Si no fuera porque también se asoma el hijo de David Summers, parecería una tarde cualquiera de 1980. Rafa y Dani –los guitarristas– están sentados en el suelo, afilando las cuerdas, charlando sobre el solo que van a interpretar al final de Voy a pasármelo bien.

Todos llevan sudadera, vaqueros y zapatillas. Llegan en cascada y se saludan con ese "qué pasa, tío" que les caracterizaba en las películas de entonces. En las paredes, una ilustración de los Beatles. Se puede beber en vaso de tubo. La sala Morocco, a orillas de la Gran Vía, es prácticamente la misma que cuando se fundó recién estrenados los cincuenta.

Pero estamos en 2021. Lo dice parte del público que espera en la puerta –van a interpretar algunas canciones para los oyentes de Cadena Dial–, que es joven, ¡insultantemente joven! –pensarán ellos–.

Entrevista a Hombres G Javier Carbajal

Manuel Summers, certero en tantas cosas, se equivocó cuando le dijo a su hijo David: "No te imagino con cincuenta años cantando Sufre mamón". Los cuatro Hombres G van camino de los sesenta, llenaron el Wizink y lo han vendido todo para su gira mexicana.

Esta conversación gira alrededor del cambio. Sobre las cosas buenas y malas que esconde. Eso es, en cierto modo, La esquina de Rowland, su nuevo trabajo. La prueba de que es posible combinar el hedonismo con la nostalgia. Por ejemplo: ¿por qué no seguir cimentando la música sobre la exaltación de la amistad si la fórmula funciona? ¿Por qué no seguir cantándole al amor si es lo único realmente definitorio?

En el otro extremo, anida lo oscuro, aquello contra lo que canta ese himno roquero que dice: "No sé cómo lo vamos a hacer para ser libres". Porque esa teoría de que los jóvenes siempre superan a sus mayores en términos de libertad no está funcionando.

Una "jauría" les dice a David, Javi, Dani y Rafa que Sufre mamón es "homofobia" y que Voy a pasármelo bien resulta "machista" porque va dirigida a Marta, María del Mar, Ana y Elena. ¡Pero si eran los nombres de sus novias! ¡No iban a poner Paco, Alfredo, Andrés y José Javier! –se inventaron a "Ana" para no descubrir la soltería de Rafa–.

Los Hombres G son cuatro personas distintas y aquí cada uno responde con su nombre, pero comparten algunos rasgos que, seguro, han determinado este matrimonio de más de cuarenta años: la querencia por el cine, una pasión irrefrenable por la ironía y esas ganas desmedidas por la diversión.

Resulta sociológicamente inquietante que estos cuatro tipos, éxito masivo y continuo mediante, se conduzcan con tanta normalidad. En la conversación con su mánager, con el público, con los camareros, con el equipo de sonido...

Ligar, emborracharse, enamorarse, hacer el amor, viajar, escribir, saltar, gritar, cantar, bailar... En todas esas primeras veces, en todos esos verbos que trenzan la vida, está Hombres G.

Esta sala se inauguró a principios de los cincuenta. ¿Forma parte de vuestra historia o es una casualidad que estemos aquí?

Dani. La última vez que estuve fue en 1986.

Rafa. ¡A la inauguración no vinimos! [no habían nacido] 

Dani. Juan Muro, que es nuestro saxofonista, participó en un montón de orquestas y nos ha dicho que tocó aquí en los sesenta. Es una sala mítica. ¡Espero que no la cierren!

David. No habíamos tocado aquí. Debutamos hoy.

Para vosotros es normal, pero visto desde aquí, desde donde estoy yo, es una puñetera pasada: sois cuatro amigos que llevan cuarenta años haciendo canciones juntos. Ahora, en la política, todo es conflicto y falta de acuerdo. Pues aquí están los Hombres G.

