Así fue la anécdota excepcional que quiso confirmar la regla. El pasado 12 de febrero, los simpatizantes de Vox en Barcelona acudieron a la plaza Artós, envalentonados por las previsiones electorales, al acto de cierre de campaña en Cataluña de la formación ultra. Habló la plana mayor, Santiago Abascal y su candidato, Ignacio Garriga.

Hacia el final, cuando ya sonaba la música de cierre, llegó la aparición estelar del otro catalán en el partido, Jorge Buxadé. Visiblemente alterado -quién sabe a efectos de qué- empezó a corear desafinado “Hay que votar a Vox”, mientras zarandeaba los brazos. Hasta que un compañero llegó, le pegó un tirón para sacarlo de ahí y, de camino al borde del escenario, le regaló una cariñosa colleja.

Esa ha sido la última licencia de color que se ha permitido un hombre generalmente gris. Porque Jorge Buxadé (Barcelona, 1975) es eso, un tipo de los que pasan desapercibidos ante los estrellatos personalistas de eso que llaman nueva política. Y, sin embargo, cada vez acumula más poder en la formación. Jugó un papel fundamental en la pasada campaña catalana, como catalán él mismo, pero también como tejedor de las ideas de Vox y como ariete judicial ante las agresiones en campaña a miembros de la formación y ante el ir y venir de si las elecciones se aplazaban o no. Y les fue bien: sacaron 11 escaños y le hicieron el sorpaso al PP. 

Como eurodiputado, vicepresidente de acción política y portavoz a nivel nacional, Buxadé va marcando el camino por el que Vox transita. Especialmente desde la desaparición del panorama de Javier Ortega Smith -número dos, mientras que el catalán es el tres- y con Iván Espinosa de los Monteros viéndose sobrepasado por Macarena Olona. Después de Abascal, suya es la voz. Él es el que carga contra Twitter y la censura, el que pide el bloqueo de Canarias para combatir la inmigración y el que piensa la estrategia de llevar al conseller de Interior catalán ante la Junta Electoral. Su última idea revolucionaria ha tenido lugar esta misma semana: que el 8-M pase a ser el día de las víctimas del coronavirus.

Pero el interés por la política de Buxadé nace años atrás, en 1983 y en su tierra catalana, cuando tenía ocho años y se afilió a la Organización Juvenil Española (OJE), las juventudes falangistas. Lo hizo en una época en la que todavía había jóvenes que recalaban ahí. Pero él, que en un campamento conoció a su mujer, Ana, siguió la cuerda y ya más mayor, en 1995 y 1996, se presentó a unas elecciones en la lista de Falange Española y de las JONS, primero, y en la de Falange Auténtica después. Desde entonces es conocido como el falangista de Vox, aunque no es el único: Ortega Smith también militó en el partido de José Antonio Primo de Rivera.

Cuentan los que le conocen que aún sigue orgulloso de su paso por Falange y que guarda algunos hábitos que le inculcaron de aquella: de vez en cuando hace retiros espirituales con el Opus Dei en los que se encierra en una celda de monje, sin nada, ni siquiera reloj, y sólo con el Evangelio a mano. De lo que sí se arrepiente es de un breve paso por el Partido Popular, aunque en esas filas conoció a Ignacio Garriga, y ambos se fueron a Vox cuando el partido de ultraderecha nació para enmendar lo que había hecho Mariano Rajoy, especialmente en su querida Cataluña.

El gran salto adelante, que dirán, le llegó a Jorge Buxadé en 2019 cuando fue nombrado europarlamentario de Vox y la formación apenas tenía poder en España. De ahí se saca aún un sueldo de nada menos que 100.000 euros anuales, aunque cuentan algunos eurodiputados a este periódico que va más bien poco y que siempre intenta colar la agenda nacional, algo que está visto como de mala educación y poco gusto en las filas europeas. Es difícil hacer ese trabajo en Europa mientras, en la calle Bambú de Madrid donde Vox tiene su sede, su figura crece cada vez más y más.

Decepcionando a falangistas

“Yo le recuerdo como una persona inteligente y de trato muy afable. Tenía las cosas muy claras y presentaba ideas interesantes”, explica a EL ESPAÑOL, sobre Jorge Buxadé, un antiguo dirigente de Falange Española que compartió filas con el de Vox. Ahora, se muestra un poco decepcionado con su deriva. “Me sorprende mucho su paso a Vox. Porque antes tenía muy claro el tema de los derechos sociales y hacía hincapié en que había una derecha capitalista que se daba la mano con una izquierda complaciente. Hablaba del sistema burgués, y ahora mira…”, añade.

