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Cómo la Plaza de Toros de A Coruña modificó la ciudad para siempre en solo unos años

Una breve historia de cómo la Plaza de Toros de A Coruña, un edificio de corta existencia, modificó la morfología urbana en un pedacito de ciudad. Su gran huella sobre el tejido de la urbe herculina
Año 1944 (por macquintos)
Año 1944 (por macquintos)
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Jugábamos a recortar edificios conocidos y superponerlos sobre el plano de la ciudad. Los edificios y las ciudades no importaban, tan sólo que fuesen obras reconocibles y ciudades más o menos relevantes. Y así nos encontramos colocando la ópera de Sidney en pleno centro de París, sustituyendo al Louvre o colocando un Central Park en medio de Roma. Sí, era un juego de arquitectos, a los que estaban enseñando lo que era el concepto de escala en términos compositivos y sus implicaciones transversales. Uno similar al que el físico Richard Feynman proponía a su hijo cuando leían un cuento sobre dinosaurios, y éste le instaba a imaginar el tamaño de esa criatura, pero el niño no era capaz de visualizarlo y entonces, salían de la casa: “su cabeza llegaría casi a la chimenea, ¿lo ves ahora?” Porque para comprender cualquier cosa, sólo es necesario tener el contexto adecuado.

Pero, en ese punto, la cosa se complicaba, la selección de objetos se reducía más y la ciudad sólo era una, entonces sobre la trama de la misma se superponían los recortes, de la plaza mayor de Madrid, la Alhambra de Granada, la Catedral de Sevilla, la plaza de toros de Córdoba, o los muelles del puerto de Barcelona. Y entonces, ya no era un juego, porque de forma a veces misteriosa, las piezas encajaban…y comenzaba el misterio o las lecturas poco comunes, e incluso creativas. Se podía crear una falsa identidad de los lugares o una historia inédita para casi cualquier lugar, como un Tolkien del urbanismo inventado una mitología que no existía para la ciudad. ¿Y si la Torre de Hércules fuese un antigua torre de una construcción palaciega / defensiva como la Alhambra? ¿O el dique de abrigo tuviese su origen en un antiguo puente que cerrase la ría? ¿La Domus era en realidad un antiguo astillero desde el que se botaban barcos porque la gravedad ayudaba?

Exposición de Madelon Vriesendrop en la AA, por dodeckahedron via flickr

No, no era así, aunque no estaría mal imaginar principios alternativos en lugar de finales alternativos. Pero había cosas que encajaban, y era en ese momento de verdad sospechosa, en el que la realidad de la forma de hacer urbanismo a través de la historia mostraba algunas respuestas: había que intentar imaginar el dinosaurio.

Historias paralelas y cicatrices comunes

Hay lugares comunes en la historia de las ciudades, espacios que dejan cicatrices comunes, e interpretaciones diferentes. Restos romanos, murallas medievales, mercados, plazas de toros, cines… son elementos de la trama urbana que dejan huellas a veces imperceptibles o no. Pasear por la calle Bentaccordi de Florencia puede causar frustración, parece que nunca se acaba, sus fachadas son de carácter murario, y al llegar al final, cuando parece que al final encuentra una calle más intuitiva, desemboca en via Torta, ¿torta? ¿torcida? Eso da alguna pista…y de repente termina en una gran plaza cuyo fondo es La Iglesia de la Santa Croce. Una composición muy extraña, hasta que al mirar el mapa se reconoce fácilmente la huella de un antiguo teatro romano, con su plaza delantera. Sólo un cambio del punto de vista. Y es que quizás reconocer una traza de una muralla sea fácil, pero cuando es un edificio el que ha transformado la morfología de un espacio urbano borrando sus huellas tras de sí, las preguntas y las historias se vuelven más complicadas. Al menos para la mirada más contemporánea que se deja llevar por el valor del instante y no se detiene en la lectura de la traza. Visceralidad.

Vista aérea de Florencia y su trama urbana

"El mundo no las mira y ellas no miran el mundo. Quien las descubra y las muestre comete traición, o saqueo tratando de parar los relojes. Pero su tiempo no espera a los relojes y finalmente en su desaparición, nos expone el mundo, así como es…"

Smiljan Radic

Sol y Sombra

Visceralidad. Una mirada sobre la ciudad como quien disecciona un ser vivo. Una explicación tangible sobre un espacio desordenado de forma inverosímil. Una historia loca que invente un pasado de la ciudad… ¿Y si la calle Magistrado Manuel Artime de A Coruña fuese la calle Bentaccordi? Una calle curva en medio de trazados lineales, que parece no terminar y sin embargo desemboca de forma extraña sobre el resto. Por otra parte, su forma de relacionarse con las edificaciones contiguas es en parte a través de un vacío reseñable en medio de edificaciones de gran altura. Todo bastante incongruente, y con una escala incomprensible. Quizás sea mejor echar un vistazo desde arriba. Y es que de todos los recortes que había sobre la mesa el que mejor encaja con esta forma es la plaza de toros: un círculo perfecto situado en tangencia con la Avenida Finisterre. Un circulo que provocó una morfología diferente en la trama urbana, pero que previamente se había adaptado a ella. Es por lo tanto casi un juego, como si alguien hubiese colocado el recorte de la plaza durante unos años con un cierto cuidado, y examinar así que sucedía si desaparecía de esta posición.

