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Cae el templo de la cocina gallega en Carril: el Loliña echa el cierre tras 82 años

Fue uno de los primeros Estrella Michelin de Vilagarcía de Arousa, sus paredes han acogido a una interminable lista de comensales, entre ellos, famosos como Julio Iglesias, Mariano Rajoy o el Dúo Dinámico. El 2021 y la pandemia han precipitado el fin de una era
Restaurante Loliña en Carril.
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Existen por lo menos dos motivos que han llevado a la pequeña villa de Carril, en Vilagarcía de Arousa, a destacar en el mapa de la gastronomía gallega: una son sus famosas almejas y la otra, el restaurante Loliña. Carril huele a mar y sabe al Loliña. O más bien, sabía. En lo que respecta al molusco, la ría más grande de Galicia continuará siendo su casa y la bajada de la marea, al menos por ahora, seguirá marcando el tiempo de faena de tantos hombres y mujeres; no pasará lo mismo con el restaurante, que tras 82 largos años de trabajo infatigable ha tenido que bajar la persiana y poner fin a toda una era. 

El Loliña nació en las entrañas de un bar familiar regentado por los abuelos de José María Fresco Bóveda, su último propietario: "el negocio lo fundaron mis abuelos, Maruja y Manuel. Tenían un pequeño bar en Carril que después trasladaron al entorno del restaurante actual. De aquella daban vino, café, y unas pocas comidas", recuerda. El ir y venir de visitantes en el emblemático local empezó a notarse ya pasada la década de los 60, cuando las playas de Vilagarcía de Arousa se llenaron de familias compostelanas que "a su vuelta paraban en Carril a tomar las almejas". Después, "en los años 80 hubo el boom de los berberechos", prosigue Fresco. La vida social empezó a desarrollarse en este punto de la villa, los compradores se amontonaban en la zona del Puerto de Carril, y enfrente, el Loliña se convirtió en el epicentro de todo aquel tránsito de personas y productos. 

Un legado eterno para Carril

José María Fresco Bóveda, último propietario del Loliña. 

Tres generaciones han mantenido viva la esencia del Loliña durante casi un siglo. Antes de José María, su madre Dolores Bóveda, junto a sus tíos, plantaron en el restaurante la semilla de la tradición y el buen cocinar, que les valió el ganarse el título de uno de los primeros Estrella Michelin. "Nuestra filosofía era: buen marisco y una cocina tradicional", afirma Fresco. Los platos que salían de aquellas cocinas se fundamentaban en los productos frescos de la ría, "mariscos y pescados de buena calidad, y los guisos como estandarte". Así, en la carta del establecimiento nunca faltaban los arroces acompañados de sus almejas o rapes, ni tampoco el insigne bogavante con fabas de Lourenzá.

El Loliña fue, junto a Chocolate, uno de los primeros restaurantes de Vilagarcía de Arousa en recibir una Estrella Michelin. Es difícil llegar, pero más difícil es mantenerse, y ellos lograron revalidar su insignia durante 10 años consecutivos, hasta el 2004. "Yo creo que la guía Michelin evolucionó hacia otro tipo de establecimientos. Entonces los clásicos, los tradicionales, se fueron arrinconando para darle más prioridad a la nueva cocina", declara José María. 

Plato del Loliña. Foto: TripAdvisor

Y eso, en parte, sentenció al Loliña. "El problema del mantenimiento a mi modo de ver es el nuevo cliente y luego el precio del producto", asegura. Además, a ojos del propietario, el mundo de la noche terminó de desarbolar a la hostelería, sobre todo a los restaurantes de mantel. "La gente de día mantenía el restaurante y los beneficios, de alguna manera, los tenías por la noche", afirma. Sin estos extras, llegar a fin de mes fuera de la época estival se había convertido en una auténtica odisea para el establecimiento.

La vela del Loliña llevaba ya unos años consumiéndose, pero el viento que terminó por apagarla fue el de un año tan incierto como inestable. El que ha sido uno de los templos de la cocina gallega dio el adiós definitivo el pasado mes de enero. Los tiempos cambian y nadie se salva. Mientras unos se aventuran con nuevos e ilusionantes proyectos, otros desaparecen. "Es ley de vida", sentencia José María. Y razón no le falta, porque el Loliña, a pesar de haberse ganado el cariño de su clientela y el respeto de la profesión, no ha estado exento de los achaques de la evolución constante del sector y de una pandemia que ha terminado de hacer estragos. "El remate final fue el covid y la falta de ayudas. Podía haber alargado un par de años, pero esto nos mató", confirma el propietario. 

Interior del Loliña. Foto: Restaurante Loliña

Ahora se confiesa entre tranquilo y apesadumbrado: "han sido muchos años y aún me duele", pero el poder dedicarse tiempo y disfrutar de la familia le reconforta. "No hay nada como vivir sin horario". Lo mismo pasa con su madre, Dolores, que aceptó la noticia consciente de que "las cosas ya no estaban funcionando como antes". El Loliña prefirió morir de pie que perder su esencia y cambiar su historia para adaptarse a los compases de la nueva gastronomía. Sus fogones no se volverán a encender, pero el recuerdo del templo de Carril seguirá vivo en cada una de las personas que algún día, o algún verano, hicieron del Loliña su propio hogar. 

La alfombra roja de Carril

Puerto de Carril. Foto: Shutterstock

Ya nos explicaba José María Fresco qué "Carril es un sitio al que hay que ir específicamente". Del mismo modo que el Loliña fue durante años parada obligatoria de todos aquellos que querían degustar el verdadero sabor de la ría de Arousa y la cocina gallega. Las puertas del restaurante se abrieron un ciento de veces para recibir a personajes de lo más singulares, desde del vecino de Vilaxoán a la mismísima Familia Real, y siempre sin hacer ningún tipo de alarde o distinción. Todos en el Loliña eran tratados con el mismo cariño y respeto. "Hemos sido siempre muy galantes de la intimidad de nuestros clientes", subraya Fresco. 

En un sólo vistazo a la larga lista de comensales del Loliña, podemos encontrar destacadas figuras del mundo de la política, la cultura, el arte o los negocios, entre otros muchos ámbitos. Urdangarin, Pilar de Borbón, Mario Conde… la letanía continúa. "Mariano Rajoy solía comer aquí muy a menudo, se sentaba en la terraza", rememora José María. También el Dúo Dinámico era uno de los nombres que se repetía en las reservas del restaurante. Y cuentan las malas lenguas que Julio Iglesias se dejó algún hijo perdido en Carril después de una noche de cena en el Loliña. 
A todos ellos, sin importar su nombre o apellido, quiere agradecer el propietario del Loliña el haber formado parte de la aventura gastronómica de esta familia: "En mi nombre, quisiera darle las gracias a todos mis proveedores durante estos años y por supuesto a todos mis clientes, porque sin ellos no habríamos estado nunca". Y lanza un último mensaje: "yo lo que le pediría a la Administración es que nos ayudase. No a mi ya en este caso, pero si a la hostelería, y que empezasen a hacer un verdadero lema de Galicia Calidade".

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