Cien años con Tutankamón: la tumba y la momia que fascinaron al mundo

El 4 de noviembre de 1922, el arqueólogo Howard Carter descubrió el enterramiento casi intacto del misterioso faraón niño. Recorremos sus cámaras, los tesoros y los análisis del cadáver.

Imágenes del universo de Tutankamón Imágenes del universo de Tutankamón
Textos e investigación
Diseño y maquetación

Todo lo que rodea a Tutankamón es sinónimo de fascinación: su enigmática muerte, los miles de tesoros con los que fue enterrado para alcanzar el más allá, una momia ennegrecida, la estela de una supuesta maldición… El misterioso rey menor de la Dinastía XVIII se ha convertido en estos 100 años en el monarca más famoso del Antiguo Egipto. Pero el faraón niño desborda los límites de la egiptología: sentó el procedimiento científico sobre cómo excavar una tumba y conservar los objetos y sus materiales —Howard Carter, su descubridor, entendió desde el primer momento la magnitud del hallazgo y reunió un equipo con los mejores especialistas—, desempeñó un importante papel en los cambios políticos que afectaron al país del Nilo en el siglo XX y propició leyes que frenarían el tráfico de antigüedades. Fue un terremoto histórico de enormes consecuencias que todavía no ha terminado.

Luxor, Egipto

¿Quién fue
Tutankamón?

En su templo funerario en la ciudad sagrada de Abydos, Seti I ordenó inscribir una de las paredes con los nombres de todos los faraones que le habían precedido para reforzar su linaje augusto. La lista, sin embargo, contenía varias omisiones intencionadas, de reyes que habían gobernado solo unas décadas antes. Akenatón, el hereje que instauró el monoteísmo y fundó una nueva capital en medio del desierto, Amarna, no aparecía. Tampoco hubo mención alguna a su hijo Tutankamón, el faraón niño —ocupó el trono a los diez años y murió con 19, hacia 1324 a.C.—, relacionado con la revolución religiosa de su padre.

árbol genealógico árbol genealógico

Nieto de Amenhotep III, el gran constructor, y la reina Tiye, Tutankamón no era el vástago de la pareja real —Akenatón y Nefertiti—. La identidad de su madre es un misterio, aunque se cree que sería la hermana del propio soberano. Casado con su hermanastra legítima, Anjesenamón, el faraón niño fue un joven guerrero que disfrutaba con las jornadas de caza y, a pesar de haber restaurado el culto al resto de dioses, había intentado ser borrado de la historia. Gracias al descubrimiento de su tumba prácticamente intacta, Tutankamón es hoy en día es el gobernante más popular de la civilización faraónica.

El Valle
de los Reyes

Hacia el año 1.500 a.C., los antiguos egipcios habían concluido que las pirámides eran la señal que indicaba a los ladrones dónde buscar los tesoros más lujosos de sus gobernantes. La solución al problema la encontró Ineni, un arquitecto del faraón Tutmosis I, antepasado de Tutankamón. Escogió un lugar remoto, árido e inhóspito, sin agua y con temperaturas superiores a 50ºC, cerca de Luxor, la capital del Imperio Nuevo, para enterrar a su monarca de forma secreta en una tumba excavada en la roca de los escarpados acantilados. Fue el primero de los 64 enterramientos documentados hasta ahora en una necrópolis, el Valle de los Reyes, que albergaría las momias de la realeza de las dinastías XVIII, XIX y XX.

Mapa del valle de los reyes y todas sus tumbas Mapa del valle de los reyes y todas sus tumbas

La Tumba
de Tutankamón

Nadie sabía nada de Tutankamón a finales del siglo XIX. La primera pista sobre su presencia en el Valle de los Reyes apareció en 1907. Theodore Davis, un abogado y empresario estadounidense que durante sus excavaciones en la necrópolis encontró más de una docena de tumbas, entre ellas una espectacular, la de los bisabuelos maternos de Tutankamón, dio de forma casual con los restos del material utilizado para momificar al faraón niño —vendas que llevaban su nombre— y de la última comida realizada en su honor. En 1909, Davis halló un pequeño enterramiento inacabado con un ushabti, una figurita de los sirvientes que acompañaban a los muertos en el viaje al más allá, con otra mención a Tutankamón. Concluyó que esa era su tumba saqueada.