David. Pocos matrimonios duran tanto como el de Hombres G. Somos un caso bastante… Bueno, un caso único. Creo que no existe un grupo fundado hace tanto tiempo y en el que los miembros sean los mismos desde el principio.

Empezamos siendo unos niños, teníamos dieciocho años. Han pasado cuarenta y seguimos siendo los cuatro. Igual de amigos. Eso es lo que nos funciona: construir lo que hacemos sobre la amistad y las ganas de pasarlo bien. Si no nos divirtiéramos, no seguiríamos. Tenemos mucha suerte.

Cuando he entrado, Rafa y Dani estaban ensayando. Hablaban de un solo de guitarra… ¡Y era 'Voy a pasármelo bien'! Como si el tiempo no hubiera pasado.

Dani. ¡Y parece mentira que, después de tantos años, tengamos que repasarla! 

Rafa. Por otra parte, mola, porque las canciones son nuevas cada vez que las tocas. Es como si fueran eternas, pero naciendo continuamente. Es fantástico. Las arreglamos y las vestimos cada día.

“Hombres G” son los “Hombres del Gobierno” de aquella película de cine negro estrenada en Estados Unidos en 1935. Ya que sois “Hombres del Gobierno”, podríais enseñar un poquito de consenso en la Moncloa y en el Congreso.

David. Es que somos los “Hombres del Gobierno”, pero no de este Gobierno [bromea].

Rafa. Hemos visto tantas cosas… Hemos visto arder más allá de Orión. Podríamos dar muchos consejos a cualquier gobierno, pero porque nuestro gobierno es el de la calle.

Al fondo, los Hombres G, juntos haciendo canciones desde hace cuarenta años. Jorge Barreno

El otro día, en el llenazo del Wizink, se dio un fenómeno de difícil réplica en otros ámbitos de la sociedad: iban de la mano el abuelo, el hijo y el nieto. Estoy en desacuerdo con la nueva balada: en 'La esquina de Rowland' siempre tendréis alguien con quien beber.

Rafa. Oye, has dicho “el abuelo, el hijo y el nieto”, pero también estaban la abuela, la hija y la nieta. Entraban por la misma puerta, ¿no te fijaste? 

Javi. Eran familias completas. Algunas iban incluso con el hámster.

Rafa. “Nietes” y “abueles” también había. ¡Todos! [suelta una carcajada].

David. Lo que cuenta La esquina de Rowland es la historia de un tío que vuelve a Rowland, a ese bar al que ha ido toda la vida. Pero regresa con 57 años, no siendo un adolescente. Y se da cuenta de que todo ha cambiado. Menos ese sitio y él mismo. Rowland permanece. Pase lo que pase. Gobierne quien gobierne. Igual que Hombres G. Pero vuelves a ese bar y te das cuenta de que, al mismo tiempo, todo es distinto. Tus amigos, excepto estos tres de aquí, han desaparecido.

Gistau se cabreaba mucho con la desaparición de los lugares míticos. Los bares y las librerías que amaba se convertían en Starbucks. Entonces, un día, con esa ironía tan suya, dijo: “Hasta mi novia de entonces se ha convertido en un Starbucks”. Vuestro disco tiene ese mensaje de resistencia.

David. El mundo cambia constantemente. Tiene que hacerlo y es inevitable. Pero nos gusta que haya cosas que no cambien. Cosas que fueron buenas en el pasado y que nos gustaría que tuvieran vigencia en el presente. Nos pasa con nuestros fans: no sólo les gustan nuestras canciones, nos quieren porque somos parte de su vida. 

Rafa. Hay sitios, como el Rowland, que son parte de nuestra vida. Allí, en cierto modo, nos educamos. Llegamos con dieciséis o diecisiete años. Nuestras primeras novias, nuestras primeras borracheras, nuestras primeras grandes amistades… Es una época en la que se despierta y se forma el carácter. Nace la persona que serás. Se marca el camino. El Rowland, esta sala Morocco, The Cavern en Liverpool… No son salas o bares de copas, pueden llegar a convertirse en pilares de una vida.

