Autoras de palabra con Rosa, Corina Oproae
Corina Oproae: "De pequeña leía diccionarios como si fueran libros, y mi hija también lo hizo. Debe ser genética"
- Afincada en Cataluña desde 1998, la autora acaba de publicar un libro titulado 'La casa limón', Premio Tusquets editores de Novela 2024.
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Poeta, escritora y traductora, Corina Oproae es ganadora del XX Premio Tusquets editores de Novela 2024 con La casa limón, una obra basada en los últimos años de la Rumanía comunista de Nicolae Ceausescu, y donde la historia es capaz de captar la belleza en los momentos más duros del ser humano.
Nacida en Transilvania, vivió su infancia bajo el yugo de la dictadura. Reside en Cataluña desde 1998. Su experiencia personal le sirve para darle un carácter autobiográfico a su libro, en el que su protagonista es una niña que trata de entender lo que está ocurriendo a su alrededor, mientras asiste al derrumbe del comunismo.
"No recuerdo cuántos años tengo, pero sí que vivo debajo de una gran mesa de madera, en un castillo infinito, cuyos muros están hechos de libros. Acaricio temerosa cada uno de ellos, para asegurarme de que el castillo no se derrumba. Huelo los libros de uno en uno. Me rechifla hacerlo. Todo tiene olor. Las personas, las abejas que revolotean a mi alrededor, la voz lejana de papá, la hierba, las estrellas...", este párrafo sirve de introducción a esta charla.

Rosa Sánchez de la Vega, junto a la autora.
Corina, antes de nada, quiero darte la enhorabuena por este premio y aprovecho una de tus frases para iniciar la entrevista: "La poesía se expande a través de la novela”.
Es mi primer libro de narrativa. Hasta ahora he publicado cuatro de poemas y muchas traducciones, sobre todo de poesía. Creo que soy una persona que habita el mundo poéticamente y me parece un logro haberlo conseguido.
En esta novela no hay apenas nombres propios.
Efectivamente. La niña no tiene nombre, nunca se dice, ni los lugares, ni siquiera se nombra la topografía. Aparte del nombre de Ceausescu y en algún momento Rumanía o la capital, son contadas veces. Si se prescindiera de estos nombres, podría ser cualquier lugar del mundo, porque todo se ve a través de los ojos de esa niña, que está debajo de la mesa del comedor familiar, en su castillo.
Bajo ese totalitarismo en el que vive, la pequeña busca su refugio tratando de aislarse de lo que está ocurriendo.
Claro, es una forma de protegerse, de salvarse, y de poder seguir viviendo. La niña nace con un libro debajo del brazo. En esta novela, la literatura es una ventana al mundo. Los libros son puertas que se pueden abrir en algún momento, por lo tanto es un refugio, pero también es un lugar desde donde mirar hacia adelante.
Aquellas palabras cuyo significado ella desconoce, las anota en su cuaderno. Aborto, por ejemplo.
La niña tiene cierta fascinación por las palabras y la necesidad de comprenderlo todo, y cree que lo va a encontrar en el diccionario. Y aquí hay cierto paralelismo con mi autobiografía, porque de pequeña me encantaba leer los diccionarios. Me ponía en la cama, cogía uno, y me lo leía como si fuera un libro. Y no sé si es genético, porque mi hija también lo hacía desde pequeña.
La protagonista y su debilidad por las manzanas... Una de ellas aparece en la portada del libro.
La portada fue un acierto de la editorial, porque yo tenía en la cabeza otra imagen, hasta que vi esa hoja en blanco, la niña sentada en ese sillón de persona mayor mirándote inquisitiva, esperando a que le contestes todas esas preguntas que tiene, y esa manzana que es un símbolo, un arma en este libro.
También aparece la figura magnificada del padre ausente.
El padre es una de las historias vertebradoras del libro. Él padece una enfermedad y es alguien que sostiene el mundo de la niña, que quiere mostrarle la realidad en la que vive. Mientras que la madre hace otro papel, no se puede permitir derrumbarse, no se puede enfermar, es la que tiene que mantenerlo todo y proteger a su hija para que no sufra.
La niña se guarda algunas palabras de las que conoce su significado, pero no pronuncia.
Ella viene de leer un mundo donde han ocurrido sucesos y catástrofes ínfimas, una tras otra. Y los niños adquieren esa sabiduría innata que, con el tiempo, cuando llegamos a la edad adulta, tratamos de desaprender ciertas cosas e ir hacia atrás en el tiempo.
Y ella sabe la importancia de las palabras, sabe que puede hacer el bien y el mal. Y cree que de alguna forma ha provocado la muerte de uno de los personajes, y piensa que todo puede ir a mejor si no dice ciertas cosas.
La protagonista describe los cambios físicos que experimenta en la pubertad, en la que ya no se siente tan niña.
Como es una niña muy sabia, tiene conciencia de lo que sucede alrededor, y por lo tanto también del paso del tiempo en su propio cuerpo. El mismo con el que arranca el primer capítulo, donde para mí están las claves de cómo se debe leer la novela. Porque está su universo, su mundo, lo onírico, y todo aquello que está a punto de suceder.
La muerte está muy presente en ella...
Para mí, es un tema muy importante, una de las obsesiones de lo que escribo. Mi primer libro de poemas, se llama Mil y una muertes. La niña tiene conciencia de la muerte desde muy temprano, pero hay cierta evolución. La muerte se vive sobre todo en el ambiente rural de esa Transilvania ancestral, donde ella viaja para ver a los abuelos, y ocurren ciertas muertes que se celebran, es decir, se ven como una continuación natural de la vida. Eso es algo que yo viví, en la infancia.
¿Y a ti cómo te gustaría morir?
Tal y como le gustaría morir a la madre de esta historia.
Viviste el comunismo, ¿cómo lo recuerdas?
Lo viví hasta los 17 años. Quiero aclarar que no es un libro oscuro, sino que tiene un tono onírico y poético que lo alza y consigue que sea más llevadero. Pero si tengo que recordar el comunismo en esa época, hay algo gris, y cierta resignación en la cara de la gente. Hay una burocracia que para mí estaba muy presente y era engorrosa.
Palabras, pero también silencios que imperan en el libro.
Sí, el libro está hecho de silencios, de hecho el padre no habla. Y la niña vuelve del pueblo de los abuelos y se queda muda literalmente durante una temporada.
Lo que no se cuenta no existe, pero existe.
Claro. Y eso sucede en la Rumanía comunista, sucedió aquí durante la época de Franco y sucede hoy en día en unas infancias que consideramos más felices.
Hiciste un recorrido con tu hija por Rumanía y al regresar ella te pregunta: '¿de dónde cayó el comunismo?'
Mi familia emigró a Canadá, y pasábamos más veranos en Canadá que en Rumanía. Pero aquel año, habíamos viajado por el país para ver amigos, y hablamos mucho del comunismo, de ahí la pregunta que me hace ella. Me di cuenta de que para un adolescente que no haya vivido esa situación, se transforma en una palabra que se aprende en un libro de historia, o que se aprende de alguien y se puede hacer una idea, pero está bastante lejos de la realidad.
En ese momento pensé que mi hija era como un símbolo de toda una generación, que no podría acceder a esa vida que yo había tenido anteriormente.
¿Tu hija encontró la respuesta a su pregunta en este libro?
No sé si la encontró. Espero que despertase su interés, pero las respuestas yo creo que las tenemos que encontrar por nosotros mismos.