Pero su antiguo ayudante, el británico Howard Carter, cuyos primeros encuentros con el Antiguo Egipto consistieron en copiar inscripciones e imágenes de los sitios funerarios, estaba convencido de que no era así. Logró el apoyo de un pudiente patrón, George Edward Stanhope, el quinto conde de Carnarvon, y la concesión para emprender nuevas excavaciones. El proyecto del arqueólogo se retrasó hasta el desenlace de la Gran Guerra. Tras tres años estériles de búsqueda, la última campaña se programó para finales de 1922. El día 4 de noviembre, uno de los trabajadores egipcios descubrió un escalón tallado en la roca madre del valle. Carter sabía que había encontrado la tumba de un rey, la que sería llamada KV-62, pero no de cuál. Su equipo y él tardarían diez años en documentar los más de 5.300 objetos enterrados con Tutankamón.

Antecámara y Anexo

Cuando Carter y Carnarvon entraron por primera vez en la tumba vieron que entre los escombros se abría un estrecho camino: los ladrones antiguos ya habían estado ahí, y al menos en dos ocasiones —en un primer momento buscaron pequeñas joyas de oro, como anillos, pero fueron interceptados, y después vaciaron los preciados ungüentos y el aceite de las vasijas de alabastro—. El sitio, no obstante, se había vuelto a sellar y destaba virtualmente intacto. La Antecámara, una sala rectangular de 7,86 x 3,55 metros, apareció atestada con más de 600 objetos, como tres grandes lechos dorados con cabezas de animales que habrían sido utilizados durante el ritual de momificación del difunto. Detrás de la pared oeste, sellada, había otra pequeña habitación (4,35 x 2,6m), el Anexo. Mucho más desordenada, contenía la bodega del faraón, con una treintena de recipientes de vino inscritos con la añada o el nombre del vinicultor.

Los carros
Hasta el hallazgo de Tutankamón, solo se habían descubierto dos carros en todo Egipto. Su tumba escondía seis desmontados. Hechos de dos tipos de madera y decorados con chapa de oro y escenas bélicas, cuatro son militares, aunque probablemente nunca fueron usados en batalla, y los otros dos, “carros de Estado”, para ceremonias.

El trono dorado
Una de las piezas más espectaculares, de madera, cubierta con láminas de oro y decorada con piedras semipreciosas y cristal coloreado. El nombre del faraón aparece como “Tutankatén” en uno de los lados: así fue llamado originalmente hasta que revirtió la reforma religiosa de su padre.

Cámara del Tesoro

En esta estancia (4,75 x 3,83m) se encontró una tragedia inesperada. Entre la multitud de objetos funerarios, como los 413 ushebti o varias maquetas de barcos para navegar hacia el más allá, y de uso cotidiano —ropa, armas, juegos de mesa, instrumentos musicales—, Carter y su equipo descubrieron una caja con dos pequeñísimos sarcófagos de madera antropomorfos. En su interior había dos fetos femeninos de cinco y siete meses, probablemente los abortos de la esposa del faraón, Anjesenamón.

Escultura de Anubis
El dios del Inframundo y la momificación, que actuaba como protector de la momia en su viaje hacia la inmortalidad, está representado en forma de chacal.

Capilla canópica
Para Carter, este fue “el monumento más hermoso que nunca había visto”. En cada esquina están representadas las diosas Isis, Neftis, Neit y Selket con los brazos extendidos. Su misión consistía en proteger los órganos momificados —hígado, estómago, intestinos y pulmones— de Tutankamón, envueltos en lino dentro de cuatro ataúdes de oro en miniatura, introducidos a su vez en un cofre de alabastro con cuatro bustos del faraón.

Cámara Funeraria

En la pared norte de la Antecámara había dos estatuas del mismo tamaño que la momia —en torno a 1,67 metros— que protegían el acceso a la cámara funeraria. El muro no se derribó hasta febrero de 1923. Al entrar, emergió una estancia (6,4 x 4,14m) con otros trescientos objetos y cuatro grandes capillas, un sarcófago y tres ataúdes que protegían el cuerpo del rey.

Desmontar el cuádruple templete —por un error de cálculo de los constructores, las puertas se abrían hacia el este, cuando los egipcios creían que el más allá estaba en el oeste—fue una difícil operación que llevó tres meses. Además, esta es la única sala de toda la tumba con decoración: imágenes del Libro de los Muertos, del ritual de apertura de la boca o del propio faraón entre deidades.