Vayamos al principio, a aquel Rowland de los años ochenta donde empezó todo. Eran los años de La Movida. ¿Se ha mitificado aquel movimiento cultural?

David. Se ha mitificado un poco, es verdad. El paso del tiempo ha hecho La Movida mucho más importante de lo que realmente fue. Dicho esto, quiero reivindicar La Movida: un movimiento culturalmente muy importante, aunque minoritario.

Sin embargo, fue el origen de un montón de artistas. Una explosión musical. Un antes y un después. Antes de La Movida, había grupos de rock, pero la gran industria se reducía a la balada y al folclore. A partir de La Movida, nació una industria de pop y de rock and roll

Rafa. Quiero decir algo desde el corazón: vivir La Movida fue la leche. Estuvimos allí, en aquellas calles y fue un privilegio. Luego se ha mitificado, es verdad. Pero me da igual. Me lo pasé de puta madre. Aquel Madrid era divertidísimo. Estoy feliz de haber coincidido con esa época. Se supone que los jóvenes, por una cuestión generacional, deben superar a quienes les preceden en términos de arte y libertad. Pero hoy miro alrededor y digo… ¡ese tiempo no vuelve!

La gente –yo no tenía ni idea hasta que leí vuestra biografía, 'Nunca hemos sido los guapos del barrio', de Javier León Herrera (Plaza & Janés)– no sabe lo que eran las palizas de “Juanma el terrible”.

Dani. Sí, sí, ¡qué tío! Es que La Movida, como decía David, era algo muy underground. Los que estábamos por esas calles no éramos más de cuatrocientas personas. Era como si nos conociésemos todos. La Vía Lactea, Rock-Ola…

David. Era una época salvaje. En los conciertos había muchas movidas, muchas peleas de mods contra rockers, violencia… Los ochenta fueron salvajes en general. Los conciertos de hoy son súper pacíficos.

Vosotros hacíais un montón de locuras. Las cosas volaban, la gente se subía al escenario…

Javi. Era un descontrol. Pasaban unas cosas… nadie sabía de qué iba el tema. Es que no había infraestructura musical. Ni equipos de sonido, ni responsables de comunicación, ni discográficas… Estaba todo por construir.

La Movida también tuvo, en algunos casos, un componente más político e ideológico. En ese sentido, merodeasteis el movimiento, pero no izasteis banderas políticas. ¿Os perjudicó como grupo? 

Rafa. Mientras lo vivíamos, no sentíamos que hubiese mucha política en La Movida. Antes hubo más política en la música, con los cantautores y la canción-protesta. Porque vivía Franco. Éramos un montón de gente que descubría cosas.

David. En La Movida, nosotros éramos muy jovencitos. Teníamos diecisiete y dieciocho años. La connotación política que tenía La Movida, que la tenía, porque era un movimiento principalmente de izquierdas, se nos escapaba. Nosotros estábamos a otra cosa: a la música, a la cerveza y al cachondeo. A tocar y pasarlo bien. Hoy seguimos un poco parecido.

Os lo preguntaba porque, a partir de esa época, y al no formar parte de esa corriente mayoritaria de progresismo de izquierdas, se os empezó a dibujar como un “grupo pijo”. Se deslizaba que al no militar públicamente en la izquierda erais de derechas. Lo que supone un razonamiento absurdo. 

Rafa. Es verdad, pero lo de pijos no venía por la política, sino por nuestra manera de vestir o el barrio en que nacimos. Pero yo pienso en Radio Futura, Alaska y tal… Tampoco hablaban de política en aquel momento. Me refiero a nivel de letras y de canciones. Lo de pijos empezó con el titular de un periódico… Nosotros íbamos con vaqueros rotos, algún polo de Lacoste… Y empezaron con lo de “pijopunkis”, y después “pijos”.

