
Un ingeniero ucraniano realiza un simulacro, en el simulador de la Sala de Control de uno de los reactores de la central nuclear de Jmelnitski (Ucrania). Jmelnitski
Alerta nuclear en Ucrania: el dudoso mantenimiento ruso de la planta atómica de Zaporiya pone en riesgo a Europa
Ante la huida masiva de ingenieros ucranianos, Moscú está introduciendo personal que no está lo suficientemente especializado para el mantenimiento de los reactores nucleares ucranianos.
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Antes de recorrer las instalaciones de la central nuclear de Jmelnitski, los técnicos de seguridad de la planta explican el protocolo a seguir en caso de emergencia. Si se produjera un accidente –o un dron suicida ruso explotara en el entorno de los reactores–, el personal de la planta se encarga de suministrar la pastilla de yodo que hay que ingerir. "No debes tomarla por tu cuenta, insisten, pero hay que tomarla".
La seguridad –y las consecuencias que la guerra está teniendo en la seguridad de las centrales nucleares– está en el centro de todas las cuestiones que se desarrollan en Jmelnitski, una planta situada en el oeste de Ucrania y en pleno proceso de expansión. "En 2030 será la central nuclear más grande de Europa, superando la capacidad de producción de Zaporiya", explica Vasil Sluhanshi, subdirector de recursos humanos de la central.
En Ucrania, más de la mitad de la energía que se consume procede de las nucleares. Y gracias a ellas –y a que Rusia aún no ha cruzado la línea roja de bombardearlas, como sí ha hecho con las centrales eléctricas– el país no se ha apagado. Sin embargo, el hecho de que Rusia haya ocupado la planta Zaporiya ha supuesto un varapalo importante: de allí salía el 20% de la energía ucraniana.

Detalle de uno de los paneles del simulador de la Sala de Control de uno de los reactores de la central nuclear de Jmelnitski (Ucrania). Jmelnitski
Ucrania no ha dejado de reivindicar que esta planta no pertenece a Rusia –que no ha sido capaz tampoco de operarla con normalidad– y de exigir a los organismos internacionales que medien para que sea devuelta. Pero conscientes de que tal vez eso no suceda, están trabajando para ampliar otras plantas atómicas como la de Jmelnitski.
Pero hasta que se completen las obras, la que sigue siendo hoy la central nuclear más grande de Europa, y el hecho de que esté ocupada por las tropas rusas desde febrero de 2022, ha derivado en problemas que ponen en riesgo la seguridad nuclear. Es la primera vez en la historia que sucede algo así, la ocupación militar de un Programa Nuclear en medio de un conflicto bélico. Y sus consecuencias preocupan cada día más, tanto a los ingenieros ucranianos, como al personal de la OIEA (Organización Internacional de la Energía Atómica) que vigila las instalaciones.

María Senovilla Pokrovsk
Cuando la planta fue ocupada, su normal funcionamiento se resintió rápidamente: los rusos no fueron capaces de mantener la producción, ni de retener a buena parte del personal. Así que tuvo que apagarse en septiembre de 2022, cuando entró en modo de "parada en frío". En aquellos momentos, con el foco puesto en el frente de combate y en los inéditos bombardeos que estaban azotando ciudades como Járkiv o Kiev, la situación de Zaporiya no destacó por encima del resto de atrocidades de la guerra.
Sin embargo, en las noticias locales que publicaban los medios ucranianos sí se empezó a advertir a la gente del peligro y de cómo debían actuar en caso de accidente nuclear. Noticias sobre los cortes en el suministro eléctrico de la central –necesario para que no se produjera una fusión de los núcleos– o reportajes explicando la cuestión de la pastilla de yodo "en caso de emisiones radioactivas", se mezclaban con reportes intentando tranquilizar a la población.
Chernobyl novolverá a suceder
Era inevitable pensar en el desastre de Chernóbil, y en las consecuencias que se siguen arrastrando décadas después. En la ciudad de Járkiv, por ejemplo, hay un barrio humilde donde se realojó a miles de personas que sobrevivieron a la catástrofe. La mayoría estuvo expuesta en mayor o menor medida a la radiación, pero aún quedaban con vida algunos supervivientes.
"La mayoría ha muerto de cáncer", explicaba una vecina al inicio de la invasión. Su marido, que participó en tareas de limpieza tras el accidente nuclear, la escuchaba atentamente desde una cama. Tenía una parálisis que le impedía hablar y mover medio cuerpo. "Hay casos mucho peores", decía mientras le regalaba una caricia en la cabeza. "Ahora pienso en Zaporiya …"

Vasil Sluhanshi, subdirector de recursos humanos de la central nuclear de Jmelnitski, durante la entrevista. Jmelnitski
"Es imposible que aquello vuelva a suceder, a esa escala, porque ahora las centrales atómicas tienen un sistema de seguridad basado en estructuras de contención", explica Sluhanshi. "Pero cada vez nos preocupa más la seguridad de Zaporiya , los riesgos derivados de los cortes de electricidad y sobre todo la falta de personal para su correcto mantenimiento", advierte.
La cuestión de los cortes de electricidad afecta a todas las centrales nucleares del país, pero con Zaporiya es aún más preocupante porque tan sólo hay un cable eléctrico que lleva el suministro a Enerhodar –la localidad donde se ubica la planta– y se ha dañado en varias ocasiones debido a los bombardeos.
Rusia no es capaz de suministrar energía desde la parte ocupada de Ucrania, por lo que el cable discurre por la zona del frente de combate. "Ucrania continúa suministrando electricidad a todo Enerhodar, precisamente para que no haya un incidente nuclear", matiza el subdirector Sluhanshi. "Pero se han producido al menos diez incidencias por estos apagones desde que empezó la guerra", detalla.
La verdadera amenaza nuclear
"Cuando el Ejército ruso entró en las instalaciones de Zaporiya, se cortaron las comunicaciones con el resto de Ucrania. Ahora hay observadores de la OIEA allí, pero aún así no tenemos todos los detalles", continúa Sluhanshi.

