La felicidad me parece algo muy pretencioso. Yo soy más de los ratitos.

Dani Rovira.

Dani Rovira. David Morales.

¿Cómo sería ese bodegón sentimental tuyo de un ratillo de felicidad?

Pues perfectamente a media mañana en invierno con el sol en la cara y con mi perrito ahí tranquilo, tomando un café y leyendo un libro al que estoy enganchado. O coger la montaña, ir a la sierra de Madrid de esto que estás subiendo una cuesta con la bici y el cuerpo te pide gritar… estás llenísimo de hormonas… te dejas llevar por la química. Es maravilloso. Y es importante sentir felicidad, eh, pero más importante es verbalizarlo. Decir “estoy siendo feliz ahora mismo, joé”.

Hay un misticismo extraño con eso, el miedo a que se rompa una especie de burbuja. Agrietar el hechizo.

No creo en eso. Creo en decirlo. De verdad, pruébalo.

Lo haré.

Y decirle a quien está contigo “escúchame, qué rato más bueno he pasado, realmente me alegro de verte y estoy muy a gusto contigo, qué de puta madre estamos”. Lo que no se dice y lo que no se da, se pierde.

¿Qué sabes ahora del amor que no supieras con 18 años?

¡Muchísimas cosas! Un montón… sobre todo, que nada es para siempre. Eso lo primero. Me lo han demostrado los años y las veces en las que creí que era para siempre y luego resultó que no, y no pasa nada. El amor es eterno mientras dura, ¿no? Yo me aferro a eso. Nada es para siempre porque nos vamos a morir y porque todo muta, porque ningún hombre se baña dos veces en el mismo río.

"Del amor he aprendido que nada es para siempre: porque nos vamos a morir y porque todo muta"

Había una frase bellísima de Raúl Zurita que decía: “Toda declaración de amor es urgente porque nos vamos a morir”.

Me encanta. Yo lo siento así. El momento es todo. Yo tengo tatuada la palabra “Ahora”, literal y metafóricamente. No hay otra cosa que el ahora. Pero oye, que eso no quiere decir que no tengas cierta previsión, que hay que seguir yendo el lunes al supermercado. La vida también es prosaica.

Siempre sentimos que corremos detrás de algo inconcluso. Eso es la ansiedad.

Sí, pero la ansiedad es como la utopía: sirve para caminar. La persigues y siempre está un poco más lejos. En fin, yo sé que la impermanencia es lo único que permanece.

Dani Rovira.

Dani Rovira. David Morales.

¿Y tú cómo distingues que te has enamorado? ¿Cuál es tu síntoma?

Sé que me he enamorado cuando me regalo. Cuando voy ‘regalao’ (ríe). Esta idiotización tan bonita… que no deja de tener el gran punto idiotizante. Es una enajenación física y mental, claro. Pero mola, ¿no?

Mola. ¿Y cómo se distingue a los hijos de puta?

¡Qué preguntón! Fíjate… yo creo que eso es una escuela de años. Si pones una cámara en mí, verías que el hijo de puta está muy alejado de mí. Hay gente que dice “no, yo tengo amigos de todo tipo, algún hijo de puta tengo de amigo… hay que escuchar de todo…”. No, mira, para ti, yo no los quiero. Soy muy selectivo en mi vida. A los hijos de puta los huelo a la legua.

A veces son unos grandes actores.

¡Vamos! Y se camuflan maravillosamente. Los hay de todos los colores. Pero yo lo noto porque mi círculo cada vez es más pequeñito y son gente de mucha confianza. El que entra nuevo está mirado bajo lupa. Oye, los llamamos “hijos de puta” pero son almas perdidas. Han perdido el objetivo de sus vidas. Muchas veces detrás del odio lo que hay es un gran miedo. La gente que odia a los perros es porque seguramente fueron mordidos de pequeños.

¿Qué podemos aprender de los perros?

¡Todo! A vivir sin bolsillos. ¿Te parece poco? No tienen pertenencias.

"Más que el sexo, la verdadera intimidad es quedarse a dormir con alguien: cuando encuentro la comodidad ahí, digo ‘ojo’"

Hay algo nómada y honesto en eso. De vivir sin dobleces.

Total. Y su enorme lealtad, su inocencia. Son capaces de pedir amor e incluso de perder la dignidad con tal de reclamarte cariño. Nosotros somos muy orgullosos para casi todo y damos muchas vueltas, nos perdemos cosas hermosas por el eguito. Ellos harían cualquier cosa para que les siguieras acariciando porque saben que el amor es lo importante.

