Armada española luchando en Filipinas a mediados del siglo XIX según el pincel de Rafael Monleón.

Armada española luchando en Filipinas a mediados del siglo XIX según el pincel de Rafael Monleón. Museo Naval de Madrid

Asia

La lenta desaparición en Filipinas del español: de lengua colonial a idioma olvidado tras la llegada de Estados Unidos

El único país de Asia con un pasado hispanohablante, relegó el español a una lengua minoritaria sin apoyo institucional y con un futuro muy incierto. 

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El español, que durante siglos fue la lengua de la élite cultural y comercial filipina, ha experimentado una transformación radical en su presencia en el archipiélago asiático en los últimos cien años. Durante la primera mitad del siglo XX, el castellano dominaba la vida urbana de las élites del país: era el idioma de los periódicos, los círculos culturales y las transacciones comerciales, además de tener una notable presencia en la política. Actualmente, su presencia en las calles es meramente formal: pervive en los nombres y apellidos de sus habitantes, en la toponimia de sus ciudades y en las denominaciones de sus divisiones administrativas. Pocos recuerdan vagamente algunas palabras en castellano.

El profesor titular y coordinador de la Sección de Español del Departamento de Lenguas Europeas de la Universidad de Filipinas Diliman y fundador y presidente de la Asociación Filipina de Profesores de ELE, Miguel Blázquez, explica a EL ESPAÑOL que la lengua castellana “no logró arraigarse en el archipiélago debido al escaso número de españoles en las islas, al enfoque fiscal y religioso de la colonización que lastró el interés de las autoridades civiles y del clero por enseñarlo, y a factores históricos como la colonización estadounidense y la masacre de hispanohablantes durante la Segunda Guerra Mundial”.

“A pesar de ello, el español dejó una huella profunda en las lenguas vernáculas del país. Se estima que un tercio del vocabulario filipino proviene del castellano, una característica común en todas las lenguas locales”, explica el académico. “Esta influencia alcanza su mayor expresión en el chabacano, la única lengua criolla de base hispana en Asia, donde alrededor del 50 % del léxico tiene origen español”, asegura Blázquez. “Además, hasta la Segunda Guerra Mundial, el país albergaba más de sesenta publicaciones periódicas (diarias, semanales y mensuales) en español con una tirada que rondaba los ochenta mil ejemplares”.

Tras cuatro siglos como lengua oficial —un estatus que mantuvo desde 1571—, el español es uno de los pocos casos donde la lengua de Cervantes no es oficial en el estado y no es hablada por la población. Blázquez afirma que el español nunca enraizó: “aunque durante los siglos XVI, XVII y XVIII la Corona promovió el español mediante decretos, la Iglesia priorizó la evangelización en las lenguas indígenas para facilitar la asimilación de la doctrina cristiana. Fue necesario esperar hasta mediados del siglo XIX para que se impulsara oficialmente la enseñanza del español en Filipinas”.

“En 1863, Isabel II decretó la instauración del sistema de educación primaria público, gratuito y universal en el archipiélago, lo que permitió la construcción de una veintena de escuelas en Manila y más de setenta en las provincias. No obstante, esta iniciativa no tuvo tiempo de madurar, ya que tras la derrota española frente a los Estados Unidos en 1898, el inglés se convirtió en el idioma predominante, y a inicios del siglo XX solo una minoría hablaba español”, asegura el académico.

Según el profesor Blázquez, esta minoría, élites políticas, intelectuales y comerciales, intentó legislativamente mantener el español en el sistema educativo. “Así, por ejemplo, se incluyó como materia optativa en la educación secundaria y se obligó su estudio durante décadas en las universidades. A pesar de estos esfuerzos, a medida que avanzaba el siglo XX el número de hispanohablantes iba decreciendo”. “Además, episodios como la destrucción de Manila en la Segunda Guerra Mundial y la consecuente dispersión de la comunidad hispanohablante, la promoción del filipino en 1973 como lengua nacional y la pérdida de su estatus de lengua oficial en 1987, significaron su ocaso y definitiva exclusión de la enseñanza pública”, concluye.

