La Bella Otero, la gallega más deseada de todos los tiempos

Una de cada diez mujeres europeas ha sufrido algún tipo de violencia sexual desde los 15 años y una de cada veinte ha sido violada. Se estima que en el mundo 736 millones de mujeres, alrededor de una de cada tres, ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual. Incluso en algunos países aún se obliga a la víctima de violación a casarse con su violador. Si esto ocurre en la actualidad, ¿qué ocurriría hace años? A finales del siglo XIX, una niña de solo 10 años era brutalmente violada en un pueblo gallego. Si las heridas físicas y psíquicas no fueran suficientes, sus propios vecinos la señalaban como provocadora de este acto. Esta niña a la que le robaron la infancia decidió escapar del infierno para renacer y perpetrar su venganza contra el mundo hostil que la había tocado vivir. Una gallega a la que el dolor la convirtió en un fenómeno irrepetible en la historia. Una mujer que fue una víctima, pero que con su magnetismo y sus dotes de seducción lograría convertirse en una de las mayores fortunas de Europa y en la mujer más deseada del planeta: la Bella Otero.

Agustina Otero Iglesias nacía el 19 de diciembre de 1868 en Valga, Pontevedra. Hija de madre soltera, no conoció en su infancia otra cosa que la miseria, el hambre y el abandono. Pero su inocencia y su infancia le fueron robados con tan solo 10 años, cuando fue violada por un vecino que a punto está de matarla, por lo que tuvo que ser trasladada urgentemente al hospital. Otero quedó estéril y marcada para siempre. Sus propios vecinos, a pesar de las evidencias, la culpaban a ella de haber sido provocadora del acto de su violador.

Así que, cansada del desprecio y el rechazo, con la rabia carcomiéndole las entrañas y el corazón encogido de dolor, decidió escapar del infierno para volver a nacer. Con 12 años se marchó de su tierra para reaparecer años después en Barcelona rebautizada como Carolina Otero, el gran papel de su vida, una mujer que con su magnetismo y sus dotes de seducción lograría convertirse en una de las mayores fortunas de Europa y la mujer más deseada del planeta.

En 1889 conoce a Ernest Jurgens, un magnate de Chicago y empresario del espectáculo en Nueva York. Jurgens, que estaba casado y tenía tres hijos quedó cautivado por Carolina y su manera de impactar en los hombres a pesar de su desempeño mediocre en el escenario. El estadounidense se vuelca con ella y se ocupa de su aprendizaje, modales, idiomas… y se inventan la historia de un personaje, la Bella Otero, hija de una afamada bailarina gitana de Cádiz y de un militar griego de alta graduación y sangre noble. Además, la convierten en una condesa que abandona a su marido aristócrata italiano por su afán de bailar, y con el que se había casado con tan solo doce años.

Una leyenda que le acompañó casi hasta el fin de sus días.

En Marsella se le anuncia por primera vez como la Bella Otero y a los 22 años debuta en una legendaria sala de fiestas parisina “Folies Bergére”, donde actuaría durante varios años. La Otero se convierte en la reina indiscutible de las noches de París y pronto empiezan a lloverle los contratos para actuar en Londres, Budapest, Moscú, Viena, Sao Palo, Buenos Aires, Nueva York, Tokyo… convirtiéndose en una de las primeras artistas españolas con fama internacional.

Por cada actuación cobraba una pequeña fortuna, además de dejarse querer por sus múltiples amantes: empresarios, reyes, príncipes y emperadores que la colmaban con las mayores riquezas que poseían.

Ernest Jurgens pasaría a un segundo plano y es abandonado. Ya no era necesario para la bailarina más famosa y deseada del mundo. Arruinado y herido de amor se suicida en una miserable pensión de mala muerte. Se cree que la Otero fue la causa de al menos otros seis suicidios, por lo que se le apodó como “La sirena de los suicidios”.

La sensualidad de Agustina fue un fenómeno irrepetible en la historia del ser humano. El legendario Maurice Chevalier, que la llegó a conocer y tratar, decía de ella: “todo se reducía a sexo, solo sexo”.