Capillas

Hechas de madera, inscritas con jeroglíficos y figuras de los dioses Isis, Osiris y Neftis, y cubiertas con una lámina de oro. Articulan una narración sobre las creencias religiosas del Antiguo Egipto y el proceso hacia la resurrección del difunto.

máscara Tutankamón

Sarcófago

Fue tallado de un solo bloque de cuarcita amarilla y con hermosas imágenes protectoras en las esquinas de las diosas Isis, Neftis, Neit y Selket, a quienes se les añadieron las alas posteriormente, además de otros textos religiosos.

Primer ataúd

Estaba hecho de madera dorada y representaba al faraón con los brazos cruzados sobre el pecho y sosteniendo el mayal y el cayado, insignias de la autoridad faraónica. La tapa contaba con cuatro manijas plateadas para facilitar su apertura. Mide 223,5 cm de largo, 83,8 cm en su punto más ancho y 105,5 cm en el más alto.

Segundo ataúd

Féretro antropomorfo de madera dorada con incrustaciones de piedras de vidrio y gemas de colores. Tenía coronas florales en el interior que simbolizaban la victoria del difunto sobre la muerte cuando resucitase en el más allá. De unos dos metros, contaba con un dispositivo antirrobo que dificultó a Carter y su equipo su apertura.

Tercer ataúd

Un hallazgo impresionante: 110 kilos de oro macizo y la momia intacta de un faraón de 3.000 años atrás. “Aquí, por fin, estaba todo lo que quedaba del joven faraón, hasta entonces poco más para nosotros que la sombra de un nombre”, escribiría el británico.

Máscara

Probablemente el objeto más representativo de Tutankamón con 54 centímetros de altura y 11 kilos de oro y lapislázuli.

Contaba con un uraeus (cobra sagrada) y un buitre adornando su frente y una barba postiza de oro y pasta de vidrio. Los ojos del rey se elaboraron con cuarzo y obsidiana.

máscara Tutankamón

La momia

Portaba 143 objetos repartidos entre las prendas del sudario y que buscaban proteger el cadáver frente a la acción de fuerzas oscuras. Entre los collares, brazaletes y anillos de oro y piedras semipreciosas o pectorales destacaba un escarabajo alado, símbolo de la existencia permanente, de un vidrio muy especial.

¿Estaba hecha la
tumba para Tutankamón?

La tradición egipcia dictaba que el cuerpo del difunto debía de ser depositado en la tumba unos 70 días después de su muerte. Era un tiempo insuficiente para preparar toda la panoplia funeraria del faraón niño. Su sarcófago estaba claramente inacabado y, en base a los elementos artísticos amarnienses, perteneció a algún personaje real previo, puede que a su hermanastro Semenkara, que gobernó en torno a un año antes. El egiptólogo británico Nicholas Reeves lleva años defendiendo que la tumba de Tutankamón fue concebida originalmente para Nefertiti y que se trata tan solo de la sección exterior del enterramiento mucho más grande de su madrastra.

La momia

Durante el ritual de enterramiento, los embalsamadores aplicaron resinas y ungüentos sobre el ataúd de oro y el propio cadáver de Tutankamón. Los líquidos provocaron una reacción química, un proceso de combustión espontánea, que ennegreció la momia y la pegó a la caja —la máscara, por ejemplo, tuvo que ser extraída utilizando cuchillos calientes para ablandar los aceites—. A pesar de su mal estado de conservación, el faraón niño siguió deslumbrando con más tesoros únicos: pulseras, anillos y unas sandalias de oro, una daga forjada con hierro extraído de un meteorito…

El encargado de efectuar la primera exploración anatómica del cadáver real fue Douglas Derry, profesor de anatomía en la Universidad de El Cairo que nunca llegó a publicar un informe sobre su trabajo. Las momias, en aquel momento, no tenían valor, lo que explica el pésimo tratamiento que recibió la del faraón niño. Desarticuló sus brazos y piernas y, en un acto final de desesperación, la cortó a la mitad a la altura de la tercera vértebra lumbar para despegarla y retirarla por partes del féretro.

esqueleto de la momia
1925
Autopsia
esqueleto de la momia
1968
Radiografías
esqueleto de la momia
2005
Tomografía computarizada
esqueleto de la momia
2010
ADN
momia
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1.Dentadura
Se le practicó una incisión en la barbilla para observar los molares. La reciente erupción de las muelas del juicio superiores e inferiores confirmó el momento de la muerte entre los 18-19 años.

