De modo inesperado, una buena mañana, ocurre algo que cambia la vida de una persona o de millones de ciudadanos de un país. Es lo que ocurrió el pasado domingo en Cuba.

Hace meses se inició un proyecto de unión de grupos disidentes en Cuba y otro movimiento de coordinación de los activos e influyentes grupos políticos anticastristas del exilio. Era y es el movimiento más importante de la oposición a la dictadura desde 1960.

Pendientes de fijar la fecha de la reunión de ambos sectores de la oposición en el interior y en el exilio, y de acordar las medidas de cambio y de reforma pacífica para el futuro de Cuba, ellos mismos se han visto sorprendidos por un movimiento espontáneo e inesperado.

El régimen dictatorial de los Castro ha sido un sistema parasitario durante 60 años. Primero explotó las riquezas de la isla y los ahorros de millones de cubanos (medio millón de ellos, por cierto, españoles o de origen español). Después, Fidel Castro se las arregló para timar y explotar a los rusos durante 30 años.

Aprovechando la bobería y el buenismo socialista y democristiano europeo, Fidel Castro se especializó en estafar al Club de París, de quien consiguió la condonación de su deuda de miles de millones de dólares. España fue el principal primo de la operación a costa de los contribuyentes.

La gran esperanza del régimen cubano era un cambio del presidente Joe Biden respecto a las restricciones impuestas por el presidente Donald Trump, algo que no se ha producido finalmente.

El buenismo del presidente Barack Obama no había alterado lo más mínimo las condiciones de vida y libertad de los cubanos. Tampoco logró que se abordaran reformas. Con este argumento, Biden anunció en su visita a Florida de febrero de 2021 que había decidido mantener las limitaciones republicanas al Gobierno cubano.  

La condición de Florida de estado bisagra en las contiendas electorales estadounidenses y la influencia de los senadores Bob Menéndez y Marcos Rubio paró las tendencias entreguistas y favorables al régimen cubano de la nueva Administración demócrata.

El mensaje castrista desde el pasado domingo es que los disturbios están motivados por causas económicas y sanitarias derivadas del embargo estadounidense. Esa línea de comunicación es fielmente seguida por la prensa amiga estadounidense del New York Times y el USA Today. También por los medios españoles afines al Gobierno socialista. 

Lo que desmonta ese mensaje son los vídeos en los que los cubanos, hartos de mentiras y opresión, piden libertad. El presidente Biden se ha puesto a la cabeza de la manifestación pidiendo respeto para los manifestantes pacíficos "a los que el Gobierno cubano debe oír". 

España ni está ni se la espera. Pedro Sánchez permanece callado como una tumba, pero los españoles tenemos el deber moral de apoyar al pueblo cubano en sus ansias de libertad y democracia. Los Gobiernos cómplices socialistas españoles, los de José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, y también el del melifluo Mariano Rajoy, han conseguido que España pierda el prestigio moral que le quedaba en 2004 al no apostar inequívocamente a favor de la libertad y la democracia en Cuba.

Las imágenes que los manifestantes cubanos y los periodistas han grabado en cientos de vídeos, publicados en las redes sociales, reflejan una población joven de estudiantes, trabajadores, mujeres y desempleados que no pueden ser acusados ni de batistianos, ni de burgueses, ni de capitalistas. 

El presidente Miguel Díaz-Canel tiene un problema. Frente al pueblo cubano que pide libertad, instiga a los fanáticos miembros de las CDR (Comités de Defensa de la Revolución) a enfrentarse con los manifestantes porque la calle sólo es "propiedad de la revolución".

La realidad es que Díaz-Canel no es más que un mascarón de proa designado por un declinante (según rumores, moribundo) Raúl Castro con la misión de aguantar y asegurar un final en la cama del reducido grupo que queda de jerarcas comunistas octogenarios. 

Pero el poder efectivo lo tiene el hijo de Raúl Castro, Alejandro Castro, coordinador del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, quien dirige la Inteligencia y los nombramientos de los altos mandos militares. La parte económica del régimen se encuentra en manos del yerno de Raúl Castro, Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, que dirige todo el entramado de cientos de sociedades (capitalistas) del grupo GAESA en el interior y en el exterior de Cuba.

No se puede adelantar cuál va a ser el final de este nuevo empujón nacional cubano por el camino de la libertad. Lo que se observa hoy es un búnker dictatorial frente a una población indignada. El hecho es que, de momento, no hay un líder u organización capaz de encauzar o negociar una salida. Y por ello el choque, indeseado, es más que probable. 

El plan del régimen dictatorial para aguantar todavía unos años más, y el de la oposición democrática para organizarse y dirigir el proceso de cambio, con una suerte de Junta Democrática, ha saltado por los aires. Me dice un dirigente de la oposición democrática cubana: "Se adelantó el día".

La política es la ignorancia de lo que va a pasar al día siguiente. Pero una buena mañana…

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