El asesor fiscal y personal de Iñaki Urdangarín, Miguel Tejeiro, ordenó al notario de los entonces duques de Palma que pusiera primero el nombre de Cristina de Borbón en la escritura de la mercantil Aizoon, para que Hacienda no investigara las comisiones desviadas a esta sociedad satélite del Instituto Nóos. El notario llegó recomendar que la infanta no apareciera como propietaria en ninguna empresa para proteger la imagen de la Corona de cualquier eventual problema mercantil, pero esta instrucción buscaba aprovechar el automatismo fiscal por el que los DNI de la Familia Real son rebotados por el ordenador de la Agencia Tributaria porque están exentos de investigaciones. Este nuevo dato confirmaría que la presencia de la hermana del Rey en el tinglado de su marido, lejos de ser casual, era un "escudo fiscal" para defraudar, lo que confirma el papel de la Cristina de Borbón como coprotagonista de la trama.

El vicepresidente económico catalán, Oriol Junqueras, debería comprender que, por mucho auxilio financiero que reciba del Estado, persistir en una ruptura que los mercados castigan sólo conduce a asfixiar aún más a Cataluña. La evolución de las deudas catalana y valenciana demuestra que la de Cataluña ha empeorado desde que el principal objetivo de la Generalitat es la independencia. La situación financiera de estas dos autonomías siempre ha sido parecida. Ambas regiones se veían obligadas a pagar primas altísimas similares para hacer atractivos sus bonos a los inversores. Sin embargo, de poder acudir ahora a los mercados financieros, Cataluña tendría que pagar un interés mucho más alto que la Comunidad Valenciana para colocar su deuda. El empeoramiento del bono catalán, que las agencias de calificación sitúan ya a nivel de bono basura, se agravó a partir de noviembre de 2014, coincidiendo con el inicio de la denominada desconexión. Hoy la Generalitat debería pagar un diferencial de casi 250 puntos básicos respecto del Tesoro español para emitir su deuda. Más de 180 puntos corresponden al riesgo que plantea la independencia.

Dos brutales atentados casi simultáneos han sacudido este domingo el corazón de Turquía y un centro turístico de Costa de Marfil. Poco después de que al menos seis terroristas armados con kalashnikov y granadas mataran a sangre fría a 16 personas en una instalación hotelera marfileña, un coche bomba reventaba un autobús en Ankara y segaba 37 vidas. No se han encontrado evidencias que conecten ambos ataques, pero en los dos casos se aprecia la huella criminal del terrorismo yihadista. En el caso del país africano, la comunidad internacional debe redoblar su esfuerzo para acabar con las franquicias que Al Qaeda mantiene operativas en este continente, que han puesto su diana en el turismo para amedrentar a Occidente. Por lo que respecta a Turquía, la recurrencia de los atentados en este país estratégico apunta a que el grupo Estado Islámico hace lo posible por exportar la guerra de Siria a otros frentes. La colaboración con el Gobierno de Tayipp Erdogan, en el que Europa va a confiar la gestión de la crisis de los refugiados, es obligada.