Imagen del vuelo americano sobre A Coruña (1957)

La plaza de toros de A Coruña se encontraba en la tangencia de la actual avenida Finisterre y Médico Rodríguez, en una manzana que combinaba usos muy diferentes: industrial, ocio, militar, residencial. La plaza en sí no era novedad en la ciudad, ya que previamente a su construcción en 1885, A Coruña había tenido otras construcciones similares, aunque siempre de carácter temporal o improvisado. Las primeras plazas se situaron en espacios públicos como la Plaza de Azcárraga, Corralón, o el Campo de Marte, éstas eran siempre construcciones ligeras de madera.

La plaza diseñada y construida en 1885 era sólida y permanente, aunque apenas unos años después (1893) hubiese una propuesta de venta del inmueble. La plaza fue construida con donaciones a petición de la Sociedad de la Plaza de Toros de La Coruña SA que encarga el proyecto al conocido arquitecto Juan de Ciórraga. La pieza, con capacidad para 10000 espectadores, estaba formada por grandes muros de mampostería y estructura interior de pino tea, conformando una imagen muy tradicional de la tipología de plaza de toros española, rematándose interiormente con balcones y protecciones metálicas de forja y cubierta de zinc. Se trataba de una plaza austera y sencilla, sin una ‘’fachada principal’’ monumental, cuyo funcionalismo se hacía patente: los toros se bajaban desde los corrales por la avenida Finisterre, y la plaza se abría a las calles de su perímetro. En 1893 la plaza es adquirida por Juan Mera Ramos y otros socios, que finalmente la venden a la Sociedad Urbanizadora Coruñesa SA en 1945. La explotación de la plaza no era tan profusa como en otras ciudades de mayor tradición taurina, por lo que alojaba, además de corridas de toros, combates de boxeo, partidos de fútbol o mítines políticos.

"Cada pocos años nuestros cuerpos experimentan una remodelación completa; tanto si es deseable como si no lo es, nada más natural que el que cambiemos"

Truman Capote

A pesar de ser un edificio de corta existencia en el tiempo, fue escenario de algunas situaciones muy reseñables y narrativa de una etapa convulsa para la historia. Como plaza de toros, fue un coso reseñable del circuito nacional, inaugurada por Lagartijo y Frascuelo, y en la que torearon personajes de la memoria popular como Belmonte o Ignacio Sánchez Mejías. La tarde en la que toreó Belmonte, el 6 de agosto de 1934, fue especialmente llamativa: uno de los toros de la tarde realiza un movimiento violento al clavarle el estoque, y este sale despedido matando a Roig Roura, un espectador. Si bien la tarde no había comenzado demasiado bien ya que previamente uno de los banderilleros se había clavado una banderilla en la pierna. Fuera cual fuese la superstición que aquel día pesaba sobre la plaza, desde entonces y debido al incidente se obligó a realizar descabello del animal tras el estoque.

Pero no sólo se utilizó como plaza de toros, era habitual el uso deportivo del recinto como ring de boxeo, partidos de fútbol o mítines políticos, que fueron especialmente importantes durante la Segunda República. El estado de la plaza era, sin embargo, muy penoso, así en 1945 se desarrolla un proyecto de derribo de la misma y en 1945 se debate dentro del propio ayuntamiento la posible compra del mismo precisamente con una cierta previsión de sanear la zona.

Pero no se hará realidad hasta que la Sociedad Urbanizadora Coruñesa exprese su interés por esta parcela, en la que planteaban una inversión potencial en vivienda, permitiendo así un pago rápido. El debate entonces pivotó no en la cuestión del derribo de la plaza, cuyo estado era de evidente ruina, sino sobre qué hacer en dicho lugar. Finalmente, la parcela es ocupada con viviendas, y el ayuntamiento estudia la construcción de una nueva plaza próxima al Estadio de Riazor (actual Casa del Agua) y posteriormentte en Elviña (1968). La idea queda descartada en 1970 con la intervención del Instituto Nacional de la Vivienda, que propone una parcela de su propiedad en La Granja, aunque finalmente también desechará este proyecto.

Los pequeños detalles que construyen la ciudad

Así, el espacio que deja la antigua configuración de la plaza crea una amalgama de líneas que cortan la trrama urbana de manera irregular y que, sin embargo, a través de su cicatrización han borrado su presencia en la ciudad. La posición de la plaza, dentro del organismo de la ciudad fue acertada, puesto que se encajó dentro del plan de ensanche, y se ubicó en una manzana bastante permeable. El crecimiento posterior en su entorno, ahogó ligeramente el espacio próximo, tras el aumento en escala de las edificaciones próximas, y su estado decadente, la llevó a suponer un lastre en la estructura urbana. Pero su huella, corta en el tiempo, modificó la morfología de un pedacito de ciudad.

Antigua plaza de toros de A Coruña (Flickr)

Cambiamos de escala de los sentidos…
Se separa del ambiente, se encierra en sí mismo, se aisla.
Y en ese momento comienza a simular plenamente
Al menos simula preciosas fachadas de casas,
asimila velozmente y con facilidad los sentidos necesarios,
con independencia de las circunstancias…

Tadeusz Kantor

Incluso los edificios de corta existencia o las construcciones de carácter temporal tienen su influencia sobre la trama urbana, un tejido lleno de cicatrices que, con la mirada adecuada y la curiosidad necesaria, narran una pequeña historia de la vida de una ciudad. Sólo hay que mirar, porque “Todas las cosas y las personas aparecen disfrazadas” (Milan Kundera).

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