David. En esa época, la gente vestía muy raro. Era como si fuese Halloween todos los días: crucifijos en las orejas, los ojos pintados de morado, triángulos por la cara… Aspectos muy estrafalarios. Nosotros nunca fuimos así. Éramos gente normalita y nos encasillaron en lo de “pijos”. Como sucede ahora otra vez: si no eres blanco, eres negro. Si no eres rojo, eres azul. Te enjuician por descarte. ¿Por qué cuesta tanto entender que un tío sea normal?

¡Qué barato salía ser pijo! ¡Pero si ibais con unos vaqueros y una camiseta blanca! 

Javi. Que lo hubiera dicho un chaval de doce años, pues bueno… ¡Pero es que lo dijo un periodista importante a nivel nacional y de cuarenta y tantos años! Fue ridículo.

David. Y luego la gente repetía lo que oía… Así empezó eso.

Rafa. También influyó que nuestro público, mayoritariamente, fuera femenino. Un montón de niñas de catorce y quince años que no vestían de punkis. Oye, nosotros estábamos encantados.

David. Hemos reivindicado siempre la normalidad. En todos los sentidos, no sólo a la hora de vestir. También en la expresión, en la interacción con la gente. Esa normalidad de decir: “Oye, que sólo somos un grupo de rock, que nos dedicamos a cantar canciones por ahí”. No nos importa a quién vote ni cómo vista nuestro público. ¡Sólo faltaría!

Además, tenéis un público muy heterogéneo.

David. Lo vemos todos los días en las redes sociales. Unos tienen en sus perfiles el lazo amarillo, otros el triángulo rojo, otro con la bandera de tal, otros con la bandera de cual… Para nosotros eso es lo más bonito de la música, su capacidad de unión.

El otro día, Mónica García, líder de la oposición en la Comunidad de Madrid, nos confesó que, cuando era niña, por presión de sus hermanos, pedía por reyes discos heavys, pero desveló que lo que en el fondo quería era que le trajeran los de Hombres G.

David. ¡Quién la ha visto y quién la ve!

Rafa. Seguro que sus hermanos nos escuchaban a escondidas.

Los Hombres G, durante un momento de la entrevista con este periódico. Jorge Barreno

Volviendo a lo de antes: vuestra primera película, dirigida por Manuel Summers, fue un éxito de taquilla. Pese a eso, no os dieron la subvención para la segunda. Gobernaba el PSOE de Felipe González. ¿Tuvo que ver con lo que estábamos hablando?

Dani. Fue hace más de treinta años… Es verdad que nos afectó y perjudicó el hecho de que no nos concedieran esa subvención, pero no lo interpretamos como una venganza del ministerio contra nosotros. 

David. Bueno, yo creo que sí tuvo su influencia… Por la misma razón, no nos dieron muchos premios. Nos los están dando ahora que somos unos abuelos. Siempre lo hemos notado y te lo confieso claramente. En 1987, llenábamos estadios en América. Nos convertimos en un fenómeno allí, pero aquí nadie se hacía eco de eso. 

Pero, ¿por qué ocurría? 

David. Los críticos nos tenían un poquito de tirria. Porque siempre hemos hecho la guerra por nuestra cuenta, no hemos entrado en pandillitas y en esas cosas que hay que hacer para que te nominen y te den premios.

Rafa. Más que atacarnos, nos ignoraban. 

David. Sí. Y fue injusto. No ha habido un grupo de rock en español como Hombres G. Nos referimos a discos vendidos, a conciertos, a éxito social… Hemos expandido nuestra música por el mundo durante cuarenta años y todavía hoy a algunos les cuesta reconocerlo. Como comprenderás, a estas alturas nos la suda.

Javi. Al final, te acostumbras… Pero es verdad. 

David. Cuando un español, compatriota, triunfa fuera es como si nos jodiera o nos pareciera menos. Antonio Banderas triunfa en Estados Unidos y, en vez de pensar, como pensamos nosotros, ¡qué grande es Banderas!, algunos dicen: “Bah, Hollywood no será para tanto”. Así somos los españoles.