2.Unión del fémur y rodilla
Derry observó que el fémur no estaba todavía completamente unido a la cadera y a la rodilla. ¿Edad aproximada de Tutankamón? Menor de 20 y mayor de 18.

momia
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1.¿Golpe en el cráneo?
La radiografía de la cabeza mostró una anomalía: una densidad en la base del cráneo que podría indicar un golpe. Sin embargo, se trataba de un fragmento de hueso, una vértebra, que seguramente acabó ahí durante las manipulaciones que hicieron Derry y Carter del cuerpo.

2.Tórax Las imágenes con rayos X obtenidas por el equipo del anatomista R. G. Harrison en la misma tumba, donde se conservaba la momia desde su primer estudio, desvelaron que le faltaba el esternón y varias costillas, un daño probablemente postmortem

momia
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1.Fractura en el fémur
Las pruebas dirigidas por Zahi Hawass y Sahar Saleem revelaron una fractura en el fémur, descartaron el golpe en la cabeza y confirmaron la muerte a los 19 años.

2.Pie zambo
También presentaba una deformidad en el pie izquierdo: nació sin el hueso medial del segundo dedo. Algunos investigadores apuntaron que sufría la enfermedad ósea de Köhler y que el rey cojeaba —en la tumba había 130 bastones y una imagen de Tutankamón apoyándose sobre uno de ellos—.

momia
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1.Familia de Tutankamón
Hawass y su equipo realizaron un estudio genético para descifrar el árbol genealógico de Tutankamón. Los resultados confirmaron que Akenatón, la enigmática momia de la KV-55, era su padre, y la hermana del faraón hereje, la dama joven de la KV-35, la madre.

2.Malaria
Se descubrió que Tutankamón había sufrido malaria varias veces, y en particular la peor de todas ellas. No obstante, prestigiosos investigadores han puesto en duda tanto los resultados como la metodología del estudio.

Muerte de Tutankamón

En torno a la prematura muerte de Tutankamón ha habido multitud de especulaciones. ¿Falleció por una enfermedad, un traumatismo, un trastorno metabólico, un tumor o por la suma de varios de estos factores? Tras sus análisis, los investigadores del Proyecto Momia Egipcia han dibujado a un faraón niño frágil, cojo, debilitado por los ataques de malaria y con un sistema inmunológico débil. La fractura en el fémur se la habría realizado durante un accidente de carro —no solo le gustaba cazar, también ser representado como guerrero, como muestran su armadura, hecha de unas cuatro mil escamas de cuero, los 32 arcos y las 400 flechas con las que fue enterrado— y, aunque no habría sido fatal, la herida pudo haber provocado una infección, embolia pulmonar o embolia grasa.

La teoría del asesinato parece descartada: la tomografía computarizada mostró que Tutankamón no había sido golpeado en la cabeza. No obstante, existe una carta de su viuda, Anjesenamón, a un príncipe hitita, el tradicional enemigo de los egipcios, diciendo que tiene miedo —¿a qué?— y que no debe casarse con uno de sus “sirvientes”. Según las fuentes históricas, la reina consorte se casó con Ay, consejero de Tutankamón, y ahí se borró el rastro. La más rocambolesca de todas las propuestas enlaza con las costillas que le faltan al cadáver: el feroz golpe de un hipopótamo habría matado al faraón niño.

La ¿maldición?

Al término de la primera campaña de excavación, los resultados eran magníficos. Pero de repente se produjo una desgracia fortuita. Todavía en Luxor, lord Carnarvon sufrió la picadura de un mosquito. Cuando volvió a El Cairo para preparar su regreso a Inglaterra, el picotazo se infectó y el aristócrata murió el 5 de abril de 1923. En los años inmediatos, se encadenaron varios fallecimientos de personas relacionadas con la tumba. La prensa sensacionalista —y figuras como Arthur Conan Doyle— abrazaron la idea de que la profanación del lugar liberó una supuesta maldición.

Aunque la verdadera maldición, como señala el egiptólogo Bob Brier, parece haber caído sobre quienes se embarcaron en la misión de investigar la momia: Douglas Derry nunca publicó su estudio anatómico, R. G. Harrison murió un año después de radiografiar el cadáver sin llegar a terminar su informe detallado; el dentista James Harris nunca pudo dar a conocer su análisis sobre la dentadura del faraón niño… Y hoy un siglo después del extraordinario hallazgo, nadie sabe con certeza de qué murió Tutankamón.

Nombre de Tutankamón

Nombre de Tutankamón traducido del egipcio Nombre de Tutankamón traducido del egipcio