El 17 de marzo, el exfuncionario del ministerio del Interior Miguel Ángel Bayo Herranz, reconocía un hecho insólito: que él había firmado, por dos veces, un papel para que una víctima de apuñalamiento, la doctora Elisa Pinto, no pudiese identificar al comisario José Manuel Villarejo como su agresor. “Si firmé ese papel, que yo ya no lo recuerdo, estaría dentro de mis competencias como Secretario General accidental, el firmar una vicisitud funcionarial”, respondió Bayo a las inquisidoras preguntas del diputado de ERC, Gabriel Rufián, durante una comparecencia en el marco de la comisión de la ‘Kitchen’, que investiga las cloacas de interior.

Ese miércoles, la víctima, que no es otra que la dermatóloga madrileña a quien había acosado Javier López Madrid, el “compiyogui” de la Reina Letizia, estaba en su consulta y le dio un vuelco al corazón: su historia volvía a salir a la luz, años después, prolongando un calvario que parece no terminar. Mientras, el hombre a quien todos los indicios señalan como el responsable de haber sembrado el terror en su vida, el comisario Villarejo, estaba en casa, disfrutando de su libertad después de haber salido de prisión apenas dos semanas antes.

Rufián se las vio con el funcionario Bayo en aquella comparecencia, dejando en evidencia a un hombre con 33 años de gris y anodina experiencia entre los muros del Ministerio del Interior, adscrito a la Secretaria General de la Dirección Adjunta Operativa (DAO) de la Policía. Bayo era hasta ahora un personaje completamente desconocido en la trama. Se jubiló hace dos años y se dedicaba a tocar la guitarra en una agrupación de tunos formada por viejas glorias universitarias. Poco más. Las preguntas de Rufián lo señalaron como el claro ejemplo “del yo pasaba por allí”, del tipo que se desentiende y obedece hasta el punto de eludir una gravísima responsabilidad como para que no llegase la justicia en el caso de la doctora. 

Javier López Madrid, amigo íntimo de los reyes de España y por quienes Villarejo dice que le ayudó.

“¿Le suena el nombre de Elisa Pinto?”, comenzó Rufián. Bayo hizo silencio y, escondido detrás de la mascarilla, después dijo: “Sí”. El diputado continuó: “Elisa Pinto es una doctora madrileña que la apuñalaron por dos veces. Y en la segunda vez le susurraron al oído mientras la apuñalaban literalmente ‘López Madrid quiere que cierres la boca’. Para quien no lo sepa López Madrid es Javier López Madrid, cuñado [en realidad, yerno] de Villar Mir y amigo personal de Felipe VI. La doctora Elisa Pinto señaló desde el minuto uno que quien la apuñala es Villarejo y desde el minuto uno se intentó hacer una rueda de reconocimiento. Villarejo jamás pisó una rueda de reconocimiento por ese supuesto delito porque alguien le firmó dos documentos excusándole. Ese señor es usted. ¿Por qué?”.

La pesadilla de Pinto

Los hechos se remontan a marzo de 2013, cuando López Madrid pasó a la consulta de Pinto procedente de la cartera de pacientes que le transfirió el doctor Soto Melo, conocido dermatólogo entre la jet set madrileña. Desde entonces, y como ya declaró el entorno de Pinto a este periódico en mayo de 2017, poco después de la reapertura del caso, la vida de la dermatóloga ha sido una “pesadilla”. Una de sus allegadas, dice, a día de hoy, que la situación para ella, continúa exactamente igual. “No ha cambiado nada, no se ha recuperado y lo lleva muy mal”, asegura.

Lo que comenzó como una relación aparentemente inofensiva, se transformó en una obsesión enfermiza y acoso por parte del empresario hacia la doctora, que terminó con amenazas a sus hijos y un apuñalamiento para que no pusiera en entredicho a López Madrid. “Aún a día de hoy, ella se arrepiente de haber denunciado, porque siente que fue eso lo que desencadenó todo lo demás”, dice su allegada a EL ESPAÑOL.

La pregunta de Rufián el otro día en el Congreso la ha vuelto a poner en el candelero y ella no quiere saber nada. Prefiere que los tribunales hagan su trabajo pero, con el agresor en la calle, ha perdido un poco la esperanza. “Más cuando sus hijos ahora son mayores y pueden enterarse de lo que pasó”, relata la amiga, en referencia a las intrigas que han sepultado la vida de Elisa y de su familia.

La doctora Pinto no ha logrado rehacer su vida después de todos los hechos. Diego Sinova

En la actualidad, Pinto continúa con su consulta en Madrid. La mayoría de su clientela se ha mantenido fiel pero, según su entorno, muchos decidieron dejar de visitarla para no verse relacionados con el asunto en el que estaba implicada su dermatóloga. Un paciente que acudió en varias ocasiones a la consulta de Pinto en 2018, años después de todo lo sucedido, la recuerda en conversación con EL ESPAÑOL como muy “ejecutiva” y “nerviosa”. “Parecía que tenía siempre prisa por despachar rápido y ponía poca atención, como si estuviese pensando en otra cosa. Apartaba la mirada, no daba pie a hablar de nada e iba al grano”, describe este paciente. Su descripción contrasta con la doctora alegre y jovial que conocieron sus más cercanas amistades, antes de que todo se torciera.

