Reportaje

Manos a la obra: un día con las restauradoras que salvan los tesoros desde los talleres secretos del Palacio Real

Trabajan con las conservadoras de Patrimonio Nacional. Radiografían lienzos, reparan tapices que colgaron ante reyes y documentan al milímetro el estado de las piezas para proteger del tiempo a los Reales Sitios de España.

Fotografía de la cabecera de la producción de Magas con las restauradoras
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Fotografía y vídeo Esteban Palazuelos
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Hubo un tiempo en que cruzar los pasillos del Palacio Real de Madrid era sinónimo de descubrir barrios secretos, patios con aroma a guiso recién hecho y habitaciones decoradas con libros, herramientas y sueños postergados. Benito Pérez Galdós describía en La de Bringas (1884) la regia morada como una verdadera ciudad en la que otrora se alternaron aristocracia, clase media y pueblo. En las plantas cuarta y quinta del edificio vivieron gentes diversas hasta la segunda mitad del siglo XX, hasta un millar simultáneamente.

Qué dirían estos muros que cada día escuchan a miles de turistas si pudieran hablar… Pecar de ignorancia sería no asumir que guardan miles de secretos. Hoy, casi tres siglos después de que Carlos III supervisara cada detalle de esta grandiosa construcción, el pulso íntimo de la historia sigue vivo gracias a las manos pacientes de los restauradores y conservadores de Patrimonio Nacional. Pero, ¿cómo se llega a este punto en que la memoria real es de todos? La respuesta lleva el nombre de Isabel II.

Foto uno grupal de las restauradoras
De izquierda a derecha: Natalia Martín, Covadonga Pitarch, Rocío Fernández-Tresguerres García, Lourdes de Luis Sierra y Carmen García-Frías.
Foto uno grupal de las restauradoras

Fue en 1865, con la primera ley que lo regula, cuando nació la institución Patrimonio de la Corona. Su objetivo era reconocer la importancia de agrupar y cuidar los tesoros que servían para la representación del poder y para la vida cotidiana de los monarcas, en vez de dejarlos dispersos o ligados solamente a los caprichos privados.

La Reina Castiza entendió que los palacios, cuadros, jardines e incluso el mobiliario que ella tocaba cada día conformaban una herencia compartida capaz de contar la historia del país. En su reinado, las colecciones de los Reales Sitios que se configuraron definitivamente bajo los Austrias y los Borbones comenzaron a organizarse como un legado nacional, abierto a ciudadanos y estudiosos.

Hoy, ese legado sobrevive gracias a las leyes, los documentos históricos y, ante todo, el minucioso trabajo de quienes lo cuidan. Los talleres del Palacio Real, ubicados en esas mismas plantas donde un día vivieron otros, constituyen uno de los conjuntos más especializados de Europa y aún conservan los números de las estancias impresos en las puertas como si custodiaran el mapa de una urbe secreta suspendida en la residencia real. Albergan disciplinas que van desde la pintura y escultura hasta los textiles o la numismática, esa curiosa ocupación que estudia las monedas y las medallas.

35 profesionales trabajan en los ellos desarrollando su labor como guardianes de las piezas que durante siglos acopió la monarquía española. La mayoría de quienes se dedican a estos oficios son mujeres. Aunque en la mayoría de áreas los iniciadores fueron hombres, la presencia de ellas ha sido fundamental, especialmente a partir de los años 80, como consecuencia de un mayor acceso a la formación cualificada y un contexto sociopolítico que las impulsó a entrar en masa en las profesiones cualificadas de las humanidades.

Foto uno de Carmen García-Frías
Carmen García-Frías es conservadora de Pintura Antigua de Patrimonio Nacional. También supervisa la conservación en el Monasterio de Yuste y el Cuarto Alto del Real Alcázar de Sevilla.

Si uno tuviera la suerte de perderse ahora mismo entre los salones y corredores del palacio podría toparse, por ejemplo, con Carmen García-Frías, conservadora de pintura antigua de Patrimonio Nacional. Málaga fue su primer hogar, pero el rumor de los grandes lienzos la acabó llevando a Madrid. Desde su despacho con vistas al Campo del Moro se ocupa del presente, pasado y -siempre que puede- futuro del arte. “Mi labor es profundizar en el conocimiento de las obras y catalogarlas bien para poder difundirlas”, revela.

