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Tecnología

Todo sobre las vacunas y por qué no debemos temerlas

Os explicamos todos sobre las vacunas y os contamos por qué es necesario no temerlas y contribuir a que todo el mundo se vacune correctamente.

24 mayo, 2016 20:37

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Cada vez son más los casos de padres que no vacunan a sus hijos por temor a que el remedio sea pero que la enfermedad y contraigan cualquier enfermedad incurable por tal de evitar una que quizás nunca hubiesen tenido.

Es una causa muy noble por parte de estos padres, ya que lo único que buscan es lo mejor para sus pequeños, pero el desconocimiento les está llevando a cometer una gran atrocidad que pone en peligro a sus hijos y, además, al resto de niños de su entorno.

Por eso, lo importante es tratar de mostrarles argumentos lógicos capaces de contradecir las campañas utilizadas por los antivacunas para que comprendan cuál es la mejor opción sin juzgarlos directamente como malas personas; ya que, al fin y al cabo, ellos creen que lo que están haciendo es lo correcto.

¿Qué es una vacuna?

vacuna

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A grandes rasgos, las vacunas tradicionales son preparados biológicos que contienen inactivo o atenuado el agente causante de la enfermedad que se quiere prevenir o alguno de sus componentes.

De ese modo, aunque debido a la inactivación dicho agente dejará de ser patógeno, sí que provocará que tras su administración el organismo produzca anticuerpos contra él, quedando protegido de cara a una futura infección.

Antes de que puedan llegar hasta nosotros, las vacunas deben seguir una serie de ensayos que verifiquen su seguridad, basándose principalmente en cuatro premisas:

  • Capacidad de inmunización: Como os decía, tras la administración de la vacuna el organismo debe quedar protegido frente a todas las variabels del patógeno.
  • Duración de la inmunización: Lo ideal sería que la inmunzación durase toda la vida del individuo, pero en algunos casos no es así y es necesario administrar refuerzos pasado un tiempo concreto. Este periodo debe quedar claro e informarse debidamente al paciente para que lo apunte en su cartilla de vacunación.
  • Minimización de los efectos secundarios: Aunque en el caso de las vacunas tradicionales en las que se administraba directamente el agente atenuado era muy frecuente la presencia de algunos efectos secundarios, como la fiebre, debe controlarse que éstos sean mínimos y, de hecho, las vacunas más modernas ya apenas producen ninguno.
  • Posibilidad de aplicación real: Además de asegurar la efectividad de la vacuna, también es importante tener en cuenta si su aplicación bajo ciertas circunstancias será posible. Por ejemplo, las vacunas que serán administradas en zonas áridas presentan la dificultad de su conservación en frío.

¿Cómo funcionan las vacunas?

sistema-inmune

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Ahora ya sabemos qué es una vacuna, ¿pero cómo funciona?

Para que una vacuna funcione correctamente es necesario que produzca inmunidad humoral y respuesta celular. Lo primero consiste en el mecanismo que se desencadena inmediatamente tras la infección. En ese momento, acude en primer lugar la delantera del sistema inmunológico, consistente en los linfocitos B, cuya activación se da cuando éste reacciona con el agente extraño, llamado antígeno, y es estimulado por otros linfocitos, conocidos como linfocitos T cooperadores.

Una vez activados, los linfocitos B producirán dos tipos de células: las células plasmáticas, que se encargarán de producir los anticuerpos que destruirán al antígeno, y las células de memoria, que no podrán luchar contra el agente extraño en ese momento, pero desencadenarán una respuesta mucho más potente en caso de darse una nueva infección.

En cuanto a la respuesta celular, es la que se encarga de actuar en las células que ya han sido infectadas. Esto ocurre porque estas células “avisan”al sistema inuminológico exponiendo en su exterior las proteínas del agente patógeno, que serán reconocidas por unos linfocitos, llamados linfocitos T citotóxicos, que actúan del mismo modo que lo hizo el linfocito B en el caso anterior.

En resumen se puede decir que la respuesta humoral es la que actúa frente a patógenos extracelulares y la celular es la que hace lo propio frente a los intracelulares.

