
Fueron las mujeres de esta oficina de la guerra las primeras que realizaron labores administrativas en el Palacio Real.
Las cartas de dolor que recibía el rey Alfonso XIII: las mujeres de la 'Oficina de la Guerra' que buscaban a los desaparecidos
La galería de archivo y armería del Palacio Real de Madrid ampara miles de cartas de mujeres que preguntaban el destino de personas desaparecidas.
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"Majestad, mi mamá llora a todas horas desde que tiene a su hermano prisionero". Sylviane Sartor, una niña de 8 años, escribía de puño y letra una carta al rey de España hace ahora más o menos un siglo, y su redondeada letra infantil grita desde un papel amarilleante con una claridad eterna. "Majestad, mamá acaba de recibir una postal ayer en la que le decía que él iba a morir de hambre".
Era abril de 1917 y la primera gran guerra del siglo estaba en su punto álgido de brutalidad. La pequeña Sylviane añadía a su tierna misiva una petición familiar. "Majestad, si quisierais enviarle a Suiza, pues hace dos años que está prisionero y mi mamá va a enfermar con seguridad. Majestad, os lo agradezco por adelantado".
Afortunadamente, la 'Oficina de la Guerra' en el Palacio Real de Madrid se ponía en marcha y, el mismo día, el Rey contestó a la niña. Un rey, una oficina y un grupo de mujeres y hombres escribían así una extraordinaria historia de solidaridad durante la cruenta Primera Guerra Mundial.
El objetivo: aliviar el sufrimiento de algunos de los casos y, en paralelo, ampliar las redes de la diplomacia española. "Querida señorita", respondió Alfonso XIII, "yo procuraré lo mejor que sepa hacer que su mamá no llore; por lo tanto, tenga la bondad de darme noticias precisas sobre su tío para que yo pueda enterarme de su estado de salud y si es posible internarlo en Suiza. Mis mejores recuerdos, Alfonso XIII Rey".

Las mujeres trabajando en las oficinas.
La búsqueda del querido —y afortunado— tío de la chica, Achille Delmonte, llegaría a buen puerto. A través de la embajada española se le encontraría en el campamento de Hamelín en Hannover, Alemania, donde estaba prisionero, y poco tiempo después se transmitiría de vuelta desde esta oficina el final de la gestión. Resultado: positivo.
En las oficinas de guerra
Se trata de una historia extraordinaria, pero no aislada. Hoy visitamos, justo debajo del Arco de San Gil, la galería de archivo y armería de los sótanos del ala oeste del Palacio Real de Madrid con Juan José Alonso, el director del Archivo General de Palacio, su guardián.
Cerca de cuatro mil cajas modernas perfectamente ordenadas contienen este acervo de la Oficina de la Guerra, que pertenece al conjunto total de más de 12,5 kilómetros lineales de estanterías, hoy de libre acceso público.
Algunos de los archivadores originales de madera, especialmente fabricados para este uso, aún se conservan en los pasillos y, durante este recorrido, Magas fija la atención en la gran cantidad de cartas, unas 200.000 de 50 nacionalidades, en las que madres, esposas, hermanas, hijas o sobrinas, madrinas o amantes preguntaban todas ellas por el destino de personas desaparecidas.
Se dieron respuestas 'reales' desde la 'Oficina de la Guerra'. Hasta cuarenta y seis personas se esforzaron durante más de tres años. Algunas también escribían a la Reina, para tener más impacto y aportaban detalles de todo tipo, siendo habitual que aludieran a tatuajes o colgantes, o los dibujaran.
Probablemente los detalles de la segunda gran guerra del siglo XX son más conocidos, debido al cine y en concreto a Hollywood, pero las implicaciones de la Primera Guerra Mundial —desde el asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa la archiduquesa Sofía en Sarajevo el 28 de junio de 1914, hasta su final el 11 de noviembre de 1918—, en la que España fue neutral, siguen siendo importantes en términos históricos.
Se trató de la primera gran guerra en la que se usaron métodos modernos de matanza, incluyendo tácticas aéreas, nuevos gases como armamentos químicos y se realizaron masacres a alta escala. La descripción de muchos sucesos no resulta no solo sangrienta, sino especialmente brutal, cuando por primera vez en la historia más de cinco mil personas podían llegar a morir en pocos minutos y se atacaban objetivos civiles sin previo aviso.