Alberto I de Mónaco le regaló un lujoso piso en París y la colmaba de regalos y joyas, el príncipe Nicolás de Montenegro le regaló una joya de la corona, el rey Leopoldo II de Bélgica le regaló una villa y una residencia en Flandes, el Sha de Persia Muzafar al-Din le ofreció toda su fortuna a cambio de poder pasar varios días con ella además de enviarle cada día un diamante como obsequio.

El zar Nicolás II de Rusia, el último de los Romanov, gastaba millones de rublos en sus visitas a la gallega, el Emperador de Japón le regaló una isla en el Pacífico, Eduardo VII de Inglaterra, se volvió loco por ella cuando aún era Príncipe de Gales, y el Borbón Alfonso XIII también se convirtió en su amante al igual que el káiser alemán Guillermo II.

También sirvió de musa para escritores y pintores como Gabriel D’Annunzio y Renoir. Las cúpulas del hotel InterContinental Carlton de Cannes están inspiradas en sus pechos, ya que el arquitecto que lo diseñó, Charles Dalmas, estaba enamorado de la Otero, y el magnate americano William K. Vanderbilt llegó a regalarle un yate.

Otero se convirtió así en una de las mujeres más ricas del continente, y fue la propietaria de algunas de las joyas más caras de su época, como el collar de Maria Antonieta o el de Eugenia de Montijo. Uno de sus vestidos llegó a venderse en una tienda de París por más de seis millones de euros actuales.

Inmensamente rica y tras haber tocado el cielo del mundo del espectáculo decide retirarse de los escenarios y se muda a Niza donde compra una bellísima residencia por treinta seis millones de euros actuales, desde donde se dedica a las obras de caridad, pero, sobre todo, a su gran pasión, el juego. La Otero se convierte en figura habitual de los casinos de Montecarlo, Niza y Cannes.

Se calcula que su fortuna llegó a rondar los 400 millones de euros de nuestros días, y que en una sola noche en el casino llegó a perder casi 2 millones. Entre 1900 y 1914 la Otero se gastó en los casinos una media de 27 millones al año hasta que se arruinó completamente.

La miseria la obligó a acudir a la Seguridad Social francesa para solicitar una pensión. Como requisito se le exigió un acta de nacimiento y fue este pequeño detalle el que echó por tierra su épica historia construida junto a Ernest Jurgens de una madre gitana casada con un rico oficial griego. Este ridículo requerimiento de la Seguridad Social nos permitió conocer realmente quién había sido la Otero.

Además de pedir una pensión a la Seguridad Social, escribió una carta a la “Societé des Bains de Mer”, la empresa administradora de los casinos de Montecarlo. En la misiva les decía que, con todo el dinero que había dejado en sus casinos tanto ella como las personas que siempre la acompañaban, ahora que se encontraba en la mayor de las necesidades, necesitaba de su ayuda. Desde entonces, y hasta su muerte, la Societé le enviaba un pequeño cheque mensual que, con la ayuda de la pensión, le permitió llegar hasta los 97 años viviendo en una habitación de un hotel de mala muerte en un barrio pobre de Niza.

El 12 de abril de 1965 fallecía en el cuarto de su hotel de un infarto. Al entierro de la diva que había enamorado a medio mundo solo acudieron unos cuantos crupieres del casino. Con ella se acababa la Europa de la Belle Epoque, una época en la que una gallega fue la mujer más rica de toda Europa y la más deseada del planeta, una superviviente que trató de no ahogarse en su propio dolor de la única manera que sabía: Agustina Otero Iglesias, la Bella Otero.

“He sido esclava de mis pasiones, no de los hombres” – Agustina Otero Iglesias, Bella Otero

Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.

Referencias:

• es.wikipedia.org
• lavozdegalicia.es
• farodevigo.es
• docelinajes.es
• abc.es
• clarin.com
• translatiomedica.com
• dbe.rah.es
• elconfidencial.com
• muyhistoria.es
• hola.com
• elsiglo.com.gt
• iberianstyle.es
• revistavanityfair.es