A Coruña, la ciudad que consiguió que Carlos I se convirtiese en emperador
Se cuenta que Francisco de Ugalde, un fraile al servicio de Carlos I, le dijo en una ocasión que era el gobernante de “un imperio en el que nunca se pone el sol”. Y no le faltaba razón. Carlos era rey no solo de España, sino también del Reino de Nápoles, Cerdeña y Sicilia. También poseía enclaves en el norte de África y las tierras donde se había criado, los actuales países de Bélgica y Holanda. Su poder cruzaba el Atlántico hasta el recién descubierto Nuevo Mundo, las Islas del Caribe, Cuba, La Española y Puerto Rico. Y sus posesiones no dejaban de crecer en un imperio de una magnitud jamás vista en la historia de la Humanidad. Pero antes de poder tomar posesión de su imperio, Carlos necesitaba convencer a quienes debían elegirlo como emperador. Y para ello necesitaba dinero, mucho dinero. En España pocos querían que lo consiguiera, ya que temían que dejara el país como un asunto secundario, así que Carlos decidió convocar Cortes fuera de la influencia de sus mayores detractores, en una esquina de la Península Ibérica, un lugar donde consiguió el apoyo para su coronación y desde donde partió con su flota en busca de su destino: A Coruña, la ciudad que despidió a un rey que regresó como emperador.
Tras la muerte de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y la incapacitación de su hija, un único heredero se postulaba al trono de una de las coronas más poderosas de la Tierra: su nieto Carlos, hijo de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, un jovencito que había nacido en la ciudad belga de Gante en el año 1500, que había sido educado en Flandes, y que parecía no conocer siquiera la lengua de su futuro reino.
Carlos fue el primer rey de la dinastía de los Habsburgo en España, adonde llegaría en el año 1517, desembarcando en el pequeño puerto asturiano de Tazones. Tan solo un año después, tras lograr la aprobación de las Cortes de Castilla y Aragón, fue proclamado rey de España.
Su abuelo paterno era Maximiliano I, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que fallecía en 1519, dejando en herencia a su nieto posesiones como Austria, los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado. Pero, sobre todo, dejaba a su alcance los derechos al título de emperador, que incluían los territorios de la actual Europa Central.
Pero no era el único candidato a emperador, por lo que tanto su abuelo (antes de fallecer) como él, intrigaron, sobornaron y amenazaron a todo aquel que fuera necesario para que Carlos fuese el elegido cuando Maximiliano falleciese. En España nadie quería que obtuviera aquel título, ya que sabían que sería atraído por la cultura centroeuropea, dejando al país en segundo plano, y porque el nombramiento obligaba a las Cortes españolas a disponer de más dinero para las ceremonias, sobornos y compra de voluntades necesarias para conseguir ser emperador.
Finalmente, todas las artimañas y maniobras funcionaron y el 28 de junio de 1519, Carlos de Habsburgo era designado Rey de los romanos y emperador electo. Pero todavía tenía que ser coronado, y para ello necesitaba viajar a las ceremonias que le habilitarían para ser Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Para conseguirlo necesitaba dinero, mucho dinero para financiar el viaje y hacer efectivos los pagos que había prometido a muchos de sus electores.
El 6 de julio de 1520, durante su estancia en Barcelona, le llega la noticia de su proclamación imperial y decide que, si quiere conseguir la aprobación de esos gastos, tiene que convocar las Cortes Generales lejos de la influencia de sus mayores detractores en Castilla. Por lo que decide celebrarlas en Galicia, en Santiago de Compostela, donde comenzarían el 31 de marzo de 1520 y se desarrollarían a lo largo de cuatro días en el Convento de San Francisco.
En las Cortes celebradas en la ciudad compostelana no llegó a acuerdo, por lo que decidió trasladarlas a A Coruña, ciudad que dependía directamente de la Corona y en cuyo puerto estaba fondeada la fabulosa flota imperial que debía llevarle a Aquisgran, lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia de coronación.
El séquito real llegaba a A Coruña el 14 de abril, siendo recibido por las autoridades en el lugar de Palavea. Las Cortes se celebraron en la ermita del Sancti Spiritus, cerca del antiguo convento de San Francisco y de los actuales jardines de la Maestranza. En ellas participaron todas las personalidades de la vida política española de la época: el Duque de Alba, el de Medinacelli, Adriano de Utrecht que se convertiría en el papa Adriano VI, Diego Colón futuro virrey de La Española, Bartolomé de las Casas, el Conde de Lemos, el Conde de Andrade…
En aquellas Cortes el rey dio una grata e inesperada sorpresa a los procuradores que tenían que decidir sobre su futuro, al tomar la palabra y expresarse en perfecto castellano, reiterando que su intención era salir de España para ser investido emperador y regresar antes de tres años, dejando a un regente al cargo mientras tanto.
En la quinta de las votaciones y por la diferencia de un solo voto, el monarca consiguió que se aprobaran los gastos de su traslado para ser coronado. El 20 de mayo de 1520, el rey abandonaba la ciudad, embarcando en la flota imperial, comandada por el noble gallego Fernán Pérez de Andrade, por la puerta de San Miguel de la muralla coruñesa.
El 23 de octubre de 1520 fue coronado Rey de romanos en Aquisgrán y tres días después fue reconocido emperador electo del Sacro Imperio Romano Germánico, comprometiéndose solemnemente a defender la religión católica. Estas ceremonias le mantendrían ausente de España hasta 1522. El 24 de febrero de 1530, el mismo día de su cumpleaños, en Bolonia, Carlos era coronado como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el papa Clemente VII.
Tiempo después, en agradecimiento por los servicios prestados, el emperador concedió a A Coruña la celebración de una feria franca semanal en la que no se cobrarían impuestos. Además, en 1522 instaló en la ciudad la Casa de Contratación de la Especiería, la Capitanía General y la Real Audiencia de Galicia.
Durante el reinado de Carlos I, España expandió y consolidó la colonización de América y se completó una de las mayores hazañas de la historia de la humanidad: la primera vuelta al mundo, iniciada por el navegante portugués Magallanes y culminada por el vasco Juan Sebastián Elcano.
En el año 1556 Carlos abdica como rey de España y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y se retira al monasterio de Yuste en Extremadura, donde fallece en verano de 1558. A su muerte, el imperio se divide en dos: el Sacro Imperio Romano Germánico es heredado por su hermano Fernando I de Habsburgo y los territorios de España, Flandes, América e Italia quedan en manos de su hijo Felipe II fruto de su matrimonio con Isabel de Portugal.
Carlos I de España y V de Alemania fue el único rey de la historia al que se puede considerar Emperador del Viejo y del Nuevo Mundo y muchos le definen como el precursor y creador de la Europa actual.
Hay quien considera que la gestación del Imperio español, aquel donde nunca se ponía el Sol, tuvo lugar en Galicia. Desde luego, pocas ciudades pueden presumir de haber visto partir a un rey y regresar como emperador. Y A Coruña es una de ellas…
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- elmundo.es
- elpais.com
- mundiario.com
- laopinioncoruna.es
- elespanol.com
- elcorreogallego.es
- prensaescuela.es
- cvc.cervantes.es
