Los detalles del caso Nóos revelan tres facetas muy distintas de la trama delictiva montada por Iñaki Urdangarin y su socio Diego Torres para conseguir contratos públicos a cambio de trabajos absurdos o inexistentes. Hay una dimensión de alta política muy embarazosa para la Casa Real, como se desprende las idas y venidas del Conde de Fontao -a la sazón jefe de los servicios jurídicos de Zarzuela- para controlar la actividad millonaria del marido de la Infanta. Estos viajes -en los que asesoraba y hacía indicaciones al entonces duque de Palma- demuestran que la casa Real estaba al tanto del negocio del yerno del Rey Juan Carlos desde el principio. Luego existe una dimensión que revela la picaresca barata de que se valía Urdangarin para engañar a Hacienda: los vídeos que publicamos en exclusiva de las testificales de los falsos empleados de Nóos provocarían risa de no formar parte de la instrucción de graves delitos. Finalmente, encontramos una dimensión que revela las interioridades del proceso: los pactos entre el fiscal Anticorrupción, Pedro Horrach, y otros cinco acusados en la trama que ponen contra las cuerdas a Urdangarin.

El Gobierno mexicano ha apresado a El Chapo Guzmán, el narcotraficante que escapó de una prisión de alta seguridad el pasado mes de julio. Con esta captura Enrique Peña Nieto se resarce del ridículo internacional que supuso para México la fuga de uno de los delincuentes más peligrosos del mundo. La importancia de esta operación policial trasciende incluso las fronteras del país centroamericano, al que el narcotráfico lleva años intentado convertir en un Estado fallido. Hay que tener en cuenta que la organzación de El Chapo controla el 25% del volumen de drogas que entra en los Estados Unidos a través de México. De hecho, se trata del narcotraficante más poderoso en la actualidad, según la revista Forbes. No es de extrañar que el presidente Peña Nieto haya celebrado la noticia en un tuit esclarecedor: “Misión cumplida: lo tenemos”. Para México apresar a El Chapo es el equivalente a lo que supuso para Estados Unidos la muerte de Bin Laden, ya que ha sido durante años el enemigo número uno de México y el auténtico Señor de la droga del país.

El análisis que Albert Rivera ha hecho de la última campaña electoral, este viernes en una entrevista radiofónica, demuestra que Ciudadanos sí ha realizado una crítica constructiva de los aciertos y errores que cometió durante la campaña. Efectivamente, la formación naranja se equivocó en algunas de sus estrategias. Al centrar la campaña exclusivamente en sus propuestas, los dirigentes del partido emergente olvidaron hacer uso de las emociones, que con tanta habilidad manejó Podemos, y no llevaron a cabo ninguna táctica para minar al rival, clave en tiempo de elecciones. La falta de experiencia política de sus candidatos también jugó en su contra, ya que muchas de las personas que optaban a cargos públicos estaban poco acostumbradas a las zancadillas del juego político, por lo que al proponer medidas complejas vieron sus palabras tergiversadas. Por último, al situarse como una formación de centro, Ciudadanos se convirtió en el blanco de los ataques de partidos de derecha e izquierda. Con esta autocrítica, Rivera muestra ser un político serio y responsable, dispuesto a aprender de sus errores para llegar a la siguiente cita electoral con más fuerza.