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Antes de que estas pasen por las manos de los restauradores, si así lo requieren, su trabajo ilustra el papel indispensable de quienes las examinan, investigan y documentan para comprenderlas en profundidad. La llegada de nuevas tecnologías ha revolucionado esa mirada: “Los sistemas informáticos y los avances en la documentación técnica de la mano de las radiografías o la reflectografía infrarroja nos permiten analizarlas mucho más a fondo”. Ahora el proceso es casi detectivesco; se observan minuciosamente materiales, pigmentos y huellas invisibles que hasta hace poco escapaban al ojo humano.

Foto dos de Carmen García-Frías
Su labor consiste en documentar y proteger lienzos históricos, asegurando que el Palacio Real y otros Reales Sitios sigan vivos para las futuras generaciones.

Fuera de la capital, García-Frías también trabaja en la conservación para el Monasterio de San Jerónimo de Yuste en Cáceres o el Cuarto Alto del Real Alcázar de Sevilla, lugares emblemáticos que también requieren un seguimiento constante y un conocimiento profundo de las colecciones. La modernización no sólo ha cambiado la técnica, también la percepción pública del oficio. “Hoy buena parte de nuestros visitantes conoce cuál es el papel de un conservador”, reflexiona en declaraciones a esta revista.

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El apoyo de los reyes Felipe VI y Letizia es clave en esto. No es ningún secreto que tienen un interés genuino por el arte más allá de lo institucional, y así lo han demostrado con su presencia en las actividades de Patrimonio Nacional. “Inauguran exposiciones, abren espacios remodelados y presiden acontecimientos, con el reconocimiento y la proyección exterior que eso supone”, afirma la conservadora, consciente de lo importante que es para el matrimonio preservar los Reales Sitios y colecciones que, en muchos casos, comenzaron a reunirse desde finales de la Edad Media y se fueron enriqueciendo en la Edad Moderna.

“Los Reyes inauguran exposiciones y presiden acontecimientos, con la proyección que eso supone”

- Carmen García-Frías. Conservadora de Pintura Antigua de Patrimonio Nacional, también supervisa la conservación en el Monasterio de Yuste y el Cuarto Alto del Real Alcázar de Sevilla.

Foto uno de Natalia Martín
Magas se adentra en un taller que rebosa actividad en la institución madrileña: el de Pintura.

Cuando una obra necesita algo más que análisis y protección preventiva entran en juego personas como Natalia Martín. Ella representa el perfil de la nueva generación de restauradores españoles. Formada en la Universidad Complutense de Madrid, combina una rigurosa base universitaria con la visión internacional adquirida tras una estancia de dos años en Nueva York. Se especializó en pintura y una beca Iberdrola la llevó a trabajar para el Museo Nacional del Prado. Después, un contrato externo con motivo de la apertura de la Galería de las Colecciones Reales le abrió las puertas al taller donde hoy ejerce este noble oficio.

Nada en su día a día es mecánico. “Restaurar es un trabajo más intelectual que manual”, cuenta, argumentando que para dedicarse a ello hay que entender las obras como un todo, considerando sus procesos materiales y la resonancia estética. Sus intervenciones devuelven el “sonido” original a las mismas, o eso al menos sintió al trabajar hace poco sobre una representación de san Miguel Arcángel luchando contra Lucifer atribuida al genovés Luca Cambiaso. Una monumental joya pictórica de cuatro metros de altura “cuya superficie estaba muy apagada”, recuerda, y que ha recobrado su fuerza y color tras la labor de su equipo.

Foto dos de Natalia Martín
Foto tres de Natalia Martín

Natalia Martín Molina, que representa a la nueva generación de profesionales dedicados a este oficio, posa frente a algunas de las obras sobre las que su equipo ha trabajado en los últimos meses.

Martín no comparte la visión derrotista que a menudo se asocia a dedicarse al sector. “España tiene un patrimonio riquísimo por cuidar”, asegura, y pide prestadas las palabras de un profesor suyo, Ángel González, a quien solía escuchar decir que el arte es un empeño de hacer más habitable el mundo. El papel de los restauradores “sigue siendo anónimo y de perfil bajo”, explica.

Pero en ese anonimato reside la fuerza de quienes garantizan que la cultura sobreviva a los siglos. Una obra que pasa por el taller nunca será la que salió de las manos del artista —esa utopía de contemplar un cuadro de Velázquez en su estado original es irrealizable—, pero las huellas que deja la historia les permiten seguir transmitiendo ese legado a quienes vengan detrás.

“Restaurar es un trabajo más intelectual que manual”

- Natalia Martín, restauradora de Pintura de Patrimonio Nacional.

Foto cuatro de Natalia Martín
Foto cinco de Natalia Martín

Con sus ojos, manos y buen criterio, combina métodos tradicionales con técnicas modernas para asegurar que los lienzos mantengan su integridad estética y material.

