Donald Trump y Volodímir Zelenski, en la reapertura de Notre Dame de diciembre.

Donald Trump y Volodímir Zelenski, en la reapertura de Notre Dame de diciembre. Ludovic Marin Reuters

Europa

¿Matrimonio de conveniencia? Ucrania abraza públicamente las políticas de Trump ante la necesidad de una "paz justa"

Ucrania ya no pide ayuda para ganar la guerra, sino para lograr una paz justa. En ese sentido, puede que Trump sea su hombre: de momento, al menos en público, las presiones a Putin han sido constantes desde su investidura.

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Frente a la “paz a través de la fuerza” de Trump, Ucrania parece apostar por la “paz a través de la adulación” que tan bien suele funcionar con el multimillonario estadounidense. Conscientes de la poca tolerancia a la crítica y de la excelente opinión de sí mismo que tiene el nuevo presidente, tanto el líder ucraniano Volodimir Zelenski como buena parte del establishment político ucraniano han decidido aplaudir sus medidas y elogiar su personalidad, estableciéndole como garante de la “paz justa” que Kiev lleva demandando desde que el Partido Republicano ganara las elecciones en noviembre.

A nadie se le escapa que la relación entre Zelenski y Trump es compleja. El presidente ucraniano estuvo en el centro del primer intento de impeachment contra Trump, en 2019, por la llamada en la que se le pedía que investigara los negocios de Hunter Biden en Ucrania o de lo contrario se quedaría sin la ayuda que ya por entonces Estados Unidos ofrecía a su país. Amenaza, por cierto, que Trump cumplió, congelando los fondos aprobados por el Congreso mucho más tiempo de lo razonable.

Los desencuentros siguieron a lo largo de los años: Trump calificó a Putin de “genio” cuando decidió invadir Ucrania y siempre ha presumido de su buena relación con el autócrata ruso. Aunque Zelenski ha preferido “guardar la ropa” y matizar siempre su opinión sobre el líder republicano, Trump no se ha andado con remilgos: ha criticado la ayuda a Ucrania, ha prometido acabar con ella o reducirla en todo lo posible y se ha rodeado de asesores como J.D. Vance o el propio Elon Musk, que no quieren saber nada de seguir colaborando con el gobierno de Kiev si eso implica más gasto público.

Incluso durante la campaña electoral, Trump y el grueso del Partido Republicano acusaron a Zelenski de tomar partido al entrevistarse con Joe Biden y Kamala Harris con motivo de su intervención ante las Naciones Unidas el 25 de septiembre del año pasado. El aluvión de críticas fue enorme, lo que ha provocado que Zelenski tenga que doblar sus esfuerzos reconciliatorios. En un podcast, recientemente, aseguró que Trump había ganado a Harris porque era “un candidato mucho más fuerte, intelectual y físicamente”.

Las presiones sobre Putin

Obviamente, a Ucrania le habría ido mejor con una nueva administración demócrata. En términos de erosión a Rusia y de compromiso con la victoria en la guerra, está muy claro. El asunto ahora es hacer lo que se pueda con lo que hay. Si Trump quiere pasar a la historia como un pacificador, al menos que dicha paz sea lo más ventajosa posible. Su buena relación con Putin es un arma de doble filo: por un lado, la afinidad personal y la admiración confesa hacia el líder ruso puede hacerle inclinarse del bando invasor… por otro, a Trump siempre le gusta ir contracorriente, y desde luego no se siente cómodo en el papel de “marioneta de Putin” que a menudo se le atribuye.

Tal vez por eso, desde que fuera investido presidente, Trump no ha dejado de enviar mensajes al Kremlin presionando para que se sienten en una mesa de negociación. El mismo lunes, ante la prensa, aseguró que la paz dependía de Putin y que era el ruso el que no quería llegar a un acuerdo mientras que Zelenski sí había mostrado su voluntad de acabar la guerra. Posteriormente, publicó en su red social, Truth, un mensaje en el que aseguraba que el conflicto era un desastre para Rusia, que estaba acabando con su economía y pedía a Putin que recapacitara y aceptara una negociación.

Este mismo jueves, Trump volvió a insistir en su discurso, pidiendo a Arabia Saudí que baje el precio del barril de petróleo. Según el presidente estadounidense, si los países árabes bajan el precio actual, Rusia se verá obligada a hacer lo mismo y eso acabará del todo con su economía, obligándole a aceptar una paz que no sea una réplica de sus deseos cuando empezaron la invasión hace ya casi tres años. Los saudíes no parecen demasiado interesados, pero su relación con Estados Unidos pasa por una larga luna de miel y tampoco les interesa que eso cambie.

Kursk como pieza clave del tablero

Zelenski sabe que no puede contar ya con una victoria, pero también sabe que entre la victoria absoluta y la derrota absoluta hay multitud de términos medios. Ha sabido jugar sus cartas de manera inteligente: Biden fue una gran ayuda para resistir el empuje ruso y, sobre todo, para que el país no se derrumbara económicamente y su ejército pudiera fortalecerse exponencialmente. Prueba de dicha fortaleza es que Rusia, pese a toda la propaganda al respecto, sigue estancada en el frente: aún no ha tomado Pokrovsk y eso dificulta muchísimo el ataque a Sloviansk y Kramatorsk. Al ritmo actual, parece imposible que en 2025 pueda conquistar siquiera el Donbás.

Todo ello a un ritmo de pérdidas humanas totalmente desproporcionado y dejando a su ejército muy debilitado: Rusia ha perdido aproximadamente la mitad de los blindados que tenía en stock y no hay manera de construir al ritmo al que se destruye. El apoyo de China es titubeante y Corea del Norte no es el mejor aliado para reflotar una economía. En cuanto a Irán, sus fracasos en Líbano y Siria hacen que tengan que centrar sus esfuerzos en sus propios asuntos y no los de su aliado.

Asimismo, la presencia ucraniana en Kursk se ha convertido en una pieza muy importante a la hora de negociar paz por territorios. Si Rusia pretende anexionarse todo lo conquistado hasta ahora, tendrá que aceptar que esa parte de su país pase a manos ucranianas, algo que, obviamente, no va a suceder. Después de todo, puede que Trump tenga la autoridad que no tenía Biden para obligar a Rusia a sentarse y aceptar una paz razonable. Tiene cuatro años por delante y puede convencer a Putin de que las cosas irán mejor en el futuro entre ambos si se atiene ahora a razones.

Mientras, siguen las amenazas de nuevas sanciones y aranceles, aunque todo esto hay que cogerlo con pinzas. Trump no quiere arrinconar a Rusia como no quiso Biden. Es una potencia demasiado peligrosa y su tendencia a la autodestrucción puede resultar un peligro para el mundo más que una ventaja. Zelenski volvió a insistir esta semana en que estaba dispuesto a sentarse con Putin si mediaba Trump. Lo que no está claro es qué está dispuesto a aceptar. De Putin, de momento, no hay noticias. Y Trump no es el hombre más paciente del mundo.