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La calle Mantelería de A Coruña, una fábrica entre San Andrés y la Estrella

En la Calle Mantelería se encontraba una fábrica que ilustra la transformación del barrio de la Pescadería y la tipología fabril coruñesa
Foto: Luis Santalla
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Un día de madrugada, el rey Felipe V quiso montar uno de los caballos dibujados en los tapices del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, porque creía que eran tan reales como él mismo. Así lo narra el investigador Eduardo Juárez. Nieto de Luis XIV el Rey Sol, Felipe V no quería reinar, si no que esperaba con ansia el día de su abdicación en favor de su hijo Luis. Por eso, en parte, ordenó la construcción del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso (Segovia, 1721-1724), con el fin de retirarse a vivir allí, ajeno a los eventos de la corte.

La llegada de Felipe V desde Versalles afrancesa las costumbres españolas, y el cambio de dinastía altera la cultura, quizás más austera entonces, presente en España. Este cambio conlleva una inversión en artes decorativas que hasta entonces habían respondido a aspectos más funcionales. La llegada del Barroco francés más próximo al Rococó en el gusto de la corte, requiere de tapices, cristales, orfebrería, escultura, artesanía, pintura y tejidos de cualidades diferentes. Así las reales fábricas correspondientes a estas artes decorativas modifican su producción incluso intensificándola. La influencia francesa no afecta únicamente a España dado el cambio de dinastía, si no también al entorno europeo por ese habitual ‘contagio’ competitivo en la pugna de convertirse en el lugar más rico o culto de la zona. Las reales fábricas españolas se convirtieron en referentes europeos y muchas de ellas comenzaron a exportar sus productos a Europa y territorios de ultramar. 

Los inicios del tejido industrial coruñés

Leyenda: "Vista del puerto de A Coruña con la ciudad y el arrabal de Pescadería, 1639"

La condición privilegiada en las rutas marítimas de A Coruña la convertían en una ciudad importante en términos estratégicos para el abastecimiento, lo que supuso un empuje importante para su tejido industrial. El puerto de A Coruña permitía exportar bienes, pero también importar materias primas para la elaboración de manufacturas.

El tejido industrial de A Coruña comenzó a ser notable a partir del siglo XVII, y hubo un gran número de fábricas que se situaron sobre las partes, entonces, menos nobles de la ciudad. El área de Orzán y Montealto fueron las áreas en las que estas construcciones fabriles estuvieron más tiempo presentes, tanto que algunas aún permanecen en el recuerdo de muchos ciudadanos y ciudadanas. Pero antes del crecimiento consolidado de la ciudad extramuros, las fábricas se disponían integradas con el tejido residencial. Esta posición, hoy inconcebible en muchos casos, debido a las condiciones de salubridad y seguridad exigibles en la actualidad para garantizar la convivencia tenía que ver en ocasiones con la ‘familiaridad’ de la fábrica.

Plano de la Fábrica de Mantelería de Sada
(Fuente: Archivos Estatales. Ministerio de Cultura)

Muchas de estas fábricas pertenecían a familias que vivían en el mismo inmueble, y en otras ocasiones era tradicional que los patrones de la misma proveyeran de vivienda a sus trabajadores en las inmediaciones o dentro de la misma. Esta tipología fabril que evoluciona desde el taller artesanal a la escala media, mantiene aún la esencia de la hibridación entre vivienda e industria. Aspecto que a medida que la fábrica fue creciendo, se fue desligando llegando a crear una definición de escala urbana: la ciudad-industrial o colonia-industrial de finales del siglo XIX y principios del XX.

Los restos inmateriales de aquellas fábricas están aún presentes en la morfología del tejido urbano de A Coruña, pero también en la odonimia: Cordelería, Mantelería, Tren o Matadero. Algunas se encuentran ocultas bajo el anonimato que produce un tejido urbano más o menos homogéneo, pero otras se encuentran en una posición tan céntrica y vinculadas a vacíos ‘sospechosos’ que se prestan a ser observados con cuidado y detenimiento. 

