
Montserrat Cantero, posando durante la sesión. Esteban Palazuelos
Montserrat Cantero, Unidad de Fragilidad del Hospital Univ. Sagrat Cor: "La muerte es tan digna como la vida"
Cantero es la directora y en este centro se están desarrollando avanzados tratamientos.
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Montserrat Cantero tiene nombre de montaña, ojos de mar, apellido de piedra y moral de acero. Nos encontramos con ella en el Hospital Universitari Sagrat Cor Barcelona, donde comenzó a trabajar primero como enfermera de planta y después de críticos. Su vocación estuvo siempre cristalina.
Desde hace cuatro años es la directora de procesos de este innovador hospital, parte de la Red de Hospitales de Uso Público en Cataluña.“Sí, está arriba”, confirma una compañera en la planta baja del edificio. “Sigue viniendo”, añade.
“La Montserrat, todo un ejemplo”, describe otro compañero en el lobby del hospital. Hay personas que lo cruzan rápidamente, otras caminan más despacio hacia alguna consulta.
Nos encontramos con Montse Cantero nada más salir del ascensor. Ella sonríe ampliamente. Caminamos juntos hasta una salita. “Llegué aquí el 1 de julio de 1998, hace 27 años”, recuerda al sentarse, “ese fue el gran día”.
De hecho, ya no se imagina otra vida. A pesar de sus últimas circunstancias de su salud, que más tarde compartirá, se define como “una persona muy feliz, muy plena”.
“Cuando tenía cinco años”, relata, “mi madre empezó a trabajar en casa de un médico catedrático, yo tenía cinco años, él nos daba lecciones porque a ninguno de sus hijos le gustó la medicina. Desde pequeña, lo que aprendía lo practicaba luego con las muñecas”.
“Somos una familia humilde y para poder estudiar en la Universidad Hospital del Mar de Barcelona tuve que hacer varias cosas al mismo tiempo”, continúa. “En cuanto terminé, empecé a trabajar aquí los fines de semana.”

Montserrat Cantero, posando ante el hospital. Esteban Palazuelos
“Me enseñaron la séptima planta, no se me olvidará: '¡Aquí está la medicación y aquí el carro, mañana empiezas!'”, recuerda. Desde entonces, ha ayudado a miles de personas a atravesar sus momentos más difíciles. Por tratarse de un hospital familiar, conoce a muchas de las sagas del Eixample.
Ha realizado posgrados en Cuidados Intensivos, Cardiología, Oncología, Cuidados Intensivos o Liderazgo de equipos en gestión sanitaria. También es referente de Vías y da clases en el Grado de enfermería en el campus docente de Sant Joan de Déu, adscrito a la Universitat de Barcelona.
Pero sobre todo, lo que le gusta es el trato con los pacientes, con los más frágiles, escucharles, cuidarles, estar al lado de las familias. Bromea con la serie de Netflix Respira y otras ficciones de gran audiencia. “Aquí hemos vivido muchas anécdotas”, anticipa.
La unidad de fragilidad
Cuéntenos sobre la unidad de fragilidad o de paciente frágil que usted dirige.
Llamamos paciente frágil al mayor pluripatológico que pasa por una hospitalización. Es uno que en casa era autónomo, aún con limitaciones, y cuando llega al hospital queremos que salga igual que estaba o incluso mejor, que pueda volver a las actividades de su vida diaria.
¿Cómo se aseguran de que eso sea así?
En la novena planta comenzamos siempre midiendo la ‘escala de autonomía’ de cada paciente, existen varias formas. Y esa medida es la que aspiramos a recuperar.
¿Qué actividades están desarrollando?
Muchas. Por ejemplo, la actividad física. Tenemos un gimnasio y todas las tardes hacemos sesión grupal con el paciente frágil para recuperar junto a profesionales de fisioterapia. Por las mañanas, tenemos el proyecto Parlem, que sería como ‘hablemos’ en castellano, con alumnos de institutos.
Ahí es donde los voluntarios les enseñan a manejar el móvil, o hacen memories. También trabajamos la parte emocional, animando a que por sí mismas o mismos se maquillen, abrochen la camisa o laven los dientes. Y muchas otras…