El líder de Vox, Santiago Abascal, junto a Jorge Buxadé. EFE

Pero antes de eso, estuvieron los campamentos de la OJE. Esa parte, la falangista, al igual que la de sus fuertes creencias religiosas, la heredó de su madre, que tenía otros 11 hermanos y muchos de ellos habían pertenecido a la Organización Juvenil Española en Barcelona. Así, un joven Buxadé de ocho años entró por primera vez en un campamento de los falangistas, con el uniforme azul y la boina negra, y ahí siguió durante su etapa de juventud, hasta que se presentó a las elecciones por el partido.

Buxadé aún recuerda con cariño todos los campamentos de Semana Santa, verano o algún fin de semana esporádico en el que se sumaba. Ahí aprendió a esquiar, según dijo él mismo en una entrevista, y a practicar deportes de vela. Lo mismo se hacían el Camino de Santiago -lo hizo en 1993, con 18 años- o hacían rutas en bicicleta por los Picos de Europa. Iban a ver al Español jugar al fútbol y ahí se tomó sus primeras cervezas. Y conoció a Ana, su mujer, que pertenecía al Hogar Hispanidad de la OJE de Paterna, en Valencia, en un campamento con otras filiales de las juventudes.

Poco a poco se fue convenciendo en sus ideas falangistas y haciendo suyos algunos de los 11 puntos de promesa que tienen que guardar las juventudes falangistas. Estos son algunos: “Amar a Dios y levantar sobre este amor todos mis pensamientos y acciones”, “Servir a mi patria y procurar la unidad entre sus tierras y sus hombres”, “Sentir la responsabilidad de ser español dentro de la necesaria comunidad de los pueblos”. ¿Les suena? Hay mucho de Vox ahí, y mucho de las palabras que, aún hoy, repite Buxadé.

En una época de escasas posibilidades para las clases menos acomodadas, la OJE era un sitio al que acudían muchos jóvenes, de ideologías variopintas, para apuntarse a las actividades. Pero Buxadé era un convencido. En cuanto creció y pudo hacer actividad política, lo tuvo claro: había que afiliarse al partido de José Antonio Primo de Rivera e intentarlo desde ahí. Su primera aparición fue como número 7 de Tarragona en las listas de Falange Española de las JONS para las elecciones catalanas de 1995. No salió. Y un año después, en 1996, se volvió a presentar para las generales de la mano de Falange Auténtica.

Jóvenes de la OJE, en la década de los 70. 'Cuando juntos caminábamos'

“Era un hombre muy activo de Falange en Barcelona y presentaba cosas concretas sobre Cataluña”, explica el dirigente falangista. “Hablaba de que había un falso multiculturalismo sometido al monopolio del mercado y daba gusto hablar con él. Ahora, el cambio a Vox no lo critico pero tampoco lo comparto. Son un ultraliberalismo, por mucho que usen frases como la de Ramiro Ledesma de que ‘sólo los ricos pueden permitirse no tener patria’”, añade.

Contra la Constitución

Mientras iba intentando representar a Falange en algún sitio, siempre sin éxito, Buxadé se sacó la carrera de Derecho, licenciándose en la Universidad Abad Oliva en 1999, y sólo tardó tres años en acceder al Cuerpo de Abogados del Estado, graduándose como número uno de su promoción y acabando destinado al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. En eso se parece ahora a su compañera de filas Macarena Olona, que también es abogada del Estado.

Tras los atentados de Atocha del 11 de marzo de 2004 y mientras trabajaba como abogado, Buxadé decidió girar su visión política y entró en el Partido Popular. A pesar de ello, no dejó de lado sus filias falangistas: en un artículo publicado en 2012 hablaba de José Antonio Primo de Rivera como un ser de alma superior y arremetía contra la Constitución -que ahora desde Vox defiende-, diciendo que había dejado a España “un pueblo desmantelado”.

“Una exaltación artificial de los negocios (...) una expulsión de Dios de la vida pública y privada (...) unas primeras generaciones que desconocen, como en la Rusia soviética, los conceptos de culpa, de pecado, de libertad”, escribía que había dejado la Carta Magna. Eso, ya dentro del PP. Y ahí conoció a gente como Ignacio Garriga y se acercó al entorno de la entonces diputada del Partido Popular catalán Montserrat Nebrera. “Queríamos reformular el PP, reivindicar una voz propia dentro de la formación”, cuenta Nebrera en conversación telefónica.

“Ellos eran la parte más conservadora y trataban temas que no estaban en la agenda de nadie, como el derecho a la vida, las fórmulas de familia y la capacidad de elección de modelos educativos, etcétera”, explica la exdiputada autonómica. “Representaban un liberalismo económico y un conservadurismo social y creían que reivindicar España no tenía por qué ser algo malo”, añade. Eso fue durante la primera década de los 2000 y cuando Nebrera abandonó el partido, Buxadé se fue con ella a formar Alternativa de Govern, aunque no entró formalmente ahí. También ayudó a formar Sociedad Civil Catalana, aunque tampoco llegó a entrar.