El mismo paciente fue derivado posteriormente al marido de Pinto, el doctor Carlos Sánchez-Cabezudo Díaz-Guerra, un prestigioso cirujano que no ha sido ajeno a todo lo sucedido. A pesar de las sospechas de infidelidad de su esposa o de las acusaciones que la señalaban a ella como la acosadora, siempre ha creído y se ha mantenido al lado de Pinto y de sus tres hijos. Fue él quien la animó a denunciar desde el primer momento, pero la doctora no lo hizo hasta que la obsesión del empresario con ella afectó a sus hijos, con los tentáculos de Villarejo de por medio.

El “mejor” policía

Pero, ¿qué pinta Villarejo en todo esto? La actitud de López Madrid era cada vez más insoportable para la doctora. Se presentaba a la consulta sin pedir cita previa, la bombardeaba a mensajes y llamadas e incluso llegó a presentarse en París con un avión privado de su compañía -OHL- para interrumpir una escapada de Pinto con una amiga. La tensión en la vida de Pinto iba en aumento. La médico amenazó con denunciar a López Madrid, e incluso le dijo que lo había hecho para ahuyentarle, aunque, en realidad, no fue así. Fue entonces cuando entró en juego el comisario.

El empresario buscó ayuda cuando se percató de que su actitud hacia Pinto podría volverse contra él. Conoció a Villarejo a través de la recomendación de Francisco Granados, uno de los altos cargos de la etapa de Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid. López Madrid tenía negocios con el político. “Es el mejor policía del mundo, que te va a resolver los problemas, te va a cobrar”, le dijo Granados, según el relato de un confidente.

Con el nexo establecido entre el empresario y el comisario, las cosas empeoraron para Pinto. El 10 de diciembre de 2013, López Madrid acudió a la consulta con quien dijo que era su abogado. El tipo se presentó como Rafael Redondo, socio de Villarejo, aunque se llegó a especular que era el propio comisario quien acompañó a López Madrid a la consulta. En aquel momento, tuvieron una conversación en la que el empresario lanzó todo tipo de acusaciones contra la doctora. El supuesto abogado grabó todo para iniciar, desde entonces, un campaña de desprestigio y desacreditación contra la médico, acompañada de otra de acoso y amenazas, con tal de que mantuviera silencio.

“No sé de qué me estás hablando” dijo Pinto ante las acusaciones de su acosador aquella tarde de diciembre en la consulta. Este le dijo: “Te pido por favor que pares. No sé qué pretendes (…) Déjame en paz. No vuelvas a hacer una sola llamada acosando a nadie de mis amigos o de mis círculos (…) búscate cualquier otra obsesión pero olvídate de mí”. Todo en aquel encuentro estaba estudiado para dejarla como una mujer delirante que mentía, y hacer recaer la culpa sobre ella. Así sucedió más tarde cuando se filtró a la prensa, a través de periodistas afines a Villarejo.

Villarejo fue reconocido por pinto como el autor directo de su segundo apuñalamiento

“La han hecho sentir una desequilibrada que se lo había inventado todo”, comenta la amiga. Pinto dijo a su entorno que se sentía sin ganas de ir a trabajar y que quería desaparecer. Además del acoso con el que tenía que lidiar, tenía que soportar el juicio y la duda de los demás, que la veían como una “loca”. Algunos amigos suyos consultados por este periódico han presenciado la cicatriz que le dejó la herida de arma blanca, la cual es poco probable que fuese autoinfligida dada su magnitud, según relatan. La misma herida por la cual Villarejo iba a someterse a la rueda de reconocimiento que su amigo, el funcionario Miguel Ángel Bayo, bloquearía hasta dos veces. Pero eso sucedió mucho después.

“Estás sola”

Tres días más tarde de aquel encuentro en su consulta, un hombre dijo a la salida del colegio a uno de sus hijos, de solo 10 años en aquel momento: “Dile a tu mamá que la seguimos”. Si todas las llamadas y comportamientos erráticos de López Madrid no habían bastado a Pinto para dar el paso y denunciar, sí fue más que suficiente que sus hijos se viesen implicados. Así, el 13 de diciembre puso la primera denuncia, que lejos de mejorar las cosas, solo las empeoró o, al menos, así es como Pinto lo sigue viendo a día de hoy.

La denuncia la presentó en la Comisaría de Chamartín, a cuyo mando estaba el comisario Jaime Barrado. Este dio largas a Pinto al principio, aunque más tarde se convertiría en su defensor a costa de su carrera. Aquella primera denuncia trajo consigo nuevos mensajes y amenazas, y un nuevo encuentro de un desconocido con sus hijos. “Dile a tu madre que estamos pendientes de vosotros”, le dijo en aquella ocasión a uno de los vástagos.

