
Sandra Romero, en una foto de archivo.
Sandra Romero, directora y guionista: “Para hacer cine, la gente no privilegiada tiene que renunciar a muchas cosas"
La cineasta está nominada a los Goya por su primer largometraje, Por donde pasa el silencio y, además, ha dirigido capítulos de Los años nuevos.
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No hay cuentos infantiles en la historia de amor con el cine de la directora Sandra Romero (Écija, Sevilla, 1993), ni película que la marcó o padres culturetas que le mostraron sus maravillas. En realidad, creció pasando temporadas en casa de sus tías, porque vivían retirados del pueblo y su madre tenía esquizofrenia.
Ya era "mayor" –tenía 19 años y estudiaba Periodismo–, cuando se apasionó por el cine, dice. Seguramente por eso, su primera película, Por donde pasa el silencio –sobre la dependencia y los cuidados–, destila tanta verdad.
La directora, que tras Periodismo –carrera que tiene mucho que ver con su mirada audiovisual–, estudió Cine en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid, está nominada a un Goya a Mejor Dirección Novel, por su primer largometraje. Se suman cuatro nominaciones en los Premios Carmen del Cine Andaluz y otra en los Feroz 2025. Además, ha dirigido tres capítulos de la serie de moda, Los años nuevos, de Rodrigo Sorogoyen.
El germen de Por donde pasa el silencio es un corto suyo premiado en el Festival de Málaga con el mismo protagonista, Antonio Araque. "Somos amigos del pueblo", matiza. Aquel filme hablaba del desarraigo y le pidió "por gusto o intuición", a los hermanos del actor, a María y Javier, actores no profesionales, que participaran.
"Le dieron frescura y emoción", asegura Romero. Los tres son los protagonistas de su primer largometraje, que "ahonda en ese hueco que se forma en una familia cuando alguien se marcha".
Directoras como tú, con nuevas narrativas y orígenes diversos, estáis fascinándonos…
Me interesan mucho las cineastas haciendo cine desde su pueblo y descentralizando la realidad que se muestra. Eso tiene que ver con que, poco a poco, conseguimos más movilidad. Nos venimos a Madrid o Barcelona y tenemos la posibilidad de estudiar cine, aunque sea con un esfuerzo enorme. Que todos los estudios sean privados hace que sea para privilegiados. Para hacer cine, la gente que no es privilegiada tiene que renunciar a muchas cosas, su esfuerzo tienen que ser bastante mayor. En estos momentos, así es.
¿Te parece que el cine es de élites?
Las escuelas son carísimas y, sí, al menos buena parte del cine es elitista. Afortunadamente está mejorando. Yo soy hija única, algo que en una familia de clase obrera ayuda a concentrar los esfuerzos. Para venir a Madrid pedí una beca, para la escuela; un préstamo, y trabajaba, como muchos de mis compañeros. Se puede acceder, pero tenemos que currárnoslo mucho más. Ojalá existiera una carrera pública.

Sandra Romero, durante la cena de candidatos a la 39ª edición de los Goya. Gtres
¿Cómo lo compatibilizabas?
Era difícil, porque la escuela exigía muchas horas. En mi caso, tuve la suerte de entrar en una productora de publicidad que me ayudó, la verdad, a ahorrar bastante. Además, Movistar me becó dos años. Así logré mantenerme.
¿Que la élite tenga la prerrogativa de contar la realidad puede ser peligroso?
Totalmente, por eso cuanta más diversidad, mejor. A mí nadie me obligó a hacer cine. Me metí en esto porque me apasiona, pero sabía que no iba a ser fácil.
Por donde pasa el silencio habla de muchas cuestiones. Lo primero, ¿tenemos idealizado el tema de los cuidados?
Más que idealizado, no está tan hablado, al menos no sus aristas. Hay películas interesantes que cuentan el papel del cuidador. Otras hablan de la persona que necesita ser cuidada. Yo quería explorar la complejidad de las relaciones cuando hay una persona dependiente.
Tu persona dependiente es todo menos sumisa.
Claro. Una enfermedad no es lo que nos define al cien por cien, como tampoco una discapacidad. La persona puede ser distinta a la que uno se puede imaginar, al típico cliché sobre cómo una lidia con su propio dolor. Para mí era importante que los personajes tuviesen la complejidad que se da en la vida.
También hablas de superar la culpa. ¿Cómo se hace?
No es tanto superarla, como convivir con ella. Luchar contra la culpa es una guerra perdida. Pero sí se puede intentar mantener en su lugar, saber poner límite entre tú y el otro.
La relación entre hermanos es, quizá, una de las más complejas, con mucho amor, pero también conflicto. Tú eres hija única, ¿cómo llegas ahí?
Aunque sea hija única, por circunstancias crecí rodeada de hermanos. Mis padres vivían en el campo y pasé mucho tiempo con mis tías y mis primos, que para mí son los que no tengo. Ahora que soy adulta veo que aquello era muy bonito, pero yo sí tenía claro los límites entre nosotros. Sin embargo, entre hermanos esas fronteras se diluyen porque son relaciones muy especiales. Hay un misterio en ellas, en ese amor tan grande y a la vez una especie de competencia.
Como en la naturaleza, que te lanza a competir por sobrevivir desde que naces, hasta con ellos…
Totalmente. Además, no estamos educados para ello. Muchas veces te enseña tu propio hermano, es una relación muy particular y difícil de gestionar.
También planteas los cuidados asociados al papel de la mujer. ¿Será capaz tu generación de acabar con ese sesgo?
Los cuidados deberían estar mucho más repartidos, no asociados a la figura de la mujer. No sé hasta qué punto vamos a poder cambiar eso, pero creo que las distintas generaciones que convivimos ahora nos estamos planteando preguntas. Se mira de una manera más consciente. Las mujeres, de las que se espera que sean cuidadoras, se preguntan: "¿Por qué nosotras?".