Impulso en la educación

Sin embargo, una peculiaridad legal mantiene su relevancia: sigue siendo lengua oficial para todos los documentos históricos de la época imperial que no fueron traducidos a la lengua nacional. La pérdida de su oficialidad marcó el inicio de un declive progresivo y desde entonces el español dejó de ser asignatura obligatoria en la universidad, relegándose a un papel cada vez más secundario en el sistema educativo filipino. No obstante, el siglo XXI ha traído nuevos aires para el español en el país. En 2009, la expresidenta Gloria Macapagal-Arroyo (2004-2010) recibió el Premio Internacional Don Quijote por impulsar la reintroducción del español en el currículo educativo. Este reconocimiento culminó en 2010 con un ambicioso acuerdo entre España y Filipinas para expandir la enseñanza del español en la educación secundaria.

Blázquez explica a El Español que el castellano se imparte como optativa en cuatro horas semanales, con el objetivo de alcanzar un nivel B1 al finalizar la secundaria. Sin embargo, enfrenta problemas como la falta de docentes cualificados y materiales didácticos, limitando su enseñanza a los cursos séptimo a décimo (11-15 años). A pesar de ser uno de los idiomas más exitosos en el programa, solo llega a diez mil estudiantes en un sistema educativo con más de cinco millones. También subraya que el contexto multilingüe de Filipinas prioriza las lenguas locales, el filipino y el inglés, relegando las lenguas extranjeras. Para el académico, el verdadero desafío para el español es mejorar la calidad de su enseñanza, abordando la formación del profesorado y la escasez de materiales actualizados para asegurar su futuro en el sistema educativo.

El director del Instituto Cervantes de Manila, Francisco Javier López Tapia, se muestra optimista sobre el crecimiento “sostenido” a lo largo de este siglo de la presencia del español en los currículos educativos filipinos. Entre otros datos, López Tapia afirma que en 2024, su centro ha contado con unos 4.000 estudiantes filipinos inscritos en cursos de español y asegura que el centro que dirige desde hace sólo unos meses “es uno de los centros con más estudiantes de toda nuestra red en el mundo”. Además, este mismo año pasado “mejoraron también los datos de ámbitos como la certificación lingüística del español o la formación de profesores”.

“A pesar de contar con estudiantes de todas las franjas de edad, el perfil del estudiante del Instituto Cervantes es el de una persona joven, que busca nuevas oportunidades académicas o laborales, en su propio país o en países del entorno hispanohablante” advierte López Tapia. Según el director del centro, “más allá de cuestiones identitarias o históricas, son motivaciones, principalmente, pragmáticas, basadas en la idea de que el español es una lengua global, con más de 600 millones de hablantes en el mundo, que les abrirá puertas, sobre todo, en el ámbito profesional”.

López Tapia afirma que el Cervantes “ha sido un actor que ha contribuido en mucho a que la situación del español en Filipinas sea la que es actualmente” en sus más de 30 años de existencia fomentando el aprendizaje de las lenguas y las culturas de los diferentes países hispanohablantes, preservando la herencia cultural hispana y colaborando con otras instituciones locales e internacionales. El director cree que la labor que ejerce el centro tiene un impacto real en cómo se nos percibe, y favorece los intercambios culturales, económicos y turísticos, así como el hecho de establecer relaciones con las autoridades locales, “muy cordiales y de apoyo mutuo”.

Blázquez no es tan optimista como López Tapia y asegura que el Special Program of Foreign Language (SPFL) del Departamento de Educación filipino “se lanzó sin los recursos humanos y materiales necesarios para garantizar su correcta implementación. Muchos docentes fueron reciclados de manera acelerada, y los programas de formación acordados entre las instituciones filipinas y españolas no lograron los resultados esperados”. “Además, estos programas se interrumpieron en 2016, al expirar los memorandos de entendimiento entre ambos países, los cuales aún no se han renovado”, recalca el académico.

El académico afirma que “la universidad encargada de formar al profesorado del Departamento de Educación filipino, conocida como Normal University, con campus en Manila, Luzón del Norte, Luzón del Sur, Visayas y Mindanao —similares a las escuelas de magisterio en España—, actualmente no ofrece formación en español en ninguno de sus centros y esto ha provocado que, en los últimos años de secundaria, no haya suficientes docentes capacitados para impartir español”.