Montserrat Cantero, durante la entrevista. Esteban Palazuelos
Existe aún la creencia popular de que el deporte hay que hacerlo cuando se es joven y con mucha energía…
En esa época puedes crear ‘la memoria del músculo’, eso es verdad, a mí misma me ha servido de mucho hacer deporte. Pero es ahora cuando tengo que trabajar más la musculatura.
En un paciente mayor o con varias patologías, la movilidad muscular es clave. Es recomendable practicar de forma grupal y con pequeños progresos, después de una UCI, por ejemplo. Se animan muchísimo y se motivan.
¿Cuál diría que es el secreto de una recuperación rápida?
Está en la movilización precoz. En la covid lo vimos claramente. Lo ideal es siempre que un paciente esté en cama lo menos posible después de una intervención.
La práctica del ejercicio físico durante la hospitalización contribuye a la reducción del dolor y evita complicaciones, como la aparición de úlceras por presión, trombos o aumento de la debilidad, en un tipo de paciente vulnerable a los efectos de permanecer encamado.
El secreto está en llegar a planta, despertarse un poco y yo diría que inmediatamente empezar a moverse. Cuanto más tiempo esté encamada una persona mayor, más riesgos. Y a veces esos pacientes, solo con la obligación de ir al gimnasio todas las tardes, se activan.
¿Qué otras terapias innovadoras realizan?
Tenemos una de perros, fuimos el primer hospital de agudos en traerla. Vida y Joe son los nombres de los dos entrenados que vienen con el fisio a dar clase un día a la semana, para que los pacientes interactúen con ellos.
¿Y los que no pueden levantarse?
Para el resto de pacientes, hemos creado la unidad 'Let’s go', en la que un camillero con dos auxiliares, junto al diseño hecho por nuestro fisio, permite que incluso en cama se pueda hacer ejercicio y poco a poco uno se anime a levantarse. Es una aportación increíble.
El paciente oncológico
¿Ha tratado especialmente en su carrera con pacientes oncológicos?
Siempre he tenido debilidad por ellos, y ¡mira cómo he acabado! El primer posgrado que hice fue en oncología, lo disfruté mucho porque ya estaba trabajando con ellos. Siempre he tenido mucha empatía con los pacientes oncológicos, sin saber que acabaría siendo uno de ellos.
¿Cómo se encuentra?
Hace un año me diagnosticaron un cáncer de recto. Me impresionó porque pensaba ‘yo estoy aquí para curar, no para que me curen’. El pasado mes de febrero me operaron y desde entonces llevo una bolsa de colostomía. El caso es que puedes vivir con ella perfectamente, incluso sentirte femenina.

Montserrat Cantero y Rubén Fernández-Costa. Esteban Palazuelos
Susan Sontag escribió mucho sobre ello, incluso sobre el cáncer como metáfora…
Yo soy una persona con vida y ganas. Fui deportista de competición, siempre me ha gustado mucho el deporte y debo hacerlo. Al mes de tener la bolsa y estar intervenida, me diagnosticaron metástasis, así que ahora lo que menos me importa es llevarla. Ahí estamos, luchando.
¿Su fortaleza mental de dónde diría que viene?
Soy una privilegiada por hacer lo que me gusta. Esta es mi casa, he aprendido mucho sobre la vida escuchando a las personas. Todo el mundo te puede enseñar. El legado de mi madre también me impulsa a que nunca me rinda.
¿Cómo definiría este momento?
Estoy en un momento muy feliz de mi vida, soy una afortunada.
¿Su empatía la ha aprendido o la lleva consigo desde siempre?
Todo se aprende, pero es verdad que para la enfermería quizás tienes que tener algo innato. A mí siempre me ha gustado cuidar. Tienes esa habilidad, como cualquier otra.
Pero, ¿se puede desarrollar la empatía? En esta sociedad hace mucha falta…
La empatía es la palabra clave de la enfermería, supongo que tenerla cuando no has vivido ciertas cosas, puede ser complicado. Hay que hacer un esfuerzo. A mis alumnos les digo que muchos pacientes reaccionarán mal, pero hay que entender cómo se siente esa persona, su reacción quizás no es racional.
¿Alguna reivindicación sin embargo que le gustaría dejar clara?
Creo que habría que bajar la edad de los cribados. También que Enfermería se merece el nivel A1, es una demanda histórica. Y creo que por supuesto, tal como ocurre en este hospital, el trato a los pacientes privados y públicos debe ser exactamente igual.
La luz del acompañamiento
En todos estos años, ha acompañado a muchas personas durante el periodo final de su vida…
He acompañado a miles de personas en todos estos años… Hubo un momento que me llegué a preocupar porque había muchos pacientes que me esperaban para ‘irse’ conmigo, porque les daba cierta paz. A nadie nos gusta enfrentarnos a la muerte, pero yo creo que tan digna como la vida es la muerte.
Se dice que sobreviene, pero habla usted de una cierta voluntad al final de la existencia… la he visto. Hay pacientes que son muy conscientes de que se van a marchar, pero sacan la fuerza para esperar a que nazca un nieto o se case un hijo, y aguantan hasta que eso suceda. Es muy curioso cómo se logra eso.

