Opinión El merodeador

Merodeos

30 junio, 2016 01:21

Del catálogo de Ikea al Viejo Testamento

El resultado de Unidos Podemos en el 26-J, muy por debajo de las expectativas generadas por las encuestas, ha reabierto la guerra interna en el partido de Pablo Iglesias. Tras conocer el veredicto de los electores, Iglesias propuso hacer un análisis sereno y exhaustivo de las razones por las que Unidos Podemos ha perdido más de un millón de votos respecto al 20-D. Sin embargo, este supuesto ánimo constructivo ha derivado en un cruce de reproches entre las dos almas del partido.

Batalla por el control

El enfrentamiento entre los partidarios de Iglesias y Errejón lleva enquistado desde hace meses. Esta disputa ideológica divide a los afines de Iñigo Errejón, partidarios de mantener un discurso pragmático y transversal, y aquellos que se decantan por la corriente anticapitalista y asamblearia encarnada por Iglesias. La decisión del líder de Podemos de cesar al secretario de Organización Sergio Pascual el pasado mayo, un hombre de confianza de Errejón, fue el último episodio visible de esta discordia, que se saldó con el nombramiento de Pablo Echenique. Sin embargo estas divisiones han vuelto a aflorar a raíz del revés electoral.

Los afines a Iglesias, entre los que se encuentran Juan Carlos Monedero, el propio Echenique y Teresa Rodríguez, achacan los malos resultados a la campaña de perfil bajo diseñada por Errejón. En lo que es una clara crítica al número dos de Podemos, Monedero ha hablado de “infantilismo” en la estrategia. Por su parte, los “errejonistas” atribuyen al pacto con Izquierda Unida la causa de la debacle.

Vicios de la vieja política

La batalla interna entre las dos facciones amenaza con traducirse en nuevas purgas. Iglesias ha hecho un llamamiento al orden al tiempo que lanzaba a sus coroneles contra Errejón. Buen ejemplo de los vientos de guerra que soplan en Podemos es el mensaje amenazante que Echenique ha enviado a los principales dirigentes, en el que habla en términos bíblicos de la necesidad de "extirpar las malas hierbas de las violencias enquistadas" y de “tener un plan B cuando el amor no gana”. Estas tensiones internas arrojan dudas no sólo sobre la continuidad del pacto con IU, sino también sobre el futuro del liderazgo en el propio partido.

Resulta paradójico que una formación nueva incurra tan pronto en los vicios de la vieja política. En vez de revisar las causas del fiasco y en lugar de hacer autocrítica, Podemos se ve sumergido en las pugnas por el poder típicas de los partidos que tanto denostan. En apenas unas semanas, Podemos ha pasado de la unidad y la armonía que reflejaba su catálogo de Ikea a las luchas cainitas, persecuciones y venganzas más propias del Viejo Testamento.

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