Monumento al átomo que se erige en la entrada de la central nuclear de Jmelnitski (Ucrania). Jmelnitski
"Lo que sí sabemos, y es una de las cosas que más nos preocupan, es que hay una falta importante de personal especializado para el mantenimiento de esa central: ahora mismo tienen un serio problema por falta de trabajadores operativos, de personal de mantenimiento, soporte de ingeniería y muchos otros. Falta gente en todos los departamentos, y los que están se ven obligados a hacer turnos más largos. Esto es peligroso para la seguridad de la central", denuncia el subdirector de Jmelnitski.
"La categoría más crítica es el personal operativo, que garantiza la seguridad del reactor, ya sea que esté apagado o en operación. Muchos ingenieros ucranianos se fueron, y los rusos están tratando de reemplazarlos con trabajadores que no están cualificados para esos puestos. Lleva muchos años cualificar a un ingeniero para que sea operador de la sala de control", continúa.
El Kremlin ha intentado llevar personal de otras plantas nucleares rusas hasta Zaporiya, pero esto también es un gran problema, tal y como explica Sluhanshi: "Cada reactor es diferente, aunque el proyecto sea el mismo hay muchas pequeñas diferencias".
"Aquí, por ejemplo, a los ingenieros que formamos sólo les damos la licencia para operar los reactores de esta planta: hay varios tipos de licencias individuales, porque un mismo reactor puede tener distintas configuraciones, y es necesario una licencia específica para cada una de las configuraciones", añade, desvelando la magnitud del problema.

Kiev (Ucrania)
De las 12.000 personas que trabajaban en Zaporiya antes de la invasión rusa, quedan aproximadamente 5.000. Y no son suficientes para hacer el mantenimiento de los seis reactores nucleares y las instalaciones aledañas. "Pero la OIEA no eleva lo suficiente la voz para denunciar esta situación", se queja Sluhanshi. "Mi opinión es que hasta que Ucrania no recupere el control de la planta, esto seguirá siendo una amenaza nuclear real para Ucrania y para el mundo", zanja.
La salud mental
Al hecho de que sólo quede la mitad del personal en Zaporiya –y trabajando en turnos más largos de lo permitido– hay que sumar la preocupación por su salud, especialmente las cuestiones relacionadas con la salud mental.
En la central nuclear Jmelnitski, que no está bajo la ocupación rusa, la guerra ha causado un gran impacto en la salud mental de los trabajadores. Los responsables de seguridad de la planta reconocen que las consultas médicas en este sentido se han disparado, y que es un riesgo que les preocupa especialmente, porque un error humano puede ser fatal –como ya se comprobó en Chernóbil–.
Para entender la presión que conlleva realizar este trabajo, y el nivel de especialización que se requiere, los responsables de la planta muestran la sala de simulación cuando concluimos la entrevista. Se trata de varias dependencias, que son una copia exacta y a tamaño real de las salas de control de los reactores.

Vista general del simulador de la Sala de Control de uno de los reactores de la central nuclear de Jmelnitski (Ucrania). Jmelnitski
Allí hay media docena de personas operando paneles –con miles de luces e interruptores–, mientras consultan enormes manuales, atienden los teléfonos y revisan las pantallas. La actividad es vertiginosa, y la toma de decisiones en los momentos críticos se hace a gran velocidad. Recuerdan a las salas de los controladores aéreos, direigiendo el tráfico de decenas de vuelos a la vez.
Estos simulacros se realizan regularmente en las plantas atómicas, como parte del proceso de formación que reciben los que van a trabajar en las salas de control. Los puestos más delicados para la seguridad de toda la central. "Completar su especialización requiere de 8 a 12 años, contando desde que llegan a la central con su título de ingeniería ya en la mano", comenta Sluhanshi mientras observamos el ejercicio.
No es necesario que añada nada más para entender el riesgo que supone que la mitad de los ingenieros de Zaporiya hayan huido, y que Rusia los esté sustituyendo por otros que no están especializados, y que no cuentan con la licencia exacta para la configuración de los reactores que deben mantener.
Tampoco es necesario que el subdirector ahonde en la cuestión de por qué es importante la salud mental a la hora de realizar este trabajo. Es algo que salta a la vista viendo la manera en la que trabajan. El problema es que nadie está viendo en qué estado de salud está trabajando el personal de Zaporiya en estos momentos.
La presión añadida que deben sentir por la cercanía del frente de combate, por trabajar junto a nuevos compañeros procedentes del país invasor y que no han sido formados suficientemente, y también la presión por vivir en una zona ocupada –donde se tiene constancia de que hay centros de detención y cámaras de tortura– podría tener consecuencias fatales para la seguridad nuclear de toda Europa.