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Hablar de Lula Goce es hacerlo de una artista con mayúsculas, aunque el camino para que consiguiera llegar a serlo no haya sido fácil. Pintar siempre le gustó, más allá de los garabatos clásicos que se hacen de pequeña en la pared de tus abuelos, o de las láminas para colorear que mandaban en el colegio. 

Siempre se sintió virtuosa ante el folio en blanco, sin embargo, la vida académica la llevó por un camino insospechado: el de las finanzas. Estudió una FP de administrativo porque, admite, "no era muy buena estudiante". Pero el destino es caprichoso, y puso ante ella a un "maravilloso profesor" que supo ver todo su potencial. 

La animó a estudiar un Grado en Bellas Artes, y fue entonces cuando la gallega se decidió a dejar su natal Baiona para aterrizar en Salamanca en busca de perseguir su sueño.

Allí se especializó en pintura, pero, algo más adelante, se decantó por Barcelona, ​​donde estudió el doctorado, un máster en creación artística y Diseño gráfico e Ilustración. Con todos estos conocimientos, ayudados de su enorme talento, su obra no tardó en llegar a las galerías después de presentarse a varios concursos y festivales de arte.

Lula Goce subida a la grúa de trabajo.

Lula Goce subida a la grúa de trabajo. Lula Goce

Sin embargo, una sala de exposiciones se le quedaba pequeña. Aprovechando "la escena artística barcelonesa", decidió dar el salto a los murales. Empezó ya con la intervención urbana, sin saber que sería eso lo que, precisamente, la llevarían hoy a alzarse con el título de autora del segundo mejor grafiti del mundo según Street Art Cities, la mayor comunidad mundial de arte callejero.

¿Su inspiración? La naturaleza, la figura femenina y, sobre todo, el entorno de su amada Galicia donde, a pesar de su éxito internacional, mantiene su propio taller.  

El urbanismo fallido: un lienzo

"Donde los demás ven un fracaso urbanístico, yo veo una oportunidad. Una pared vacía o una esquina en mal estado son un buen lienzo en blanco". Esta frase pareciera el resultado de una noción aprendida con los años de experiencia de la artista, pero se trata de un pensamiento que Lula siempre ha tenido en la cabeza. 

Ya en su época de adolescente, salía con sus amigos por las calles de Baiona en busca de un lugar donde expresar su arte, normalmente en fábricas o edificios abandonados. "Por aquellas no se vendía spray, y salíamos directamente con un bote de pintura. Desde pequeña me ha gustado pintar, y siempre supe que era un poco artista. Era algo que llevaba dentro, y ya un poco más mayor me empezó a molar el rollo de la intervención urbana. Quería que se viera lo que hacíamos", explica Lula a Magas. 

Pero no fue hasta que se mudó a la Ciudad Condal que pensó en el muralismo y en el arte callejero como una oportunidad laboral. "A pesar de que siempre me había gustado pintar en gran formato, sí que es cierto que me dejé influenciar mucho más cuando llegué a Barcelona, que tiene mucha cultura del grafiti. Me sedujo la idea de eliminar el soporte de las obras, y que fuera el propio entorno el que se convirtiera en lienzo", asegura la gallega.

Lula Goce pintando un mural en New Rochelle, Nueva York.

Lula Goce pintando un mural en New Rochelle, Nueva York. Lula Goce

Ya asentada, entró a formar parte de algunos colectivos artísticos de muralismo callejero, desde los cuales comenzó a desarrollar su técnica por las calles y muros de la ciudad, a la vez que comenzaba a colarse en distintas galerías de arte, inaugurando su primera exposición en el año 2007.

Fue tan solo dos años después cuando Lula se vio cruzando el charco, cumpliendo el sueño de llevar su obra de viaje alrededor del mundo. Ahora, más de una década después, se ha convertido en una artista referente. Sus murales adornan calles, plazas y fachadas de más de una decena de países, como Estados Unidos, Canadá, Alemania, Bélgica, Francia o Qatar.  

De esta forma de intervención urbanística, Lula admite que una de las cosas que la hacen especial es "la relación directa con el entorno". "Cuando haces una obra de este estilo, en la que además inviertes varias semanas, tienes un contacto muy estrecho con la gente del barrio. Me gusta prepararme sobre el contexto social y cultural que se viven en la zona, y trabajar en base a ello. Al principio parece algo demasiado invasivo, y hay gente que lo ve como la molestia que causa una obra, pero la reacción general suele ser bastante positiva. Ver cómo cambia su percepción sobre el mundo del grafiti es algo muy gratificante", afirma.

