Días antes de que el presidente Donald Trump realizara su primera intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el ex secretario general, Kofi Annan, describió el mundo como “un lugar desordenado” donde la desafección de las personas hacia sus gobiernos ha influido en las recientes elecciones y podría provocar “divisiones en el seno de la ONU”.

En el pasado reciente, dijo, los líderes mundiales “trabajaron juntos” y se dieron cuenta de que la cooperación transfronteriza era la única forma para resolver las crisis. “Pero hoy tenemos muchos hombres pequeños en lugares grandes y no siempre parecen entender el riesgo en el que estamos”. “Todo lo que se necesita es un error de cálculo y puede ocurrir cualquier cosa”, advirtió.

Annan hizo estas declaraciones durante una ronda de preguntas en el Palacio presidencial de Atenas. La sesión formaba parte del Foro de la Democracia de Atenas, convocado por quinto año consecutivo por The New York Times. El evento, que reúne a líderes mundiales para analizar asuntos internacionales, fue respaldado por el secretario general de la ONU, António Guterres.

Annan, secretario general de la organización entre 1997 y 2005, evocó la caída del Muro de Berlín en 1989. “De repente, con el final de la Guerra Fría, la ONU pudo hacer aquello para lo que se constituyó, sin que un país vetara a otro”, apuntó. “Hoy, parece que hemos vuelto al punto en que estábamos en 1989”.

La efectividad de las instituciones globales se ha convertido en tema de debate tras dos votaciones decisivas realizadas en 2016. Una fue el referéndum británico sobre su permanencia en la Unión Europea. El otro, la elección del presidente Trump, que en diciembre describió a la ONU como “un club para que la gente quede, hable y lo pase bien”. Trump ha sido crítico tanto con la ONU como con la OTAN por ser costosas e inefectivas.

También durante la conferencia, que tuvo lugar entre el 13 y el 17 de septiembre, el ex primer ministro de Australia, Kevin Rudd, hizo algunas advertencias sobre el futuro de la ONU. Rudd, que ahora preside el Asia Society Policy Institute en Nueva York, es el autor de un informe publicado en agosto de 2016 que apunta a los problemas de una organización con siete décadas de vida, y cuestiona si hoy es “adecuada para su finalidad”.

Durante el foro, Rudd afirmó que las organizaciones internacionales están siendo cuestionadas porque “no cumplen”. Señaló que la ONU tiene que cumplir sus metas de Desarrollo Sostenible -los 17 objetivos que luchan contra la pobreza, la desigualdad, promueven la paz y protegen el medio ambiente- o afrontar “una bomba de relojería para la legitimidad de su sistema”.

“A medida que los Estados perciben cada vez más a la ONU como inefectiva, se produce un círculo vicioso: aportan menos fondos y dan menos apoyo político”, advirtió. “Lo que me preocupa es una muerte lenta. No va a desaparecer mañana, pero a menos que revirtamos la situación, veremos cómo se dirige lentamente hacia los márgenes de la irrelevancia global”.

No todo el mundo en la conferencia compartió su visión. Amina Mohamed, ministro de Asuntos Exteriores y Comercio Internacional de Kenia, defendió a la ONU. Según la ministra, las organizaciones internacionales “no son el problema per se. El problema somos nosotros, los Estados miembro, porque estas organizaciones solo pueden llegar hasta donde les permitimos”.

Mohamed enumeró todas las formas en las que considera que la ONU ha ayudado al mundo: erradicar la piratería en el Cuerno de África, frenar la pandemia de gripe aviar y la propagación del virus del ébola. Sin multilateralismo, afirmó , ninguno de los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo se resolvería.

Un desafío afronta, ciertamente, la Unión Europea ahora que se prepara para despedir a uno de sus 28 miembros. Después del referéndum británico del año pasado, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, afirmó que la UE estaba, “al menos en parte, en una crisis existencial”. En marzo publicó un borrador de propuestas para el futuro que implicaba tanto reforzar la integración como reducirla.

En uno de sus discursos recientes, Juncker sonaba mucho más optimista. Aseguró que el viento “volvía a las velas europeas”, con el crecimiento de la UE sobrepasando el de Estados Unidos durante los últimos dos años, y abogó por una unión incluso más estrecha.

Aun así, las críticas hacia la UE continúan, especialmente en Reino Unido, incluso por parte de aquellos que votaron por seguir siendo parte del bloque.

“De todas las democracias en el mundo, la UE es el escenario donde la soberanía está más diluida”, dijo Paul Mason, un periodista y realizador británico miembro del Partido Laborista. “La acción del gobierno está severamente restringida por aquello que la UE le permite hacer”.

Mason, que estaba en Grecia para participar en el festival Democracy & Film Weekend en Costa Navarino, que tiene lugar durante los días del foro, dijo que “el principal problema” de la UE es que "ha consagrado la doctrina neoliberal” y la austeridad en sus prácticas en un momento en que “estamos ante la crisis financiera y económica más grave que jamás hayamos afrontado”.

La solución, apuntó, pasaría por que la UE tuviera un sistema de “membresía de varios niveles” que permitiera a algunos países estar más integrados que otros. De esta manera, la UE podría “lograr lo que claramente está perdiendo: el consentimiento”. 

La UE tuvo sus defensores en Atenas; la principal, la ministra de Exteriores de Suecia, Margot Wallstrom, que estuvo una década en Bruselas como comisaria de Medio Ambiente y después como vicepresidenta de la Comisión responsable de las relaciones institucionales y la estrategia de comunicación. Según dijo, la UE tiene problemas de comunicación. “Todavía hay mucha distancia entre la ciudadanía en general y los ministros y parlamentarios que toman las decisiones”, admitió, agregando que la UE es “un proyecto político elitista”. 

Pero, en última instancia, dijo Wallstrom, la UE es “un fantástico proyecto de paz” en el que los ministros y legisladores de 28 países se reúnen cada mes, se ponen de acuerdo y convierten sus decisiones en legislación nacional.

Añadió que la seguridad europea “puede y debe servir como ejemplo para Asia en este momento”, ahora que Corea del Norte, Japón, Corea del Sur, China y otros países en la región “tienen entre sus principales preocupaciones la seguridad”. 

El resentimiento hacia la UE es grande en el país que actuó como anfitrión de la conferencia. Grecia atraviesa un doloroso período de austeridad económica después de los sucesivos rescates de la UE y del Fondo Monetario Internacional. Una encuesta de Pew Research Center apunta que un 65% de los griegos encuestados tenía un punto de vista desfavorable de la UE y un 89% considera que Alemania tiene demasiada influencia en la toma de decisiones. 

El alcalde de Atenas, Giorgos Kaminis no está de acuerdo. “Sin la UE estaríamos perdidos”, aseguró en una entrevista, recordando los rescates guiados por la UE.

Kaminis, que recientemente ha anunciado su candidatura para liderar un nuevo partido de centro-izquierda en Grecia, señaló que en el mundo de hoy en día los países más grandes como China, Rusia y Estados Unidos están ganando “incluso más importancia”. “Imagina cómo de pequeños seríamos si fuéramos Estados aislados”, subrayó. “Lo que necesitamos es una Unión Europea muy sólida”.

*** Farah Nayeri, escritora y especialista en temas culturales, reside en Londres y escribe habitualmente para 'The New York Times'.

© 2017 Farah Nayeri. Distributed by The New York Times News Service & Syndicate.

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