La calle Mantelería

La calle Mantelería de A Coruña toma su nombre de una antigua fábrica que tiene mucho que ver con el cambio de dinastía y el refinamiento afrancesado del gusto. En este lugar se encontraba la Real Fábrica de Mantelería, tras su traslado desde Sada. La fábrica sufrió cambios a lo largo de su historia, desde su fundación en Sada a finales del siglo XVII hasta su desaparición en el siglo XIX.

Calle Mantelería
(Foto: Luis Santalla)

La fábrica fue fundada en 1658 por dos emprendedores: Adrián de Roo y Baltasar Kiel, originarios del norte de Europa. Ambos llegaron a España procedentes de Flandes. Tras montar la fábrica, se dedicaron de manera simultánea a armar fragatas españolas y posteriormente al traslado de soldados a los países bajos. Asociados con Martín del Campo empresario de origen gallego, fundan tres sucursales de su fábrica en Sada: una de textiles para uso naval, otra de paño inglés y la última de mantelería de Flandes. Poco tiempo después, en 1648 comienzan también a fabricar lienzo con la colaboración de Cornelius Brandericer.

“Es bien notorio que los manteles que sirven la mesa del Rey de las Españas se fabrican en La Coruña con todos los primores de vistosos dibujos que representan escenas de caza, monterías, costumbrismo y diversiones populares” Pascasio Seguín, Historia de Galicia.

Tras la muerte en extrañas circunstancias de Adrián de Roo en su fábrica de Sada, se toma la decisión de trasladar la fábrica a A Coruña. Entre 1702 y 1725 se produce la mudanza de toda la maquinaria y su adaptación a la nueva parcela adquirida para instalar la fábrica. La parcela elegida, en pleno barrio de la pescadería, daba a la Calle San Andrés y a la Calle La Estrella, la calle que conectaba ambas lleva hoy el nombre de Mantelería por la presencia de la fábrica.

Extracto de la Real Cédula de ampliación de contrato del rey Carlos III con la Real Fábrica de Mantelería de la ciudad de La Coruña, 1769
(Fuente: minerva.usc.es)

La fábrica comienza su actividad con las mismas condiciones de las instalaciones existentes en Sada, pero a mediados del siglo VXIII, se produce la rescisión del contrato de Carlos III (1778) por el que decide cesar la importación de mantelerías y telas de la fabrica coruñesa en favor de la importación extranjera. Este aspecto fue muy polémico en su momento, ya que el nuevo director de la fábrica José Coderq Pérez no comprendía que la manufactura extranjera resultase más barata que la española en aquel momento, argumento principal para el cese del contrato.

La presencia de la fábrica dentro del tejido urbano resulta sorprendente incluso en una ciudad aún no consolidada. La tipología de una fábrica con una escala tan grande dentro de un tejido residencial de pequeña escala. Pero no se trataba de una pieza aislada dentro del tejido sino bien integrada, tanto que daba trabajo a veinte personas dentro de sus instalaciones pero casi quinientas en sus propios hogares. La Real Fábrica de Mantelería, comprendía un espacio de trabajo en el que se implanta un torno para hilado en sustitución de la rueca, además de varios telares para tejer. Pero dentro del espacio de gestión de la propia fábrica se impulsan mejoras en el cultivo del cáñamo y del lino importante mejores semillas. La producción prosigue a pesar de los cambios en los contratos, tanto que se expanden los talleres a más zonas de la ciudad como las instalaciones de Monelos. De hecho, en los últimos años del siglo XVIII la Real Fábrica contaba con cien telares en las instalaciones fabriles y otros cien repartidos por la ciudad, dando trabajo a mil hilanderas, con una producción anual de quincemil varas cuadradas (10.481 m2) de mantelería y servilletas. 

