Punto de inflexión: las tasas de desempleo han alcanzado mínimos históricos en el mundo desarrollado y, sin embargo, los movimientos de protesta muestran que hay mucha gente que sigue deseperanzada sobre su futuro.

Hoy en día vemos la infelicidad reflejada en una gran variedad de pancartas -Trump, el Brexit, los 'chalecos amarillos'-. Sus orígenes se encuentran normalmente en el avance del cambio tecnológico y la globalización. Aunque ambos hayan sido enormemente beneficiosos para la sociedad, estos beneficios se han distribuido de manera desigual. Una gestora de inversiones que trabaje en un centro mundial como Londres puede hacer negocios en todo el mundo de manera inmediata y ver un reflejo en su sueldo. En el otro lado de la balanza, la gente que vive en pueblos pequeños queda devastada cuando la competencia global fuerza el cierre de la única fábrica de su zona. Hay indicadores nacionales positivos, como una baja tasa de desempleo, que enmascaran la presencia de comunidades que sufren. Algunas de ellas a lo largo de la historia y otras para las que el sufrimiento acaba de empezar.

Para comunidades como estas, la pérdida de empleos es solo el principio. A medida que desaparecen las oportunidades económicas, empieza la desintegración social. Disminuye el número de matrimonios y aumenta el de divorcios y familias monoparentales. La desesperación puede empujar a la gente al alcoholismo y las drogas y, en ocasiones, a la delincuencia. Una comunidad en declive deja de apoyar a las instituciones locales como colegios y centros de formación profesional; y el deterioro de estos centros impide que los desempleados puedan actualizar sus habilidades. Cuando no hay buenos colegios, los jóvenes se enfrentan a un panorama desolador. Aquellos que se lo pueden permitir se marchan a zonas más prósperas, llevándose a sus hijos con ellos. Su marcha deja a los que se quedan aún más sumidos en la desesperación.

¿Qué se puede hacer? Es difícil que las comunidades puedan cambiar su rumbo si están desempoderadas. A medida que crece el comercio en un territorio, las empresas presionan a los gobiernos nacionales para que se les retire a las comunidades cualquier poder regulador y poder crear así un mercado común más fluido. Asimismo, a medida que el comercio entre países se ha ido acelerando en las últimas décadas, los organismos internacionales -como la Unión Europea- se han ido apropiando de los poderes soberanos en un intento por armonizar los entornos empresariales comunitarios. Pero los organismos internacionales y los capitales nacionales no poseen ni la cultura local ni los instrumentos normativos necesarios para invertir la tendencia de las comunidades que tienen dificultades. Ni siquiera unos tipos de interés más bajos, aplicados a escala nacional, pueden forzar el aumento de la inversión en ciudades en las que la delincuencia ha provocado el cierre de los negocios.

Además, es posible que la introducción de incentivos fiscales localizados en estas comunidades con problemas no atraiga el tipo de empleos deseado. En la ciudad de Nueva York, los mandatarios locales rechazaron la propuesta de Amazon de construir una nueva sede en Long Island, Queens, que, según la compañía, generaría 25.000 empleos con salarios anuales medios de 150.000 dólares. Se consideró que no había suficientes trabajadores cualificados en la comunidad que pudieran hacerse con los empleos. Y que, además, el influjo de trabajadores cualificados provenientes de otros lugares podía provocar una subida de los alquileres y los impuestos inmobiliarios que hubiese forzado la marcha de los residentes.

En lugar de depender de iniciativas políticas que vengan desde arriba, el resurgimiento de las comunidades debe partir desde abajo. Debe identificar cuáles de los vínculos que les unen con las economías nacionales y globales se han deteriorado y repararlos para poder así sumarse al crecimiento de esas economías. Para ello, hay que tener en cuenta los siguientes elementos fundamentales: liderazgo, compromiso, empoderamiento, financiación e infraestructura.