Montserrat Cantero, posando durante la sesión. Esteban Palazuelos
¿Ha detectado características comunes del final de la vida? En algunas entrevistas me contaron que es común llamar en alto a personas fallecidas que uno espera volver a ver…
Sí, eso es verdad. Llaman a la ‘mama’ normalmente y también al padre, eso es algo reiterado, y mucha gente habla de la luz. Yo lo que diría que he encontrado en común es muy curioso: que todo el mundo se va en paz.
¿A qué se refiere?
No he tenido ningún caso en 30 años de persona que se fuera con miedo o mal, llegado el momento final. Otra cosa es toda la etapa anterior, pero al final tú lo notas que llega porque las caras están relajadas. Así sucede siempre.
Hay gente que en el tiempo anterior expresa miedo, hasta mi propio padre tenía terror, pero en un momento me dijo ‘ya está’. Se marchó tranquilo.
Hablar de la muerte es duro…
Lo tendríamos que normalizar, porque ¡eso sí que es algo seguro para todos! Yo pienso que está bien pensar en cómo te gustaría que fuera tu despedida.
En cuanto a creencias habrá visto muchas…
He visto muchísimas religiones, hay quien cree en la reencarnación, en el cielo, en la energía… también hay mucho ateísmo. Hay que respetar. A veces incluso aparecen familiares en las habitaciones cambiándolo todo.
Lo más honesto es preguntar a la familia cuáles son las costumbres, siempre digo ‘si me lo explican, les diré en qué les puedo ayudar’.

Montserrat Cantero, posa en la puerta del hospital. Esteban Palazuelos
¿Cómo se deben dar las malas noticias?
Es muy complicado. A nadie le gusta dar malas noticias. Siempre pienso y digo a los alumnos que piensen en el familiar al que más quieren del mundo, sea su padre o su abuela y en cómo se dirigirían a esa persona, igual te tienes que dirigir a quien recibe la noticia.
Y respetar la intimidad, ¡cerrad las puertas, pensad cómo os gustaría que tratasen a esa persona querida!
Debe de ser muy difícil cuando un paciente pregunta algo duro de responder. En ese caso, ¿qué hace?
Muchas veces le devuelves la pregunta, y le dices ‘¿tú qué piensas?’ o ‘¿qué sientes en este momento?’. Si algo te duele, podemos intentar que no. Como no existe nada seguro, podemos siempre intentar hasta el final hacer esto o lo otro. Pero nunca mentir.
¿Podría compartirnos alguna anécdota de cómo su relación con los pacientes la ha animado a seguir?
Hay una que parece triste, pero que para mí fue preciosa. Este es un hospital muy familiar en el que conoces a las familias, yo siempre recordaré una tarde, cuando a un paciente de cuarenta años que estaba con su mujer le diagnosticaron un tumor cerebral, en un pasillo de Urgencias.
Seguimos su evolución durante muchos años y una tarde era yo la que estaba en Urgencias, y fue su mujer la que me llamó. Subí a despedirme. El paciente falleció cuando estábamos las dos, fue una de las conexiones más bonitas. Me dejó incluso una carta.
¿Qué le escribió en aquella carta?
El paciente es muy normal que prefiera hablar con nosotros porque la familia sufre mucho al final. Que me recordaría siempre como un ángel. Es curioso que nos relacionan mucho con los ángeles, supongo que por ir vestidas de blanco, ¡aunque vamos también de verde!