Andros Lozano Eduardo del Campo

“¡¡¡A esta es, valieeeeentes!!!”, grita Ernesto Frigolet, capataz de la Hermandad del Cristo de la Flagelación y la Virgen de la Estrella, de la Línea de la Concepción (Cádiz). Un segundo después, Ernesto golpea el hierro con el llamador negro en forma de cruz, como el juez que con su mazo deja un juicio visto para sentencia. Al escucharlo, los costaleros, sudorosos, rozando sus cuerpos, dan un pequeño brinco y, al unísono, sueltan un bramido porque el paso les cae sobre sus cuellos. “Todos a una, despacio, ¡des-pa-cio!”, ordena Ernesto.

Los costaleros que la noche de este pasado jueves ensayaban por las calles de La Línea ya no sólo le temerán a la lluvia cuando llegue la Semana Santa, el gran rito católico de la Pasión de Jesucristo, en el primer plenilunio de la primavera. Ahora tienen otra preocupación. Quizás mayor. Es el coronavirus, que los puede dejar sin salir en procesión, aunque la posibilidad, por el momento, sea remota. 

Se trata de una celebración que, sólo en Sevilla, capital por antonomasia de la Semana Santa en España, genera 400 millones de euros, según se estimó el año pasado en unas jornadas sobre su impacto económico que organizaron la Asociación Sevillana de Empresarios Turísticos (ASET) y Caixabank. Este año se celebra entre el 5 y el 12 de abril.

¿Nervios?, pregunta el reportero a Ernesto Frigolet durante un pequeño descanso que concede a los costaleros. La noche es ventosa y fría. El hombre, que tiene 59 años y lleva 25 como capataz de este paso, explica que, “más que nerviosismo, existe incertidumbre”. 

“Es normal, tenemos Gibraltar ahí al lado -la montaña sobre la que se asienta la colonia británica se deja entrever iluminada por las callejuelas que recorremos- y allí ya tienen un contagiado. Además, la provincia de Málaga está a un paso y tienen un puñado de positivos. Por el momento, nosotros no tenemos miedo, pero sí respeto”, añade Ernesto. 

En Gibraltar ya hay diagnosticado un caso de COVID-19. Entre los 80 costaleros de este paso, que se dividen en dos cuadrillas, hay un llanito, como en España se conoce a los gibraltareños. Pero, además, casi la mitad de ellos trabajan en la colonia británica, como los otros 9.000 españoles que cada día entran en la Roca para llevar a cabo su jornada laboral.

José Manuel Feria es contraguía en el paso del Cristo de la Flagelación de La Línea de la Concepción (Cádiz). Marcos Moreno

“Entre los chicos se gastan bromas y se hacen los comentarios típicos”, explica Ernesto Frigolet. “Que si va a haber que ir con mascarillas, que si no nos podemos rozar… Pero nada más. Eso sí, sabemos que tenemos una espada de Damocles porque estamos entre dos zonas con contagios. Si se empiezan a suspender actos públicos, la Semana Santa puede ser uno de ellos. Yo creo que, si suspenden la de Sevilla, vamos todos detrás”.

En Sevilla, la Semana Santa que de forma más grave se vio trastornada y que se recuerda es la de 1932, por un conflicto político. Las cofradías decidieron no salir en protesta por el supuesto anticlericalismo del gobierno laico de la II República y sólo La Estrella de Triana, llamada desde entonces ‘La Valiente’, desafió el boicot general de la derecha recorriendo las calles. Una cancelación total ahora sería, por tanto, un acontecimiento histórico. 

Desde una de las hermandades más antiguas de la capital andaluza, la de Los Negritos, fundada hace más de seiscientos años (1393) para acoger a vecinos negros de Sevilla, su diputado mayor, Roberto Ruiz, sostiene que una cancelación es ahora algo impensable para quienes encarnan una tradición de siglos, y que ni se lo han planteado. 

Las hermandades suspenden sus estaciones de penitencia por lluvia, pero nunca lo han hecho por razones de salud pública. "Ni siquiera en 1649, el año de la peste, cuando la epidemia mató a entre el 45 y el 55 por ciento de la población", recuerda Roberto Ruiz, historiador y arqueólogo de profesión. 

"Al contrario, entonces salieron más procesiones en rogativas y salidas extraordinarias" para pedir al cielo "que se parara la epidemia". "Me extrañaría muchísimo que una hermandad decidiera 'motu proprio' no salir. Tendría que ser el Cecop [Centro de Coordinación Operativa del Ayuntamiento de Sevilla] el que ordenara la suspensión, pero eso sería una decisión política, y no sé hasta qué punto un político vaya a tener dos cojones de suspender la Semana Santa. De momento, el Cecop no nos ha dicho nada y ni se habla ni se plantea", añade este historiador que, además, ejerce de oficial de Los Negritos.