Al parecer, una noticia apareció en la prensa francesa alabando al Rey en el verano de 1915 y, a partir de ese momento, la esperanza que significaban 'el rey de España y su Oficina de la Guerra': la posibilidad de apoyo para la repatriación o canje de familiares heridos y enfermos, corrió como lo hizo la pólvora por toda Europa y más allá.

Detalle de una carta enviada al Rey.
A partir de ahí, aquella posibilidad se viralizó. Fueron las mujeres de esta oficina las primeras que realizaron labores administrativas en el Palacio Real, donde se siguió un innovador método sistemático de impresos dobles para poder llevar a cabo un seguimiento detallado.
Pilar Amat Climent fue la primera de estas 'funcionarias reales', a la que siguieron otras como Carmen Ruiz del Árbol y su hermana Mercedes y muchas más como voluntarias. Resultan especialmente impactantes las fotografías del personal de la 'Oficina de la Guerra' de la época, con hasta siete mujeres que, al mismo rango que los hombres, algo realmente inhabitual para la época, llevaron a cabo esta tarea inventando un sistema de fichas indexadas dobles, un código de colores y novedosas técnicas archivísticas ad hoc.
A una de estas mujeres, descubrimos, Camila Nebot, se le permitió 'teletrabajar' en su casa en la calle Goya para poder cuidar de su hermana, que tenía tuberculosis, y el secretario del Rey autorizó que a ella se le enviaran los expedientes para que trabajase desde allí.
Celebridades desesperadas
Algunas mujeres muy conocidas de la época como la actriz y vedette Madame Mistinguett, relacionada con el cantante Maurice Chevalier, u otras alrededor de personalidades como el compositor Puccini, el bailarín Nijinski, el historiador belga Henri Pirenne, el dramaturgo Reinhardt o el aviador Roland Garros aparecen en este archivo.

Detalle de la carta de Maurice Chevalier.
Concretamente en 1916 Madame Mistinguet, compañera de Chevalier pidió ayuda al Rey porque su pareja, que había servido en el ejército francés como enfermero, era prisionero en Altengrabow (Alemania): el embajador de España en Berlín le hizo llegar un certificado que le permitió conseguir su libertad. Resultado: positivo.
En otro de los expedientes, una joven costurera polaca escribía a Alfonso XIII desde París: había quedado al cuidado de sus cuatro hermanos más pequeños que residían en Varsovia y periódicamente les enviaba dinero, pero tras la toma de la ciudad las comunicaciones se habían interrumpido.
La 'Oficina de la Guerra Europea' localizó a sus hermanos y le informó que se encontraban bien. Fue entonces cuando la joven costurera envió al Rey 200 francos que había ahorrado desde el comienzo de la guerra para que se los remitiera y leemos que solicitó periódicamente catorce remesas. En esos momentos en que era informada de que su dinero llegaba a ellos, Adelia decía ser la más feliz de las mujeres. Resultado: positivo.
Descubrimos también figuras como la de la 'madrina de guerra'. Esta denominación surgió para referirse a "mujeres que mantenían correspondencia con los soldados y constituían un importante apoyo moral y material para el soldado y su familia", explica el experto.
Es el caso de Antoinette Ungauer, doctora en medicina y residente en París, que escribió en 1917 con desesperación una carta a Alfonso XIII. Era la madrina de guerra del joven polaco Miecislas Casimir y relataba que su ahijado tenía 27 años y se había enrolado como voluntario en la armada francesa, pero no podía contactar con su madre, que vivía en la ciudad de Lublin y deseaba hacerle saber que estaba vivo.
La 'Oficina de la Guerra Europea' envió la petición a la embajada de España en Berlín, desde donde se contestó. La madrina del joven polaco agradecía al rey de España las noticias recibidas de su ahijado, que estaba "casado en septiembre de 1917, y esperaba su primer hijo". Resultado: positivo.
Muchas de estas cartas se escribían en francés porque se trataba, como hoy lo sería el inglés, del idioma diplomático, pero también en alemán, húngaro, inglés, italiano o portugués. Algunos expedientes aparecen marcados por un sello de una estrella de cinco puntas, símbolo de que la Oficina de la Guerra los señalaba por alguna razón especial, ya fuera por gravedad del caso o conocimiento personal de los afectados.
