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La música amansa a las fieras

29 octubre, 2015 10:43

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Los seres humanos nos sentimos, por defecto, embelesados por la música. En adultos y adolescentes, este arrastre emocional se traduce en expresiones físicas rítimicas que tratan de seguir el son de aquello que está sonano. Movemos la cabeza, las manos, aplaudimos… De este modo, se produce una sincronización entre la música y el comportamiento externo.

¿Pero qué pasa con los bebés? Es bien sabido que en esta edad no se produce tal sincronización, porque los lactantes carecen de la capacidad física para hacerlo. Pero, ¿podría haber una sincronización al menos psíquica? ¿Puede la música producir un arrastre emocional en los bebés que los lleve a una respuesta emocional determinada como, por ejemplo, relajarse o disminuir la angustia?

Estas son las preguntas que han intentado responder en un nuevo trabajo investigadores de la Universidad de Montreal. La conclusión: parece ser que los bebés permanecen en calma el doble de tiempo cuando escuchan una canción (incluso sin conocerla) que cuando se les habla. Como conclusión, los científicos creen que el canto podría ayudar a bebés y niños a desarrollar la capacidad de autocontrol emocional. El estudio, publicado recientemente en la revista Infancy, ha trabajado con treinta niños sanos de edades comprendidas entre 6 y 9 meses.

Sensibilidad acústica

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores utilizaron una serie de medidas para garantizar que la reacción de los niños a la música no estuviera influenciada por otros factores, tales como la sensibilidad a la voz de la madre. En primer lugar, tanto en el discurso (“lenguaje infantil” y “adulto”) como la música que se presentaron a los participantes fueron producidos en Turquía, asegurando así la no familiaridad de los niños con nada de lo que estaban escuchando.

En segundo lugar, los bebés no fueron expuestos a otros estímulos. A pesar de que sus padres estaban en la sala, todos ellos se sentaron detrás de los bebés, por lo que sus expresiones faciales no podían influir en el niño. Los bebés también fueron expuestos a grabaciones, en lugar actuaciones en directo, para asegurar actuaciones idénticas para todos los niños y garantizar que no hubiera interacción social entre el ejecutante y el niño.

El experimento se realizó del siguiente modo: cuando los bebés estaban en calma porque estaban con los padres, dichos progenitores se sentaron detrás del niño. Ahí comenzó el experimento, cuando se reprodujeron las grabaciones hasta que los bebés mostraron cara de angustia. Llegado este momento, los expertos les reprodujeron la canción (turca), lo que hizo que los bebés se mantuvieran en calma durante una duración media de 9 minutos. Con respecto al discurso de talante infantil, los bebés se mantuvieron en calma durante poco más de 4 minutos de media. Por último, con el discurso de cariz adulto los bebés aguantaron poco menos de 4 minutos de media. La falta de distinción significativa entre los dos tipos de discurso fue una sorpresa para los investigadores.

Una vez terminada esta parte del experimento, los investigadores trataron de consolidar estos resultados mediante la exposición de otros bebés a grabaciones de sus madres cantando en un lenguaje familiar (francés). Los resultados no hicieron más que confirmar lo encontrado en el experimento anterior.

Simplicidad y repetición

Según los investigadores, los resultados dejan pocas dudas acerca de la eficacia de cantar canciones infantiles y de cuna (basadas en la simplicidad y la repetición) para mantener la calma de los bebés durante períodos prolongados. Como añaden, incluso en el ambiente relativamente frío y seco de las habitaciones donde se realizaron los experimentos, el sonido de una mujer cantando ayudó a prolongar la sensación de bienestar de los más pequeños y a reducir el estado de angustia.

Fuente | Universidad de Montreal