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¿Te pones triste cuando enfermas? Tu sistema inmune tiene la culpa

¿Os ponéis tristes cuando estáis convalecientes por una infección vírica? Os contamos las causas de la relación entre las infecciones y la depresión.

26 abril, 2016 09:06

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Pasar varios días en cama a causa de la gripe o de algún virus intestinal es un verdadero fastidio que nos lleva inevitablemente a la tristeza por muchas películas y series que veamos para intentar matar el tiempo.

La relación entre depresión o mal estado anímico e infecciones virales es algo que todos hemos comprobado en algún momento de nuestras vidas y que, además, está respaldada por las estadísticas de muchos estudios científicos, pero hasta ahora las causas no eran para nada claras.

Todos tendemos a pensar que simplemente nos sentimos tristes por el malestar que sentimos y por estar encerrados sin poder salir de la cama hasta la remisión de la enfermedad, pero lo cierto es que hay causas mucho más profundas detrás. Al menos esto es lo que afirma un grupo de investigadores de la Universidad de Friburgo que acaban de publicar en Inmunity un estudio que asegura que el verdadero responsable de este estado de ánimo es nuestro sistema inmunológico.

¿Qué relación conocíamos hasta ahora entre el sistema inmune y el estado de ánimo?

sistema-inmune

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Hasta hoy se sabía a ciencia cierta que el estrés y la ansiedad que en ocasiones resultan de los trastornos depresivos se asocian a un deterioro del sistema inmune; por lo que, como consecuencia, pueden dar lugar a la contracción de infecciones.

Sin embargo, no se conocía la relación contraria por la cual el padecimiento de una infección puede llevar a la adquisición de depresión.

Sí que es cierto que intuíamos algo por la tristeza que nos invade cuando estamos enfermos y también por un estudio realizado en 2013 según el cual el 62% de las personas que han pasado por una infección grave acaban cayendo en estado de depresión. Además, esto queda respaldado por el hecho de que el 45% de las personas que padecían enfermedades autoinmunes también atravesaban trastornos depresivos.

Por lo tanto, quedó estadísticamente clara la relación entre la intervención del sistema inmunológico en la defensa contra las infecciones y el deterioro del estado anímico, ¿pero a qué se debe?

¿Cuál es la relación entre las infecciones y la depresión?

bacteria-virus

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Además de todo lo dicho anteriormente, los investigadores responsables de este nuevo estudio comenzaron a intuir lo que realmente pasaba al comprobar que aquellos pacientes que tomaban interferones (IFN) de tipo I como parte de tratamientos contra el cáncer comenzaban a desarrollar todo un abanico de síntomas depresivos. 

Estos interferones son una serie de proteínas producidas de forma natural por nuestro sistema inmunitario como respuesta a la presencia de agentes patógenos como virus y células cancerosas, por lo que no sólo se administran como refuerzo a pacientes con tumores, sino que también las producimos como forma general cuando padecemos cualquier tipo de infección vírica.

Por lo tanto, esto lleva a pensar que sean los culpables del problema que nos ocupa, ¿pero cuáles son las causas?

El experimento que demostró la relación entre ambos trastornos

raton_laboratorio

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Para comprobar cómo podían activar los interferones la depresión, se realizó un experimento con ratones. En estos animales se puede comprobar la presencia de depresión de diferentes modos, aunque estos investigadores optaron por una prueba de natación, consistente en lanzarlos a una piscina y comprobar durante cuánto tiempo chapotean desesperadamente tratando salir del agua. Lógicamente, los roedores depresivos se rinden mucho antes, por lo que es un buen indicador para comprobar este tipo de trastornos.

Lo primero que se hizo fue estudiar qué ocurría si previamente se infectaba a los animales con un virus común, comprobando que la mayoría de ellos mostraron estar deprimidos.

A continuación, se utilizaron ratones modificados genéticamente para que las células de su cerebro no pudiesen responder a la acción de los interferones de tipo I; pero, curiosamente, estos también mostraron depresión.

¿Estaban entonces equivocados respecto a la intervención de estas proteínas? Antes de cambiar de objetivo, se preguntaron si podía ser la barrera hematoencefálica la responsable de la acción de  los interferones sobre el cerebro. Ésta es una barrera que impide el paso de sustancias de los vasos sanguíneos al sistema nervioso, por lo que podría estar perfectamente implicada. Por eso, optaron por modificar los siguientes ratones para que no pudiesen responder a los IFN tipo I ni las células que recubren el cerebro ni las de los vasos sanguíneos y, por fin, consiguieron que los ratones no se deprimieran después de ser infectados con el virus.

Así, ya pudieron centrarse en observar qué ocurre en al barrera hematoencefálica; comprobando que, con la llegada del IFN tipo I, se libera directamente en el cerebro otra sustancia, llamada CXCL10, que obstaculiza el correcto funcionamiento de las neuronas del hipocampo, que es el área cerebral asociada al control de las emociones.

Aún queda mucho por investigar, pero si terminan de confirmar este descubrimiento podría sentar las bases para el desarrollo de nuevos tratamientos muy efectivos contra los trastornos depresivos. Además, con esto hemos aprendido algo muy importante: que tenemos una razón para estar tristes durante nuestra convalecencia, así que lo mejor será que nos dejemos mimar.