¿Qué importancia tiene el sexo en la vida?

Yo creo que tiene la importancia que puede tener todo lo demás, es decir, el sexo siempre tiene esa opción de sacralizarse, y sé que el cuerpo de cada uno es un templo y que tener sexo con alguien puede llegar a ser una experiencia espiritual, pero tampoco le quiero dar ese bombo: el sexo es genial y es cotidiano, no hay que darle tanta importancia. A quien le dé mucha importancia yo le diría que se la quite, y a quien no le dé importancia, yo le diría que se la dé (ríe). Se puede ser muy cerdo en el sexo y muy espiritual al mismo tiempo. Es un intercambio de energías. La intimidad es todo. Más que el sexo, la verdadera intimidad es quedarse a dormir con alguien. Yo cuando encuentro la comodidad ahí… digo “ojo”. Te abrazo y tal. Somos muy vulnerables dormidos.

Dani Rovira.

Dani Rovira. David Morales.

Alguien decía “no se puede odiar a alguien a quien se ha visto dormir”.

Totalmente. A mí me pasa también que cuando alguien me da miedo pienso que ha sido niño y me lo imagino de niño y digo, hostia, pues ya no me da miedo, porque a mí los niños no me dan miedo.

¿Tú qué tipo de niño fuiste?

Yo era un pardillo con carisma. Tampoco era el típico nerd, le caía bien a todo el mundo. Siempre era el amigo de la chica que me gustaba.

Qué mono. ¿Fuiste un poco pagafantas?

Definitivamente.

"Yo de niño fui un pardillo con carisma: siempre era el amigo de la chica que me gustaba"

Es verdad que esa palabra tiene un poco de caspa y mejor desterrarla. Digamos que fuiste el chico que espera.

(Ríe) Sí. Y no me arrepiento de nada, fue un tiempo muy guay, un tiempo que muchas veces uno echa de menos.

Tú eres un tío muy comprometido, muy activista. Me pregunto, cuando haces todo el trabajo que haces, si confías en el sistema.

Pues a ver, la gente que se apunta a currar y las ONGs, fundaciones y demás, no dejan de ser estamentos que cubren las grietas de un sistema fallido. Pero tampoco puedes pensarlo too el rato porque te mueres de pena y de frustración. Yo disfruto lo que hago. Lo que hago mola. Me gusta contagiar a la gente. No miro telediarios, apenas utilizo la tele. Vivo bastante al margen de lo que sucede en el día a día. Yo me limito a hacer mi ejemplo guay.

Y votas.

Por supuesto que sí. En tu voto está todo, tu voto te define, tu voto es cómo te comportas.

¿Te sientes un poco decepcionado con la izquierda institucional?

Yo creo que se han invertido un poco los roles. Ahora parece que la derecha es la revolucionaria, la punki, la contestataria, la transgresora, la que puede decir de todo. Y la izquierda se ha convertido en una especie de camisa de fuerza de la moral. Esto sí lo creo.

Dani Rovira.

Dani Rovira. David Morales.

Falta un poco de diversión, ¿no?

Sí, totalmente. A la izquierda le falta diversión, y yo la gran mayoría de las veces que me censuro es porque sé que va a haber alguna de las infinitas ramas de la izquierda que se va a sentir ofendida. Fíjate que últimamente ofendo poco a los fachas, ¡como van así de punkis…! (Ríe).

"La izquierda se ha convertido en una especie de camisa de fuerza de la moral. Le falta diversión" 

¿Te has mordido mucho la lengua?

Me muerdo mucho la lengua, sí, pero no por el hecho de que me vaya a pasar algo o de que me cancelen, sino porque busco mucha paz. Quiero levantarme por la mañana y estar tranquilo, no me merece la pena estar tres semanas metido en Twitter con un trending topic con gente diciéndome cosas, porque me da ansiedad, y para mí mi paz interior ahora mismo es de las cosas más importantes.

¿A quién harías tú ministro o ministra de Cultura?

A cualquier amigo mío. Mi colega Rojo es director de teatro y cuentacuentos. Improvisamos juntos, me cuenta cuentos… me encanta. Le pondría a él, porque es un tío que tiene muchísima cultura y es una persona muy sensible y que ha trabajado mucho en los entresijos del teatro.