El efecto que va a tener el coronavirus, a su juicio benéfico, es reducir las masas de espectadores en las calles: "¿Que te da miedo ver cofradías en la calle? Pues velas por la tele". 

Los costaleros andaluces sin miedo al coronavirus

El celador con muestras

Precisamente, en Sevilla, a 190 kilómetros de La Línea, estos días varios miles de costaleros ensayan con sus pasos. Los de la Hermandad del Carmen Doloroso se concentraban este miércoles a las once de la noche en la plaza del Pumarejo para preparar la próxima procesión del Miércoles Santo, cargando sobre sus cuellos al Señor de la Paz, tapado con telas durante las prácticas.

Pocas situaciones hay en la vida con tanta densidad humana por metro cuadrado. Cien hombres grandes, fuertes, divididos en dos cuadrillas de 50, se turnan para llevar a Jesucristo comprimidos en diez filas de a cinco en el espacio cerrado, oscuro y poco ventilado que hay bajo el paso -otros 70, en dos cuadrillas de 35, llevan el paso de la Virgen, que ensaya otro día-.

Uno de ellos es Amalio Bajo, de 34 años, que trabaja de celador en el hospital privado Sanix de Benalmádena, en la Costa del Sol malagueña, y ya tiene experiencia con la enfermedad: “El otro día llevé las muestras de un paciente con posible coronavirus que había venido de Milán”, dice con el costal apretado sobre los ojos mientras se prepara junto a su amigo Miguel Ángel Bernal para relevar a sus compañeros. 

El sanitario y costalero aventura que, a cuatro semanas de que comience la Semana Santa, la probabilidad de que cancelen las procesiones por seguridad sanitaria para evitar la propagación del virus es muy baja. “Del 0’1 por ciento”, se atreve a concretar.  

Amalio, que acude desde Málaga para cada ensayo, sale también en la Hermandad del Valle, con costaleros que vienen “de Cáceres, Salamanca, Zaragoza…”. Una dispersión geográfica que da a entender que, en caso de contagio bajo el paso, el virus saltaría de Sevilla a numerosos puntos de la península.

Enresto Frigolet lleva 25 años ejerciendo de capataz del paso del Cristo de la Flagelación, en La Línea de la Concepción (Cádiz). Marcos Moreno

El problema del nuevo coronavirus, admite el devoto celador, es que hay casos en que los portadores lo contagian sin saberlo ni aplicarse medidas de protección porque “son asintomáticos”.

Otro costalero de la Hermandad del Carmen, Jesús Rodríguez, de 23 años, instalador de suelos de parqué, descarta con seguridad una cancelación de las procesiones. “Tendría que haber muchos contagiados y muchos muertos”. Añade que en las últimas décadas la única vez que ellos no han salido a la calle fue en 2008. La lluvia los dejó dentro de la iglesia. 

En Andalucía, al igual que en el resto de España, las hermandades y cofradías, y el consejo local de cada ciudad que las agrupa, suelen ser muy prudentes con el tiempo meteorológico: incluso ante una lluvia ligera o ante su probabilidad más o menos certera, casi siempre deciden, con gran disgusto para sus miembros, no procesionar, con el argumento de que deben ante todo proteger estos tesoros artísticos. Pero la alerta sanitaria pública les puede enfrentar a un dilema nuevo: si se agrava, ¿qué harán?  

El jefe de los costaleros de la Hermandad del Carmen Doloroso, Miguel Gallego, que ejerce de capataz dirigiendo desde fuera el avance del paso, reconoce que están “a la expectativa” y que la cancelación o restricción de grandes eventos académicos, económicos y deportivos, desde la anulación del Mobile de Barcelona al partido a puerta cerrada del Real Madrid de baloncesto en Milán, “da que pensar” sobre el riesgo de que la Semana Santa de Sevilla se vea afectada también.

“¡Cuidadito con los besos!” 

A pesar de que el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, ha recomendado no estrecharse la mano en las misas al darse la paz y que los médicos aconsejan evitar los besos en los saludos, estos costaleros, por lo menos hasta este pasado miércoles, siguen abrazándose y estampándose fraternales ósculos en las mejillas cuando se encuentran y despiden.

El celador de hospital y costalero Amalio Bajo (izquierda) posa con su amigo Miguel Ángel Bernal en un ensayo de la Hermandad del Carmen Doloroso. EDC

“Algunos dicen ya, en tono de broma, ¡cuidadito con los besos!”, cuenta el capataz. Miguel Gallego no quiere minimizar la seriedad de la crisis sanitaria pero subraya, haciéndose eco del mensaje tranquilizador de los expertos, que “es como una gripe”, y pide no exagerar: “Nos estamos asustando nosotros mismos”.

Añade que los costaleros tienen más riesgo de contagiarse por estar en un espacio cerrado pero no sufrirían consecuencias graves en caso de enfermar porque “todos están sanos y son jóvenes”.

