Tiene toda la razón del mundo Pablo Iglesias cuando defiende, a propósito del ataque a la sede de Podemos en Cartagena, que la condena a la violencia no admite pero alguno. Es inaceptable, sin matices, y debería ser firme el desprecio hacia actos así por parte de todos nosotros y de cada uno de los partidos democráticos.

Imaginen por un momento, es un poner, que se asaltasen instalaciones policiales con inusitada violencia incendiando, incluso, un furgón con agentes en su interior, tras varias jornadas de algaradas, y que desde una formación política, tras la condena por parte del resto, se continuase manifestando el apoyo a los alborotadores.

Sería como legitimar que hay un tipo de violencia lícita, menos mal que sólo es un supuesto, y que depende del punto del espectro ideológico en el que se sitúe el perpetrador lo que lo determina.

Está muy en lo cierto Pablo Echenique cuando afirma que es mezquino señalar como falso y fruto de un montaje el asalto a la sede de Podemos. Tanto como lo sería, me lo invento, que el portavoz de un partido político acusara a una diputada de otra formación de simular con kétchup la sangre de su frente tras recibir el impacto de una piedra durante un acto público, asegurando que se trata de una pantomima.

Es miserable e inaceptable, como bien dice el portavoz de Podemos, y actitudes así merecen todo desprecio y reprobación. Más aún si provienen de cargos públicos, con proyección y altavoz, que participan en el debate público emponzoñándolo con presumible mala fe.

No puedo estar más de acuerdo con Ione Belarra cuando sostiene que normalizar y blanquear el odio al diferente es peligroso. Desde luego, no tiene cabida en un estado democrático que alguien pueda temer a ser señalado, coaccionado o agredido por sus ideas, por pretender ejercer su derecho a voto, qué atrevimiento, depositando su confianza en un partido legal.

No sería admisible algo como, no sé, que los candidatos de un partido sufrieran agresiones por parte de radicales durante actos de campaña y un vicepresidente del gobierno declarase al respecto que "se encuentran cómodos" con esos ataques y que hay "gente sana y democráticamente indignada", justificando así la violencia de las acciones de esos energúmenos.

Eso sería bastante parecido a normalizar y blanquear el odio al diferente, con toda su peligrosidad. Además de irresponsable.

La condena a los actos violentos, tienen toda la razón los de Podemos, es inaceptable y censurable, sin condiciones. Sin fisuras ni matices. Es intolerable en un estado de derecho cualquier ataque a la libertad ideológica, contemplada, protegida y garantizada por nuestra Constitución en su artículo 16.

Y aquí, precisamente por responsabilidad de Estado y por un elemental sentido democrático, deberían todos los partidos políticos estar de acuerdo siempre, en todos los casos sin excepción alguna, sin ningún tipo de discrepancia e independientemente de sus ideas y sus valores.

Y no hay peros que valgan.

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