Abran camino a un liderazgo local

En los años 80, el barrio de Pilsen, en el Lower West Side de Chicago, era como una zona de guerra. Había 21 bandas enfrentadas en un tramo de dos millas de la vía principal y el número de bajas era terrorífico. Pilsen necesitaba reducir el crimen para poder aspirar a la recuperación, ¿pero quién estaba dispuesto a asumir el mando?

Cuando las comunidades están tan deterioradas necesitan líderes que sean capaces de reunir a los administradores locales, los educadores, los empresarios y los residentes para propiciar el cambio. Pero es difícil encontrarlos porque los potenciales líderes están paralizados y muchas de las personas más capaces han abandonado la comunidad.

En Pilsen, el nuevo liderazgo nació de la desesperación. En 1988 un joven murió de un disparo enfrente de una iglesia católica. Cuando el sacerdote le preguntó a la congregación cuánto tiempo más podían contemplar la espiral negativa en la estaban inmersos como un problema ajeno, un grupo de jóvenes de la comunidad respondió. Eligieron a uno de los suyos, Raul Raymundo, para liderar lo que acertaron en llamar el Proyecto Resurrección. Tres décadas después sigue ahí.

Hace falta ser creativos para conseguir atraer a gente que sea capaz de dar la vuelta a sus comunidades y para engrosar un banco de talentos del que puedan emerger nuevos líderes. Por ejemplo, ¿no se podrían liquidar los préstamos estudiantiles de aquellas personas que regresen a comunidades deprimidas? De esta forma, la educación superior se convertiría en una forma de adquirir destrezas que llevar de vuelta a las comunidades en lugar de un vía de escape para las personas con talento.

Turning Points: Global Agenda 2020. The New York Times

Las comunidades comprometidas son comunidades fuertes

Los líderes de Pilsen consiguieron involucrar a la comunidad para que presionase a las autoridades encargadas de las licencias de venta de alcohol y que cerraran los bares en los que se reunían los criminales. Implicaron a los negocios locales en la creación de oportunidades de formación. Animaron a los vecinos a que informasen a la policía sobre los incidentes delictivos en grupo para que las bandas no pudieran arremeter contra informadores individuales y a que se hicieran visibles en la calle por la noche. A medida que Pilsen iba excluyendo a la delincuencia, los negocios iban creciendo. Aunque Pilsen no es ni mucho menos una comunidad rica, los residentes se ganan la vida decentemente, hay mucha más seguridad en las calles y mejores expectativas de futuro para los niños.

Las redes sociales permiten, además, que los líderes busquen ideas de manera colaborativa y que den a los voluntarios que estén dispuestos a ayudar más responsabilidades. A su vez, esta comunidad ahora involucrada y comprometida puede usar la tecnología de la información para controlar a las autoridades, reduciendo así la corrupción y la indolencia.

El empoderamiento conlleva un sentimiento de pertenencia

¿Por qué no pueden los líderes de las comunidades decidir a qué bares dar licencias, qué tipo de negocios fomentar y con qué normativa e incentivos fiscales hacerlo? Las comunidades empoderadas son capaces de atraer negocios que se ajustan más a sus necesidades. Y la tecnología de la información permite a las empresas gestionar las diferencias locales en cuestiones de normas e impuestos con un coste menor.

El empoderamiento local no es una idea utópica. Los habitantes de Suiza hablan tres idiomas diferentes y un cuarto de la población nació en el extranjero. Muchas de las decisiones que hay que tomar pasan, siguiendo un principio de 'subsidiariedad', de la administración central a las 26 subdivisiones administrativas, o cantones, o incluso a los 3.000 ayuntamientos. Esto requiere que las decisiones gubernamentales desciendan hasta el nivel más bajo capaz de lidiar con ellas de manera efectiva. Por ejemplo, el gobierno federal suizo es responsable de los institutos de tecnología, los cantones son responsables de los centros de educación secundaria y los ayuntamientos controlan los colegios privados y las guarderías.

