
Rosario Raro, posando durante la entrevista. D.R.
Rosario Raro publica 'La novia de la paz': "Guardar rencor es como cargar con maletas llenas de piedras"
La autora rinde homenaje a Emily Hobhouse con una novela histórica ambientada a principios del siglo XX.
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Rosario Raro gana el Premio Azorín 2025 con La novia de la paz, una novela que recupera la figura silenciada de Emily Hobhouse, activista que desafió al Imperio británico en plena guerra anglo-bóer. Junto a ella, una protagonista ficticia, Saina, huye del escándalo y encuentra en África una nueva forma de resistencia.
Historia, feminismo y memoria se cruzan en un relato tan necesario como actual. Con esta obra, Raro vuelve a poner el dedo en la llaga y rescata del olvido a mujeres imprescindibles que la historia prefirió callar.
"Me han amenazado con rasgarme con una navaja mi himen de 'solterona histérica'. Tal cual. Como si aún formara parte de mi anatomía, esa membrana que, para algunos, equivale a la cinta que en las inauguraciones se corta con unas tijeras".
El arranque de la novela es impactante, con una imagen poderosa que cuestiona mandatos sobre el cuerpo y la condición femenina. ¿Qué te llevó a empezar así?
Como bien dices, es un inicio brutal, una frase deliberadamente provocadora. La expresión 'soltera histérica' encierra un doble ataque: por un lado, alude al estado civil y, por otro, a la condición femenina, sumándole además la carga de una supuesta enfermedad mental.
Me pareció una forma cruel y violenta de desacreditar a una mujer, y lo más impactante es que es una cita textual de la biografía de Emily Hobhouse.
Si tenemos en cuenta que ella sola, se enfrentó al imperio británico —el más poderoso en aquel momento, en 1901—, nos sorprende que intentasen silenciarla y ridiculizarla de ese modo.
¿Cuándo conoces esta historia y decides contarla?
Conocí a Emily Hobhouse leyendo sobre Gandhi. Me impresionó saber que tuvo una relación epistolar con Tolstói, cuya obra influyó en la filosofía de la no violencia. En esas cartas, el líder indio mencionaba a mujeres que lo apoyaron, y una de ellas era Emily.
Al investigar sobre ella, descubrí a una mujer capaz de movilizar la conciencia internacional. Sin embargo, al morir, no recibió ni un obituario en su pueblo natal: la consideraban una traidora al imperio británico, y su labor humanitaria fue silenciada.
Y tú la has sacado a la luz, afortunadamente.
Tengo la costumbre de poner el dedo en la llaga y rescatar historias que el olvido intenta borrar. Justo el día que se decidió publicar La novia de la paz, me enteré de que coincidía con el cumpleaños de Emily Hobhouse.
De los 365 días del año, la novela sale justo el día en que ella nació, y eso me pareció un mensaje muy especial.
Llevas de la mano a Emily y a un personaje ficticio, Saina, que huye de un escándalo en Londres y llega a África. Las dos son diferentes, pero la lucha es la misma.
Exacto. Me gustaba esa relación de amistad entre una mujer muy famosa y otra anónima, pero cuyo trabajo es igual de importante.
Saina descubre que su marido es homosexual, algo conflictivo en una sociedad donde eso era ilegal, como le pasó a Oscar Wilde. Ella siente una nostalgia de sí misma, de cómo era antes de esa 'herida' y huye a Lourenço Marques —actual Maputo—, que tenía un nombre tan poético.
Allí conoce a un escultor escocés que huye del ejército. Él la llama Shaina Crisálida, porque ella está en metamorfosis. Y me interesaba ese trato respetuoso: él se enamora de ella, pero no interviene, la deja ser. La cuida. Eso me parece una buena definición del amor.
¿En la novela, el amor aparece como resistencia, como venganza, y desde múltiples perspectivas?
Sí. Está el amor hacia su hermano Darrel, el héroe inesperado; hacia Emily Hobhouse, mezcla de amistad y admiración; y la historia con el escultor, que también es creador, no destructor. Él se opone a la guerra, sigue las ideas de Gandhi y Tolstói.
Me interesaba el amor como premio, como forma de restañar las heridas tras una traición. Por eso ella usa el seudónimo de Kintsugi, el arte japonés de reparar con oro las fracturas de la cerámica, haciéndolas más valiosas. Es una metáfora: hay golpes que nos esculpen y otros que nos rompen.

Rosario Raro, durante la sesión de fotos. D.R.
¿Las segundas oportunidades deben construirse sobre el pasado o mejor olvidarlo?
Creo que hay que construirlas. Ojalá supiéramos cuándo pasar página y cuándo rescatar algo.
No creo que uno pueda reinventarse por completo; somos los mismos. Yo viví diez años en Lima y seguía siendo la misma. La vida es el resultado de nuestras decisiones. Y ahí estamos.
Tus personajes son complejos y humanos, con dudas y conflictos. ¿Crees que el perdón es necesario para que puedan liberarse y seguir adelante?
Son personajes muy humanos, con conflictos y dudas. No hay héroes o villanos puros. Es como en el ajedrez: cuando por fin sabes jugar bien, la partida termina. A veces me gustaría que esta vida fuera solo un ensayo para la verdadera.
Me gusta mucho una frase tuya que se viralizó: "Tras una traición no hay mejor venganza que la felicidad".
Estoy convencida. El rencor es como cargar con maletas llenas de piedras. La traición siempre es una sorpresa negativa, pero no hay que quedarse ahí. La venganza no es devolver el golpe. La verdadera es vivir bien.
Todo sucede por algo. Como dicen ahora, con el mindfulness, hay que estar a lo que estás. El pasado no se puede cambiar y el futuro no existe. Solo tenemos el presente.
Autoras de palabra con Rosa, Rosario Raro
¿Qué te atrajo del escenario africano y la guerra anglo-bóer?
Es un conflicto bastante desconocido. Fue una guerra entre blancos: el ejército británico contra descendientes de europeos —los bóeres. Y detrás de todo: diamantes y oro. Como siempre, si hay algo que rascar, hay sangre.
Las repúblicas de Orange y del Transvaal eran como un cajón cerrado al que le cayó la guerra encima. Lo que parecía una bendición fue un baño de sangre.
¿Y el papel de la población local?
Si los blancos lo pasaban mal, los negros y los indios lo pasaban peor. La población negra no era considerada hasta que cogía un fusil, y aun así eran carne de cañón.150.000 indios vivían allí. Gandhi los defendió.
Pero el racismo era brutal, con la ideología supremacista del imperialismo. Todo eso acabó derivando en el apartheid. Fue un lugar con mucha historia de atropellos racistas.
Y ese título, La novia de la paz… no es la esposa, es la novia.
Exactamente. Emily conoció a un hombre en Minnesota, John Carr Jackson. Tuvieron una historia de amor, pero no se casaron. Yo digo que se casó con todas las causas que parecían imposibles. Viajaba con su traje de novia en la maleta. A veces lo sacaba y lo miraba. Me parecía una imagen muy poderosa.
Se casó con la paz, y fue su auténtica misión de vida. Intentó parar incluso la Primera Guerra Mundial. Era como un ejército, pero de paz.