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Tribuna Abierta

¿Por qué Rusia no es la culpable de la crisis del gas en Europa?

El fundador y CEO de Iberatlantic, y cónsul honorario de la Federación de Rusia en Galicia, reflexiona sobre la crisis del mercado energético en Europa y la importancia de la normalidad y la visión a largo plazo para lograr unas buenas relaciones comerciales
Pedro Mouriño
Por Pedro Mouriño
Planta de GNL en la isla de Sakhalin, Rusia.
Planta de GNL en la isla de Sakhalin, Rusia.

Antes de tratar de dar respuesta a este titular, creo que es oportuno avanzar unas pinceladas elementales sobre el funcionamiento del mercado mundial del gas natural. Este combustible tiene tres usos fundamentales: la generación eléctrica, la calefacción -heating- y su uso en los medios de transporte fundamentalmente públicos. Además, el gas natural tiene dos formas de ser suministrado: a través de gasoductos o mediante su transporte -fundamentalmente marítimo-, en forma de gas natural licuado (GNL). En España, que es un caso atípico al del resto de Europa, en este momento el 31,2 % del gas que consumimos proviene del único gasoducto abierto con Argelia, frente al 68,8 % del GNL. Pero es que además, el suministro por gasoducto tiene una importante limitación: solo es económicamente viable entre entornos vecinos. Por el contrario, el GNL fue la solución tecnológica para salvar este importante escollo y transformar, de paso, un mercado regional en uno mundial, con proveedores de cualquier parte del mundo.

Es igualmente necesario saber que hoy en día nos encontramos en pleno proceso de cambio de modelo energético o en otras palabras, en la 'descarbonización' de la economía. Las energías fósiles están dejando paso a las renovables y en esta llamada ‘transición energética’, contar con una energía de bajo precio y abundante como es el gas natural resulta esencial para el desarrollo de toda la economía. Recordemos que la Unión Europea es altamente dependiente de gas natural y de sus principales proveedores, tanto por gasoducto como por GNL.

Así y ya en relación a la actual crisis del gas y el empecinamiento de tantos en responsabilizar a Rusia de ello, cabe hacerse las siguientes preguntas: ¿es acaso Rusia la responsable del cambio climático mundial que está transformando elmodelo energético global? ¿es culpa de Rusia que el invierno pasado fuese especialmente frío en Europa, lo que supuso un significativo aumento del consumo y un consecuente descenso en las reservas de gas natural en la Unión Europea? ¿es culpa de Rusia que cada año China conecte quince millones de nuevos hogares al consumo de gas natural, o lo que es lo mismo, un crecimiento del consumo semejante al conjunto de Holanda y Bélgica año a año?

Rusia no es culpable, más bien todo lo contrario, de que única y exclusivamente por decisiones políticas de la Unión Europea, el gasoducto Nord Stream 2 no esté suministrando en este momento 55.000 millones de metros cúbicos adicionales de gas natural a Europa cada año. Tampoco es responsabilidad de Rusia que la política europea de liberalización de precios de la energía conduzca a exponernos a la fluctuación del mercado spot y a la especulación, cuando la historia ha demostrado, al menos en este mercado, que los contratos fiables son los de largo plazo -Power PurchaseAgreements-.

Estaremos de acuerdo también en que no es culpa de Rusia que proveedores de gas natural como Argelia cierren unilateralmente uno de los dos gasoductos con la península ibérica solamente por sus problemas bilaterales con Marruecos. Tampocoes culpa de Rusia que países como Noruega abandonen nuevas exploraciones y perforaciones en la búsqueda de nuevos yacimientos de gas natural. Ni tampoco debería ser culpa de Rusia el voraz aumento de consumo de gas natural de las potencias asiáticas -China, Corea, India y Japón-.

La historia siempre ha demostrado que las relaciones de Rusia con Europa occidental en materia energética han sido responsables y fiables. Rusia es, ha sido y será un proveedor energético a Europa serio y confiable, ya desde los tiempos de la extinta URSS. Ha sido Rusia quien invirtió en las infraestructuras gasísticas que conectan el país con Europa -solo el Nord Stream 2 ha tenido un coste de 10.000 millones de euros-. Pero es ahora, parte de lo burócratas y de los Gobiernos de la vieja Europa,quienes le da la espalda a Rusia generando una crisis energética sin parangón. 

Por suerte y como contrapunto, es para mí un orgullo como gallego poder decir que no todos piensan de este modo y muchos pueden dar fe de la calidad, de la fidelidad y del compromiso ruso. En 1999, un visionario empresario de nombre Roberto Tojeiro puso gran interés en un proyecto energético que había sido abandonado en unos terrenos que hoy ocupa el Puerto Exterior de Ferrol. Consultó el proyecto con el por aquel entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, y pronto ambos llegaron a una conclusión: existía una carencia de abastecimiento de gas natural en el noroeste de España que impedía su desarrollo industrial. Por lo tanto, convertir aquel proyecto abandonado en una regasificadora de gas natural -que finalmente sería trasladada a Mugardos-, sería estratégico para Galicia y para el noroeste de España. 

Lo que comenzó con mucho escepticismo, e incluso fue tildada en su día como "idea loca", se convirtió en lo que hoy conocemos como Reganosa, un punto estratégico de la geopolítica energética europea, al conseguir la entrada de GNL tanto de Rusia como de Estados Unidos. En 2021, de los veinticinco gaseros que descargaron en la ría de Ferrol, siete provinieron de Estados Unidos y once de Rusia. Hoy en día, los ingresos más significativos de la Autoridad Portuaria de Ferrol son precisamente las descargas de gas natural. Es el ejemplo de Reganosa y el del pragmatismo gallego el que demuestra cómo la normalidad en las relaciones comerciales con grandes potencias es posible llevarlo a cabo con éxito. Una vez más y como casi siempre, el 'sentidiño' gallego debería ser imitado por otros.

Pedro Mouriño
Pedro Mouriño
Fundador y CEO de IberAtlantic Global Corporation, fue nombrado Cónsul Honorario de Rusia en Galicia en noviembre de 2020.