La situación llevó a la familia a que se fuese de España, a República Dominicana, a pasar las vacaciones de Navidad. A la vuelta, las cosas solo se torcieron más. El 13 de enero de 2014, otro desconocido se coló por la parte trasera de su coche y le hizo una herida superficial en el brazo, al susurro de “estás sola”. Nuevamente, Pinto acudió a la comisaría de Chamartín, sin demasiado éxito.

Los mensajes y las amenazas se multiplicaron, mientras el caso adquiría dimensión pública. Al mes siguiente, amenazaron a Pinto con “pinchar” a sus hijos y con otros mensajes, del estilo “te vamos a matar” o “eres una puta y lo vas a pagar caro por hacerte la lista”. El 10 de abril de 2014 llegó la segunda agresión, según la propia Pinto, por parte de una persona diferente a quien la atacó por primera vez. Tres días antes, la doctora había denunciado todo lo que estaba sucediendo al grupo especializado en Violencia a Mujeres y Menores (EMUME) de la Guardia Civil de Tres Cantos (Madrid), después del poco progreso que habían tenido 12 denuncias en la comisaría de Chamartín. 

Aquella segunda agresión ocurrió después de recoger a sus hijos en el colegio. Notó un golpe en el asiento trasero, porque la silla de uno de los niños se había soltado. Al bajar a fijarla de nuevo, le clavaron el cuchillo en el abdomen. La herida era de cuatro centímetros y el autor le dijo claramente: “López Madrid quiere que estés callada”. El incidente tuvo como testigo a uno de los hijos, el cual estaba histérico. Pinto llegó a su casa donde logró tranquilizar al niño y fue posteriormente atendida por el Samur y trasladada al hospital, donde recibió cuatro puntos de sutura.

El excomisario Jaime Barrado, que estuvo al frente de la comisaría de Chamartín y señaló a Villarejo

El relato del entorno de la doctora señala que, desde entonces, Pinto no volvió a conducir un coche, que se desplaza en taxi, y todos tuvieron que acudir a ayuda psicológica. También se encerraron en las cuatro paredes de su casa, aumentando todavía más el aislamiento social al que poco a poco habían ido sometiéndose desde que empezaron las amenazas.

El tuno encubridor

Después del segundo incidente, la familia Pinto acudió nuevamente a la Comisaría de Chamartín, sobre la que ya tenía desconfianza por las denuncias anteriores que no prosperaron. Después del interrogatorio, la doctora denunció la actuación policial al Juzgado de Guardia. Sin embargo, pese al rechazo de Pinto, algo cambió en el comisario Barrado que, tras aquella segunda agresión, recibió información por parte de un confidente que señalaba directamente a José Manuel Villarejo.

Los mensajes después de la segunda agresión y la consiguiente denuncia continuaron, con un tono cada vez más agresivo: “Lo peor no será que te matemos. Lo peor será que matemos a uno de tus niños. Te dejaremos vivir para que te arrepientas toda la vida. Te vamos a matar, has hablado demasiado como no sabes callarte solita te callaremos nosotros”, es uno de ellos. Otro dice: “¿Sabes que quien nos paga se fue a ver tranquilo el partido a Lisboa en un avión privado mientras tú permaneces encerrada? Recuerda: dinero y poder! Estás muerta”.

Barrado se implicó en el tema e insistió a Pinto para hacer un reconocimiento fotográfico al cual la doctora finalmente accedió y en señaló a Villarejo como autor del segundo apuñalamiento. El comisario de Chamartín puso la información en conocimiento del juzgado que investigaba el caso pero fue bloqueado por parte de otro funcionario, Andrés Gómez Gordo que, al igual que Bayo, pertenecía a la red de colaboradores de Villarejo en el ministerio. Barrado fue separado del caso, cesado y expedientado por “hiperactividad laboral”.

Miguel Ángel Bayo, el segundo por la izquierda, con la Agrupación Arcipreste de Hita. Facebook

Un tercer funcionario redactó un informe para tumbar la versión de Barrado y, siguiendo la misma estrategia que la campaña de desprestigio urdida por Villarejo, señaló a Pinto como quien se había autoapuñalado. Esta lo habría hecho con el fin de continuar con una trama contra López Madrid.

Miguel Ángel Bayo, por su parte, firmó los documentos que excusaron posteriormente a Villarejo para no enfrentarse a las ruedas de reconocimiento que exigía la investigación. El caso fue archivado, pero se reabrió en abril de 2017 por dudas en los informes. Entonces, aunque quiso, Villarejo no pudo evitar el cara a cara con Pinto. 

“Va a intentar retrasar la rueda, en todo caso hay que prepararse la declaración una vez que me identifique porque será así”, anotó el comisario en mayo de 2017, según consta en su agenda a la que ha tenido acceso La Vanguardia. Pero en esa ocasión, ni Bayo ni nadie pudieron retrasarlo o evitarlo, y la doctora Pinto señaló a Villarejo como quien le clavó la puñalada.

Pinto presentó posteriormente su escrito de acusación. En octubre de 2020 pidió 22 años de prisión para el comisario y para Javier López Madrid. Hoy, ambos están en la calle. El terror de Pinto, está lejos de terminar. Y, aunque la justicia le acabe dando la razón, las secuelas de este tortuoso proceso llegaron para quedarse.

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