La policía mexicana en el lugar del crimen.

La policía mexicana en el lugar del crimen. Reuters

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El atentado que acabó con el pacto de no agresión de los narcos en la capital de México

El atentado fue perpetrado por el Cártel Jalisco Nueva Generación y sus aliados contra Omar García Harfuch, jefe de los policías de la ciudad.

16 julio, 2020 02:18

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A finales de junio, en la exclusiva zona de Lomas de Chapultepec, donde duermen diplomáticos, políticos y empresarios, cientos de casquillos, armas largas y tres muertos acabaron con un pacto. El primer narco atentado de la Ciudad de México, perpetrado por el Cártel Jalisco Nueva Generación y sus aliados contra Omar García Harfuch, jefe de los policías de la ciudad, borró con sangre el acuerdo tácito por parte de las poderosas organizaciones criminales mexicanas de limitar los actos de violencia en la capital.

Las imágenes del automóvil en el que viajaba, una camioneta blindada, acribillada por 414 balazos de alto calibre, parecen de película. Pero las consecuencias fueron reales. Dos de sus escoltas y una señora de un pequeño pueblo que se dedicaba a vender comida en la calle murieron. Hubo otros cinco heridos, entre ellos el propio García Harfuch, cuyo cargo oficial es secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México. Tres balas le golpearon y estuvo hospitalizado hasta el pasado 6 de julio.

La reacción de las autoridades fue rápida. De momento ya van 21 personas detenidas, vinculadas con el Cártel Jalisco Nueva Generación. Durante las detenciones de los autores materiales se decomisaron un lanzagranadas, 34 armas largas, 8 cortas, 7 granadas, 5 fusiles Barrett, 39 chalecos, 51 bombas molotov, 96 cargadores, unos 3.000 cartuchos y 13 coches.

Semejante arsenal y despliegue, además de probar la fuerza del cártel, certifica el final del acuerdo tácito entre las organizaciones criminales de no atentar contra funcionarios en la Ciudad de México y marca el cruce de la última línea roja que el crimen organizado mantenía en la capital.

Según se publicó en el Washington Post, el Cártel Jalisco Nueva Generación ha tenido varios intentos de controlar la Ciudad de México, pero no lo ha logrado por dos razones. Una son las detenciones que Omar García Harfuch, cuando estaba en 2018 y principios de 2019 a la cabeza de la Agencia Federal de Investigación de la Fiscalía General de la República, coordinó contra el cártel. La segunda es que otros grupos delictivos no quieren aliarse con ellos ya que el Cártel ha roto el pacto de las organizaciones criminales de no pelear por la Ciudad de México. La idea es que si usan la misma violencia en la capital del país que usan en otras plazas, las autoridades se verán obligadas a actuar y eso es malo para los negocios.

Tres son las organizaciones criminales tradicionales de Ciudad de México: La Unión Tepito, la Fuerza Anti Unión Tepito y el cartel de Tláhuac. Su origen son pequeñas familias de vendedores de droga del barrio bravo de Tepito, en el centro de la ciudad. Comienzan a organizarse de una forma más similar a un cártel en 2010, por consejo de un capo de los Beltrán Leyva, según se cuenta en el libro NarcoCDMX.

El Cártel Jalisco Nueva Generación, ahora quizá la organización más fuerte de las seis grandes transnacionales de la droga, llegó a la capital a mediados del 2017. Lo hizo de la misma forma que en otras plazas, acercándose a algunas bandas locales para ayudarlas contra sus rivales. En CDMX se alió con la Fuerza Anti Unión Tepito y el cartel de Tláhuac frente a La Unión Tepito.

Aunque había habido algunas matanzas previas, como la masacre de 24 personas en el 2008 en un parque nacional cercano a la ciudad o la desaparición de 13 jóvenes en un bar de mala muerte en 2013; a partir de 2017 se han ido sucediendo varios acontecimientos cada vez más sangrientos y más cercanos al corazón de México.

Primero, en julio de 2017, a las afueras de la ciudad, cerca de la Universidad Autónoma de México, militares de la Armada de México se enfrentaron a tiros integrantes de un cártel local, con coches quemados, barricadas, narcobloqueos. Algo que, pese a ser común en estados del norte, no se veía en la capital. Luego, en junio de 2018, se encontraron los dos cadáveres de dos delincuentes descuartizados y dispersos por la avenida Insurgentes, que atraviesa la ciudad de norte a sur y es de las más importantes de la capital. Semejante exhibición de los cuerpos, relativamente habitual en otras partes del país, nunca se había visto en la capital.

Pocos meses después, en septiembre, cinco sicarios disfrazados de mariachis acudieron un domingo con armas largas a la plaza Garibaldi, un lugar ultraturístico en el centro histórico, y acabaron con la vida de seis personas en lo que pareció un ajuste de cuentas. De nuevo, algo que jamás se veía en el centro de CDMX. El narco atentado contra Omar García Harfuch es otra línea roja, quizá la última que quedaba: la de atentar contra políticos. Otra vez, mientras que la narcoviolencia contra políticos es relativamente común en otras partes del país— en el año electoral de 2018 hubo 159 asesinatos de políticos—, es algo que no se había visto en la capital.

García Harfuch fue dado de alta del hospital el 6 de julio. Está en rehabilitación y aseguró vía Twitter que pronto volvería a encabezar la Policía de la Ciudad de México “para combatir a la delincuencia que tanto daño nos hace”. Mientras estaba hospitalizado, un cantautor le dedicó un corrido, en el que se destaca que “cargaba la suerte” ya que “de mil balas que tronaron, sólo tres lo lastimaron”. Pero para los expertos en seguridad, el crimen organizado, se cruzó la última línea roja que marca un punto de no retorno.