Si tienes 40 años o más; si tienes hijos adolescentes o en su primera juventud; si crees que los días se escapan más que se suceden; si hay más detrás que lo que (apenas) se vislumbra delante, entonces tienes que leer a Kallifatides.

En particular, su historia mayúscula de cuando, recientemente, viajó desde su país de adopción, Suecia, donde ha pasado las últimas cinco décadas, al de nacimiento, Grecia, de donde se fue con 26 años. Otra vida por vivir (Galaxia Gutenberg, 2019) supone la más brillante gestión de la añoranza que yo he visto en mucho tiempo. Posiblemente, en todo el tiempo. 

No es azucarado, aunque suda dulzura. No es estúpido, aunque aborda sentimientos y emociones ante las cuales a veces muchos nos hemos sentido idiotas. El librito de 150 páginas que relata este viaje al interior del escritor rebosa inteligencia y humor; ternura y sabiduría. Esas cuatro cosas que tanto urgen, y que tan fácilmente se dilapidan.

Sobrepasados los 80 años, cuando parece que se escapa la vida entre los dedos, Theodor Kallifatides la atrapa al vuelo, justo antes de desvanecerse, y te la muestra. Para que sepas que tú también puedes hacer lo mismo. Que cuando te aturda el paso del tiempo como lo hace el martillo imaginario que golpea cada segundo, aunque a menudo ni lo sientas, aún hay que seguir guerreando contra las fatalidades inherentes al propio ejercicio de existir.

"Qué tonelaje de experiencia es preciso acumular para poder mirar al pasado sabiendo que, en realidad, somos tan poco"

Por la dignidad personal; por ser lo mejor que uno pueda ser; por valorar lo que es importante e ignorar lo superfluo; por dejar que se vayan los días, incluso que desaparezca poco a poco el talento, o el hábito, o las capacidades, y que aún así el proceso pueda convertirse en interesante. O, al menos, que, por ello, por la abusiva fragilidad de la supervivencia, no nos inunde la desolación cuando llega la tarde.

Qué extraño puede ser vivir entre dos culturas tan distintas como la escandinava y la mediterránea; qué singular debe de ser deslizarte por un frenético tobogán lingüístico. Qué tonelaje de experiencia es preciso acumular para poder mirar al pasado sabiendo que, en realidad, somos tan poco. Nada, de hecho. Que ya, casi, ni siquiera estamos. Que dentro de poco no habrá ni alguien que nos recuerde. 

Pero es precisamente entonces cuando el mientras tanto cobra importancia. Cuando el viaje de Kallifatides se vuelve forzoso. El del regreso a quien se ha sido, a quien se fue. El de la vuelta atrás. El éxodo, en su caso, también geográfico y cultural, hacia uno mismo; hacia la esencia. Esa que, tan a menudo, nos permitimos perder por el deterioro imparable de los días

No te pierdas el trayecto de Kallifatides. Es el mismo que el tuyo o el mío. Sólo que él nos deja ver la vulnerabilidad de sus huellas, y así se iluminan las nuestras, para auge fugaz de todos los que nos enamoramos al leerlas. 

*** Ángel F. Fermoselle es escritor.

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