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Opinión

Consumir preferentemente antes de… (la caducidad de los trabajos)

¿Tienen fecha de caducidad los empleos? ¿y los empleados? ¿Cuándo se sabe si una relación profesional está predestinada al fracaso o es para toda la vida?
Pedro Arenas Barreiro
Por Pedro Arenas Barreiro

Nuestros trabajos son ciertamente importantes en nuestras vidas, no sólo porque representan el sustento económico sino también porque la realización profesional es una de las 4 patas en las que se asienta nuestra estabilidad mental. En la mayoría de los casos, pasaremos más tiempo despiertos en nuestra empresa (al menos de lunes a viernes) fuera de ella, con nuestra pareja o nuestra familia y, por ello, todos pretendemos alcanzar una relación laboral sana en la que sentirnos ilusionados, valorados y realizados.

Mantener un matrimonio laboral (o sentimental) sana, es una cuestión complicada ya que ambas partes tienen que poner, valga la redundancia, de su parte algo que el otro valore lo suficiente para querer más durante más tiempo. 

Si bien los vínculos sentimentales deben construirse sobre la igualdad de posición (aunque por desgracia no siempre sea así), las relaciones profesionales tienden por su naturaleza a que haya uno que quiere más que otro.  Normalmente es el empleado el que se siente más atado a mantenerse unido a la empresa ya que ciertamente los trabajos tienen un gran aliciente para alargar la relación mes tras mes (eso que llamamos salario). Pero esto no siempre o no en todo momento es así y el empleado también tiene la potestad de decidir si esa relación (profesional) le compensa pudiendo dejar un daño importante en la evolución de la empresa.

En mi experiencia,  distingo varias etapas en este “amor de conveniencia mutua” al que llamamos “trabajo”.  Desde el punto de vista del empleado (importante detalle ya que desde el punto de vista de la empresa pueden ser otras) estas fases suelen tener duraciones variables pero generalmente son y duran lo siguiente:

Primeros meses - 1er año. Fase de enamoramiento: presupongo que todos comenzamos con la máxima ilusión profesional ante una nueva oportunidad laboral. Esa fase en la que descubrimos cosas, además del salario, que la empresa es capaz de ofrecernos, desde tangibles (ventajas adicionales, el propio entorno, el equipo con el que interaccionamos, etc) a intangibles (la responsabilidad, el sentirse realizado y reconocido con tu actividad, etc). Es una etapa en que ambas partes demuestran el lado más agradable de sí mismos y, en general, son más proclives a perdonar o pasar por alto algunos errores o inconvenientes.

2º año. Fase temprana de apego: Ahora que, empleado y empresa os conocéis en detalle es probablemente cuanto mayor sentido (en términos de rentabilidad) vaya a tener vuestra relación. Durante esta etapa comenzamos a desenvolvernos con soltura y eficiencia y tenemos ya claros los condicionantes globales que tiene nuestra relación, lo que lleva a una etapa de relativa calma y felicidad en la que ambos, empresa y empleado, tenemos claro que necesidades queremos cumplir manteniendo al otro al lado y, salvo discusiones puntuales, el periodo transcurre con normalidad.

3er- 4º año. Fase de crisis o conflicto: Empiezan a aparecer las primeras dudas en la relación. ¿Es esto lo que quiero hacer durante toda mi vida profesional? ¿Me están recompensando de acuerdo a la valía de mi desempeño, al esfuerzo que deposito o a mi grado de involucración? Estas preguntas junto con cierto grado de contaminación por la repetición de los mismos problemas y el efecto amplificador de un entorno potencialmente de otros descontentos provocan que la relación pueda entrar en un continuo cuestionamiento que nos llevan a plantearnos seriamente si ésta es la relación que queremos o  merecemos. Esta es una fase crucial puesto que aquí el camino puede bifurcarse y el futuro de la relación está condicionado por las decisiones de este momento en ambas partes. 

En general se pueden abrir 3 caminos alternativos (siempre desde el punto de vista del empleado):

  1. La empresa es capaz de reconducir la situación de crisis ofreciendo un progreso en la relación con el empleado que provoque que se vuelva a encender la chispa de la ilusión. Normalmente, esto sólo soluciona el problema si el paso se produce antes o en los momentos más iniciales de la crisis existencial del empleado. Si se pasa levemente esa frontera temporal, la solución será únicamente momentánea y al poco aparecerá un nuevo conflicto (o incluso el mismo agravado). En este caso, hemos entrado en un “burn-out” del empleado difícilmente recuperable en mi opinión y el mejor favor que ambos podéis haceros es volar en libertad hacia nuevas relaciones lo antes posible.
  2. El empleado busca una nueva relación (laboral) que cumpla o encaje mejor con sus expectativas económicas o de desarrollo profesional o, si el conflicto es lo suficientemente importante, termina el vínculo aún sin alternativa (ojo, que esto también puede venir desde la empresa a través de un despido, aunque aquí estamos hablando siempre desde la perspectiva del empleado). Es una etapa de elevada frustración para el empleado al no ver cumplidas internamente sus aspiraciones y en la que, por tanto, se reduce enormemente su rentabilidad hasta encontrar una nueva relación que sepa ofrecer el amor que cree merecer.
  3. Ambas partes se “conforman”; esto es, son conscientes de que el juego implica soportarse mutuamente a cambio de los beneficios que cada uno aporta. Puede ser una etapa breve que dependerá de la ambición del empleado y su resilencia para atravesar la etapa juntos con la espera de entrar en una nueva fase o acostumbrarse a que esta es la relación que estamos dispuestos a asumir durante una determinada etapa laboral o, incluso, para siempre. 

Llegados a este punto, he de decir, que en mi experiencia, estas 3 etapas de enamoramiento, apego y crisis son cíclicas. Si vas saltando de empleo tienen una duración aproximadamente similar. Si permaneces en el mismo, probablemente las atravieses recurrentemente cada vez con una mayor frecuencia temporal mientras dure vuestra relación.

Si la empresa es capaz de ofrecerte atentamente un paso hacia delante en vuestra relación en el momento adecuado y ambos crecéis juntos, es muy probable que alcances la última e idílica fase: 

Del 4º año en adelante: Fase profunda de apego y vinculación: Cuando se han superado los momentos más importantes de la construcción de una relación, incluyendo compartir éxitos y fracasos, se crea la conciencia de un posible futuro como pareja artística (profesional). Es cierto que aparece la monotonía pero también la estabilidad solidificada en la transparencia y el conocimiento mutuo que puede consolidar para siempre una gran relación profesional.

Y tú, ¿Crees en el amor “profesional” para toda la vida?

Pedro Arenas Barreiro
Pedro Arenas Barreiro
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Pedro Arenas es, ante todo, un tío de acción (y nunca utiliza dobles aunque haya muchas escenas de riesgo). A lo largo de sus más de 15 años de carrera, ha sido autónomo, emprendedor, empleado por cuenta ajena e incluso responsable público en la Axencia Galega de Innovación. Ha sido el promotor principal de 2 empresas (Ingenyus, Marketing Inteligente y Qubiotech) y ha participado en la constitución de otras dos startups de base tecnológica. Actualmente colabora con diversas compañías en el asesoramiento y fortalecimiento de sus capacidades estratégicas y de innovación.