Sandra Romero posa tras la presentación de los nominados a la 39ª edición de los Goya. Getty Images
Hablas de la dificultad que sienten muchas personas LGTBIQ+ en los pueblos para vivir sus vidas. ¿Se ven forzados a marchar?
Sí, al menos, es lo que yo he vivido. Las personas LGTBIQ+ tendemos a irnos porque crecer implica darte cuenta de cosas, como que a lo mejor tienes en ti una pequeña herida. Por otra parte, te planteas qué posibilidades de conocer gente tienes, de hacer lo mismo que todo el mundo, formar una familia. Eso hace que te vayas, porque si te quedas las relaciones, por ejemplo, se limitan muchísimo.
¿Se crea cuando te marchas otra familia, una elegida?
Sí, también es supervivencia. En Madrid encuentras gente de todas partes, muchas LGTBQ. Antonio [Araque] y yo tuvimos la suerte de encontrarnos y apoyarnos.
Tu madre tenía esquizofrenia. ¿Qué supone convivir con la discapacidad en familia?
Los que hemos convivido con personas que tienen una discapacidad podemos tener experiencias similares. Evidentemente, depende de la persona, no todas son iguales. Por otra parte, uno va aprendiendo a entender que también están lidiando consigo mismas. Para estar bien es esencial poder comunicarse con quienes tienes alrededor. Cuando es poco viable comunicarse, intentar solucionar algo que no tiene arreglo, en vez de aceptar, convivir e ir viendo día a día, hace que sufras y te frustres.
¿Por qué surge esa frustración?
Siempre parece que puedes hacer más, es realmente difícil aceptar que quizá lo mejor es no forzar, para no arrastrar a la persona también hacia esa culpa de no estar haciendo suficiente. Esa persona, con su discapacidad, su enfermedad, tampoco lo ha elegido.
¿Qué lastre cargas cuando dejas atrás a un familiar dependiente?
Es complejo. Tomar ciertas decisiones cuesta mucho, aunque sepas que son adecuadas. Aprender a irse sin abandonar, saber si tu presencia es buena o mala para alguien que no quiere ayuda… También es importante hablar de que muchas veces pensamos que una persona que tiene una discapacidad no está capacitada para tener voluntad propia, cuando es lo más básico del ser humano.

Fotograma de 'Por donde pasa el silencio'
Hay que respetar esa voluntad…
Sí, el respeto tiene que ser absoluto. La persona de enfrente tiene su propia voluntad, tú puedes intentar ayudarle, pero no obligar a nada. Ya sea tu hermano, madre, padre o hijo, y aunque te duela mucho.
¿Qué has aprendido de tu película?
Que me interesa trabajar enfocándome en los personajes. Me ha regalado una manera de trabajar desde la pregunta, más que desde la respuesta.
Has dirigido los capítulos dos, tres y cuatro de la serie de moda, Los años nuevos. ¿Cómo fue?
Una experiencia preciosa. Pasé de una familia de amigos en mi película a entrar por primera vez en un proyecto que no era mío. Pero me he sentido muy cómoda en esta nueva familia.
Estabas nominada a los Feroz y los Carmen, y a los Goya, a punto de celebrarse. ¿Hay nervios?
Me lo tomo con filosofía, este año hay muy buenas películas. Si cae alguno me alegraré y lo celebraré muchísimo, pero si no, no pasa nada. Intento no pensar en algo que no puedo controlar.
¿Te preocupa la igualdad de género cuando escribes?
Claro, pero la tengo integrada. Yo soy feminista y para mí es imprescindible intentar no caer en ciertos clichés alejados de la realidad. Escribir con perspectiva de género no solo es necesario, sino que probablemente enriquezca tu película. Solo por eso, se lo debería plantear todo el mundo.
¿Qué proyectos tienes?
Hasta que termine la promoción no voy a poder escribir, pero estoy con algo y, ojalá, poder levantar la siguiente película, que es de lo que se trata.