Para que ellos puedan trabajar, otros especialistas como Rocío Fernández-Tresguerres deben estar alerta, listos para levantar la mano tan pronto detectan cualquier mínima señal de deterioro. Patrimonio Nacional funciona como un reloj cuyos engranajes están perfectamente engrasados. “Es esencial que cada obra esté identificada, ubicada y su ficha actualizada; sólo así podemos proteger el patrimonio”, comenta la conservadora, que accedió al cuerpo de la institución tras superar unas oposiciones del máximo nivel.

Foto uno de Rocío Fernández-Tresguerres García
A continuación, llega el turno de Rocío Fernández-Tresguerres García, conservadora de Colecciones Reales y responsable de Numismática y Medallística, Metales y Bronces Decorativos, la Real Botica y el Palacio Real de la Almudaina en Palma de Mallorca.
Foto dos de Rocío Fernández-Tresguerres García
Foto tres de Rocío Fernández-Tresguerres García

La experta, retratada mientras observa monedas históricas en la Real Biblioteca.

Desde hace casi tres años es responsable directa de proyectos de gran envergadura: el área de Numismática y Medallística; Metales y Bronces Decorativos; la Real Botica y el Palacio Real de la Almudaina, la residencia de verano oficial de los Reyes en Palma de Mallorca.

Su día a día es minucioso: revisa objetos, clasifica, fotografía y actualiza bases de datos documentando cualquier anomalía; prepara las salas históricas de la botica para poder poner en marcha la próxima visita museográfica y cada dos meses viaja a la residencia real en la isla balear para participar en los proyectos.

De su trabajo depende que colecciones milenarias y objetos cotidianos sobrevivan al olvido. Ella defiende el valor de las monedas, su gran pasión: “Son unos documentos fabulosos: hablan de la historia de los metales, de intercambios comerciales, de los cánones de belleza a través de los peinados y los rostros de los emperadores, etcétera”.

Describe su trabajo entre las monedas y medallas como un viaje a través de civilizaciones y episodios históricos. “La contemplación de obras es un magnífico vehículo de comunicación que te transporta a otras épocas y culturas. Fomenta la creatividad, el placer estético y el espíritu crítico”, remarca. Esa pasión por descubrir y compartir se traslada a su vida cotidiana en el Palacio.

Confiesa que durante su primer mes trabajando allí, se perdía con frecuencia entre los pasillos. “Decía a mis compañeros: si en media hora no vuelvo, avisad a seguridad”, ríe. Hoy sigue sintiéndose privilegiada: “A veces accedo a sitios que no son visibles para el público, y sigo emocionándome. Eso es lo que más me impacta, porque Patrimonio Nacional son muchos otros reales sitios, no sólo este, y gestionamos colecciones en todos”.

“Aún accedo a sitios que no son visibles para el público y sigo emocionándome”

- Rocío Fernández-Tresguerres García. Conservadora de Colecciones Reales y responsable de Numismática y Medallística, Metales y Bronces Decorativos, la Real Botica y el Palacio Real de la Almudaina en Palma de Mallorca.

La labor de la conservadora abarca también la continuidad histórica. Detectó que no había medallas de Felipe VI ni de la princesa Leonor al incorporarse a Patrimonio y consiguió, tras una iniciativa propia, que la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre donara piezas nuevas para completar la cronología y la representación de todos los monarcas contemporáneos en la colección.

Además, entiende que la divulgación es parte fundamental de su trabajo y es por eso que participa en actividades, entrevistas, talleres e incluso directos en redes sociales para que esta cultura milenaria dialogue con el público y sea comprendida en sus dimensiones actuales.

Foto uno de Lourdes de Luis Sierra
Lourdes de Luis, jefa de restauración de Artes Decorativas en Patrimonio Nacional, posa ante el objetivo del fotógrafo.
Foto uno de Lourdes de Luis Sierra

Lourdes de Luis es una de las veteranas expertas españolas en la restauración y gestión de artes decorativas. Jefa de servicio del área desde hace décadas, su trayectoria es una lección de vocación y especialización desde la infancia: “Siempre tuve fascinación por las telas”, confiesa, y esa pasión la llevó a volcarse de lleno en el estudio de los tejidos históricos.

Becada en el Instituto de Conservación de Obras de Arte, fue allí donde estuvo cinco años –y también en el Museo del Traje, cuando aún se llamaba Museo de España– antes de incorporarse al equipo para modernizar el Museo de las Huelgas y restaurar su colección de textiles, una de las más importantes del mundo.