¿Qué tipos de vacunas existen?

vacunas

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Desde que comenzaron a desarrollarse las vacunas, se han utilizado diferentes tipos, aunque el avance de algunas técnicas de la genética han llevado a que muchas de ellas hayan caído prácticamente en desuso.

En general, podemos hablar de los siguientes tipos de vacunas tradicionales:

  • Vacunas inactivadas: Son las más conocidas, ya que consisten en la administración del microorganismo patógeno muerto, de modo que no puede causar la enfermedad, pero sí es capaz de activar la respuesta inmune.
  • Vacunas atenuadas: En este caso el microbio en cuestión sigue vivo, pero se debilita en el laboratorio para que no pueda causar la enfermedad. En cierto modo éstas son las más peligrosas, ya que se puede producir la mutación del patógeno, por lo que cada vez se usan menos.
  • Vacunas de subunidades: En este caso se localiza qué subunidades del agente patógeno son los que activan el sistema inmunológico más eficientemente y se inoculan directamente, eliminando los posibles inconvenientes de introducir el microorganismo completo.
  • Vacunas de toxoides: Algunos microorganismos no son patógenos directamente, sino que causan enfermedades a través de la síntesis de ciertos tipos de toxinas, por lo que se puede centrar en ellas la fórmula de la vacuna. Para ello, se desactivan previamente con formalina, una disolución de formaldehído y agua esterilizada, pasando a llamarse toxoides. Después de su administración, el organismo quedará protegido frente a la toxina natural en caso de que ésta entre en contacto con él en un futuro.

Vacunas de nueva generación

adn (1)

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También conocidas como transgénicas, este tipo surgen de la orientación de los nuevos avances de la qímica y la ingeniería genética hacia el desarrollo de vacunas más inocuas, a la par que eficientes.

Esto se puede hacer de diferentes formas. Por un lado, en vez de inactivar o atenuar el microorganismo químicamente se puede hacer mutando las secuencias de ADN que le confieren la patogenicidad, dando lugar a un microbio idéntico, pero totalmente incapaz de causar la enfermedad.

Por otro lado, también se puede obtener una versión mejorada de las vacunas de subunidades, sintetizando químicamente el fragmento deseado, sin tener que recurrir directamente a uno extraído del agente infeccioso.

Otra de las opciones más estudiadas e interesantes consiste en el aprovechamiento de las técnicas de ADN recombinante para seleccionar los genes responsables del reconocimiento del microorganismo por parte del sistema inmune. Éstos se introducirán en bacterias, levaduras o plantas que actuarán como pequeñas factorías que aportarán un montón de las proteínas codificadas por esos genes, de modo que podrán ser usadas como vacuna con total seguridad.

Otro caso que también está siendo estudiado es el de las vacunas génicas, que consistirían en la administración directa de los genes que acabo de mencionar, de modo que serían directamente las células del hospedador las que sintetizarían el antígeno.

Adyuvantes de las vacunas

aluminio-vacunas

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En el caso de las vacunas tradicionales, es necesario recurrir a ciertas sustancias, conocidas como adyuvantes, que incrementen la inmunidad aumentando la disponibilidad del antígeno o estimulando el sistema inmune.

Pueden ser de muchos tipos, aunque uno de los más comunes son las sales de aluminio. Sin embargo, en algunos casos se han reportado efectos secundarios leves causados por ellas, por lo que se tiende a sustituirlas por otras alternativas, especialmente basadas en el uso directo de componentes del sistema inmunológico o de genes codificantes de moléculas coestimuladoras.

Mitos sobre las vacunas

mitos-vacunas

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Como habéis podido comprobar, la generación de una nueva vacuna debe cumplir un gran número de requisitos antes de que puedan ser administradas a la población. Simplemente eso debería bastar para que nos sintamos seguros a la hora de exponernos a ellas, pero además también contamos con la garantía del desarrollo de nuevas alternativas aún más seguras y, sobre todo, de los números que hablan por sí solos y nos demuestran la gran cantidad de enfermedades que han sido erradicadas gracias al seguimiento de los calendarios de vacunación.

Por ejemplo, aquí en España es prácticamente imposible conocer casos de enfermedades como la polio o la tos ferina, que antiguamente afectaron gravemente a tantísimos niños en este país.