En esos años entre 2010 y 2015, se alejó parcialmente de la política y se dedicó a su familia -tiene cuatro hijos- y a su carrera profesional en el prestigioso despacho de abogados Albácar, Clusa & Buxadé. Y no le fue mal. En su declaración de rentas como eurodiputado asegura que cobraba entre 5.000 y 10.000 euros mensuales. Dejó todo aquello cuando conoció al actual líder de Vox, Santiago Abascal, y le propuso unirse a su equipo. Aunque no dejó de cobrar bien por su trabajo.

Jorge Buxadé (i) e Ignacio Garriga (d) en la ofrenda floral por las víctimas del 17-A. Vox

El negocio de Bruselas

Santiago Abascal, Ignacio Garriga y Jorge Buxadé coincidieron sus primeras veces en la etapa de todos ellos en el Partido Popular. Abascal, aunque desconocido para la mayoría, guardaba cierta notoriedad dentro de las filas populares y cuando fue a presentar un partido naciente, Vox, los otros dos fueron con él. El flechazo fue inmediato, pero el despegue de la formación tardó: estuvieron haciendo mitines subidos a bancos y con cuatro gatos en plazas abandonadas. Eran los ultras y nadie quería saber de ellos. Pero el abogado del Estado pronto entró en la onda cercana de Abascal y, en 2016, fue su número dos en su candidatura para presidir la formación.

Esa lealtad se vio premiada en un puesto muy jugoso para un político: ser eurodiputado. Tras las elecciones andaluzas de 2018, en las que Vox entró como un miura con 12 escaños, pero sin elecciones generales donde colocar a allegados a la vista, Abascal le confió a Buxadé el puesto de aspirar a representar a la formación en Bruselas, en las elecciones de 2019. Y entró. Ahí sigue desde entonces, cobrando 100.000 euros brutos al año, con dietas de 4.500 euros al mes, con todos los viajes a la capital belga pagados y una dieta de estancia de 320 euros al día. Todo un negocio rentable no diferente al que tienen todos los eurodiputados españoles. 

El caso de Buxadé ahora es uno fuera de lo común. No es habitual que alguien con cargos tan altos dentro de un partido esté a su vez en Bruselas. No hay ningún ejemplo representativo en todas las formaciones del arco parlamentario. ¿Y cómo compagina la actividad de Bruselas, que requiere ir todas las semanas, con la dirección de Vox? Fuentes europarlamentarias indican que, en realidad, a Bélgica va poco y, cuando lo hace, se dedica sobre todo a temas de España.

“Debe ir una semana o dos al mes, pero en la actividad cotidiana no se le ve, se ve mucho más a Mazaly Aguilar o a Hermann Tertsch -los otros eurodiputados de Vox-. Solemos coincidir todos en los aviones del lunes y a él no se le ve”, explica un europarlamentario. “Además, cuando se le ve en los pasillos grabándose algún vídeo o algo siempre está hablando de política nacional. Les interesan poco los temas europeos y lo utilizan como altavoz de temas nacionales. Eso aquí está mal visto y se considera de mala educación. Es que es imposible que estés aquí y en España y que estés sacando adelante el tema legislativo de Europa. Es imposible”, añade.

De izquierda a derecha: Jorge Buxadé, Rocío Monasterio y Santiago Abascal. EFE

Lo cierto es que en la ficha de eurodiputado de Jorge Buxadé no se ve demasiada actividad. Sí que interviene en los plenos -una vez al mes, que es lo reglamentario-, pero poco más. Este 2021 no tiene opiniones como ponente alternativo y en 2020 tuvo cinco. En toda su carrera sólo ha presentado tres propuestas de resolución; este año sobre el acoso a partidos políticos en España -tras las agresiones en mitines de Vox en las catalanas-, otra para darle a Donald Trump el Nobel de la Paz y la última para incluir a los antifascistas en la lista de terroristas de la Unión Europea.

También aparece como responsable de muchos informes, pero al tratarse de un grupo pequeño es lógico que recaigan en él y no significa que trabaje activamente en ellos, para eso también cuenta con 11 asistentes. Donde sí es prolífico es en la parte que se presenta de manera telemática: las preguntas con solicitud de respuesta escrita, este año ha presentado nada menos que siete.

Mientras va desarrollando, a su manera, el trabajo en Bruselas, Jorge Buxadé cada vez tiene más músculo dentro de Vox. En la campaña electoral catalana contaron con él como un activo importante, y ahora le han puesto a dirigir la Dirección de Política Parlamentaria y Municipal, donde se coordinan los mensajes y propuestas del partido y a la que se han sumado Rocío Monasterio, de Vox en Madrid, y Macarena Olona, de Vox en el Congreso. Desde ahí va tejiendo las ideas, marcando el paso y el tiempo, y todos los lunes se sube a su atril de la sede de la formación en la madrileña calle Bambú para ir marcando el compás. A fin de cuentas, es la voz de Vox. No hay otra, por mucho que el público muchas veces ni repare en él.

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