Salmantina de origen, reivindica la relevancia de estos objetos a menudo relegados frente a la pintura por tratarse de “artes de uso”, aunque sean de lujo y realeza. A su juicio, cuentan más sobre la evolución de la sociedad y la economía que muchas otras disciplinas: “Están en el origen de muchas revoluciones y progresos industriales que han llevado al mundo a donde está”.

Foto dos de Lourdes de Luis Sierra
Durante su entrevista, la especialista reivindica el valor de las telas como documentos históricos.

Los terciopelos renacentistas de El Escorial o los exquisitos ornamentos del siglo XVIII en La Granja de Segovia constituyen para ella obras maestras irrepetibles, preservadas gracias a la “suerte de no sufrir guerras ni revoluciones que las arrasaran, como ocurrió en otros países europeos”.

De Luis gestiona equipos, contratos públicos e informes; su trabajo es tanto técnico como administrativo, imprescindible en la institución dada la magnitud y diversidad de los bienes a conservar. En su día a día, se enfrenta a estos retos y observa cómo van apareciendo nuevas generaciones de restauradores.

Ella defiende la importancia de las sinergias entre experiencia y juventud: “Es absolutamente necesario. La ilusión y el conocimiento técnico enriquecen el oficio, pero la experiencia y el haber visto mucho y aprendido de los errores sólo los da el tiempo. Nunca hay que despreciar el trabajo de los que vinieron antes”.

“La perspectiva de género viene a sumar en la historia del arte”

- Lourdes de Luis Sierra. Jefa de restauración de Artes Decorativas en Patrimonio Nacional.

Ellas, aunque los libros las olvidaron durante siglos, también estuvieron ahí. El legado femenino en el arte ha sido ignorado o atribuido erróneamente a otros, como reconoce hoy la historiografía contemporánea. Ahora, en pleno proceso de renovación de las instituciones culturales, se impone la necesidad de mirar el patrimonio con otra luz.

La apertura de la Galería de las Colecciones Reales en 2023 marcó precisamente ese punto de inflexión al reflejar una etapa en la que se reconoce el papel de las mujeres, no sólo como guardianas del patrimonio, sino también como creadoras, comisarias y protagonistas de las muestras.

Foto uno de Covadonga Pitarch
Covadonga Pitarch, jefa de área de Exposiciones Temporales de la Galería de Colecciones Reales, posa frente a obras que se exponen en la muestra monográfica dedicada a la reina Victoria Eugenia.

Covadonga Pitarch, responsable de Exposiciones Temporales, lo sabe bien. “La perspectiva de género viene a sumar en la historia del arte”, asegura, rodeada de retratos y un carruaje que forman parte de la exposición que el centro dedicó a la reina Victoria Eugenia en 2025. Esa amplitud de miras se traduce en exposiciones dedicadas a figuras femeninas y en una programación que busca dar espacio a todas las voces.

La entrevistada, que en 2009 aprobó la oposición a Conservadores de Museos del Estado, defiende que todo el trabajo de su equipo “debe tener como fin último poner a disposición de la sociedad nuestro conocimiento y esfuerzo, para que esta lo disfrute, lo conozca y lo transmita a las generaciones futuras”.

Foto dos de Covadonga Pitarch
Ella supervisa la organización de exposiciones que interpretan y acercan la historia a los visitantes con rigor y perspectiva de género.
“La ilusión de los jóvenes enriquece el oficio, pero la verdadera experiencia sólo la da el tiempo”

- Covadonga Pitarch. Jefa de área de Exposiciones Temporales de la Galería de Colecciones Reales.

Foto tres de Covadonga Pitarch
Foto cuatro de Covadonga Pitarch

Detalle de una de las profesionales de la Galería, inmersa en la restauración de una obra.

Su día a día es una coreografía de gestión y diálogo entre áreas, desde el seguimiento de las obras a la coordinación con el arquitecto encargado del diseño museográfico. “Me considero una afortunada, porque levantarte todos los días y que disfrutes de tu tiempo trabajando es una suerte”.

Son sus palabras, pero podrían ser las de cualquiera de las mujeres que forman parte de este reportaje. Todas trabajan manteniendo vivo el patrimonio artístico que han ido acumulando las monarquías españolas, un legado que hoy atrae a más de 7 millones de visitantes anuales y consolida al país como potencia mundial en turismo cultural.

Foto dos grupal de las restauradoras
Las cinco protagonistas representan a varias generaciones dedicadas a la conservación y la restauración: dos oficios que no se entenderían el uno sin el otro.
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