La Real Fábrica de Mantelería se instala en A Coruña entre 1702 y 1725, en una parcela que daba a la Calle San Andrés y a la Calle La Estrella, la calle que conectaba ambas lleva hoy el nombre de Mantelería.
(Foto: Luis Santalla)

El edificio tenía una tipología arquitectónica híbrida. La planta baja contaba con cierta altura para disponer inicialmente las ruecas que después serían sustituidas, así como los telares. Este espacio se organizaba en función al tipo de manufactura que se fabricaba: manteles, lienzos, medias…En la planta superior, se ubicaban las viviendas para los trabajadores. La estructura era sencilla, con muros de carga de piedra y vigas de madera, ocupaba el cierre completo de la manzana. 

El declive de la Real Fábrica de Mantelería

A pesar del enorme esfuerzo por mantener la fábrica en funcionamiento, la inauguración de la Real Fábrica de San Ildefonso y la mala calidad del lino gallego, avivan disputas familiares, que sin embargo no son sino el prólogo el fin. La invasión francesa de 1808 determina el fin definitivo de la fábrica, que había dejado de funcionar brevemente. Sus grandes dimensiones y el perfil híbrido entre industria y vivienda convierten al edificio en el lugar perfecto para ser acuartelamiento de la tropas.

Tras la guerra el empresario Felipe González Pola intentó reactivar la fábrica, recibiendo incluso un préstamo de doscientos mil reales con la garantía de que la Casa Real contrataría de nuevo sus servicios textiles. Tras años de deterioro el edificio fue derribado y actualmente la parcela está ocupada por un magnífico edificio propiedad de Telefónica. El nuevo edificio obra de José María de la Vega Samper fue construido entre 1928 y 1930, una construcción de dos plantas que se amplió hasta en dos ocasiones que dieron como lugar el volumen actual. Una pieza que es objeto de análisis pormenorizado al margen de la fábrica de mantelería, ya que de ella sólo queda la memoria de la calle.

Edificio construido entre 1928 y 1930 tras el derribo de la Real Fábrica de Mantelería, actualmente propiedad de Telefónica

La ciudad desde dentro y desde fuera

La relación entre las artes decorativas y la arquitectura parece ser siempre un discurso de envolventes, de embellecimiento o superposición, pero en realidad la arquitectura se encuentra también en el escenario de las artes decorativas. Los edificios fabriles son piezas fundamentales del hábitat urbano, especialmente cuando se encuentran hibridados dentro del tejido residencial. La Real Fábrica de Mantelería es una pieza fundamental para comprender el desarrollo urbano del barrio de la Pescadería, y la evolución de la morfología industrial de la ciudad. Es una pieza esencial de la que tan sólo queda un nombre detenido en la memoria como testigo de una vida pasada que sucedía en la misma calle de la misma ciudad años atrás. 

“Estas hermosas modelos estaban caminando por la habitación, y de repente, esa mujer que no sería considerada bella fue revelada. Intentaban atrapar algo que no era convencionalmente bello sólo para demostrar que la belleza viene del interior”. Alexander McQueen

La ciudad está compuesta por una diversidad arquitectónica natural, en la que determinados edificios destacan de forma sorprendente o emotiva. Otros son neutros o de apariencia aparentemente incorrecta o fuera de escala. Pero también está compuesta por los vacíos y las ausencias de determinadas piezas que desaparecieron. A partir de un solo nombre, en una calle sencilla, la ausencia de la fábrica de mantelería pone de manifiesto la transformación de un tejido urbano y el origen identitario de un barrio que caminó desde la convivencia de lo industrial con lo residencial a la imagen completamente consolidad en la actualidad.

Ubicación actual de la desaparecida Real Fábrica de Mantelería de A Coruña

La ciudad no es sólo una imagen de estética acompañada de calificativos, sino un complejo sistema orgánico en el que su identidad emerge a través de la percepción del observador, quien seguramente la traducirá en opiniones o comentarios. 

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