Sin embargo, Ángel Ruiz, hermano de Los Negritos, abogado y antiguo costalero, estima que el riesgo de suspensión aumenta cada día. La Semana Santa, recuerda, está llena de aglomeraciones, empezando por la de tener a "más de mil nazarenos esperando apretados dentro de la iglesia" la salida del cortejo.

La ventaja de estos nazarenos -bromea para espantar la desastrosa visión de una Sevilla sin procesiones- es que ya van 'blindados': el antifaz de terciopelo es su imponente mascarilla antivirus.

“Como se contagie uno…”

De nuevo en La Línea de la Concepción, la mitad de los 80 costaleros de la Hermandad del Cristo de la Flagelación mecen con mesura el paso en el ensayo de este pasado jueves. Se trata desde chavales casi imberbes hasta hombres bien entrados en años. Van codo con codo, piel con piel. Algunos sudan visiblemente por la frente.

Debajo del paso, Víctor, de 35 años, barba espesa y castaña, de aspecto titánico, como de un leñador canadiense, roza el vello de su brazo derecho con el del costalero que lleva a un lado. Lleva la manga de la sudadera remangada. Este costalero sale en otras dos procesiones más, la Hermandad de la Oración en el Huerto y la de Almas y Angustias. Entre risas, dice que tiene “el triple de posibilidades de contagiarse”.

Víctor Soldevilla (derecha) es diseñador gráfico. Sale en procesión de Semana Santa en tres pasos distintos. Marcos Moreno

Mientras ayuda a ponerse el costal a un compañero del paso, Víctor Soldevilla explica que, cuando termina una Semana Santa, él empieza a contar los días que restan para que llegue la siguiente. “Esto, o lo sientes o no lo sientes, es así. Sería una pena que la suspendieran. Este año, además de mirar al cielo para ver las nubes, estaremos pendientes de las noticias”.

Víctor, al que llaman Uve por la letra inicial de su nombre, explica que, a su juicio, si se diera un solo contagio entre alguno de sus compañeros debajo del palio, el resto se contagiarían “sí o sí”.

“Lo que está claro es que si uno se contagia, caemos todos. La cosa está en que lo sepa antes y que no venga a ensayar. Iríamos todos detrás de él porque ahí dentro es como un invernadero incluso antes de salir en procesión. Rompemos a sudar antes de salir de la iglesia. Que el Señor nos proteja, no queda otra. Seguro que lo hará".

"Si una tose, no salir corriendo"

A un par de calles de donde ensayan los costaleros de la Flagelación también lo hacen las costaleras de la Hermandad del Jesús del Perdón y María Santísima de la Salud, en la que tres cuadrillas de mujeres (87 en total) se van dando relevos en grupos de 30. El tema del coronavirus se habla desde que empiezan a enfajarse entre ellas y a colocarse el costal sobre las cabezas. 

Gema Huertas, de 35 años, trabaja como limpiadora en el hospital de Gibraltar, donde hay un caso de COVID-19. Marcos Moreno

Gema Huertas, de 35 años, trabaja como limpiadora en el hospital de Gibraltar, donde hay un paciente con coronavirus. Dice que ella no tiene “ningún miedo” a contagiarse en su lugar de trabajo ya que cree que con las medidas oportunas es “casi imposible”. “Me lavo las manos con alcohol cada vez que entro y salgo de mi departamento”, asegura. "No tengo ningún síntoma. No podemos generar miedo de forma gratuita"

¿Tiene pensado usar algún tipo de medida de protección durante la procesión, que en el caso de su hermandad dura entre siete y ocho horas?, pregunta el reportero. “A lo sumo, toallitas antisépticas que venden en cualquier sitio. No tendría sentido usar ahí debajo mascarillas cuando estamos pegadas piel con piel unas a otras. Mejor usar alcohol y, si una tose, no salir corriendo”, dice con gracia.

Clara Loriguilla, 40 años, costalera y amiga de Gema, también trabaja en Gibraltar. Es encargada en el teleférico de la colonia británica. Cuenta que a diario trata con “cientos” de chinos o italianos…

“A nosotros nos han puesto tarritos de alcohol en cada esquina”, explica Clara. “Dentro de la cabina, donde suben apretados como anchoas, a la salida... Yo sólo pido que no suspendan la Semana Santa por cuatro casos desperdigados. Si hubiera un brote muy grande, entendería que tomasen medidas. Pero, por ahora, yo tengo claro que tengo que sacar a mi virgen”.

El hermano mayor de Gema y de Clara, Raúl Ruiz, explica que desde el Obispado de Cádiz, que tiene la última palabra en si salen o no los pasos a las calles de la provincia, no les han trasladado “nada en un sentido o en otro”. “A día de hoy damos por hecho que procesionamos. Si en tres semanas salen 100 casos en La Línea, igual nos tendremos que acordar del maldito coronavirus…”.

El paso de la Virgen de la Salud cuenta con 87 costaleras que se relevan en turnos de 30 mujeres. Marcos Moreno

Noticias relacionadas