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'Carne y arena', una experiencia híper realista sobre la migración en el Gaiás de Santiago

La exposición del mexicano Alejandro G. Iñárritu hace su primera parada en España. Te contamos cómo es esta experiencia
Presentación de la experiencia de realidad virtual 'Carne y Arena'
EP
Presentación de la experiencia de realidad virtual 'Carne y Arena'
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Carne y arena es la exposición de Alejandro G. Iñárritu, el cineasta mexicano ganador de cinco Oscar, que hace su primera parada en España en la Cidade da Cultura de Santiago de Compostela. Se trata de una experiencia inmersiva a través de la realidad virtual que busca confrontar a los visitantes con la realidad de los refugiados.

Los asistentes a esta exposición hacen una ruta a la de los migrantes americanos por tres escenarios diferentes. El visitante empieza en una sala de detención, con decenas de zapatos que los refugiados han perdido durante el viaje de cruzar a la frontera. En este espacio, siguiendo las instrucciones anotadas en las paredes, los asistentes deben quitarse los zapatos y dejarlos en una cabina en la pared. Durante unos minutos el visitante debe quedarse en ese espacio frío, aislado, con un silencio aséptico y claustrofóbico. Con ninguna otra cosa que hacer que esperar para poder salir de ahí y observar los zapatos perdidos, intentando poner cara a sus dueños. Unas bailarinas rosas de talla infantil, unas botas de trabajo, unas converse gastadas. La mente da forma a las historias detrás de cada complemento.

El segundo espacio es el corazón de Carne y Arena. Un aviso a los que nunca han experimentado la realidad virtual, puede ser una experiencia desorientadora, algo que juega a favor de la exposición, pero que para principiantes puede ser algo más difícil. Dentro de esta sala el visitante es armado con los aparatos necesarios para asistir y entrar en el mundo de la realidad virtual donde tiene lugar la escena.

Durante la emisión el espectador forma parte de un viaje hacia la frontera de Estados Unidos con un grupo de refugiados guiados por un coyote, la persona encargada de meterlos en el país. En este trayecto el visitante pasea por la sala, descalzo, sintiendo la arena bajo los pies, mientras es supervisado por un asistente para que no se choque con las paredes de la habitación. 

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En la grabación, los personajes se enfrentan a una redada de la Patrulla Fronteriza, una escena no muy diferente a la que estamos acostumbrados a ver en las ficciones americanas de acción. El visitante se ve forzado a vivir el terror y la desesperación de los refugiados, que, apuntados con rifles de asalto, lloran y ruegan a los impasibles guardias que no les devuelvan a sus países de origen. 

La experiencia es híper realista y lo único que salva al espectador de que su propio cuerpo entre en pánico es la certeza de que lo que se siente no es real.  Es un ataque a los sentidos en toda regla, donde quieres escapar del horror, de las imágenes, de la arena, de los grillos y los lamentos y no puedes. Debes enfrentarte a ello. Debes conocer el dolor. 

Una vez acaba la grabación inmersiva, los visitantes recuperan sus zapatos y pasan a la última parte de la exposición. Este tercer y último espacio se reserva para las historias reales en las que se basa la película de la que se acaba de salir. Testimonios de jóvenes migrantes que cruzaron la frontera de niños y a pesar de las dificultades siguen persiguiendo el sueño americano, madres huyendo de la persecución de pandillas de Centro América, y las únicas declaraciones de un agente de la Patrulla Fronteriza que analiza la brutalidad del viaje e insta a empatizar y comprender a los migrantes. Después de la proyección de las historias, se muestran las caras de los diferentes protagonistas. 

Es casi imposible terminar la experiencia y no hacerse mil preguntas sobre la crueldad que supone huir en busca de una vida digna. O al menos eso es lo que sienten muchos de los anteriores visitantes que expresan en el libro de visitas lo “necesario” de la exposición. Y es que esos minutos penetran más que todas las imágenes en televisiones, fotografías en portada o vídeos en redes sociales. 

Calificar Carne y arena como simplemente una exposición a la realidad migratoria es casi minimizar el efecto que tiene la narración de este drama. Como todo, pero en especial el arte, que depende del contexto para interpretarse, el significado de esta exhibición cambia radicalmente si tenemos en cuenta el propio drama migratorio de España. Si hace apenas un mes podías asistir a esta narración y culpar del inusual horror a Estados Unidos, vivir esta experiencia en medio del revuelo político por las muertes ocurridas en la valla de Melilla te sitúa como casi un cómplice directo por ignorar el papel de España en estas situaciones. 

El autor de la exposición, Alejandro G. Iñárritu, durante la presentación de la misma el pasado viernes explicó que vio necesario crearla porque muchas de las historias de migrantes que conocía "le perseguían". El efecto de pasar por Carne y Arena es casi el mismo.

Las últimas entradas para el mes de julio ya están a la venta,y las de agosto ya pueden comprarse a través de Ataquilla, por un precio de 9 euros más gastos de gestión. Antes de hacerlo se recomienda consultar previamente las condiciones de aceso a la instalación en la web de la Cidade da Cultura.

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