Arréglate que nos vamos con Julia Sánchez Abeal Esteban Palazuelos

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Julia Sánchez Abeal, directora de la Escuela de Música Reina Sofía: "Tengo cabeza de gestora y corazón de artista"

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Este nuevo episodio de Arréglate que nos vamos suena al ritmo de corcheas, semicorcheas y alguna fusa, como la voz de la gallega protagonista que es de esas personas que piensa, sin lugar a dudas, que la música puede cambiar el mundo porque puede cambiar a las personas. Esa frase que sirve de inicio al pódcast es de Paul David Hewson, más conocido como Bono, el líder de U2.

Julia Sánchez Abeal, directora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía y CEO de la Fundación Albéniz, es una apasionada de la música, así que el cargo que desempeña desde 2014 le viene como anillo al dedo."Me gusta la música porque, efectivamente, creo que transforma. Fíjate que yo puedo estar en una cena a las tantas durmiéndome, porque se empieza a hablar de política o de temas más pesados, pero ponen música, sobre todo si puedo bailar, y me puede dar la madrugada", confiesa.

Charo Izquierdo es la encargada de poner a la audiencia en antecedentes, porque la invitada de esta semana viene del mundo financiero. "Hay que explicar que antes de dedicarse a la música, Julia ha tenido una extensa trayectoria en el mundo de la consultoría, en la gestión y sobre todo en la educación. Estudió Administración y Dirección de Empresas en ICADE y cursó un MBA en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Así que con esa cabeza de gestora y financiera, cómo les explicas tú a las familias que invertir en música es muy importante en la formación de los chavales", pregunta.

Cruz Sánchez de Lara, Julia Sánchez y Charo Izquierdo

Cruz Sánchez de Lara, Julia Sánchez y Charo Izquierdo Esteban Palazuelos

Sánchez Abeal da la clave: "Has tocado un tema central de mi vida, tengo cabeza de gestora, pero corazón de artista. Lo que hay que explicar a la sociedad, a los padres, a los músicos, es la importancia que tiene la música, porque al final en algún momento nos ha acompañado en nuestras vidas. Cada uno de nosotros tenemos nuestra banda sonora. Más allá de eso, lo que hemos comprobado y lo que hemos hecho en la Escuela Reina Sofía, es un trabajo de investigación, de cómo transformar las sociedades. Vemos que en los países que cuyos habitantes van a conciertos, a acontecimientos culturales, son lugares donde la gente es más pacífica, tienen un mayor nivel de educación y existe una mayor cohesión social. Nos transforma a nivel individual y también socialmente".

Cruz interviene para definir a Julia como una activista de la música y viajar atrás en el tiempo para preguntarle por su experiencia en Kenia durante su época de estudios en Columbia. "Todo el mundo quería hacer prácticas en un banco o una consultoría. Y yo estaba buscando algo más. Entonces me fui tres meses a Kenia para trabajar con un fondo americano que invertía en energías renovables. Estuve en el equipo de unos ingenieros locales para llevar electricidad a una zona rural del país, donde no había nada. Fue un proyecto precioso, en el que tenía que ir a mirar una cascada para ver el volumen que tenían, a la zona a la que iban a llevar esa electricidad y la luz para que los niños fuesen al colegio o para que las madres pudiesen estar en casa", recuerda.

La amplia trayectoria de gestión ha sido clave para su trabajo en la Escuela Reina Sofía, todo está conectado. "Cuando llegué allí no me imaginaba que me iba a ayudar tanto mi experiencia financiera. Uno de los programas que desarrollé junto a mi equipo es un programa de emprendimiento para los músicos. Porque estos chicos tan jóvenes, que tocan tan bien, si le das habilidades de emprendimiento e innovación, van a hacer virguerías", confiesa.

Toca hablar de los aprendizajes que la música le ha dejado a la invitada del pódcast. "En primer lugar, he descubierto mucho sobre la felicidad que te da estar en contacto con temas artísticos. Nuestros profesores tienen de media 70 años y muestran una vitalidad y unas ganas de vivir que se sienten superjóvenes, porque hacen algo que les apasiona, les conecta con su propósito. Cuando haces algo que trasciende a tu voluntad, que es para los demás, eso te hace ser eternamente joven. Eso le pasa a mi presidenta, Paloma O'Shea".

No hay duda de que la música une y eso Julia lo sabe muy bien porque en la escuela que dirige hay alumnos de decenas de nacionalidades diferentes. A ella le gusta contar una anécdota que deja clara la función integradora: "Hace unos años, teníamos a tres estudiantes, uno de Azerbaiyán, otra de Armenia y otra de Turquía. Son países que llevan en guerra siglos y en ese momento estábamos en una época del conflicto del Alto del Karabaj cuando les tocó hacer un trío juntos. Decían que era incómodo para ellos, pero lo hicieron tocando el concierto de Beethoven, entregados. Este es el poder que tiene la música. El problema de la sociedad es que nos fijamos más en qué es lo que nos separa, que lo que nos une".

No puede faltar en este episodio una mención a Paloma O'Shea, gran mecenas de la música y de este proyecto. "Ella es mi gran referente, mi maestra. Es una persona que ha dedicado su vida a trabajar. Aparte le da mucha rabia que le digan 'la filántropa', 'la mecenas' porque dice 'yo lo que soy es una trabajadora'. Paloma es ejecutiva, la que toma las decisiones, preside la Junta de patronos, busca los músicos, ayuda con la financiación. Está en el día a día de la escuela", dice Sánchez Abeal.

Y, por supuesto, se habla de Ana Botín, hija de la fundadora, en palabras de Cruz Sánchez de Lara "una mujer con un gran liderazgo". "No sabes cómo nos ayuda, cómo nos conecta, cómo cuida a su madre. La relación de las dos es muy bonita", cuenta Julia Sánchez Abeal.

Arréglate que nos vamos con Julia Sánchez Abeal Esteban Palazuelos

Como colofón, la mujer al frente de este prestigioso centro quiere llamar la atención de lo que no se ve tras el glamour de un concierto o de la ópera. "La música clásica tiene eso de ser especial, excelente, pero al mismo tiempo es un sector sumamente frágil. Lo precarias que son las carreras, lo mal pagados que están los músicos, lo difícil que es conseguir un puesto de trabajo…" e incide en una realidad desconocida: "Muchos de estos alumnos que tocan de maravilla luego tienen que estar tocando en eventos familiares o estar sirviendo copas porque no llegan a final de mes. Entonces se da esta paradoja entre el glamour o la excelencia en cuanto a la calidad artística y el esfuerzo y al mismo tiempo la fragilidad del sistema económico que hay detrás". 

Y eso es precisamente lo que ella quiere cambiar, fomentando la empleabilidad desde la escuela, pero también animando a que la música entre más o mejor en la sociedad. "Me gustaría que la siguiente tendencia sea apostar por las artes y las humanidades" declara con ilusión la activista de la música, "que todos, desde la empresa, desde la administración pública, desde la sociedad, dijese por favor, queremos más cultura en todas sus expresiones". 

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