Isabel Díaz Ayuso ha convencido a todos de que las elecciones madrileñas se dirimirán en el eje de valores libertad-seguridad. Un eje en el que ella ha puesto la carga sobre la libertad, arrumbando a la izquierda contra el polo de la seguridad. Y sus rivales le han comprado alegremente el marco.

La seguridad es crucial en una pandemia que ha dejado 100.000 muertos en nuestro país. Y la bandera de la libertad es atractiva, tanto más después de un año de restricciones y limitación de derechos fundamentales. Pero ese eslogan, “libertad”, es, además, lo que los politólogos llaman un dog whistle: un silbato para perros.

Los silbatos que utilizan los pastores emiten sonidos en una frecuencia que sólo es audible para sus perros. Por analogía, se ha utilizado la denominación de silbato para perros para hacer referencia a estrategias políticas que consisten en emitir mensajes cifrados que logran llegar a su audiencia objetiva pasando inadvertidos para el resto. Normalmente, se trata de mensajes políticos que despiertan un gran rechazo social, por lo que se formulan de modo que puedan pasar el filtro de las audiencias rivales y, al mismo tiempo, consigan llegar a sus destinatarios.

En España, Vox hace política de dog whistle, por ejemplo, cuando habla de “las mafias que trafican con seres humanos” para evitar un discurso explícito de rechazo a la inmigración.

La estrategia es efectiva porque consigue aplacar una parte importante de las críticas que le granjearía un relato abiertamente xenófobo, al tiempo que el mensaje llega y es traducido correctamente por los votantes que están en contra de la inmigración.

Pero el silbato de Ayuso es diferente. Si los silbatos para perros se usan para conectar con una audiencia sin despertar la ira de otras, el propósito de Ayuso es opuesto.

No trata de pasar bajo el radar de la oposición progresista un mensaje políticamente disruptivo. “Libertad” es el silbato que consigue airar a la izquierda al tiempo que hace llegar al electorado un mensaje socialmente apreciado. El votante descodifica “libertad” como trabajo, pequeño comercio, hostelería, actividad económica, autónomos, terrazas, ocio, vida social…

En el eje libertad-seguridad impuesto por Ayuso, la presidenta madrileña no sólo se posiciona en una disyuntiva de valores, como erróneamente ha interpretado la izquierda que le compra el marco. Ayuso hace una apuesta clara por las políticas de lo material, que acucian a la ciudadanía después de un año 2020 en el que España sufrió la peor recesión del mundo y restricciones de movilidad que nos han dejado socialmente, familiarmente, rotos.

Alguien dirá con razón que la preocupación sanitaria antecede a la económica, pero, desde el final del mando único del Ministerio de Sanidad, las cifras de muertos por Covid en Madrid no son peores (si acaso, mejores) que en otras regiones con restricciones mucho más severas, por lo que, ceteris paribus, las preocupaciones materiales se convierten en decisivas.

Así que Ayuso hace una política materialista que permea en los votantes sin que la izquierda, que es quien históricamente ha abanderado lo material, se entere. Mientras la oposición se enreda en el eje de identidad y valores, la presidenta suministra sin hacer ruido mensajes que llegan a los ciudadanos.

Un buen ejemplo de ello lo encontramos en su spot electoral, que llama la atención porque prescinde de música. Los sonidos del vídeo son sólo los de una ciudad en la que todo está funcionando: una ciudad viva.

En lugar de echar cuentas de los kilómetros que Ayuso recorre en su spot de campaña, la izquierda haría bien en salirse del marco que ha impuesto la líder popular. Resulta difícil calibrar cuán perdedores son los relatos como el de las hordas de franceses que estarían viniendo a emborracharse a Madrid con el beneplácito de Ayuso.

Por momentos, pareciera que a la izquierda se le olvidara que no está hablando para marcianos recién aterrizados en la capital, sino para madrileños que viven en esta ciudad cada día y que no la reconocen en las caricaturas que la oposición dibuja.

Hay un espacio electoral por cubrir en la izquierda. Es el espacio que representan todos esos votantes que hacen una lectura materialista y positiva de la libertad que propugna Ayuso, pero no son de derechas.

No ofrecer alternativa a esos ciudadanos es una torpeza, especialmente desde el punto de vista de las formaciones que aspiran a ampliar su base electoral proyectándose hacia el centro, así como a diferenciarse de otras fuerzas en su mismo espacio ideológico. ¿Se atreverá algún partido a romper el marco disyuntivo en el que Ayuso impera para proclamar izquierda y libertad?

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