Sin embargo, en los últimos años se han dado nuevos casos de enfermedades que parecían haber sido erradicadas, como el del niño que falleció en Olot a causa de la difteria hace unos meses.

Esto se debe al gran número de campañas anti vacunas basadas en falsos mitos sobre su dudosa seguridad, que han llevado a que muchos padres dejen de vacunar a sus hijos por miedo a que contraigan enfermedades más graves.

Vacunas y autismo

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El primer caso que nos viene a todos a la mente es el de las vacunas y el autismo. Todo este revuelo se debe a un estudio del año 1.998, en el que un doctor, llamado Andrew Wakefield, exponía los motivos médicos por los que la vacuna triple vírica, cuya primera dosis suele administrarse a los niños antes de su primer año de edad, puede favorecer el desarrollo de autismo.

Lógicamente, esto dio lugar a una gran alarma entre padres temerosos de provocar este trastorno a sus hijos, por lo que empezaron a darse muchos casos de niños que superaban la edad recomendada sin ser vacunados.

Sin embargo, al considerar de dudosa credibilidad el estudio, en el año 2.007 se abrió un proceso de investigación que demostró que los datos habían sido manipulados y que, además, los participantes que habían intervenido en los experimentos y los grupos de abogados que lo habían financiado pertenecían en su totalidad a colectivos anti-vacunas.

Quedó claro por lo tanto que se trataba de un fraude, pero la semilla del miedo ya había florecido y era imposible frenar el bulo, que seguía extendiéndose como la pólvora, generando nuevos “estudios” totalmente fraudulentos que se asociaban incluso a otras vacunas, haciendo que ya no sea sólo la triple vírica la más temida, sino que se haya demonizado también a todas las demás, con todas las terribles consecuencias que eso puede acarrear.

Las enfermedades para las que no vacunan ya no existen

bacteria-virus

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Otro argumento muy utilizado es el que afirma que las enfermedades para las que nos vacunan ya no existen y que, por lo tanto, es tontería seguir vacunándose. Para contestar a esto debemos tener en cuenta a qué nos referimos cuando hablamos de “erradicar una enfermedad”. Esto se refiere a que, si se sigue correctamente el calendario de vacunación, no tienen por qué volver a darse casos de la enfermedad.

Sin embargo, los agentes patógenos que las causan siguen existiendo, de modo que si se deja de vacunar a los niños encontrarán de nuevo hospedadores en los que reproducirse y podrán resurgir de las cenizas de las que nunca se marcharon.

Las vacunas contienen veneno

veneno

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Éste también fue uno de los argumentos más usados para apoyar la relación entre autismo y vacunas; ya que, según algunos, el mercurio presente en un conservante llamado timerosal podría resultar neurotóxico.

Sin embargo, las cantidades usadas de esta sustancia son mínimas y, además, desde 2.001 su uso está prohibido en aquellas vacunas destinadas a ser administradas en niños menores de 6 años, por lo que no hay nada que temer.

La alimentación sana y la lactancia materna son una alternativa mejor que las vacunas

comida-saludable

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Por supuestísimo que la alimentación sana es indispensable para el correcto funcionamiento del organismo; pero no nos engañemos, aún no se ha dado el caso de una lechuga que pueda combatir el tifus. Ojalá se pudiera, pero está más que claro que no es así.

En cuando a la lactancia materna, claro que refuerza el sistema inmune de los bebés, pero eso no quiere decir que queden protegidos contra las enfermedades, ya que sistema inmune tenemos todos, pero para que esté preparado para el ataque de las enfermedades es necesario que primero haya aprendido a defenderse. Y para eso están las vacunas.

Además, con teorías como ésta se lleva a que haya madres que den el pecho a sus hijos hasta edades en las que ya no les hace ningún bien.

Por lo tanto, la vacunación de los hijos es un derecho y un deber. Un derecho, porque gracias a ella sus pequeños quedarán protegidos frente al ataque de un gran número de enfermedades y un deber porque si no lo hacen estarán contribuyendo a la difusión de enfermedades que habían sido erradicadas gracias a muchos años de esfuerzo e investigación. Y sería una pena que eso ocurriera.