Manuel Summers no se caracterizaba por sus grandes predicciones: “David, hijo, no te veo a los cincuenta años cantando ‘Sufre mamón’”. Vais a cumplir sesenta.

David. Pero mi padre, cuando me decía eso, tenía razón. Los grupos entonces no duraban ni cinco años. Me preguntaba: “¿Qué vas a hacer dentro de diez años? ¡Los grupos se acaban!”. Y tenía razón. Todos los grupos se acabaron menos nosotros. Hemos roto hasta los pronósticos de mi padre, que era un tío súper certero.

Me acuerdo de aquella película 'Todo el mundo es bueno'. ¿Todo el mundo era mejor entonces? ¿Hoy hay más mamón suelto?

Dani. Ahora, los mamones tienen más altavoz, pero siempre ha existido gente muy cabrona. Cuando empezamos, la crítica era feroz; y los conciertos, salvajes. Lo que pasa es que la gente protestaba en el bar y en el mercado. Hoy están las redes sociales y la bilis se reproduce más rápido. Afortunadamente, la buena gente es más que la otra.

Rafa. ¡Hay más de todo! Ese es un gran problema: el planeta no crece, pero nos reproducimos a toda velocidad. Somos como hormigas revueltas en un terrario. Estamos a hostias todo el día.

Javi. Yo, en cambio, sí creo que, cuando Manolo hizo esas películas, la gente era un poco más educada y respetuosa que ahora. Se profesaba más el respeto al otro. Nuestros padres y nuestros abuelos eran más educados a la hora de relacionarse. Todo era más cercano. 

David. Con las redes sociales, el odio se expande. Es una labor nefasta. Se han normalizado el insulto y la falta de respeto. Cuando mi padre hizo esas películas, parecía que todo el mundo era bueno en España. Todavía veo rastros de aquello.

Por ejemplo, cuando pongo las noticias y dicen que hay un temporal enorme en Galicia. Paran a una señora que va por la calle, con un paraguas, protegiéndose como puede de la lluvia y el viento. Le ponen el micrófono. Entonces, dice: “¡Esto es horroroso!”. Me encantan esas pinceladas. Ahí se ve cómo somos los españoles.

Por cierto, ¿qué tal han envejecido las “chicas cocodrilo”? El otro día me enteré de que hay una en el Consejo de Administración del periódico. Probablemente sean más. La reina Letizia también lo fue. ¿Siguen llamando a vuestras casas de madrugada?

Rafa. Han envejecido muy bien. Esa felicidad en sus caras… Nos sentimos hasta guapos.

David. En los ochenta, un 98% de nuestro público era adolescente. Casi todo chicas que gritaban histéricas y lloraban. Era muy divertido. Ahora tenemos un abanico súper amplio, que va de los quince años hasta los sesenta. Alucino cuando veo a un adolescente cantar Sufre mamón. Si todo nuestro público tuviera sesenta años, no habríamos durado lo que hemos durado. La antorcha ha pasado de mano.

Los Hombres G, al concluir la entrevista y justo antes de un concierto para los oyentes de Cadena Dial. Jorge Barreno

“No se cómo lo vamos a hacer para ser libres”, reza una de las canciones más roqueras del último disco. Es un alegato contra la moralización de la cultura, la corrección política. ¿Por qué ese tema?

David. Ese fenómeno existe, es verdad, pero nosotros no nos lo aplicamos a la hora de componer. Aunque te hablo con total sinceridad: si escribo una letra y pienso que una línea puede ofender a alguien, la quito. Total, ¿para qué? No hablo de política ni de corrección, simplemente no quiero hacer daño a nadie a estas alturas.

