Las crisis de estos dos últimos años han demostrado la dependencia europea del resto del mundo. Primero, el brote de Covid-19 reveló cuán en deuda estamos con las cadenas de suministro globales para el aprovisionamiento de bienes clave, como los equipos de protección personal y los suministros médicos.

El estallido de la guerra en Ucrania ha evidenciado la dependencia energética de Europa. Nuestra vinculación con Rusia ha colocado a la Unión Europea en una posición difícil y ha obligado a nuestros líderes políticos a hacer frente al hecho de que todavía queda mucho trabajo por hacer para mejorar nuestra resiliencia en el futuro.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, durante el último Consejo Europeo. UE

Pero la dependencia no es mala per se. Durante la pandemia, la diversificación de los socios comerciales permitió a Europa superar los principales cuellos de botella en la oferta, lo que llevó a algunos expertos a argumentar que la globalización, en realidad, vino al rescate del continente.

La dependencia de las importaciones de energía de Rusia tampoco debe verse bajo una luz totalmente negativa, dada la influencia que tiene en el Kremlin y su presupuesto de guerra.

Los problemas surgen, sin embargo, cuando la dependencia mutua es asimétrica en nuestra contra. Es preocupante, por ejemplo, que algunos Estados miembros dependan excesivamente de terceros países para la entrega de determinados bienes o productos básicos. O que Europa dependa demasiado de aliados extraeuropeos para su seguridad.

La soberanía europea implica ser capaces de gestionar dependencias complejas en cuestiones clave, como la seguridad, el comercio, el clima o la salud.

"El objetivo es construir una Europa más fuerte con alianzas fiables, abierta y resiliente, y que adopte algunas protecciones estratégicas sin caer en el proteccionismo"

Los acontecimientos de estos dos años han reafirmado la necesidad de una acción colectiva, al tiempo que han expuesto la vaguedad y la superficialidad del debate del continente sobre la soberanía europea. 

Esta es la razón por la que el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) ha lanzado un Índice de Soberanía Europea que evalúa el desempeño y los compromisos de cada Estado miembro de la UE en diversos terrenos, como el clima, la defensa, la economía, la salud, la migración y la tecnología, y que detalla dónde pueden mejorar estos en beneficio de sus ciudadanos y de la comunidad europea en general.

El objetivo es construir una Europa más fuerte con alianzas fiables, abierta y resiliente, y que adopte algunas protecciones estratégicas sin caer en el proteccionismo. Una Europa que asuma su liderazgo en la escena mundial, unida en lo que cree y con la confianza necesaria para defender sus ideas frente a sus socios internacionales.

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Pero, para tener éxito, la UE necesita que todos los Estados miembros contribuyan con su parte justa y dejar de mirar a Europa a través de prismas nacionales.

Basta con tomar a Hungría como ejemplo. Según el Índice del ECFR, Hungría tiene el segundo nivel de contribución a la política económica más bajo de la UE, en gran parte debido a su excesiva dependencia del comercio y la inversión de Rusia y China, así como por su complacencia con el lobbismo extranjero.

Hungría es el Estado de la UE que más depende de las exportaciones de gas rusas (con un suministro que representa el 25% de su consumo total de energía). Como hemos visto durante las últimas semanas, es también quien está impidiendo una respuesta europea efectiva a la invasión rusa de Ucrania.

Pero saber cómo se desempeña cada uno de los 27 Estados miembro de la UE explica sólo la mitad de la historia. La otra mitad tiene que ver con el panorama general. Es decir, ¿en qué medida está cumpliendo la UE en los diferentes ámbitos?

"La soberanía europea es 'buena' en salud y economía, pero sólo 'satisfactoria' en defensa, clima y migración, y 'pobre' en tecnología"

En este sentido, los resultados para la UE son agridulces. Descubrimos que, como bloque, la soberanía europea es "buena" en salud y economía, pero sólo "satisfactoria" en defensa, clima y migración, y "pobre" en tecnología.

El diferencial, es decir la diferencia entre el país con mejor y peor desempeño, es más alto en defensa. Algunos países sobresalen (Francia) o tienen un buen desempeño (Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica), mientras que otros están fallando (Irlanda, Hungría, Malta).

La dispersión es menor en migración, un área en la que casi todos los países obtienen sólo una calificación "satisfactoria" o "pobre". Esto demuestra los fracasos colectivos del bloque para actuar en algunos temas.

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Liderando el grupo de la política están Francia, Alemania, los Países Bajos, Suecia y Dinamarca. Hungría y Bulgaria, sin embargo, están fallando. No sólo en terrenos específicos, sino también en su resultado promedio.

Sabemos que Europa tiene la capacidad de hacer frente a los desafíos globales causados y de formar parte del nuevo orden mundial. Pero para lograr esto, los Estados miembros de la UE deben reducir sus vulnerabilidades y ampliar constantemente su capacidad para actuar conjuntamente.

Esperemos que los resultados del Índice de Soberanía Europea puedan ser un punto de partida para examinar honestamente las capacidades y las potencialidades nacionales, y, a su vez, transformar las deficiencias de la UE en oportunidades de crecimiento.

*** Pawel Zerka es investigador de políticas públicas del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) y parte del proyecto Reshape: Global Europe de la Stiftung Mercator.

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