Un mundo aún masculinizado

Esta relación tan directa, en la que Lula se muestra muy expuesta de cara al público, no siempre es fácil. Asegura que en el mundo del arte "aún demasiado masculinizado" se ha enfrentado a varias situaciones incómodas y ha sufrido los estereotipos y la discriminación ya no solo por parte de los que admiran su obra, sino de los propios galeristas. 

"Me ha pasado en alguna ocasión que gente se me ha acercado a preguntarme cómo me subo yo sola a la grúa o que quién me la mueve. También me han visto con los operarios y han asumido que ellos eran los artistas solo porque eran hombres… Pero también pasa entre personas del mundo artístico. El 99% de las exposiciones de arte urbano son masculinas, y eso también es por decisión del propio personal de las galerías. Se decantan más por obras hechas por hombres, incluso las mujeres", admite.

Mural de Lula Goce en Doha, Qatar.

Mural de Lula Goce en Doha, Qatar. Lula Goce

Pero esto no solo ocurre 'en casa'. Han sido varios los viajes de trabajo en los que Lula ha tenido que hacer frente a choques culturales "importantes". Sobre todo, en la cultura musulmana. Recuerda ejemplos como Azerbaiyán o Doha, donde no es común ver a una mujer trabajando en espacios públicos, y menos con una vestimenta occidental. "Te mandan un código donde las mujeres no pueden enseñar los hombros, por ejemplo. Pero cuando llegas allí te das cuenta de que no lo necesitas porque en realidad no te apetece a ti misma enseñarlos. Es una manera también de evitar miradas, caras de póker, fotografías que te hacen…", explica. 

A pesar de que "aprendes a adaptarte", Lula admite que hay cosas del día a día "a las que nunca te acostumbras". "Recuerdo estar esperando en el bar del hotel y ver que llegan tres hombres por detrás de ti y les atienden a ellos primero. Que te empujen porque por ser mujer están acostumbrados a que siempre estás la última… es desagradable". Sin embargo, se queda con lo bueno. "Es trabajo, es toda una oportunidad y, sin duda, estaría encantada de volver", asegura. 

Conciliar: un reto

Celosa de su intimidad y con un punto bastante coqueto, a Lula no le gusta desvelar su edad. Lo que sí sabemos es que es madre de dos hijos, que ya cuentan con su "propia pared para pintar" y a los que ya les ha inculcado la pasión por el arte. "Es lo que maman en casa, así que no me extrañaría que acabaran siguiendo mi camino, aunque a mí, personalmente, me daría igual que eligieran otra profesión con tal de que sean felices", confiesa. 

Sin embargo, la tarea de la maternidad se torna mucho más complicada en la vida de una artista internacional. "Por suerte a mis hijos no los crío yo sola, tienen un padre maravilloso que ha dejado un poco de lado su carrera para que yo pueda apostar por la mía, pero hay que hacer malabares para poder llegar a todo", afirma. "Lo bueno", dice, "es que igual que me tiro fuera diez días o 20, luego estoy un mes seguido en casa, así que, aunque sea de manera intermitente, intento estar siempre. Y ellos ya están acostumbrados". 

De hecho, admite que una de sus obras más desafiantes no lo fue en cuanto a extensión de la obra o dificultad, sino a la hora de tener que compaginar el trabajo con la lactancia a su segundo hijo, que acababa de nacer. "En 2015 tuve al más pequeño y, a los cuatro meses, me llamaron para hacer un gran formato en Bruselas. Era una oportunidad y no podía decir que no, así que me llevé a mi madre y a mis dos hijos conmigo. Mientras pintaba, cada dos horas bajaba de la grúa para extraerme la leche", revela.

Lula Goce pintando en su estudio.

Lula Goce pintando en su estudio. Lula Goce

Lo califica como "un salto mortal" al que los hombres no tienen que hacer frente y, por eso, Lula siempre tiene en mente a la mujer como una gran fuente de inspiración. Ahora, ya no tiene que hacer frente a eso y, entregada plenamente a su trabajo, piensa ya en los proyectos a futuro. 

"Tenemos estos días un trabajo del Ayuntamiento de Lugo para recubrir unos enormes hórreos, enmarcados en el Camino de Santiago. Estaré tres semanas con esto, y luego me centraré en mis proyectos del extranjero. Hay uno en Perú, en Corea… y alguno más que se está gestando", finaliza.