En total, se han localizado aproximadamente 18.000 'positivos'. "Ha dado a mi corazón de madre tan angustiado la esperanza de volver a ver un día a este hijo tan amado y tan bueno", puede leerse en el expediente 026 de la caja 26784.
Pero no todos los resultados fueron positivos. "Tengo miedo de que haya perdido la razón", escribía la desconsolada madre de Louis Valentin Tesson, añadiendo que "es rubio, tiene los ojos azules, un pequeño lunar en la nuca izquierda. Soy una madre que solo le queda esperanza en Vos".
El grito de las historias de los Segouin o Scheidel resuena aún. "¡Era mi único hijo, mi única esperanza, mi único consuelo, mi ayuda (mi respaldo), mi apoyo en la vejez!", leemos en otra carta. "Escribo tanto en mi nombre como en el de mi pequeño hijito, tenga la bondad de hacer algo para liberarme de esta dolorosa incertidumbre en que estoy", son algunas de las frases con peor final.
Bajo el Arco de San Gil
Juan José Alonso, que lleva treinta y dos años custodiando estos archivos de patrimonio, nos guía hoy. Hace una mañana luminosa y se escuchan afuera los gritos de los pavos reales.
Gracias al empeño de su máximo responsable desde el año 2009, tras una experiencia durante casi dos décadas, 15 personas han trabajado por épocas en esta clasificación y digitalización de 200.000 archivos, elaborándose además un mapa online en el que se han ubicado las más de 11.000 poblaciones y lugares exactos, también clasificados por 'frentes' y batallas en los que tuvieron lugar tantas dramáticas historias, para su consulta pública por parte de familiares y estudiantes de la época, cartas no solo con origen Europa, sino también Latinoamérica y otros países más lejanos.
Las batallas más terribles como las de Chemin des Dammes o Lviv (Leópolis, Ucrania) están aquí documentadas por su carácter abominable, además de expedientes relativos a la guerra en el mar y combates aéreos. Tras una intensa labor, pocos sitios han quedado sin identificar; probablemente no existieron porque fueron escritos de oídas, por referencias difusas, o de memoria.

Detalla de una carta dirigida al Rey.
Un fotógrafo tan conocido como Tournassoud se conserva en estos archivos, característico por sus imágenes de gran calidad, realizadas en su mayoría con la función de propaganda de la guerra. De algún modo, en un momento que adolecía de una identidad nacional resentida, el rey Alfonso XIII vio una doble oportunidad: realizar una ayuda humanitaria y fortalecer una nueva red diplomática y de imagen del país a nivel internacional.
Para el experto Juan José, "hay un aprendizaje muy obvio, que es el dolor de la guerra, y el sinsentido de la pérdida que produce en todas las partes involucradas" y añade también, tras dedicar media vida a esta catalogación, que se trata de un ejemplo de "humanidad y sentido de Estado".
No deja de resultar extraordinario en términos de trabajo femenino y de ayuda, sobre todo las mujeres que solicitaron este servicio de la oficina del Rey desde muchas partes del mundo. Por esta iniciativa, el abuelo del rey español recibiría la Medalla de la Cruz Roja, además de ser considerado al Nobel de la paz.
Al parecer, al propio Felipe VI le gustó especialmente la exposición titulada 'Cartas al Rey', la primera que inauguró en Palacio Real durante su reinado, y por eso el rey español regaló un volumen del catálogo a Emmanuel Macron, primer ministro francés, que prometió guardar este volumen en la Biblioteca Presidencial de París, como símbolo de lo que no debería olvidarse.
Si el francés era el idioma diplomático, la historia de todas las cartas de puño y letra de decenas de miles de mujeres que pedían ayuda a Alfonso XIII durante la Primera Guerra Mundial, y las respuestas que muchas mujeres ayudaron a dar desde la 'Oficina de la Guerra' siguen pudiendo escucharse, como un recuerdo perpetuo de lo sucedido, ahora en un archivo digital que permitirá para siempre su consulta y no amarilleará. No podrían ellas imaginarlo.