La descentralización y el compromiso democrático no son la solución para todo. También en Suiza se toman decisiones con poca información o que son injustas para las minorías locales. Pero existen mecanismos legales de control que sirven para evitar errores escandalosos. Además, el derecho a decidir -e incluso a equivocarse- otorga a la comunidad la propiedad de sus decisiones y, con ella, el acicate para hacer las cosas mejor.

La libertad llega con una financiación sin restricciones

Es posible que las comunidades que están en declive económico tengan una muy limitada capacidad para imponer nuevos impuestos. Cualquier apoyo económico por parte del gobierno regional o nacional o de filántropos privados, siempre y cuando sea sin restricciones, puede ayudar a implementar proyectos locales.

A medida que una comunidad se reactiva, los activos locales se van revalorizando, permitiendo una financiación más continuada siempre y cuando la comunidad sea capaz de mantener la propiedad. En los años 90 en Dinamarca, la ciudad de Copenhague vendió tierras a promotores privados y usó las ganancias para construir una red de metro. Esto incrementó el valor de la tierra de los alrededores del nuevo metro que aún le pertenecían y que, a su vez, podrían venderse para seguir ampliando la red.

Turning Points: Global Agenda 2020. The New York Times

Infraestructura: reflexionar y renovar

Una inversión en infraestructura -la renovación del centro, un paseo marítimo accesible, nuevos parques o itinerarios atractivos, una mejora de la conectividad- puede hacer que una comunidad cambie drásticamente. En ocasiones, es suficiente con reconfigurar la infraestructura existente para que sea más útil. Un estudio publicado en 2018 por la Reserva Federal del Banco de Filadelfia descubrió un dato curioso: para los residentes de un barrio a medio camino entre dos condados en el norte de Pensilvania, solo un 12% de los trabajos de la zona eran accesibles en autobús y con un trayecto de menos de una hora. Esto a pesar de que el 73% de esos trabajos estaban a 15 minutos caminando de una parada de autobús. ¿Por qué? Porque la mayoría de los sistemas de transporte regionales llevan a los pasajeros primero a un núcleo central, independientemente de su destino. La creación de unas líneas de autobús que uniesen los barrios residenciales directamente con los lugares de trabajo ayudaría a los trabajadores de ingresos más bajos a llegar a sus puestos de trabajo más rápido. Y esto es clave a la hora de conciliar el trabajo con las posibles emergencias del hogar. Por tanto, cualquier aportación que puedan hacer las comunidades a la hora de configurar la red de transporte local es esencial.

Una comunidad próspera no es solo una comunidad con las necesidades económicas cubiertas. En muchos países, el populismo nacional puede avivar el miedo a que la cultura establecida sea diluida y hacer que las mayorías insten a un regreso a la tradición y a un control más férreo de la inmigración. Hay una alternativa: celebrar la cultura de la comunidad misma en lugar de perseguir una homogeneidad nacional que es imposible. Algunos elegirán una única cultura. Otros la multiculturalidad. Todas las elecciones deben ser respetadas, siempre y cuando estén unidas bajo unos valores nacionales compartidos y nadie quede deliberadamente excluido. Los gobiernos nacionales pueden ayudar tomando medidas para prevenir que las comunidades que han conseguido reactivarse acaben segregadas y haciendo que se cumplan las leyes contra la discriminación.

En lugar de buscar respuestas en unas capitales nacionales que están políticamente fracturadas, deberíamos otorgarles a las comunidades la capacidad de ejercer más poderes de manera local. Puede que esta sea la forma de conseguir que el cambio tecnológico y la globalización funcionen para todos por igual.

*Raghuram Rajan es profesor en la Escuela de negocios Booth de la Universidad de Chicago y el autor de 'El tercer pilar: sobre como los mercados y el estado dejan de lado a la comunidad'. Fue el economista jefe del Fondo Monetario Internacional desde 2003 hasta 2006 y gobernador del Banco de la Reserva de la India desde 2013 hasta 2016.

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