Para despedir a Almudena Grandes quizás debiera hablar primero de mi madre, de nombre Almudena y nacida unos meses después que la escritora madrileña. Almudena, mi progenitora, siempre se ha sentido muy identificada con sus escritos. De Las edades de Lulú a Los besos en el pan pasando por Malena es nombre de tango, Almudena leyó con devoción todo lo de Almudena.

Cuando en 1989 la novelista debutó con esa exquisitez erótica que es Las edades de Lulú, ganando el premio La sonrisa vertical, mi madre estaba embarazada de mi hermana, a la que, cómo no, dio el bendito nombre de Almudena. Un servidor vino al mundo en 1991 cuando se publica el segundo libro de Grandes, Te llamaré Viernes. A mí me bautizó mi padre: que, si no, vete a saber si esta pieza no la firma un tal Viernes López Sampalo. Sin ir muy lejos, tuve un compañero de clase llamado Antonio Jueves, nacido un miércoles, cuyo papá era un fiel seguidor de G.K. Chesterton.

Es vox populi que la autora de Atlas de geografía humana veraneaba en Rota junto al clan homónimo, entre los que se encontraban los poetas gaditanos Felipe Benítez Reyes, Juan José Téllez y Javier Ruibal. Allí, en la Costa de la Luz, en los márgenes de mi Cádiz, ambientó Almudena alguna de sus novelas y relatos, siendo sin duda la más destacada Los aires difíciles: dos extraños, el mes de agosto y una playa gaditana. El poniente y el levante peleándose como en la famosa copla escrita por Antonio Burgos y musicada por Antonio Martín.

No quiero pasar por alto otro vínculo que me une con Almudena Grandes: Granada. Acaso mi tierra de nacencia y el hogar paterno. Casada con Luis García Montero, bardo zocato, quien más de una vez ha hecho pública su afición por el Granada Club de Fútbol (el único vicio confesable, junto con el anís, de este plumilla): "La camiseta del Granada ‒escribe Montero‒ está pegada como una segunda piel a la historia de mi vida. La hierba de Los Cármenes sobre el que han jugado también los años, el amor, la amistad, la enfermedad, la muerte y la literatura".

Ese amor de las dedicatorias, ay. "A Luis, que entró en mi vida y cambió el argumento de esta novela. Y el argumento de mi vida", escribió Grandes en 1998.

Personalmente, considero El corazón helado su Mulhacén literario. Un novelón (perdonen la vulgaridad) con la que me inicié como lector. Probablemente, con Soldados de Salamina, de Javier Cercas, la mejor historia ficcionada de la Guerra Civil escrita en el siglo XXI. Me recuerdo dosificándome (cada noche, de 50 en 50) las casi mil páginas del libro de resonancias machadianas para alargar y saborear la cautivadora narración.

Que el cementerio y la patrona de tu ciudad lleven tu nombre es una manera cálida, se diría que familiar, de cruzar esa puerta a lo eternamente desconocido. Descanse en paz, Almudena Grandes. 

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