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Rodrigo Cortés: "La retranca gallega forma parte de mi manera de ver las cosas"

El cineasta y escritor presenta en Galicia su segunda novela, 'Los años extraordinarios', una obra de difícil clasificación que narra la vida de Jaime Fanjul, un salmantino que recorre un mundo que nace de la mente de su autor
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Director de cine, guionista, productor y escritor, a Rodrigo Cortés se le podría definir como un 'hombre orquesta', porque lo de 'hombre del Renacimiento' lo rechaza entre risas: "te coloca en la categoría de Leonardo Da Vinci, y nadie puede soportar esa comparación".

Cortés está en Galicia para presentar su segunda novela, Los años extraordinarios, ayer en Vigo y hoy en A Coruña. La cita con Treintayseis es en la terraza de un céntrico hotel de la ciudad olívica, una de las muchas que encaja en una agenda apretada y que le ha permitido visitar Vigo después de casi once años. "Estoy recorriéndola entera paseando para atender a todos los medios, sin coger un taxi, así que será la vez que salga más orientado de aquí". La decoración navideña no le pasa desapercibida. "Veo que lleváis un mes de celebración; están las luces, casi tenéis ya el mercadillo... y también la voluntad de que se pueda ver todo desde Marte".

Los años extraordinarios es una obra de difícil clasificación. Se trata de la biografía de Jaime Fangul Adueza, un salmantino nacido en el 1902 que "se hace el tonto" durante sus primeros veinte años de vida y, después, se dedica a recorrer mundo. Un mundo inventado, como el protagonista, fruto de la imaginación del propio Rodrigo. La novela la comenzó a escribir "en un momento muy poco conveniente, en mitad del montaje de una película", explica, y que empezó "sin haber hecho el plan de escribir una novela; no era algo que estuviese madurando meses antes sabiendo que sucedería". Pero sucedió.

"Supe desde el principio que no iba a respetar ninguna regla, que la novela iba a encontrar su propia fluidez".

"Nací el 18 de octubre de 1902. En una tarde de viento, según me contaba mi madre. «Naciste, idiota, en una tarde de viento», me decía, y me revolvía el cabello como se revuelve el cabello a los niños tontos". Este es el comienzo de la obra, el mismo que le hizo entender que era el arranque de una novela. "Fue un impulso inconsciente muy difícil de determinar, que se podría rastrear desde claves psicológicas en las que no tengo ninguna intención de profundizar", confirma entre risas. "Pero sí que supe desde el principio que no iba a respetar ninguna regla, que la novela iba a encontrar su propia fluidez".

Sin escaleta, sin brújula y con cierto aire de "escritura automática", Cortés acogió cualquier tipo de idea o de imagen, por irracional que fuese, para ir dando forma a ese particular universo. "Inicialmente, creí que favorecería mucho en mi pereza, porque me permitía no investigar sobre nada porque me iba inventando el mundo, incluso las reglas físicas, pero en la práctica descubrí que era una cantidad norme de trabajo porque tenía que inventar mis propias reglas y conocer muy bien el mundo para poder deformarlo".

Rodrigo Cortés durante la entrevista para Treintayseis. Foto: Cedida

En ese mundo, Salamanca tiene mar, que llega a la ciudad de manera poética, pero con un rastro de cadáveres a su paso. Sólo de la cabeza de un gallego podría salir tal imagen, "y eso que soy un gallego de Ourense, que no llevo el mar dentro", asevera. Y es que Rodrigo Cortés nació en el pueblo ourensano de Pazos Hermos, aunque se crio y creció en Salamanca. "Mi madre, viviendo en Madrid, decidió que tenía que nacer en Galicia", así que es "gallego por decisión materna, que también es algo muy gallego".

"Mi madre, viviendo en Madrid, decidió que tenía que nacer en Galicia"

Un origen que le ha marcado desde siempre. "Mi profesor de literatura en Salamanca en Primero de BUP me escribió en alguno de mis exámenes que tenía la característica de la 'mala leche lúcida', y lo conecté con Galicia, con la retranca". "Esa característica de no saber si lo que acabas de oír es divertido, si es o no es una broma, no estar seguro del mensaje que acabas de recibir, esa retranca es una parte de mi manera de ver las cosas desde siempre", explica.

