Opinión El merodeador

Merodeos

3 octubre, 2016 01:18

Los grandes retos de la gestora del PSOE

El presidente de la comisión gestora que ahora dirige el PSOE, Javier Fernández, tiene por delante una tarea hercúlea. La pacificación del partido requerirá mano izquierda y grandes dosis de audacia para no dar pábulo ni a las pulsiones cainitas de sus compañeros, ni a las trampas que puedan plantearle los partidos rivales. 

Fernandez es un dirigente respetado por todas las facciones del PSOE, pero también es una persona de la confianza de Susana Díaz. Para que el partido no acabe escindido deberá preservar la confianza de los sanchistas haciendo valer al mismo tiempo el mandato de la mayoría.

Aunque la interinidad no es deseable, es lógico que la gestora retrase la convocatoria del congreso hasta que los ánimos se calmen. La clave es qué hará Pedro Sánchez y, por tanto, qué pasará en el grupo parlamentario. El PSOE cometerá un error si confunde su organización y a sus militantes con el conjunto del país. Flirtear con la idea de volver a liderar el partido, como hizo Sánchez la misma noche de su capitulación, es propio de quien desconoce la diferencia entre audacia y temeridad, y una prueba de que confunde a sus groupies con el conjunto de la sociedad.

Por lo que atañe al grupo parlamentario socialista, del que forma parte el exsecretario general, está absolutamente fracturado. Es previsible que Eduardo Madina asuma la portavocía y que Antonio Hernándo continúe en aras de la conciliación, pero el papel de Sánchez sigue siendo una incógnita. El PP puede optar por aprovechar esta debilidad, o intentar reconstruir puentes para intentar sacar adelante las reformas que necesita el país. En Víctor Fernández puede encontrar un interlocutor válido.

Orban fracasa pero el desafío a la UE continúa

La baja participación ha dado al traste con el referéndum planteado por el primer ministro húngaro contra las cuotas de refugiados de la UE. El conservador Viktor Orbán se ha valido de una pregunta tendenciosa para intentar hacer valer, unilateralmente, la oposición de sus conciudadanos a la política de inmigración europea: "¿Quiere que la Unión Europea pueda decidir sin el consentimiento de la Asamblea Nacional sobre el asentamiento de ciudadanos no húngaros en Hungría?". 

Este planteamiento, con el que apelaba a la autonomía de los húngaros en un asunto tan sensible como el de la acogida a los refugiados, constituye un desafío inaceptable para el conjunto de la Unión, pues los países miembros tienen obligaciones con el resto, y con el conjunto, que no pueden obviar.

La oposición no se atrevió a plantar cara a una campaña de tintes xenófobos y nacionalistas, por lo que se limitó a pedir que nadie fuera a votar. La falta de quorum supone un varapalo para Orbán, que de haber sacado adelante el referéndum habría reforzado su poder. El problema, es que la consulta en sí misma sienta un peligroso precedente y arroja dudas sobre la capacidad de Bruselas para gestionar la crisis de los refugiados y para hacer frente a la ola de euroescepticismo que barre Europa.

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