Si tuviera veinticinco años, asumiría las consecuencias. Hoy quiero escribir letras bonitas y transmitir buen rollo. No busco la infelicidad ni la ofensa. Es una autocensura relativa e inocua. Por ejemplo, antes escribía un montón de palabrotas: marica, cabrón, mierda, gilipollas…. Hoy, no. Si es necesario, no obstante, lo meto. Como en Lo noto, “todo se va a la mierda entre nosotros”. Tú no dices “todo se va al garete”.

Y sobre la canción que mencionas… Totalmente, es un canto desesperado contra eso que sucede. Ocurre no sólo en España, sino en todo el mundo. El problema no es lo que ocurre, sino lo que va a ocurrir. Es como un ciclo, un callejón sin salida. “A quién vamos a poder creer que no nos time”. Hemos entrado en un bucle desesperado.

¿Os pesa como creadores? ¿Percibís tener menos libertad que en los ochenta?

David. En los ochenta no tenías la más mínima vergüenza al escribir. De hecho, cuando hicimos Sufre mamón, la liamos en México. Allí, palabras como “marica” o “mamón” resultaban muy fuertes. Fue un escándalo que te cagas, ponían un pitido cuando llegaban esas palabras. La polémica nos ayudó porque nos dio mucha notoriedad. También es de esa época Matar a Castro.

¿Sigues sin poder entrar en Cuba, David?

David. Sí. La escribí sin pensar en las consecuencias. Tenía diecisiete o dieciocho años. Me pareció interesante hacer una canción que relatara un atentado contra un dictador. Elegí a Castro como pude haber elegido a cualquier otro. En los ochenta, había vía libre, no medías las consecuencias. Cada uno decía lo que quería. Éramos conscientes de ese privilegio.

Hagamos un juego: ¿cuáles de vuestras letras creéis que serían hoy censuradas por el nuevo catecismo de la corrección política? 

David. Ya no es un ejercicio de ficción, ya nos han tocado un poco las narices con eso. Sufre mamón cosechó protestas porque decían que era una canción homófoba. ¡Y eso que hablo de un tío que me había robado a mi chica! Es surrealista. Me llamó la atención que sucediera con Voy a pasármelo bien

¡Con 'Voy a pasármelo bien'!

David. Sí, sí. La tacharon de machista porque la letra dice: “Bueno, vamos a ver qué encontramos en esta agendilla de teléfonos. Marta, María del Mar, Ana, Elena”. ¡Pero lo escribí así porque eran los nombres de nuestras novias! Fue un gesto de cariño para ellas. Marta luego fue mi mujer, María del Mar fue la mujer de Javi, Elena fue la mujer de Dani… Ana me la inventé para Rafa.

Rafa. ¡Hombre, es que si no habría estado feo! [se ríe a carcajadas]

David. Hablan sin conocimiento de causa, lo sacan todo de contexto… ¡Se te echa encima una jauría por una gilipollez así! Cuando lo cuento, la gente se queda de piedra.

¡Y eso que no saben que el marcapasos de Marta está inspirado en el de La Pasionaria!

Rafa. En realidad, uno puede decir lo que quiera siempre que cante rap.

David. Si cantas reggaetón o rap, es verdad, puedes decir lo que quieras. 

Rafa. Los mismos que abogan por criticar y censurar estas cosas son los que claman por la libertad de expresión. ¡Los mismos!

¿Cuál es el sentido de una carrera tan larga? 'Desde dentro del corazón', que decía la canción. ¿Exaltación de la amistad, amor, sexo, ambición, dinero, libertad, diversión?

Rafa. Es que todo lo que has dicho es lo mismo [bromea]. 

David. La música es lo más importante. Nuestra idea es seguir sacando discos nuevos y que el nuevo sea mejor que el anterior. Es lo que nos divierte y nos entretiene: superarnos a nosotros mismos. Ya tenemos muchos hits que nos van a acompañar toda la vida. Nos mueve la superación y seguir teniendo un hueco en el altar de nuestros fans.

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