Es esa retranca la que dibuja un humor muy gallego en todas sus obras. "Es cierto que el humor no siempre es divertido. Te permite imponer una distancia que evita caer en la solemnidad. Por ejemplo, El Concursante tiene humor negro y cáustico, y Buried es en el fondo una comedia sobre alguien que quiere cambiar de compañía telefónica". De otras referencias gallegas, también se impregna su novela, como el realismo mágico de Álvaro Cunqueiro, cambiando Mondoñedo por una Salamanca que es punto de partida del viaje de Jaime Fangul.

"El humor no siempre es divertido. Te permite imponer una distancia que evita caer en la solemnidad"

En una obra escrita "sin pensar", el nombre de su protagonista se da a conocer en la séptima línea; en ese mismo momento, también lo conoció el propio autor. Jaime Fangul Adueza, nombre sonoro y llamativo, algo común en la nomenclatura de los personajes principales de Cortés: Castor Vicente Zamacois, de su corto 15 días o Martín Circo Martín, de Concursante y de su primera novela Sí importa el modo en que un hombre se hunde. "Son nombres eufónicos, un poco extraños, que no acaban de ser completamente literarios y eso les hace parecer creíbles de algún modo", explica.

Su estrategia, muchas veces, es la de mirar la biblioteca de su casa para encontrar apellidos de autores que le suenan bien: "No sé qué es sonar bien, exactamente, que parezca adecuado a la configuración física que le das al personaje. En la novela se dice que la gente nace con un nombre pegado; el propio Jaime Fanjul se acerca a un 'Simón' para reprenderle por no llamarse así".

"Jaime Fanjul es casi un anti antihéroe que hace muy poco por ser querido por el lector"

El protagonista de Los años extraordinarios tiene la cualidad de no ser un héroe, tampoco un antihéroe, "es casi un anti antihéroe", que no juzga y no se queja, y tampoco solemniza ningún acontecimiento. "Hace muy poco por ser querido, pero es curioso el amor que le devuelve el lector, que lo adopta", explica Cortés. Narrativamente, asegura, es más fácil apostar por tu personaje, "defenderlo y tratar de expresarte a través de él, mostrar una versión mejorada de como quieres que te vean, pero me siento cómodo con esa distancia. No escribí enamorado del personaje, sino desde la neutralidad". "Es irritante, dan ganas de sacudirlo de los hombros, pero la vez se produce un proceso que te lleva al respeto, porque es coherente y honesto", añade.

Se trata de un personaje que se define a lo largo de la obra como "terrorista anarquista", que asegura que su primer atentado "tuvo muy buenas críticas", pero que deja de ayudar a apagar un fuego en la catedral de San Pablo cuando se entera de que era un símbolo de resistencia al fascismo. En un mundo donde todo tiende a la tendencia política, de uno u otro lado, Cortés asegura que no pensó "nada" cuando lo escribía "porque es una novela escrita sin pensar". "Pueden tomar estas declaraciones con lupa, pero eso es trabajo para otro, que no es el mío como escritor. Pero es verdad que la literatura está bastante a salvo de pesados, porque un libro hay que leerlo", explica. "Un titular es juzgable en el acto, una película dura una hora y media, pero un libro hay que leerlo, que atravesarlo, y eso permite que todavía sea un reducto en el que se puedan decir cosas porque quien hace ese viaje conoce códigos y no es tan fácil de enfadar", concluye.

"Un libro hay que leerlo, que atravesarlo, y eso permite que todavía sea un reducto en el que se puedan decir cosas"

El tiempo de la entrevista llega a su fin y Cortés tiene que volver a pasear la ciudad para llegar a su próxima cita. La promoción la lleva bien, "lo disfruto porque lo considero un buen síntoma", y deja una última reflexión, quizás lo único que comparta con el personaje de Jaime Fanjul: "Creo que hay una fórmula infalible para combatir el frío o el calor, que es no quejarse: si no te quejas, todo fluye por sí solo".

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