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Refuxio de Bando: el hogar de las segundas oportunidades para perros y gatos en Santiago

El Refuxio de Bando, que da servicio a la comarca de Compostela, inició su actividad en 2006 como un refugio totalmente pionero. En 2020 registró 500 adopciones y devolvió a su hogar a 150 mascotas extraviadas.
Tres cachorros que aparecieron abandonados en el monte en Val do Dubra.
Cedida.
Tres cachorros que aparecieron abandonados en el monte en Val do Dubra.
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El Refuxio de Bando, el centro de referencia para la comarca de Santiago, inició su actividad en 2006 como un refugio totalmente pionero: frente al antiguo modelo de perrera, en sus instalaciones prima el bienestar de perros y gatos mientras no encuentran una familia que los adopte.

“Cuando se creó el Refuxio de Bando no había protectoras con refugio propio y las instalaciones que había eran más precarias: este centro fue pionero, con espacios más grandes para los animales y capacidad para acoger a más“, explica en una entrevista a Quincemil su directora, Olalla García.

La directora del Refuxio de Bando, Olalla García (Cedida).

El Refuxio se encarga de la acogida de animales perdidos o abandonados en los municipios de Santiago, Teo, Vedra, Boqueixón, Brión, Touro, Val do Dubra, Dodro, Trazo y, desde esta misma semana, también de Padrón.

En el centro trabajan a día de hoy ocho personas: la propia directora, una veterinaria, una administrativa y cinco operarios-cuidadores, encargados de la limpieza y alimentación de los animales.

Además, el Refuxio de Bando cuenta con un grupo de voluntarios que acuden al centro para pasear a los perros o pasar tiempo con los gatos para que socialicen, a la vez que participan en eventos y campañas de recogida de alimentos y fondos y publicitan la labor del refugio.

La creación

Peluso, residente del Refuxio de Bando desde hace diez meses (Cedida).

El Refuxio de Bando fue construido por el Concello de Santiago con una inversión de 395.000 euros y constaba inicialmente de cuatro módulos: un edificio principal con oficinas, áreas de veterinaria, hospitalización, atención al público y almacenaje y tres módulos para la acogida, cada uno de ellos con patios y zonas comunes para la socialización y un espacio propio para cada animal con cama, comedero y bebedero.

A estas primeras instalaciones de 7.000 metros cuadrados -en una parcela de 15.000- se le sumó posteriormente un nuevo espacio de 1.037 metros cuadrados con más áreas para residentes y zonas comunes, con una inversión de alrededor de 180.000 euros.

La financiación del Refuxio de Bando procede principalmente de los ayuntamientos: el de Santiago aporta por convenio una cifra fija, mientras que los demás cuentan con una cuota fija por el número de habitantes y un coste adicional por cada animal que lleven.

“Esto nos permite cubrir los gastos de personal y parte de los gastos de alimentación, limpieza y mantenimiento, pero obviamente no llega: nos tenemos que mover para conseguir más dinero con socios, padrinos, mercadillos o aportaciones concretas para afrontar el coste de la comida y de la atención veterinaria que tenemos que derivar a clínicas”, explica Olalla García.

Con una capacidad máxima para acoger alrededor de 220 perros y 150 gatos, la ocupación media suele ser de 180 y 120, lo que supone el gasto diario de 90 kilos de pienso.

El procedimiento

Lila, residente desde finales de 2020 (Cedida).

El Refuxio de Bando no realiza recogidas: esa labor le corresponde a cada municipio. El centro acoge animales perdidos o abandonados y tan solo hace excepciones en casos realmente justificados en los que los dueños de los animales no pueden hacerse cargo de ningún modo, como cambios de domicilio en los que los animales queden en situación de desamparo, enfermedad o fallecimiento.

En cuanto un animal llega al refugio, se comprueba si está identificado -con un microchip, un collar o un tatuaje- y se crea una ficha para hacer su seguimiento. Acto seguido se procede a su inspección veterinaria y a su desparasitación interna y externa; si es necesario tratamiento veterinario o una operación quirúrgica también se le proporciona.

Todos los animales reciben un seguimiento constante y cuentan con una ficha en la página web del Refuxio en la que se pueden consultar todas sus características, desde su sexo y su tamaño hasta su carácter o la fecha de llegada a Bando.

Delco, residente en el Refuxio de Bando desde hace siete años (Cedida).

Para las adopciones se remite a los solicitantes a un cuestionario, para hacerse una idea de dónde y cómo va a vivir la mascota. Una vez en el Refuxio se pueden decidir por el animal que tenían en mente o se les recomienda uno de acuerdo con su situación.

Todos los animales son entregados con microchip, pasaporte, cartilla de vacunación, desparasitados y esterilizados, salvo en el caso de los cachorros, en cuyo caso se llama a sus dueños cuando alcanzan los 5 o 6 meses.

La pandemia

Benji, residente en el Refuxio de Bando desde diciembre (Cedida).

Al igual que en todos los sectores, la pandemia también afectó -y sigue afectando- al día a día del Refuxio de Bando.

"Empezamos con normalidad, pero tuvimos que cerrar y estuvimos dos meses sin poder entregar animales; afortunadamente, en esos meses casi no hubo nuevas llegadas, tan solo 5 o 6, un par de camadas", explica la directora.

Sin embargo, a partir de junio llegó "una auténtica locura": ese mes salieron 85 animales pero entraron 93, coincidiendo con la temporada de camadas de gatos.

"No se pudo organizar eventos, pero la gente se mostró mucho más solidaria apadrinando, donando material y alimentos y con el doble de adopciones", prosigue.

Durante el confinamiento y en los meses posteriores se apostó por potenciar la difusión a través de redes sociales, una de las herramientas más potentes a la hora de difundir la labor del Refuxio y las historias de sus residentes, sobre todo ahora que no es posible recurrir a otras alternativas.

Mira, residente desde 2011 junto a su hermana Lira (Cedida).

"Tuvimos que suspender todos los eventos y actividades, como las charlas en colegios para concienciar a los niños o las colaboraciones con usuarios de Conxo para terapia", detalla.

El año terminó con un número de adopciones ligeramente superior al anterior, con alrededor de 500 animales adoptados, algo que "parecía impensable" tras el confinamiento. Mientras tanto, otros 151 -134 perros y 17 gatos- animales perdidos fueron devueltos con sus familias.

A pesar de que el Refuxio de Bando es un lugar de paso, hay perros que llevan toda su vida allí: es el caso de Lira y Mira, dos hermanas que fueron recogidas en la autovía Brión-Bertamiráns en 2011 y no se han separado desde entonces.

"Hay muchas formas de ayudar: la mejor es adoptando, pero se puede donar material, alimentos, hacerse socio o acudir como voluntario", concluye Olalla García.

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