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Las otras Fisterras: los lugares del planeta que también son el “fin del mundo”

Galicia, Islandia, Papúa Nueva-Guinea, Argentina… ¿Dónde queda el fin del mundo?
Fisterra, en la provincia de A Coruña.
Javier Castro
Fisterra, en la provincia de A Coruña.
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Desde que se descubrió que la Tierra es redonda, sabemos que el fin del planeta no es ninguna especie de borde que aparece si viajamos en línea recta miles y miles de kilómetros. Entonces ¿es posible llegar al fin del mundo? Claro que sí. 

Distintos lugares, todos ellos con unos paisajes que quitan el aliento, se disputan el puesto de límite de la tierra. Te descubrimos algunos por si, tal vez, necesites un poco de inspiración para tu próxima escapada.

¿Dónde termina Europa?

Aunque se piense que el punto final del continente europeo está situado en la provincia de A Coruña, en Fisterra no está el fin del mundo. Y es que, a pesar de que su nombre deriva del latin finis terrae (fin de la Tierra), no es ni siquiera el punto más al oeste de Galicia. Ubicado también en A Coruña, el Cabo Touriñan sí que es el fin de Galicia; aunque no del viejo continente.

El límite de Europa se sitúa en Portugal, y no, no es el Cabo de San Vicente (en el Algarve) sino el Cabo de la Roca, ubicado un poco más al Norte y conocido como la Roca de Lisboa.

Cabo da Roca, en Portugal.

Fuera de la Península Ibérica, aunque dentro de los límites del viejo continente, nos encontramos con otro lugar que debe su nombre también a la expresión latina finis terrae: la región francesa de Finistère, en francés, o Penn-ar-Bed, en bretón. Un territorio cercano a la localidad de Quimper, que se encuentra salpicado de imponentes faros que desafían el bravo oleaje de esta zona día y noche, como el de Punta de Raz.

Faro Punta de Raz, en la Bretaña Francesa.

Con menos acantilados, pero bastante más frío y hielo, podemos acercarnos al norte del planeta para conocer la región Noruega de Knivskjelodden, el  punto más septentrional de toda Europa.

Pero, ¿y las islas?

La isla europea ubicada más al oeste es el remoto Islote de Monchique, en el archipiélago de las Azores (Portugal). No tan al oeste, aunque también bastante remoto, se encuentra el último faro del continente en Bjargtangar (Islandia).

Faro de Bjargtangar, en Islandia.

También en medio del mar, pero un poco más cerca de tierra firme, destaca en España Punta Restinga (El Hierro) y la irlandesa Isla de Tearaght (región de Dingle).

En Inglaterra, existe un condado llamado Pembrokeshire, cuyo nombre proviene del territorio de Penfro: pen, que significa “cabeza” o “final”, y bro, que significa “región” o “país”. Otra confusión, pues este no es el último punto de la isla. El final de Reino Unido es la región de Land’s End (traducido del inglés como “fin de la tierra”).

Región de Land's End y más al Norte, en Gales, Pembrokeshire.

Bastante más al norte encontramos el mayor asentamiento de las noruegas Islas Svalbard, en medio del Océano Glacial Ártico: el pueblo de Longyearbyen, uno de los lugares más felices del mundo a pesar de los cuatro meses de oscuridad total con la que convivir y miles de osos polares a los que sobrevivir.

Pueblo de Longyearbyen, en Svalbard (Noruega).

Mucho más allá de los confines europeos

Si descendemos brusca y verticalmente, nos encontramos con un lugar de nombre mágico: El Cabo de la Buena Esperanza, ubicado en Ciudad del Cabo, el país más al sur del continente África.

Cabo de la Buena Esperanza, en Ciudad del Cabo.

Damos un salto al otro lado del Océano Atlántico para encontrarnos con uno de los lugares más australes el planeta: el archipiélago de Tierra de Fuego, nombre que hace referencia al la cantidad de humo y fuego, procedente de hogueras para protegerse del frío, que desprendía el territorio cuando fue descubierto. Esa tierra de poco fuego pero mucho hielo, está dividida en territorio argentino, donde nos encontramos con Ushuaia, nombre proveniente de la lengua Yámana, que sifgnifica “bahía que mira hacia el poniente”. Y también en territorio chileno, donde cabe destacar la remota Isla Stewart y el Cabo de Hornos, dos lugares con un ambiente de lo más antártico.

Ushuaia, en Argentina.

En la otra punta de América, podemos trazar una especie de triángulo en Canadá entre los siguientes puntos: Isla de Ellesmere, Fogo Island y Haida Gawaii. Naturaleza en estado puro de punta a punta del equilátero.

Nos adentramos en los Océanos Pacífico e Índico, donde podríamos considerar cualquiera de las infinitas islas paradisíacas como un buen lugar para encontrar el fin del mundo y, por qué no, quedarse allí: Polinesia Francesa, Hawaii, Isla de Pascua… pero los límites los encontramos en Finisterre Range, el punto más alto de los montes de Papúa Nueva-Guinea. Un poquito más al sudeste, en Nueva Zelanda, está la Isla Stewart, casi casi el fin de las antípodas.

Da igual desde dónde o hacia dónde se mire... está claro que vivimos en un planeta increíble.

Isla Stewart, en Nueva Zelanda.
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