“De los aproximadamente doscientos profesores en activo, la gran mayoría tiene un nivel lingüístico insuficiente para enseñar el idioma”, afirma el académico porqué “la falta de recursos económicos agrava el problema, ya que los materiales de español como lengua extranjera (ELE) en las aulas son escasos, obsoletos o no están adaptados a la realidad del país y su alumnado; y aunque el español se enseña en algunas escuelas públicas a unos diez mil alumnos, no existe un libro de texto básico asequible para los usuarios del sistema público filipino”.

Un futuro incierto

A nivel empresarial, la presencia del español en Filipinas está en crecimiento, según el director del Cervantes, “como evidencia el gran volumen de proyectos gestionados en Filipinas por empresas españoles como Acciona, Indra, o incluso Porcelanosa.” “Los datos que manejan la Oficina Comercial de España en Filipinas, o la Cámara Española de Comercio, Industria y Navegación en Filipinas apuntan en esa dirección: las exportaciones españolas que se duplican, y se aprecia un incremento de las misiones comerciales bilaterales en los últimos años”, afirma López Tapia.

“En mi opinión, y más allá de identidades o elementos históricos pasados que, indudablemente, los hay, lo español es un fenómeno global, y también aquí en Filipinas es percibido en términos de futuro, y de oportunidad”, opina López Tapia. “Entiendo que, al igual que ocurre en otros países del mundo, el español continuará ganando relevancia en Filipinas durante los próximos años. Los factores de la relevancia se relacionarán con el grado de desarrollos de las relaciones económicas y comerciales entre Filipinas y los diferentes países hispanohablantes; la puesta en marcha de un mayor número de programas culturales y educativos, que impulsen el uso y la enseñanza de nuestra lengua en el país”, sostiene el director del Cervantes.

Blázquez,por su parte, descarta que la lengua española pueda tener en un futuro un estatus mejor del que dispone ahora y descarta que nuestra lengua pueda disfrutar de nuevo de un estatus de oficialidad. “Seamos realistas: el español no va a volver a ser idioma oficial en Filipinas. Es un país con más de 180 lenguas habladas, y donde el inglés y el tagalo tienen un papel predominante”, afirma contundentemente. “Aunque algunos nostálgicos sigan defendiendo esta idea, no tiene mucho sentido mantenerla”, opina.

El académico coincide con el director del Instituto Cervantes de Manila en que se puede promocionar el idioma por diferentes vías. “Lo que sí es posible es fortalecer los lazos históricos, culturales y lingüísticos entre el mundo hispano y Filipinas, un país que en su momento formó parte activa de esa tradición”, apunta Blázquez. “Para lograrlo, además de la increíble labor cultural que desempeñan el Cervantes, las Embajadas españolas y latinoamericanas, y el Aula María Zambrano UP-UMA, es crucial que sean los propios filipinos los que lideren este proceso, a través de organizaciones de la sociedad civil como AFELE y de instituciones educativas y culturales nacionales como las universidades”, agrega el académico.

Además, Blázquez, cree que esto no significa que España deba quedar al margen. “Es fundamental que los gobiernos de España y Filipinas firmen un memorándum renovado para promover la lengua y la cultura españolas, un acuerdo que, según tengo entendido, ya está en proceso”, revela. “Este acuerdo debe ser ambicioso, con compromisos claros y concretos, y debe traducirse en iniciativas tangibles. No puede limitarse a una mera declaración de intenciones y en un intento por llegar a todos los rincones del país”, concluye.

El español en Filipinas enfrenta un futuro incierto pero no carente de esperanza. Más allá de la nostalgia histórica, el futuro del español en Filipinas dependerá menos de su pasado colonial y más de su utilidad en un mundo globalizado, donde las oportunidades económicas y académicas sigan justificando su aprendizaje. La pregunta que queda abierta es si estos esfuerzos serán suficientes para evitar que el idioma se convierta en un vestigio cada vez más reducido del pasado filipino. En última instancia, el futuro del español en Filipinas dependerá de la capacidad de los filipinos para verlo no solo como una herencia del pasado, sino como una herramienta de oportunidades en un mundo globalizado.